26 ene 2014

Uruguay :Fin de la restricción fiscal y monetaria

JUAN SÁNCHEZ
Fin de la restricción fiscal y monetaria
Cuando a Friedrich Hayek se le preguntó sobre el Premio Nobel que obtuvo en 1974, disparó que ningún hombre debería ser una referencia en un tema tan complejo como la Economía, atribuyéndole a ésta un estatus de otro orden, algo superior pero sobre todo respecto de los propios protagonistas. En las antípodas de su pensamiento económico y filosófico Gunnar Myrdal, tampoco conforme con el premio por razones casi contrarias a las de Hayek, le atribuía a su colega el calificativo de "reaccionario" y no merecedor del premio. Yendo un paso más allá decía que el mismo premio debía ser abolido en virtud del indeseable antecedente de habérselo concedido al propio Hayek.

Los economistas nunca estuvimos, en realidad, tan de acuerdo como algunos se esfuerzan por sostener. La verdad es que siempre hay algo de impronta y corazón para cada opción. Basta poner el foco en áreas distintas del quehacer económico para observar estas diferencias. En el análisis transaccional, en la versión de Eric Berne, aparece una figura que muestra la radicalidad o rigidez intelectual del sujeto como carácter esencial del énfasis puesto en uno u otro enfoque para la solución de un problema dado.

Estos extremos se acentúan y se retroalimentan cuando aparecen los posicionamientos de tipo político; estos nos distancian más allá de lo que pueda resultar de miradas distintas de la realidad. Por esa razón, durante el año 2014 será más difícil ver posturas concordantes en temas prioritarios y aunque está lejos de lo que nos conviene y deseamos, así será.

¿VALE LA PENA?
El fin del año 2013 y comienzos del 2014 es tiempo de balance, ajustes y propuestas y poco propicio para convergencias. No obstante ello, quizás sirva de algo reflexionar desde una perspectiva diferente.

Por el lado del gobierno, se intentará pasar raya y concretar los objetivos prioritarios aún pendientes y corregir rumbos para ajustar algunos aspectos de la gestión que no terminaron por conformar. Desde otros sectores es tiempo de propuestas, ideas y proyectos. En uno y otro caso se requiere disposición para entender las razones del contendiente y también es un tiempo que da oportunidad para analizar experiencias ajenas para tomar ejemplo.

En particular, en el ámbito de la macroeconomía se da un entorno complejo de inestabilidad e incertidumbre así como de vulnerabilidades propias, todo lo que requiere de capacidad y flexibilidad para reconocer que no existen modelos teóricos linealmente transferibles ya que hay que adaptarse a una realidad diferente a todo lo visto hasta ahora.


Más allá de los avances de la última década, la economía y sociedad uruguaya tienen aspectos muy mejorables de los cuales hay experiencias exitosas en otras regiones, quizás por madurez de esas sociedades u otros factores. Para aprovecharlas, la sociedad en su conjunto (más allá de sectores) tiene que desarrollar cierta habilidad colectiva, cosa que no es habitual entre los uruguayos.

SUBESTIMADO.
Hay varios ejemplos donde aplican las pautas generales referidas y a las que no escapan en particular ni la política fiscal ni la política monetaria, a las que haremos referencia.

Por ejemplo, se ha ido generalizando e imponiendo con el tiempo, cierta prudencia en el manejo fiscal lo que ha llevado a que primara un criterio restrictivo en el ámbito de la política fiscal aplicado a la inversión en infraestructura, subestimando el impacto que tiene ésta en el desarrollo. La inversión en infraestructura se mantuvo en niveles modestos y por debajo de los umbrales a los que tanto la sociedad como el gobierno aspiran.

En el último tiempo se observa una tendencia creciente entre los expertos, las agencias y también el gobierno a señalar la importancia de la infraestructura y se observan posturas más proclives a aumentar el gasto asociado a la inversión, aun dejando de lado una premisa básica que ha permeado en este ámbito y es que se prefiere que "gaste el privado", dicho de otro modo "el que rompe paga".

Este criterio "minimalista" donde prima la restricción presupuestal, tiene poco que ver con todo lo que se ha aprendido sobre infraestructura en los últimos años y, por otro lado, el sector está "sobrado" de instrumentos, léase concesiones en formato de participación público-privada, fideicomisos, fórmulas para equilibrio de partes y distribución de riesgos con subsidios más o menos explícitos, cobro de impuestos a los combustibles con aplicación obligatoria para el mantenimiento de rutas y otros.

Un estudio de la Corporación Andina de Fomento (2012) resaltaba que a pesar del aporte del sector privado, el mayor peso del esfuerzo inversor recaerá necesariamente sobre las finanzas públicas. Señalaba, a su vez, que la participación privada es baja en los países desarrollados (0-12% en Europa Occidental) y resaltaba que en la década pasada en América Latina hubo un crecimiento muy importante de la inversión en infraestructura (alcanzando el 3% del PIB) (*) pero se señalaba la importancia de que la región alcanzara un guarismo del 5%.

Según el estudio de la CAF, Uruguay es uno de los países con menor inversión en infraestructura en relación al producto, ubicándose por debajo del 2 y 3% según el caso, mientras otros países como Perú, Colombia y Brasil superan esos niveles en más de un 50 o 75%.

SOBREVALORADO.
En otro extremo quizás hayamos sobreestimado las bondades de la política monetaria como recurso para abatir la inflación, sobre todo teniendo en cuenta el impacto negativo que puede traer aparejada en los costos internos en moneda de intercambio.

No es cuestión de cargar las tintas contra los expertos banco centralistas, menos contra la Academia, sino valorar que las crisis ocurridas en cantidad e intensidad aquí y afuera son de tal significado, que no hay teoría que las contemple y todo termina en prueba y error. Lo cierto es que Uruguay no ha encontrado aún un punto de equilibrio en ese trade-off entre el objetivo de inflación o monetario y la competitividad.

Las cosas han cambiado en todas partes. A vía de ejemplo, estudios del FMI muestran que las variaciones en el desempleo tienen una correlación menos robusta con la inflación que lo que se observaba en el pasado. En particular, para más de 20 países desarrollados desde los años sesenta, a través del análisis de la curva de Phillips, se muestra que salvo para períodos de excepción en los que se observa la evolución inversa, la baja de la inflación está asociada con aumentos adicionales de la tasa de desempleo.

Cuando los bancos centrales lograron abatir la inflación a principios de 1980, adoptaron umbrales demasiado bajos, anclados en la creencia de un gran impacto hacia el futuro en precios y salarios pero, en la década de 2000, los bancos centrales de todo el mundo respondieron agresivamente a la caída de la inflación, reduciendo a casi cero las tasas de referencia, con la implantación de una flexibilización cuantitativa así como con el uso de nuevas estrategias de comunicación para reencauzar las expectativas de inflación. En este sentido, se hace hincapié en que los bancos centrales deberían aumentan el umbral de tasas de inflación para reducir los impactos en la demanda nominal y, por ende, en las variables reales.

El tiempo que viene debería ser menos propicio a las posturas más dogmáticas y más favorable a posturas más pragmáticas, en virtud de la experiencia acumulada y a que las opciones tomadas en el pasado no han estado exentas de costos. Sin embargo, las dificultades de convergencia de los distintos sectores, que referíamos antes, no da margen para ser muy optimistas. Ojalá nos equivoquemos.