DE WWW.VADENUEVO - Nº 29 DE 03 DE FEBRERO DE 2011
LOS FRENTEAMPLISTAS Y EL GOBIERNO
DEL FRENTE AMPLIO
"¿Te lo imaginabas así?"
Tras seis años de gobierno del FA, la experiencia genera entre los frenteamplistas reacciones diversas, sobre todo en los veteranos. Esta es una visión individual.
Por Nicolás Grab
Me ha pasado algo que no es menuda cosa. He vivido para ver el Uruguay gobernado por el Frente Amplio.
No pudo verlo Líber Seregni. Ni José Pedro Cardoso, ni Zelmar Michelini, ni Enrique Rodríguez, ni tantos otros. Tampoco Julio Castro, o Eduardo Bleier, o Nibia Sabalsagaray o tantos más. Ni tantísimos…. Yo sí he visto al Frente Amplio gobernando el Uruguay. Esta sensación de privilegio (y hasta de privilegio caprichoso) probablemente nos sea común a todos los que, cuando el Frente cumple 40 años, llevamos 40 años de frenteamplistas. Y hay otra cosa que parece igualmente clara: no ha sido fácil. Ni llegar al gobierno, ni tampoco estar en él. Con una particularidad: lo primero lo supimos siempre, pero lo segundo ha sorprendido a muchos.
Ejercer el gobierno ha creado dificultades dentro del FA en todos los ámbitos. En el gobierno mismo para quienes asumieron responsabilidades en él; en el funcionamiento del Frente y también de sus sectores; y en el mundo y la cabeza de los frenteamplistas de a pie. En lo cual se repite la misma particularidad. Siempre supimos que gobernar el país y llevar nuestras aspiraciones a la realidad sería exigente y arduo; pero mucho menos tuvimos en nuestra perspectiva los problemas inéditos que crearía esa nueva situación para la estructura y el funcionamiento del Frente y de sus sectores. Y menos aun se previó que el ejercicio del gobierno generaría entre los frenteamplistas un abanico infinito de actitudes y reacciones.
Ojalá pudiera pretenderse que esas actitudes se determinaran siempre por una ponderación meditada, una reflexión calma sobre los aciertos y las fallas, los éxitos y las pifias. Sería lo justo, pero es pedir mucho. La reacción de cada uno no suele resultar de una cavilación detenida, y los factores que la desatan pueden ser ocasionales y estrechos. Puede surgir ante una barbaridad que no se entiende. O algo que me comentaron. O lo que el informativo destaca. O la actuación de alguien que me indigna.
Está en la naturaleza de las cosas y en la sicología normal del ser humano que lo negativo se destaque más. El fracaso y el disparate llaman la atención más que la labor bien cumplida, la realización del objetivo o el desempeño satisfactorio. En el gobierno del FA todos hemos visto cosas que desaprobamos muy firmemente. A todo frenteamplista le ha dolido alguna cosa. Todos hemos oído expresiones de amargura y desencanto. "¿Y para llegar a esto se luchó tanto?" "¿Alguna vez te imaginaste que el Frente fuera a hacer una cosa así?" "Los que dejaron su pellejo, ¿para qué fue?" "¿Me vas a decir que no se podía hacer mejor?" "¡Yo no voté para esto!"
Si se trata de admitir que en estos seis años hubo cosas profundamente negativas y graves, nadie lo puede poner en duda y en realidad no debe haber nadie, en el FA, que en su conciencia no lo sepa. La decepción y la amargura no son injustas porque no haya críticas válidas y de peso. Pero sí van erradas cuando se limitan a cargar esos reproches en el platillo negro de la balanza y la ponen en marcha sin más. Esto no significa decir que lo mal hecho pueda justificarse en nombre de otros aciertos o logros, ni negar que todo podría haber sido mejor. Siempre las cosas se podrían haber hecho mejor. Como también, ¡y no hay derecho a no pensarlo!, un primer gobierno del FA podría haber sido peor, o mucho peor, o muchísimo peor; y a la hora de la verdad no está de más preguntarnos qué es lo que, en medio de nuestras expectativas enormes y nuestros entusiasmos desatados, vaticinábamos en realidad como grado probable de éxito y acierto del FA cuando se iniciara en el gobierno.
Porque en esto hay algunas verdades que es inútil callar, tan enormes como obvias. Había un aprendizaje que recorrer cuando se cargó sobre las espaldas una máquina tan endemoniada como la del Estado, con mecanismos tan rechinantes como los del gobierno uruguayo; y es propio del aprendiz que rompa una pieza o estropee una herramienta. La segunda verdad que es obligatorio descubrir es que no somos perfectos. El FA, sus estructuras, sus militantes, individual y colectivamente, tienen esta cualidad bastante poco asombrosa: no son perfectos. Entre el par de miles de personas a quienes había que confiar tareas de gestión pública en cargos políticos hubo quienes no lograron cumplirlas a la altura de lo esperado, y también hubo quienes resultaron no ser dignos de ello. Y una tercera verdad que tampoco puede ser una revelación: las circunstancias (del país, del mundo, del momento) ponen límites e imponen ritmos cuyo trazado no sigue los contornos de lo que nosotros desearíamos. Después de cinco años del primer gobierno frenteamplista, José Mujica, al asumir el relevo, dijo esto ante el país: "El Frente Amplio tuvo que aceptar duras lecciones de la realidad. Descubrimos que gobernar era bastante más difícil de lo que pensábamos, que los recursos fiscales son finitos y las demandas sociales infinitas; que la burocracia tiene vida propia; que la macroeconomía tiene reglas ingratas pero obligatorias, y hasta tuvimos que aprender, con mucho dolor y con vergüenza, que no toda nuestra gente era inmune a la corrupción." Son palabras penosas, y hacía falta grandeza para decirlas. Pero pensemos si hay una sola entre todas ellas que no sea verdad rigurosa.
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Hace seis años, el Sistema Nacional de Salud era una frase y una bandera. Los Consejos de Salarios eran recuerdos de los abuelos. El salario mínimo era de 1.310 pesos mensuales. La desocupación era el doble de la actual. Los trabajadores rurales eran parias olvidados por las leyes, y también los empleados domésticos. Los crímenes de la dictadura eran oficialmente una fábula de los resentidos; ningún militar había pisado la entrada de una cárcel ni de un juzgado, y los cuarteles eran un país aparte cerrado a cal y canto. Los planes del MIDES no existían y el MIDES tampoco. Ceibal solo podía ser un bosque de ceibos.
¿Cuántos son los servicios, los ministerios, las intendencias, de los que no se habla porque trabajan digna y calladamente? ¿Cuántos de ellos fueron antes calamidades nacionales, antros de delincuencia o covachas tradicionales de politiquería?
Sepamos y digamos que en el gobierno del FA hay cosas mal hechas y cosas sin hacer. Exijamos cumplimiento y responsabilidad; es nuestro derecho y hasta nuestro deber. Pongámonos en el bando de los exigentes; neguémonos a transar con la irresponsabilidad, con la inepcia y, ¡sobre todo!, con cualquier cosa peor. Pero demos a la crítica y la exigencia la fuerza que solo pueden tener cuando parten de una actitud ecuánime.
El gobierno del FA merece en su carné de notas un Debe esmerarse más. Ya lo recibió en las elecciones del año pasado. Pero fue promovido con justicia. Sepámoslo y digámoslo también.
El imperfecto gobierno del Frente Amplio merece la confianza que se le ratificó. Para decirlo en primera persona, ya que todo esto es una reflexión personal: después de seis años de gobierno del Frente, soy frenteamplista como durante cuarenta años y mi ínfimo grano de arena me enorgullece. El Frente Amplio tiene, junto con mi crítica y mis preocupaciones, mi firme preferencia, mi voto y mis esperanzas.