Por Rosa Miriam Elizalde
En 10/05/2023
Lo que se ve desde la ventana de mi apartamento en La Habana no se parece a las imágenes que acostumbran dejar los conflictos bélicos. Aquí no se disparan misiles, ni hay soldados camuflados, ni armas. Tampoco pasan tanques blindados. La guerra no se manifiesta en recuentos de cadáveres y coches bomba, sino en el sobresalto de la cotidianidad: la fila para abastecer de gasolina ahora ocupa varios kilómetros y el agromercado de la esquina está cerrado porque no hay petróleo para traer los alimentos.
En 10/05/2023
Lo que se ve desde la ventana de mi apartamento en La Habana no se parece a las imágenes que acostumbran dejar los conflictos bélicos. Aquí no se disparan misiles, ni hay soldados camuflados, ni armas. Tampoco pasan tanques blindados. La guerra no se manifiesta en recuentos de cadáveres y coches bomba, sino en el sobresalto de la cotidianidad: la fila para abastecer de gasolina ahora ocupa varios kilómetros y el agromercado de la esquina está cerrado porque no hay petróleo para traer los alimentos.