10 nov 2016

VISIONARIO

Las razones por las que ganó

Esta columna, escrita en julio del año pasado por el cineasta en su blog, michaelmoore.com, generó un gran revuelo en su momento, porque muy pocos analistas pronosticaban una victoria de Trump. Hoy sirve para entender por qué pasó lo que pasó.
 Por Michael Moore

Amigos: Siento ser el portador de malas noticias, pero ya se los advertí el verano pasado cuando dije que Donald Trump sería el candidato republicano a la presidencia. Y ahora traigo una noticia aún peor y más deprimente: Donald J. Trump va a ganar las elecciones en noviembre. Este desgraciado, ignorante, peligroso y miserable payaso a tiempo parcial y sociópata a tiempo completo será el próximo presidente de Estados Unidos. Presidente Trump. Vamos, vayan practicando, porque será así como nos tendremos que dirigir a él durante los próximos cuatro años: “PRESIDENTE TRUMP”.

Nunca en mi vida he deseado estar equivocado tanto como ahora.
Me imagino lo que estarán haciendo ahora mismo. Estarán negando con la cabeza y mientras piensan: “No, Mike, no va a ganar”. Por desgracia, viven en una burbuja con una cámara de resonancia acoplada en la que tanto ustedes como sus amigos están convencidos de que los estadounidenses no van a elegir como presidente a un idiota. (...) Tienen que salir de esa burbuja inmediatamente. Tienen que dejar de negar lo evidente y enfrentase a la verdad que en el fondo saben que es muy muy real. (...) Estas son las cinco razones por las que Trump va a ganar:
1 El Brexit del medio oeste de Estados Unidos. Creo que Trump va a centrar gran parte de su atención en los cuatro estados azules de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Cuatro estados tradicionalmente demócratas, pero que han elegido a gobernadores republicanos desde 2010 (Pensilvania es el único que finalmente ha elegido a un demócrata ahora). En las primarias de Michigan de marzo, 1,32 millones de habitantes votaron a los republicanos frente a los 1,19 millones que votaron a los demócratas. Según las últimas encuestas de Pensilvania, Trump está delante de Hillary; y en Ohio están empatados. ¿Empatados? ¿Cómo es posible que esta carrera sea tan reñida después de todo lo que dijo e hizo Trump? Quizá se deba a que este dijo (y dijo bien) que el apoyo de los Clinton al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ayudó a destruir a los estados industriales de la zona norte del medio oeste de Estados Unidos. Trump va a machacar a Clinton con este tema y con el hecho de que haya apoyado el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y otras políticas de comercio que perjudicaron a los habitantes de esos cuatro estados. Durante las primarias de Michigan, Trump amenazó a la empresa Ford Motor con que si seguían adelante con el cierre de la fábrica que tenían previsto y se trasladaban a México, pondría un impuesto del 35 por ciento a todos los coches construidos en México que se enviaran a Estados Unidos. Fue música para los oídos de la clase trabajadora de Michigan,y cuando lanzó otra amenaza a Apple y dijo que les obligaría a dejar de fabricar iPhones en China y a fabricarlos en Estados Unidos todos quedaron embelesados y Trump se llevó una gran victoria que debería haber sido para el gobernador de al lado, John Kasich.
La zona que abarca desde la ciudad de Green Bay (Wisconsin) hasta Pittsburgh (Pensilvania) es la mitad de Inglaterra: rotas, deprimidas y en pésimas condiciones funcionan las chimeneas esparcidas por el campo en el esqueleto de lo que antes llamábamos clase media. Trabajadores (y no trabajadores) amargados y enfadados a los que Reagan engañó y que fueron abandonados por los demócratas, que siguen intentando persuadir de forma deshonesta pero solo quieren aprovecharse de la situación codeándose con lobistas de Goldman Sachas que les puedan extender una gran cheque antes de abandonar la habitación. Lo que ha pasado con el Brexit en Reino Unido también va a pasar aquí. Elmer Gantry aparece como Boris Johnson y dice lo que se le ocurre para convencer a la gente de que ¡esta es su oportunidad! De quedarse con todos, con todos los que hicieron añicos su Sueño Americano. Y ahora Donald Trump, el forastero, llegó para limpiarlo todo. ¡No hace falta que estén de acuerdo con él! ¡Es su cóctel molotov personal, el que pueden lanzar en medio de los bastardos que les hicieron esto! ¡ENVIEN UN MENSAJE! ¡TRUMP ES SU MENSAJERO!
Y aquí es donde entra en juego las matemáticas. En 2012, Mitt Romney perdió por 64 votos electorales. Sumemos los votos electorales de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Son 64. Lo único que Trump necesita para ganar es mantenerse, tal y como se espera, en la franja de estados tradicionalmente republicanos de Idaho a Georgia (estados en los que nunca ganará Hillary Clinton), y ganar en Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. No necesita ganar en Florida. No necesita Colorado ni Virginia. Solo Michigan, Ohio, Pennsylvania y Wisconsin. Y eso le colocará en la cima. Y eso es lo que va a pasar en noviembre.
2 El último bastión de los Hombres Blancos Enfadados. El gobierno de Estados Unidos que lleva 240 años dominado por hombres llega a su fin. ¡Una mujer está a punto de llegar al poder! ¿Cómo sucedió esto? Delante de nuestras narices. Hubo señales de peligro, pero las ignoramos. Nixon, el traidor del género, impuso el Título IX, la ley por la que, en la escuela, las alumnas deberían tener las mismas oportunidades a la hora de practicar deporte. Y luego les dejaron pilotar aviones comerciales. Y antes de que nos diéramos cuenta, Beyoncé revolucionó la Super Bowl (¡nuestro juego!) con un ejército de mujeres negras que, con el puño en alto, dejaron claro que nuestra dominación había terminado. ¡Oh, la humanidad!
Ese es el pequeño resumen de la mente del Hombre Blanco en Peligro de Extinción. Hay una sensación de que el poder se les escapa de las manos, que su manera de hacer las cosas ya no es la manera en la que se hacen las cosas. Este monstruo, la “Feminazi”, esa cosa que, como dice Trump, “sangra por los ojos o por donde sea”, nos ha conquistado y ahora, después de haber tenido que pasar por ocho años en los que un hombre negro nos ha dicho qué hacer, ¿se supone que tenemos esperar sentados y aguantar ocho años que una mujer nos mandonee? ¡Después de eso serán ocho años de gays en la Casa Blanca! ¡Y luego transexuales! Puede ver a donde van las cosas. Para entonces, se les habrán concedido derechos humanos a los animales y el presidente del país será un hámster. ¡Esto tiene que acabar!
3 El Problema Hillary. Seamos sinceros, ahora que estamos entre amigos. Ante todo, déjenme decirles que me gusta Hillary –mucho– y que creo que le han dado una reputpación que no se merece. Pero el hecho de que votara a favor de la guerra de Irak hizo que yo me prometiera que no la volvería a votar. Hasta la fecha, no he roto esa promesa. Para evitar que un protofascista se convierta en nuestro comandante en jefe, voy a romper esa promesa. Me entristece pensar que Clinton encontrará la manera de meternos en un conflicto militar. Es un halcón a la derecha de Obama. Pero el dedo psicópata de Trump estará listo para pulsar El Botón, así son las cosas.
Asumámoslo: Trump no es el mayor de nuestros problemas, es Hillary. Es altamente muy impopular: el 70 por ciento de los votantes piensan que no es confiabley es deshonesta. Representa a la política tradicional y no cree en nada que no sea lo que le haga ganar las elecciones. Por eso estuvo en contra del matrimonio homosexual en su momento y ahora lo defiende. Las mujeres jóvenes son sus mayores detractoras, cosa que tiene que dolerle considerando los sacrificios que ha hecho y las batallas que tanto Hillary como otras mujeres de su generación soportadron para que esta nueva generación nunca tuviera que aguantar que las Barbaras Bushes del mundo les manden callar y a hacer tortas. Pero no gusta a los jóvenes, y no pasa un día sin que oiga a un millennial decir que no la va a votar. Ningún demócrata, y por cierto ningún independiente, se va a levantar emocionado el 8 de noviembre por ir a votar a Hillary como lo hicieron cuando Obama ganó las elecciones o cuando Bernie Sanders era candidato en las primarias. No hay entusiasmo. Y, como estas elecciones solo van a depender de una sola cosa –de casa más gente de su casa y las atrae a las urnas–, Trump lleva las de ganar.
4 El voto Deprimido a Bernie Sanders. No se preocupen por que los simpatizantes de Bernie no votemos a Clinton, porque la vamos a votar! Las encuestas ya muestran que máss votantes de Sanders votarán por Hillary este año que el número de votantes de Hillary en las primarias del 2008 quienes votaron a Obama. Ese no es el problema. Lo que debería alarmarnos es que cuando el simpatizante promedio de Bernie se arrastre a las urnas el día de las elecciones para votar a Hillary a regañadientes, a eso se le llamará “voto deprimido” (lo que significa que el votante no se lleva a cinco personas con él para que voten también, que no se ha presentado como voluntario para hacer campaña 10 horas al mes de cara a las elecciones y que no contesta con emoción cuando le preguntan por qué va a votar a Hillary. Un votante deprimido. Porque, cuando se es joven, se tiene tolerancia cero ante los farsantes y las mentiras. Para la gente joven, volver a la era de Clinton/Bush es como tener que pagar de repente por escuchar música, o volver a usar MySpace o a llevar un teléfono móvil como una maleta de grande. No van a votar a Trump; algunos votarán a un tercer partido, pero muchos se limitarán a quedarse en casa. Hillary Clinton va a tener que hacer algo para dar a los jóvenes una razón para que la apoyen; y elegir a un señor blanco, viejo, insulso y moderado como candidato a vicepresidente no es el tipo de decisión atrevida que pueda transmitir a los millennials que su voto es importante para Hillary. Que hubiera dos mujeres al frente era una idea interesante. Pero Hillary se asustó y decidió ir a lo seguro. Otro ejemplo más de cómo Clinton está matando poco a poco al voto joven.
5 El Efecto Jesse Ventura. Por último, no descontemos la capacidad del electorado para hacer el mal o para subestimar cuántos millones de ciudadanos se conciben a sí mismos como anarquistas encubiertos una vez que corran la cortina y se dispongan a ejercer su derecho al voto. Es uno de los pocos sitios que quedan en esta sociedad donde no hay ni cámaras de seguridad, ni dispositivos de escucha, ni parejas, ni hijos, ni jefes, ni policías, ni siquiera límite de tiempo. Se pueden tomar el tiempo que quieran y nadie puede obligarlos a hacer nada. Puede votar al partido que quieran o a Mickey Mouse y al Pato Donald. No hay reglas. Y precisamente por eso y por la ira que tienen algunos contra un sistema político inservible, millones de estadounidenses van a votar a Trump, y no porque estén de acuerdo con él ni porque les gusten la intolerancia y el ego que le caracterizan, sino porque pueden, simplemente. Para volcar la balanza y enfadar a papá y a mamá. E igual que cuando están al borde de las cataratas del Niágara y se preguntan por un instante cómo sería tirarse por ahí, habrá muchos a los que les encante sentir que son los que mueven los hilos y que pueden votar a Trump solo para ver qué pasa. Recuerdan cuando, en los noventa, los ciudadanos de Minnesota eligieron como gobernador a un ex luchador profesional? No lo hicieron porque fueran estúpidos o porque pensaran que Jesse Ventura era un estadista y un político intelectual. Lo hicieron porque podían. Minnesota es uno de los estados más inteligentes del país. Y también está lleno de ciudadanos que tiene un sentido de humor negro, así que para ellos votar a Jesse Ventura fue como hacerle un chiste práctico a un sistema político enfermo. Esto es lo que va a volver a pasar con Trump.
Regrasando a mi hotel después de participar en el programa especial de Bill Maher sobre la Convención del Partido Republicano en la cadena HBO, un hombre me paró por la calle. “Mike”, me dijo, “tenemos que votar a Trump. TENEMOS que cambiar las cosas”. Eso fue todo. Para él, era suficiente. “Cambiar las cosas”. De hecho, es lo que Trump haría, y a gran parte del electorado le gustaría ser espectador de ese reality show.