23 ene 2017

El nuevo proteccionismo y el mundo: ¿más ruido que nueces?


SE ENFRENTARÁN DOS MODELOS.EL QUE GANE SERÁ EL QUE MÁS VALOR GENERE.
La evidencia muestra que la producción mundial se ha internalizado de tal modo que esta estructura productiva transfronteriza no es fácil de modificar sin pagar altos costos.

MARCELO ELIZONDO (*)
lunes 23 de Enero de 2017

Trump, en la sede de la CIA, ataca a la prensa

El comercio internacional desaceleró desde 2012 su crecimiento. Incluso entre junio 2014/junio 2016 su volumen descendió levemente (2,8%) debido a efectos del descenso en precios, en promedio del 18,6% (muy relevante en commodities de industrias extractivas -petróleo y minerales-, menos importante en bienes manufacturados, y ya menor en productos agropecuarios).

Sin embargo, el "Container Truoughput Index", que mide contenedores salidos desde todos los puertos del mundo (más allá de precios, evalúa volúmenes despachados), anuncia que en 2016 el comercio igualó al (no desdeñable) nivel de los años anteriores. Y el índice FTK, que mide los despachos a través de aviones, muestra un mínimo crecimiento en volúmenes.

Pero es cierto que estamos desde hace 4 años ante una fuerte desaceleración del comercio internacional observada (según Banco Mundial) en 143 países. Y hay varias razones para ello. Una es la caída de precios. Otra es que -por evolución tecnológica- muchos componentes del comercio reducen cada año sus costos. Otra es que los procesos de deslocalización de la producción (empresas que trasladaron sus plantas de producción de un país a otro) han llegado a cierta madurez y esos cambios que antes impulsaban comercio no sólo por el proceso de producción en sí sino por el montaje y equipamiento de nuevos aparatos productivos ahora están consolidados. Y, como explica el FMI, el debilitamiento de la economía mundial ha sido también otro factor.

La principal razón de la gran expansión del comercio internacional en los últimos lustros (las exportaciones de bienes y servicios en el mundo explican casi 30% del total de la economía, mientras lo hacían en 25% en el año 2000 y un 20% en 1990), ha sido el desarrollo de las cadenas globales de valor (CGV), formadas por empresas vinculadas que fabrican partes en diversos países, las encadenan en líneas que se coordinan, comparten información, estrategias, estándares, van ensamblando sucesivamente y llegan a bienes finales en algún país que elabora la última parte. Un ejemplo de ello es el de los aviones comerciales, que tienen partes producidas en 75 países distintos que se integran en el ensamblaje final.

Dice la UNCTAD que casi el 80% de todo el comercio mundial ocurre en las CGV. Ellas ahora no decrecen productivamente, pero sus cambios estructurales han llegado a una meseta (madurez) y no generan tanto comercio de bienes de capital sino eminentemente de insumos. Por ello, mientras hasta 2012 el comercio mundial crecía a una tasa que duplicaba el alza del producto bruto mundial, ahora lo hace en proporciones (débiles) similares al PB mundial. Es lo que el FMI llama "cambios en la composición de la demanda", debidos a la caída de la inversión como componente del comercio internacional (ella fue su el principal componente en los últimos 20 años). El FMI sostiene que un 60% de la desaceleración del comercio internacional está explicado por este fenómeno.

Por esto, mientras el porcentaje de crecimiento del comercio mundial se redujo (entre el período 2002/2007 y 2012/2015) a un cuarto del que tenía hace quince años en materia de bienes de capital, solo se redujo a la mitad en bienes de consumo. Ahora bien: el mundo asiste hoy a manifiestos proteccionistas en algunos países desarrollados. Pero la evidencia muestra que en este punto la producción mundial se ha internacionalizado de tal modo que esta estructura productiva transfronteriza no es de fácil modificación sin pagar altos costos.

Desde 1995 los aranceles en el mundo bajaron a la mitad (principalmente por los TLC ahora discutidos en EE.UU.) pero las restricciones no arancelarias se incrementaron en los últimos diez años un 70%, y pese a ello el comercio creció sostenidamente (hasta 2012) y no decreció después. Esto porque los costos del comercio cayeron un 60% desde 1950 hasta hoy, los servicios (más difíciles de restringir en frontera) son cada vez más relevantes en el comercio mundial (unos 5 billones de dólares por año), la especialización productiva ha hecho que ya no pueda atribuirse sólo a menores costos de producción domésticos la deslocalización productiva, y el conocimiento es global. El comercio mundial es explicado en 1/3 del total por comercio intra firma de las empresas multinacionales y ellas generan otro tercio en relación con proveedores que las abastecen. En 1970 había 7.000 empresas multinacionales en el mundo; en 1990 eran 24.000 y actualmente se estiman en 110.000 (OMC, 2015). Pero a la vez también ya el 23% de las empresas que exportan en el mundo son pyme (algo nunca antes visto).

Escala, especialización, experiencia, acceso a recursos, muchos motivos impedirían modificar sin pagar costos altos la matriz productiva mundial. En el mundo el 25% del consumo privado está compuesto por productos importados, el 28% del valor de las exportaciones se explica por componentes importados que ellas llevan, y un 32% de la inversión extranjera directa está basada en importaciones para producción.

La transnacionalización productiva es tal que la proporción de valor generado en el extranjero incluido en todas las exportaciones mundiales llegó en la presente década al 45% en los equipos de oficina, un 40% en la industria automotriz, el 35% de las manufacturas sintéticas, también un 35% en equipos de radio y TV, porcentaje similar en combustibles, el 30% en manufacturas de fibra óptica, y porcentaje similar en equipos de transporte y en máquinas y aparatos eléctricos.

Ahora bien, los EE.UU. (Trump) aparecen ahora como abanderados en la crítica a cierta transnacionalización productiva. Pero no los acompañan todos en el mundo: los emergentes dinámicos permanecen vinculados a esta estructura trasnacional. Veremos dos modelos enfrentarse. Por eso, para un país como la Argentina (un 70% de las exportaciones es de origen agropecuario y las ventas industriales dependen mayormente de un mercado, Brasil) la moraleja es que si hay cambios estos generarán un ambiente en el que los que ganen sean los que más valor generan, los que se apoyan en calidad, conocimiento, innovación y produzcan cada vez con más ciencia incorporada. Será allí donde las regulaciones nunca puedan ganarle al progreso.

(*) Director de la consultora "DNI", profesor del ITBA
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