30 jun 2014

El huevo de la serpiente

EL PAIS › LA INCREIBLE HISTORIA DE PAUL SINGER, LA FABRICA DE MENTIRAS Y LOS LOBBISTAS QUE PELEAN CONTRA LA REGULACION ESTATAL

El huevo de la serpiente

Las relaciones de Singer y los fondos buitre en la extrema derecha republicana. Quiénes son los hermanos Koch y cómo influyen sobre la Corte Suprema de los Estados Unidos. Por qué la consultoría política empezó combatiendo los planes sociales de salud. El vínculo de Singer con el extremista Goldwater y con los neoconservadores de Reagan. Kirkpatrick y el papel de la revista Commentary.
El 22 de agosto se sabrán dos cosas: qué empresarios y políticos van a su cumpleaños de 70 y cuánto le habrá servido su juicio con la Argentina para pagar la fiesta. Mientras tanto Paul Elliott Singer matiza la espera concentrándose en lo que parece la última gran pelea de los fondos buitre, que lidera desde Elliott Management Corporation, sin descuidar la campaña contra Hillary Clinton, precandidata demócrata para 2016.
Singer es parte de una red de financistas de la extrema derecha republicana que tiene otro vértice en los hermanos Charles y David Koch, de Koch Industries, un consorcio basado en energía y petroquímica. En 2011 la Koch era la segunda compañía más importante de los Estados Unidos.
La influencia de los Koch es tan ramificada que, según la revista norteamericana Mother Jones, a sus seminarios, organizados todos los años son suma discreción, asisten no solo senadores y miembros de la Cámara baja sino dos de los ministros de la Corte Suprema. Uno de ellos es Antonin Scalia, de 78 años, designado en 1986 a propuesta del entonces presidente Ronald Reagan. El otro es Clarence Thomas, 68 años, un afroamericano conservador como Scalia que llegó a la Corte en 1991 nominado por George Bush padre. El Senado lo aprobó por solo cuatro votos, la diferencia más pequeña para la designación de un juez de la Corte Suprema en la historia del país.
Scalia fue el que a mediados de junio escribió el voto principal cuando la Corte falló en contra de la Argentina y despejó el camino para considerar que no existe inmunidad soberana frente a los fondos acreedores.
La misma mayoría conservadora fue la que impulsó que no se tratara el caso argentino el lunes último. Esa falta de admisión llevó, como se sabe, a que quedara en pie el fallo original del juez de Nueva York Thomas Griesa.
A nadie le consta que un telefonazo sea el hilo que une los votos ultraconservadores de Scalia o Thomas con figuras de los negocios y la política como Singer o los hermanos Koch. La misma falta de constancia puede marcarse sobre los vínculos entre ellos y la Fuerza de Tareas que opera en el Congreso en favor de los buitres y está relacionada con ejecutivos del mundo de las finanzas que pasaron por la administración Clinton. Las conspiraciones pueden existir hoy pero la maraña de intereses tejidos a lo largo de décadas supera cualquier teoría conspirativa. Sin descartar, claro, ninguna conspiración.

Fábrica de Mentiras

La consultoría política ligada a campañas sucias y a financiamiento de grupos conservadores empezó en los Estados Unidos nada menos que en la década de 1930, cuando el presidente Franklin Delano Roosevelt montó sus políticas de bienestar impulsadas desde el Estado para salir de la gran crisis. En 1934 el socialista y escritor Upton Sinclair ganó la nominación demócrata para ser candidato a gobernador con un slogan que se leía como EPIC: End poverty in California, es decir Terminemos con la pobreza en California. La respuesta conservadora fue una campaña que el escritor contaría después en un folletín publicado en 50 diarios. El comienzo de la campaña fue un recuadrito en tapa que el diario Los Angeles Times, ligado a los consorcios petroleros, publicó todos los días durante un mes y medio.
La oposición a Sinclair montó lo que el escritor definió como Fábrica de Mentiras. “Me dijeron que una docena de personas revolvían en las bibliotecas y leían cualquier palabra que yo hubiera publicado en mi vida”, escribió Sinclair, que nació en 1878 y murió 90 años después. Incluso buscaban palabras en obras de ficción del autor de La Jungla. Sinclair fue un Premio Pulitzer que también participó en 1932 de la producción de ¡Que viva México!, la película del ruso Sergei Einsenstein, el director de El acorazado Potemkin. Sinclair escribió que la Fábrica de Mentiras tenía “un equipo de brujos encargado de preparar pociones para desparramarlas todas las mañanas en el aire de California”.
En su edición del 24 de septiembre de 2012 el semanario The New Yorker publicó un artículo de Jill Lepore sobre esos brujos, en realidad dos personas, Clem Whitaker y Leone Baxter, que en 1933 fundaron la primera consultora política de la historia, Campaigns Inc. Informa Lepore que Whitaker escribía a máquina con dos dedos como periodista del diario Union de Sacramento y del Examiner de San Francisco. En 1933 fue contratado por el político demócrata Sheridan Downey para derrotar en un referéndum a la empresa Pacific Gas and Electric. Entonces contrató a una periodista del Oregonian de Portland, la pelirroja Baxter, de un cierto aire a la actriz Audrey Hepburn. Muy pronto se casaron. Muy pronto iniciaron el hábito de dedicar dos horas diarias en el desayuno a planificar el trabajo. Sus primeros clientes fueron corporaciones en busca de legislación permeable a sus negocios: la petrolera Standard Oil, la Pacific Telephone and Telegraph. Incluso, luego del referéndum, la Pacific Gas and Electric.
Dos meses antes de las elecciones el candidato republicano a vicegobernador, George Hartfield, contrató a Whitaker y Baxter. El dúo llegó a tomar frases de sus novelas para convertirlas en una supuesta ideología de Sinclair que los republicanos debían destruir. Hasta usaron una frase de una novela de tono autobiográfico que ponía en duda la santidad del matrimonio.
Sinclair no pudo ganar pero la mayor presencia legislativa de los 24 demócratas de EPIC cambió el paisaje político de California. En 1938 uno de ellos, Culbert Olson, fue elegido gobernador. Lepore cuenta en el New Yorker que Olson nombró como jefe de Inmigración y Vivienda al escritor y periodista Carey McWilliams, investigador de las condiciones de vida de los trabajadores rurales de origen mexicano.
Después de la derrota de Sinclair, Campaigns Inc. enarboló aún más alto el espíritu basado en el lema “cada votante, un consumidor” y entre 1933 y 1955 colaboró en el triunfo de 70 de los 75 candidatos para los que trabajó. Uno de ellos fue Earl Warren, el republicano que recuperó California en 1942 con una campaña de 10 millones de panfletos contra la ayuda social y los impuestos para destinarlos a vales de compra de comida en beneficio de los mayores de 50. El estilo siempre consistía en evitar el debate racional, buscar la simplificación extrema y montar una pelea o un show en los que, claro, pudiera triunfar el candidato propio. Por eso en 1942 Warren puso el eje en el peligro que significaría liberar a los japoneses residentes en los Estados Unidos, encarcelados en San Francisco, en medio de la Segunda Guerra por el presunto peligro que representaban.

Basta la salud

Lo curioso de la historia es que, siendo gobernador, Warren se desprendió de Whitaker y Baxter y un día llegó a la conclusión de que para bajar los costos en salud empleadores y empleados debían aportar al Sistema de Seguridad Social. Lo lanzó en enero de 1945, aún en plena guerra mundial. Para los Estados Unidos, una revolución. La Asociación Médica de California contrató a la Fábrica de Mentiras para oponerse al plan social de salud. La Fábrica diseñó e imprimió dos millones y medio de un volante titulado “Medicina políticamente controlada”. Decía en una parte: “Pagar por tener un médico del Estado, lo usemos o no, es un sistema que nació en Alemania, donde nuestros muchachos pelean también contra eso”. La propuesta de Warren perdió en el Congreso de California por un voto. Volvió a intentarlo y otra vez fue derrotado.
Meses después, el presidente Harry Truman propuso un programa nacional para que la salud, como la educación, fueran un tema de responsabilidad pública. Truman fue reelecto en 1948 y presentó el plan. La Asociación Médica Americana contrató a Campaigns Inc., que así se nacionalizó.
Un documento confidencial que cita Lepore señala: “El objetivo inmediato es derrotar el programa de seguro médico compulsivo enviado al Congreso. El objetivo de largo plazo es colocar un freno permanente a la agitación en favor de la medicina socializada en este país, alertando al pueblo sobre el peligro de un sistema de salud políticamente controlado y oficialmente regulado y persuadiéndolo de las ventajas de la medicina privada”. El diseño confidencial llegó al terreno público en una conferencia de Whitaker: “Hitler y Stalin y el gobierno socialista de Gran Bretaña usaron el opio de la medicina socializada para aliviar el dolor de la pérdida de libertad y llevar al pueblo a que no se resista”.
Fue entonces que Carey McWilliams, el viejo amigo de Sinclair, propuso al semanario progresista The Nation una nota sobre Whitaker y Baxter que consistía, sencillamente, en escribir cómo era después de hablar con ellos. Aceptaron contestar las preguntas y narrar su tarea como lobbistas. El resultado fueron tres notas publicadas en 1951. Después de leer que Whitaker y Baxter sabían cómo llegar al pueblo, que los sindicatos tenían dinero pero no hacían campañas efectivas y que, de seguir con el despliegue simbolizado en Campaigns Inc., los Estados Unidos serían “gobernados por Whitaker y Baxter”, muchos médicos prestigiosos renunciaron a la American Medical Association. El dúo, entonces, perdió el contrato de la AMA y consiguió otro: la fórmula presidencial Eisenhower-Nixon. Fue cuando por primera vez la televisión fue usada en gran escala para una campaña de primer nivel.
Warren, aquel gobernador ridiculizado por su plan de medicina social, se convirtió en miembro de la Corte Suprema y fue autor del fallo progresista declarando inconstitucional, la segregación de los afroamericanos. Campaign Inc. emprendió la cruzada “Juicio político a Warren” mientras se defendía de los intentos por regular los gastos en consultoría política y comités de acción política. Su argumento era que la empresa en verdad organizaba al pueblo y, por lo tanto, no debía ser sometida a ninguna regulación. El mismo fundamento que, tal como saben los lectores de Página/12, usó la actual Corte Suprema de los Estados Unidos en marzo último para desechar todo tipo de límites globales al financiamiento privado de las campañas.

Neoconservadores

En los años ’60, cuando los Estados Unidos discutían la segregación racial y Richard Nixon intentaba ganarle la presidencia a John Kennedy (la perdió en 1960 y Kennedy inició su mandato en 1961) un senador por Arizona se erigió en líder del combate contra el Estado de Bienestar. Barry Goldwater, nacido en 1908, también peleó la presidencia contra Lyndon Johnson, el vice de Ke-nnedy, pero la perdió en 1964. De todos modos, su activismo intenso y la ideología de conservador sin vergüenza de serlo, libertario y laico, sedujo a un grupo de derechistas muy jóvenes. Uno de ellos era Paul Elliott Singer. “Me interesa muy poco que el Estado sea más eficiente”, decía Goldwater en su trabajo La conciencia de un conservador. “Lo que quiero es reducirlo. No quiero promover el bienestar. Propongo extender la libertad. Mi objetivo no es que aprueben leyes sino que las rechacen. No es inaugurar programas nuevos sino suprimir los viejos programas que violan la Constitución e imponen al pueblo una carga financiera sin garantías. Me atacarán por negar los ‘intereses’ de los votantes, pero diré que fui informado de que su mayor interés es la libertad”. Al aceptar la candidatura republicana proclamó: “El extremismo en defensa de la libertad no es un vicio, y la moderación en la búsqueda de justicia no es una virtud”.
Tras la crisis de Watergate, Goldwater lideró a los republicanos que veían en Nixon una carga del pasado peligrosa para los conservadores. Corrido Nixon del escenario quedó nítido que la nueva figura sería Ronald Reagan, el actor que en 1966 y 1970 fue electo dos veces gobernador de California. Reagan llegó a la presidencia en enero de 1981, a punto de cumplir los 70, y pudo acceder a un segundo mandato que terminó en enero de 1989.
La presidencia de Reagan estuvo marcada por los discípulos de Goldwater. Muchos de ellos se autotitularon neoconservadores y se agruparon en torno de una revista creada en 1945 por el American Jewish Committee de los Estados Unidos que con el tiempo pasó a incluir una temática amplia: Commentary. Junto con Norman Podhoretz, un antiguo simpatizante de León Trotsky convertido en intelectual de derecha, trabajó por ejemplo Jeane Kirkpatrick, la investigadora que en 1971 publicó una tesis doctoral titulada “Líder y vanguardia en la sociedad de masas: un estudio de la Argentina peronista”. En 1979 la inquieta Kirkpatrick publicó en Commentary un famoso trabajo, “Dictaduras y doble standards”. Criticaba al presidente James Carter, que gobernaba desde 1977, porque en su opinión había dejado que la Unión Soviética avanzara en el Cuerno de Africa, Afganistán, Sudáfrica y el Caribe. También, según ella, había sido ineficaz para evitar el triunfo sandinista en Nicaragua y la rebelión iraní dirigida por el ayatolá Khomeini contra Reza Pahlevi. Kirkpatrick escribió que, igual que antes en Cuba y en China, el retiro del apoyo norteamericano a la Nicaragua de Anastasio Somoza y al Irán del sha y “el esfuerzo norteamericano para imponer al liberalización y la democratización” resultaron confrontados con fuerzas violentas de oposición en cada país. El gobierno de los Estados Unidos no sólo fracasó en la liberalización “sino que de hecho ayudó a que llegaran al poder nuevos regímenes en los que la gente común pasó a disfrutar de menos libertades y menos seguridad individual que bajo los sistemas autocráticos anteriores”. Además, los gobiernos nuevos eran “hostiles a los intereses y políticas” de los Estados Unidos.
Kirkpatrick no se privó de mencionar otros países: “A fines de 1978 más de seis millones de refugiados debieron irse de países gobernados por gobiernos marxistas. El flujo de personas que huyen de las utopías revolucionarias es incesante a pesar de muros, cercos y armas. Hay un contraste entre el número de refugiados creado por los regímenes marxistas con el creado por otras autocracias: más de un millón de cubanos dejaron su tierra desde que Castro tomó el poder, lo que significa un refugiado cada nueve habitantes. Más que los aproximadamente 35 mil refugiados de cada país como la Argentina, Brasil y Chile”.
Por otra parte, “la historia de este siglo no ofrece base alguna para esperar que los regímenes totalitarios radicales se transformen a sí mismos”. Para Washington, la fórmula realista de pensar un cambio de régimen en países dictatoriales no marxistas sería “distinguir entre agentes de cambio democráticos y totalitarios”. Kirkpatrick sostiene que “si los líderes revolucionarios describen a los Estados Unidos como la desgracia del siglo XX, el enemigo de los pueblos amantes de la libertad, el perpetrador del imperialismo, el racismo, el colonialismo, la guerra y el genocidio, no son auténticos demócratas o, para decirlo suavemente, no son amigos”. Más claramente: “Los grupos que se definen a sí mismos como enemigos deberían ser tratados como enemigos”. Y aún más: “El idealismo liberal no necesita ser equivalente al masoquismo y no tiene por qué ser incompatible con la defensa de la libertad y el interés nacional”.
Con Reagan, Kirkpatrick fue embajadora en las Naciones Unidas. En 1982 su tesis sobre las dictaduras latinoamericanas, sumada al trabajo diversionista de la Agencia Central de Inteligencia a través del general Vernon Walters, hicieron que la dictadura argentina se convenciera de que su búsqueda del poder perpetuo mediante el desembarco en Malvinas sería apoyada por los Estados Unidos en contra del Reino Unido.

Dinero y energía

Kirkpatrick murió en 2006. A los 84 años, Podhoretz ya no dirige Commentary. Se encarga su hijo John, a quien secunda un consejo editorial que integra, entre otros, Paul Singer. El artículo principal del ejemplar de junio es una crítica escrita por Jonah Goldberg al libro del francés Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI. Piketty critica el alto nivel de concentración de la economía. Goldberg, investigador del American Entrerprise Institute, dice que Obama y una de sus probables sucesoras, Hillary Clinton, están en sintonía con Piketty cuando insisten en la inequidad de la economía actual.
Piketty sería, de esa manera, el modelo contrario a la práctica de los hermanos Koch, que al margen de organizar seminarios semestrales con jueces de la Corte Suprema o dirigentes como el senador de Oklahoma Tom Coburn o el representante por Wisconsin Paul Ryan –ex candidato a vicepresidente y amigo de Singer– auspician campañas para desacreditar el debate sobre el calentamiento global del planeta y cualquier ciencia que aporte a la discusión sobre el efecto invernadero. También contribuyen a la extrema derecha agrupada en el grupo Tea Party a través del financiamiento de organizaciones como American for Prosperity o de planes de acción para pelear contra cualquier reforma de salud. Como Whitaker and Baxter en su momento, Charles Koch empieza cada reunión planteando que un tema es “de vida o muerte para los Estados Unidos”. También suele decir a sus invitados que no necesita su dinero sino su energía. “Ustedes tienen que traer nuevos socios, gente nueva. No podemos hacerlo solos. Este grupo no puede hacer todo solo. Tenemos que multiplicarnos.”
Singer pone su energía no solo en reunir dinero para los republicanos –en términos argentinos sería el puntero de los recaudadores– y los fondos buitre que litigan contra la Argentina. Su pelea es contra cualquier regulación que pueda afectar todo negocio derivado del sistema financiero. La revista Mother Jones cita a Harvey Miller, un experto en quiebras del estudio Weil, Gotshal & Manges, que litigó contra el fondo Elliott: “Singer es un adversario duro y complicado. No es un negociador. Es persistente y no le gusta abandonar la pelea”.
martin.granovsky@gmail.com

Los paisanos le dicen

Los paisanos le dicen

Guilherme de Alencar Pinto
29 de junio de 2014 
Artigas en la canción
“Bravos Orientales,/ Himnos entonad,/ Que Artigas va al templo/ De la libertad.” Ésta es la cuarteta inicial de una “canción patriótica” de 1812, de autor anónimo, que, según un relato de la época, fue impresa en Londres, circuló ampliamente en la Banda Oriental, Entre Ríos y Corrientes, descrita así por un oficial de nombre Galván en oficio a Artigas “Es una hermosa marcha militar, con que he visto un ejército de 5.000 patriotas cantándola con lágrimas de entusiasmo.”
Artigas estuvo cercado de payadores y poetas-guitarreros que usaron la canción como vehículo para sus crónicas, arengas, sátiras desmoralizantes del enemigo, proselitismo, o simple entretenimiento. Entre ellos se destaca Bartolomé Hidalgo (1788-1822), quien suele ser celebrado como el fundador de la literatura gauchesca, “Primer poeta de la patria, primer cantor de la gesta artiguista”. Con esas credenciales, suele ser señalado como una especie de punto cero en la historia de la canción popular del Uruguay: su natalicio el 24 de agosto pasó a ser el Día del Payador, y su figura histórica fue varias veces evocada como un elemento legitimador para la “canción protesta”, así como el propio Artigas lo era para la lucha revolucionaria. Y de ahí que algunas de esas canciones nuevas recuperaran esa especie casi extinguida que era el cielito, como los dos que aparecen en Canciones chuecas de Daniel Viglietti y el que está en La patria, compañero de Numa Moraes (ambos discos de 1971).
Las referencias directas a Artigas en Hidalgo o en Eusebio Valdenegro (1781-1818) no son muchas y tienen el carácter de loas medio rutinarias (“¡Artigas fué el caballero/ Que con su magnanimidad,/ Fué clemente y verdadero/ Apóstol de la humanidad!”). Mucho más abundantes y cálidas son las que constan en los textos atribuidos a Ansina, publicados en 1951 en una antología poética. Por desgracia, su autenticidad es dudosa y no puede asumirse sin más prueba. De todos modos sólo se conocen los textos y vagos detalles sobre la música de la mayor parte de ese cancionero de tiempos de Artigas.
En tiempos menos remotos, las canciones sobre el prócer constituyen un repertorio bastante vasto. La mayoría de ellas, en forma esperable, es folclorista. Hay una mayoría de milongas, pero también varias incursiones en especies más arcaicas, expresamente revividas para evocar el nacimiento de la nación (huella, vidalita, cielito, pericón). La popular “Memorias a Artigas”, grabada por Amalia de la Vega en 1958, es un estilo que había sido recopilado por Ayestarán a un cierto “Cieguito Juan”. Las tres estrofas se corresponden con el ciclo “aurora, lucha y ocaso”, común a varias obras posteriores. Lo colectivo está ausente de este texto en que el prócer figura como el ejecutor solitario: “Artigas fue el gran guerrero/ que luchando en cien batallas/ a estas playas uruguayas/ libertó del extranjero”. Más adelante dice que ese “lucero” (Artigas) “al criollo puro alumbró”, pero dicho criollo nunca se convierte en sujeto. El poema termina, paradójicamente, con el génesis, en que la palabra del demiurgo da origen al mundo nuevo: “—¡Patria!— dijo, y libertad/ le dejó a los orientales.”
En cuanto maestro, Rubén Lena (1925-1995) respetaba la función consolidadora de identidad, propia de los mitos. “Cuando pensaba en las canciones sobre el héroe, analizaba sus músicas y textos y los hallaba valiosos, pero la gente permanecía lejana y respetuosa cuando las oía en las celebraciones patrias.” Su sensibilidad de pedagogo le valió la más entrañada de las canciones artiguistas, la milonga “A don José”, lanzada por Los Olimareños en 1965. El primer verso “¿Ven a ese criollo rodear?” personaliza el locutor (quien hace la pregunta) y, en el mismo acto, incluye al oyente, convocado a comprometer su imaginación en el escenario mismo de los hechos. “Los paisanos le dicen:/ Mi general”: el rango lo conceden los paisanos, que son el sujeto de la frase. No faltan los habituales tropos sobrenaturales (“Va alumbrando con su voz/ la oscuridad/ y hasta las piedras saben/ adonde va”) para el carisma de Artigas. Pero Lena cuida de hacer una referencia a los contingentes de indios y de morenos, y el contagio “de fogón en fogón” que culmina en el “Si la patria me llama/ aquí estoy yo”, que es la repercusión en aquel mismo paisano, apto a contagiar al oyente. En forma prodigiosamente sintética, vamos del esplendor al ocaso en sólo cuatro versos: “«Con libertad ni ofendo ni temo»” está en la brillante voz metálica de Braulio y en la relativa mayor, pero ya “Oriental en la vida/ y en la muerte también” es tristongo, en registro grave, en menor. La traición, la derrota y el largo exilio no están explícitos en el texto, sino que están traídos a colación (para cualquiera familiarizado con la historia local) por la música. El arreglo vocal de Los Olimareños pronuncia la dramaturgia de la canción: Pepe es el docente —el que formula las preguntas—, Braulio encarna la voz del héroe, y el dúo representa el relato objetivo, debidamente colectivizado. La tonalidad menor implica una cierta tristeza, acentuada por el registro grave de la melodía introductoria en la guitarra de Pepe, y por el final que enlentece, se achica, se hunde, lo opuesto de lo triunfal. La única conquista definitiva en este relato es la disposición para la lucha.
Lena no transigió en suprimir al hombre del pueblo de su relato/retrato, ni descansó en una supuesta libertad conquistada. Aun así su intención fue incluyente, y su canción alcanzó un excepcional consenso. Mientras Lena era destituido de su cargo docente y Los Olimareños eran empujados al exilio, las fuerzas armadas la utilizaron en la difusión de comunicados, y promocionaron las coreadas masivas al pie de la gigantesca estatua ecuestre de Cerro Artigas, Lavalleja, en la Noche de los Fogones a partir de 1974. En cuanto fue posible, dieron preferencia a nuevas versiones por conjuntos oficialistas como Los Nocheros y Los Fogoneros (y compararlas —sobre todo esta última, lavadísima— con la de Los Olimareños, es una excelente manera de observar cuánto se cuela de definición política en aparentes minucias de la interpretación musical). Hasta hoy persiste en el repertorio de bandas policiales y militares. Ninguna otra canción uruguaya está tan cerca del consenso que consagra un himno patrio.
También del repertorio de Los Olimareños, el vals “Cosas de Artigas” (1964), de Víctor Lima (1921-1969), es mayormente una paráfrasis de los grandes tópicos del ideario de Artigas, coronada con un estribillo bárbaramente combativo: “El día que me quede sin soldados/ tendré los arcabuces de la sangre/ para pelear con perros cimarrones”. La tendencia a enfatizar la proyección del mito hacia la lucha futura se acentuó durante el pachecato. En “A José Artigas” (1968), de Carlos Bonavita y Alfredo Zitarrosa (1936-1989), la diferencia entre la lucha (pasado/futuro) y el ocaso está dramatizada en el contraste entre el ritmo vibrante de huella y una vidalita lamentosa (que corresponden a dos registros de la voz del cantor). Es característico de esos géneros una bifurcación del interlocutor, que suele ser la propia especie musical y eventualmente algo/alguien más: “patria sola y muda,/ rompé tu silencio, vidalitay,/ vamos en tu ayuda”. Revivificado el discurso por el regreso definitivo de la huella, el interlocutor se vuelve a bifurcar: “En tu ayuda, ¡ay paisanos!, monten baguales; vamos mano con mano los orientales”. En la última vidalita habíamos pasado del yo al nosotros, y ahora “nosotros” reduce en un mismo interlocutor a la patria y a los paisanos, que se asimilan la una a los otros: nada de patria abstracta, la patria son los paisanos, los orientales se alzan para ayudarse (y la voz de Zitarrosa es reforzada por el coro en el último verso).
El mito de Artigas se presta a un tratamiento mesiánico. Hay ejemplos de ello en dos cantatas artiguistas. En La Batalla de Las Piedras (1968, texto de Washington Carrasco, música de Oscar del Monte) Artigas es todo un macho alfa: “Al paso de su caballo los enemigos temblaron/ Por su estampa y su valor cuántas mozas suspiraron”. Hay un relato en segunda persona, a la manera de una oración, que evoca figuras vinculadas a la resurrección y la gloria celestial: “Por los campos de tu tierra andarás donde anduviste siguiendo una huella noble, tan noble como tú fuiste. El gauchaje agradecido siempre te ha de recordar porque supiste sembrar amor, bondad, patriotismo. Entre árboles de nubes, con un ramaje de estrellas, allá va mi general, con escolta y con banderas”. En otra sección, luego de preguntarse  “¿Qué estrella cabalgará?”, se afirma: “Y si algún día desmonte iremos a batallar”.
La otra cantata, de Aníbal Sampayo (1926-2007), José Artigas/Aurora, lucha y ocaso del protector de los pueblos libres (1970) es aun más decidida en el mesianismo. El relato empieza con la natividad de un José Gervasio predestinado: “¡hacia el alto cielo; la estrella y es él!/ ¡Un niño que nace! ¡La patria amanece!/ pues trae en la frente, de gloria un laurel”. Como en “Memorias a Artigas” el héroe emprende la lucha sin mención de ayuda: “Crecerá soldado [...] para hacernos libres”. La pieza es alevosamente ideológica, y la actuación de Artigas con los blandengues contra los malones es saludada en términos que en otro contexto se asociarían a la derecha: “cada gaucho un soldado/ cada uno, un héroe/ Capitán José Artigas/ crece su fama.../ Restaurador del Orden.” (No cuesta mucho imaginarnos a policías y soldados alentados por esa canción para combatir la guerrilla —con la que Sampayo estaba comprometido, lo que le valdría ocho años de prisión—.) Inspirada en la “Marcha oriental” de Hidalgo, la sección sobre el éxodo es una marcha militar, lo que produce la idea de la caravana popular como una parada de soldados ordenada y rígida. Pero la postura de izquierda es inequívoca en la disposición expropiatoria de la más célebre pieza de la cantata: “Tajante como navaja/ es la consigna artiguista/ barrer al latifundista/ la tierra es del que trabaja”. La obra termina con la habitual visión del futuro: “Gloria al sol [...] que de Artigas espera/ la Redención”.
La resurrección está también, en forma más refinada y contundente, en las “Décimas (a Artigas)” (1971) de Enrique Estrázulas y Numa Moraes: “Si te arrimara un caballo/ seguro que volverías/ del ostracismo a tu rancho/ trepando por la cuchilla”. Ese regreso de Artigas, de paso, zanjaría controversias: “le cavarías la fosa al historiador,/ mentiroso, legalista/ que dijo que nunca fuiste/ libertario, ni podía/ hacer justicia tu mano/ con puñales o gatillos”. Desestimada la alternativa legalista, el condicional cede paso al futuro perfecto: “Por aquí, levantarás,/ polvaredas perseguidas/ matrero te llamarán/ una vez más y tu vida/ tendrá precio, General,/ pero tendrás quien te siga/ la Patria Grande será/ desenvainada cuchilla” (qué bello ese doble uso de “cuchilla”). En el proceso, el milongueo veloz del inicio se convierte en un rasgueo que evoca un galope y “Silbará el viento en la crin de la llanura encendida” es cantada con notas largas y fuertes, que son simultáneamente viento, grito de guerra y clarinada.
La devoción llega a un colmo en “Décimas al Cumba viejo”, de Martín Ardúa y Tabaré Etcheverry, que fantasea con “sentirme conforme de ser polvo en tu uniforme y sudor en tu caballo”. La milonga integra un álbum conceptual, Él es uno de nosotros/Tabaré Etcheverry le canta a José Artigas (1969), que, con las dos cantatas, convierte el trienio 1968-70 en el más pródigo en canciones artiguistas en tiempos pos-artigasianos.
Aparte de una regrabación de “A don José”, hay dos canciones sobre Artigas en los dos (1975 y 1976) Álbum de la orientalidad, de cuño oficialista. Son “Dos cielos y un general”, de Maruja Quadros y Jorge Guarascier, y “Presente, mi General”, de Ruby Castillo. La insistencia en el rango militar se proyectaba hacia el poder imperante y, tal como el mausoleo que se estaba construyendo, se omiten referencias al ideario para restringirse a epítetos, victorias y valores viriles.
El Canto Popular no fue pródigo en canciones sobre Artigas, quizá por diferenciarse de los enfoques preexistentes, y porque pairaban restricciones para nombrar al prócer en textos opositores. Ya en clima de apertura, la murga Falta y Resto pudo hacer en el carnaval 1984 su retirada “1811”, con texto de Raúl Castro y música original de Walter Venencio. El héroe es referido sin nombrarse. En las nuevas circunstancias, el éxodo es el entretiempo (la sociedad en dictadura) y es también la masa de exiliados cuyo regreso era inminente. Meses después la siguiente estrofa (que seguía en el repertorio de la “murga de las cuatro estaciones”) ganaría connotaciones perturbadoras: “mientras algunos/ negociaban la historia/ de un pueblo de irredentos/ tu verbo solitario/ alzaba multitudes/ y desenmascaraba/ traidores y silencios./ Mientras ellos pactaban/ tú aguardabas callado/ confiaba en ti tu gente/ condenada al mutismo/ esperaban por ti/ y otra vez enseñaste/ «no esperéis nada más/ que de vosotros mismos»”. El final de la retirada anticipa, triunfal, el regreso del Ayuí, pero no sin antes dar cuenta de lo pendiente: “la idea federal que cobijaste [...] Te debemos aún el cumplimiento/ del Reglamento de tierras que creaste/ te debemos treinta años de destierro/ que por odio a los tiranos ofrendaste.”
En junio de 1985 en su espectáculo conjunto El Fantasma Irrestricto, Leo Maslíah y Jorge Lazaroff estrenaron canciones sobre Artigas. Ninguna de las dos es folclorista (sólo las estrofas pares de la de Lazaroff tienen ritmo de milonga), y ambas, en alguna medida, ponen en cuestión los relatos habituales. “Locura inofensiva con inversión peligrosa”, de Maslíah, comenta la locura de “creer que hay personas que son estatuas/ creer que Artigas es de bronce y homenajearlo así// A menos que esto ya no sea una locura completamente y que haya algo de todo esto acá/ Mirá si el tipo está encerrado adentro de su estatua/ Y no puede salir”. La de Lazaroff (1950-1989) es una musicalización del poema “Ríos” (1971), de Juan Gelman, relato hiperbólico de un éxodo que no tiene nada de la ordenada marcha de Sampayo: sensual, oloroso, mestizado, bárbaro, hambriento, bestial. La musicalización es casi literal, pero hay diferencias importantísimas: Lazaroff convierte en estribillo los primeros versos, dándoles así mucho mayor presencia, y les agrega un “usted”: “pero usted, José Gervasio/ de Artigas, soñaba otra cosa”. Ese cambio de una palabra incluye la canción en lo que, como se vio, es una tradición: Artigas como interlocutor, presentizado. Sólo que aquí no se trata de una oración o de un tuteo amigable: hay un algo de interpelación (“soñaba otra cosa” puede referirse a que la realidad es distinta de lo que se soñaba, pero también a que quizá los sueños tambalearon), una en que se está pinchando también la conciencia del oyente. Al final del poema, una serie de figuras elípticamente sexuales implican engendrar, por el héroe, “una paloma en el vientre/ y de repente se voló/ empezó el sol de la justicia”. Lazaroff, omite, justamente, el “empezó” triunfalista, invirtiendo el sentido del verso: “de repente se voló el sol de la justicia”, y concluyendo con el estribillo: “pero usted, José Gervasio/ de Artigas, soñaba otra cosa”. La última nota de la melodía es el tritono de la tónica, la nota más incómoda, más tensa, más incompleta posible.
En el espíritu pos-histórico de los tiempos más recientes el cancionero artigasiano se siguió acrecentando, pero con un carácter mucho más disperso. La canción más famosa, por lejos, es “El día que Artigas se emborrachó”, de Ricardo Musso, lanzada por el Cuarteto de Nos en 1996, que llevó más lejos que ninguna el intento de “desbroncear” a Artigas, a ritmo de rocanrol, con referencias sexuales, escatológicas, irreverentes y —lo más transgresor para el juego “macho alfa”— una escapada homosexual: “Y mamado hasta las patas dijo/ «Me gusta esta china»/ Y en realidad no era otro que el negro Ansina”/ Fajó a Lavalleja que le quiso explicar/ Y el pedo se le fue recién en el Paraguay”. En ningún momento la canción hace poco caso del ideario artiguista o pone en duda el papel histórico del prócer. Ese ejercicio aparentemente inconsecuente de irreverencia roquera sirvió para dejar a la muestra las hilachas de importantes resabios de fascismo en la sociedad uruguaya: hubo reiterados intentos de censura, públicos y privados, apaciguados finalmente con una ridícula prohibición de vender el disco para menores de 18 años y la veda de su difusión en el horario de protección al menor.
El espacio no permite profundizar en muchas otras piezas del cancionero artiguista, que incluye (entre otros) composiciones de Washington y Carlos Benavides, Carlos Maggi/Hugo Fattoruso, Jaime Roos, Edú Lombardo. Una de las más recientes es la milonga “Copla de exilios” (grabada en 2013) de Mauricio Ubal, que asimila el éxodo y el exilio de Artigas al exilio, ya no específicamente político, de tantos uruguayos. Ya no hay miras de triunfo inminente: “y el General cabalga todavía/ con un país al hombro que no era Uruguay/ huyendo va de alveares y sarmientos/ de los mausoleos que vendrán”. En un juego semiótico riquísimo, el estribillo “¿quién anda ahí?/ apunten al caballo” es simultáneamente emitido por el personaje (el tono de voz fuerte, que interroga desde prudente distancia, y luego ordena), pero también por el subnarrador externo a la acción, de donde el afecto que es dolido, más que guerrero. Ya había dolor en “A don José”, e incluso en “Memorias a Artigas”. Pero en esta canción está a flor de piel. Es el dolor inseparable del mito de Artigas, que incluye, por supuesto, el intransferible e inmenso orgullo de haber contado con un líder de esas características como parte de la historia y de la identidad de uno, pero que es al mismo tiempo el desamparo de tener su ejemplo, tantas veces evocado y celebrado, reiteradamente traicionado y abandonado.
Guilherme de Alencar Pinto

29 jun 2014

Nueva era de la yihad internacional

El Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) ha anunciado este domingo la "restauración del califato" y ha dado a conocer que de ahora en adelante el grupo se denominará Estado Islámico.


El portavoz del EIIL, Abu Mohamed al-Adnani, declaró este domingo en un discurso el establecimiento de un nuevo Estado islámico en Oriente Medio, con Abu Bakr al-Baghdadi como emir. El califato islámico es el sueño de todos y cada uno de los musulmanes, afirmó el portavoz de EIIL
Asimismo, el grupo ha instado a Al Qaeda y a otras facciones afines que operan en la región a que juren su lealtad de inmediato.  
 
Según el analista político Basem Tajeldine, estos grupos yihadistas, que han venido alentando tanto Arabia Saudita como Catar, pretenden destruir los estado-naciones, acabar con los avances sociales y jurídicos y "volver a la Edad de Piedra". 
 
Quieren regresar "a las raíces originales que se inscribían en sus propósitos políticos y con esto restituir una especie de califato con el emir Abu Bakr al-Baghdadi, que pertenece a la red terrorista de Al Qaeda", afirmó el experto. 
 
A su juicio, el EIIL pretende extenderse con apoyo de las llamadas petromonarquías y de EE.UU. y acabar con la fallida primavera árabe. 

Esta semana el grupo yihadista publicó un mapa en su sitio web que muestra las 'conquistas' que pretende lograr en tan solo cinco años.  
 

El mapa del EIIL muestra una franja de países marcada de color negro que se extiende desde el Atlántico hasta el Pacífico, e incluye todo el norte de África, Nigeria y Camerún, en África occidental, y el Chad, Sudán, Etiopía y Somalia en la costa este del continente. El territorio a conquistar cruza los mares Mediterráneo y Rojo y aglutina todo el mundo árabe. 
 
El EIIL se formó como una rama de Al Qaeda en Irak liderada por Abu Bakr al Baghdadi. Entonces se llamaba Estado Islámico de Irak (EII) y no actuaba directamente en Siria. A mediados de 2011 uno de sus miembros, Abu Mohamad Al-Golani, fundó el Frente al-Nusra, que pasó a ser el principal actor yihadista de la guerra civil en Siria, obteniendo en particular los recursos del EII.  

El violento levantamiento de esta milicia ha sumido a Irak en una nueva situación de guerra que amenaza a toda la región. Se cree que el grupo opera en Irak y Siria, controla 2.000 millones de dólares y se compone de 10.000 combatientes, lo que le permite combatir exitosamente contra el Ejército iraquí y así intentar controlar una región que se extiende desde la ciudad de Alepo en Siria, hasta las ciudades de Faluya, Mosul y Tal Afar en Irak


Texto completo en: http://actualidad.rt.com/actualidad/view/132482-eiil-irak-califato-nombre-estado-islamico

La disputa por el legado del Mundial

La disputa por el legado del Mundial 

Por Hamilton Octavio de Souza

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Los efectos del campeonato de fútbol independientemente de la polarización retórica, afectan concretamente al pueblo y dejan huellas profundas en los conflictos políticos de los próximos años.
Independientemente del resultado y de la selección que resulte campeona en el Mundial de Fútbol, Brasil vive una intensa disputa en torno al legado del torneo organizado por la FIFA, entidad privada que convenció al gobierno brasileño para que invirtiera la bagatela de 30 mil millones de reales en acciones y obras que resultan cuestionables, como la remoción de comunidades pobres, la ocupación militar de barrios populares, la construcción de aeropuertos y de estadios de fútbol y un fuerte aparato de seguridad destinado a proteger a los segmentos más privilegiados de la sociedad.
El resultado, por parte del gobierno, que asumió un papel preponderante en el megaevento de las grandes corporaciones internacionales, es un montón de cosas positivas, comenzando con los mismos aeropuertos y estadios, a las obras de la llamada movilización urbana [nuevas avenidas, pavimentación de las calles antiguas, corredores viales expresos, vehículos, etc...], los gastos que efectuarán miles de turistas, la divulgación del país en las redes mundiales de comunicación, hasta la acción articulada de las Fuerzas Armadas –entrenadas en Haití- con las policías federales, estatales y municipales.
En defensa del evento, la presidente de la República enfatizó en el hecho de que la FIFA no podrá llevarse en su equipaje las obras de los estadios, aeropuertos y de movilización urbana. Ellas se quedarán en el país para los brasileños. El ministro de la Justicia también se adelantó a considerar que el mayor logro de su área es la integración policial – un aparato sin precedentes montado exclusivamente para asegurar la realización del evento y anular las incomodidades provocadas por las protestas sociales, políticas y populares.
Es evidente que la FIFA y sus patrocinadores no colocaron en el equipaje los problemas del caos social, político y jurídico que causaron al país, como por ejemplo, corromper los poderes de la República para la aprobación de leyes y normas que contrarían al régimen jurídico existente, entre las cuales se encuentra la que permite vender bebidas alcohólicas en los estadios, utilizar el trabajo infantil y de adolescentes durante el evento, crear zonas de seguridad en áreas densamente habitadas e innumerables exenciones fiscales especiales – que crean iniquidades entre los impuestos pagados por las empresas patrocinadoras del evento y lo que debe ser pagado por las demás empresas.
Es claro que las fuerzas en juego en esta situación, especialmente las que apoyan al gobierno federal, quieren sacar el máximo provecho político del fútbol con fines electorales, como ya sucedió en innumerables ocasiones en Brasil y en muchos otros países. Es imposible olvidar el Mundial de 1970, cuando el gobierno Médici explotó la pasión de la “torcida” por la selección para mostrar un país que iba bien, que vivía un milagro económico y para esconder la más feroz dictadura y la más brutal violación de los derechos humanos. En esa época, las izquierdas criticaron a la publicidad oficial como una forma usada para entorpecer y desmovilizar a la oposición al régimen militar.
En ese aspecto, entonces se reveló también la fragilidad intelectual de importantes sectores de la izquierda, en especial de los investigadores universitarios, académicos y periodistas que acompañaron el desenvolvimiento del circo de la FIFA sin posicionarse de forma clara y sin hacer críticas, para mantener el alineamiento automático con un gobierno compuesto por lo más atrasado del país. Al contrario, muchos intelectuales que otrora criticaban el fútbol como el opio del pueblo, ahora lo silencian con cobardía o pasan a justificar la fuerte represión contra los críticos del mega-evento. Nunca antes en este país se reprimió manifestaciones con tamaña violencia y nunca las policías militares gozaron de tanta impunidad.
Las oposiciones neoliberal y de centro-derecha tienen gran interés en desgastar al actual gobierno [una coalición del PT, PMDB, PTB, PP y una decena más de siglas] con vistas a las elecciones generales del 5 de octubre, pero actúan básicamente en el campo institucional, en el Congreso Nacional, en las redes sociales y en los grandes conglomerados mediáticos – que nutren simpatías por las candidaturas lanzadas por el PSDB y por el PSB, en la expectativa de una decisión en la segunda vuelta.
Para esas oposiciones, el mayor legado del Mundial está en la incapacidad gerencial del gobierno federal, en la incompetencia para planificar y ejecutar un proyecto de tamaña grandiosidad dentro de los presupuestos y plazos establecidos. Los neoliberales centran la crítica en los aspectos relativos al desvío de recursos públicos, superfacturación de las obras y en la denuncia de la corrupción – o por lo menos en la sospecha de financiación de las campañas electorales con propinas por parte de las empresas contratistas que hicieron obras y de las empresas que gozaron de exenciones de impuestos u otros beneficios previstos en las leyes especiales para el campeonato de fútbol.
LEGADO SOCIAL
Las oposiciones desde el campo de la izquierda y los movimientos emergentes critican principalmente los daños sociales del Mundial para el país, el resultado de innumerables acciones privadas y públicas que producen efectos contrarios a lo que se esperaba de un proceso democrático y de la construcción de una sociedad más justa e igualitaria, con respeto a los derechos sociales y a las libertades civiles. Al contrario de un proceso civilizatorio, las consecuencias del Mundial, ya computadas y materializadas, son un gran retroceso político en dirección a la barbarie, a la exclusión, al preconcepto y al desacato a los derechos de los que más necesitan del apoyo del Estado.
Desde los primeros momentos de preparación de las obras para la realización del torneo, en 12 capitales estatales, los primeros afectados fueron las poblaciones de bajos ingresos desarraigadas de sus casas para permitir la construcción de obras como estadios y vías públicas para los accesos. Se calcula que más de 250.000 familias fueron desalojadas a manu militari en todo el país. Ahí hay un problema de difícil reparación, en un país en el cual el déficit de habitación aumenta más rápido que los programas habitacionales. Los movimientos de los sin techo aparecen por todo el país mientras los patrocinadores del Mundial aprovechan la especulación inmobiliaria.
Después se sucedieron las ocupaciones militares y policiales de cerros, favelas y comunidades pobres de Río de Janeiro y de otras ciudades, siempre con el pretexto de combatir el tráfico de drogas, pero con abusos de todo orden y violaciones de derechos constitucionales. Esas ocupaciones, cínicamente denominadas como “pacificadoras”, continúan proyectando un rostro de sangre que coloca a Brasil en el ranking de los países más violentos del mundo. Si la idea era silenciar el descontento de las poblaciones excluidas, el resultado de asesinatos ha sido un grito que repercute por todas partes – en especial en las diversas cortes internacionales de defensa de los derechos humanos.
Nunca antes en este país se ocupó barrios enteros con tropas militares y policiales como sucedió en el complejo de Maré, en Río de Janeiro, con autorización general del Poder Judicial para operaciones de búsqueda y aprensión en 40.000 residencias, sin justificación determinada, una violencia sin precedentes y en flagrante violación de los derechos democráticos y humanos previstos en la Constitución Federal. Esa acción, evidentemente, demuestra que el costo del Mundial incluye la discriminación practicada por el Estado con el apoyo de los sectores más reaccionarios de la sociedad – aquellos que piden siempre más golpes y palos para los más pobres. Como siempre, la derecha y el gobierno, con todo el aparato mediático, tratan de criminalizar a los movimientos sociales y a los que se manifiestan en contra del Mundial.
Todavía necesitan ser computadas entre las consecuencias sociales los incentivos al turismo sexual, la explotación de la prostitución infantil y el aumento de la segregación de los que pueden frecuentar los nuevos estadios de fútbol en el estándar FIFA y los que se quedarán fuera del espectáculo después del Mundial. Todo indica que el mayor legado deportivo y cultural es la expulsión de los pobres y negros de las galerías, en el proceso de selección que se realiza mediante el poder adquisitivo, en busca de un nuevo público de élite – notoriamente blanco – por su estándar de consumo. Para los anunciantes y patrocinadores parece que ya había llegado el momento en que los estadios fueran ocupados por las clases medias, limpias y educadas, sin la amenaza de las “torcidas” integradas por las “clases peligrosas”.
LEGADO ECONÓMICO
Conmemorado por el gobierno como un evento que vino a inyectar una enorme cantidad de dinero a la economía, en especial en las sedes de los juegos, por la presencia de turistas y por el gasto en hoteles, restaurantes y todo tipo de comercio, con ganancias generosas para todos, en verdad la mayor parte del dinero queda en la FIFA y sus asociados, que recogen la caja de los estadios y de los paquetes internacionales [pasajes aéreos, hoteles y traslados]. En la esencia también están las empresas contratistas, que cobran abusivamente por todas las obras [estadios, aeropuertos, vías públicas, etc.], los patrocinadores y, muy probablemente, algunos expertos que descubrieron nichos para obtener algún dinero de la FIFA.
Nunca antes en este país se inauguraron tantas obras inacabadas. En la víspera de la abertura del Mundial por lo menos 50% de las obras previstas no han sido terminadas. El problema de ese asunto no es sólo el costo financiero para que tales obras sean debidamente entregadas. El meollo está en una práctica política que ya debería haber sido superada, pues nos remite a los tiempos de mando absolutista del coronelismo y de las oligarquías. Imaginar que todo eso está siendo comandado por el PT y por el PCdoB, otrora partidos comprometidos con la transformación cultural y política, verdaderamente es un gran retroceso que, una vez más, sólo favorece al conservadurismo y a la derecha, así como a la reiterada farra de las empresas contratistas.
Como legado para el pueblo brasileño va a quedar la cuenta de todo lo que la administración directa gastó en el evento y aquello que fue financiado de forma subsidiada, lo que consiguió exención tributaria y aumentó la evasión de los cofres públicos, sin contar el riesgo de picos de inflación en función de un brutal aumento en los precios de alquileres y de alimentación. Evidentemente, si la inflación diese señales de que vamos a pasar del límite máximo del objetivo del 6,5% en el año, corremos el riesgo de tener que tomar nuevas medidas de austeridad con más apretura salarial y mayor control del crédito. Una cosa es cierta: el trabajador brasileño va a sentir en carne propia el resultado del Mundial durante varios años.
Para citar un ejemplo singular de cómo este torneo va a pesarle al pueblo, basta comparar el costo del estadio del Real Club Deportivo Español, en Barcelona – inaugurado recientemente, por el valor total de 100 millones de euros [aproximadamente 300 millones de reales]. Un estadio moderno, confortable, para 60 mil personas, con sistemas de energía solar y reaprovechamiento de agua de lluvia – con el costo del Itaquerão, un estadio inacabado, que ya costó más de 1.100.000 millones de reales, casi cuatro veces más que el estadio español. Eso significa que la nación corintiana tendrá que saldar la deuda con el estadio en los próximos años no sólo con el alza de los precios de los ingresos, sino también con el endeudamiento del club, con efectos en el propio elenco y desempeño del equipo, por lo menos en los próximos 20 años.
LEGADO POLÍTICO
Sin mayores chances en las elecciones de octubre y con espacios reducidos en el juego institucional, las oposiciones de izquierda apuestan que el mayor legado del Mundial será, en primer lugar, sacarle algunas máscaras más al gobierno Federal, que por un lado ejerce fuerte influencia en las clases trabajadoras y en las camadas de menor renta [debido a programas sociales y alianzas con diferentes sectores políticos], y por otro lado continúa favoreciendo al gran capital, nacional e internacional, con políticas neoliberales, con pago de intereses altos y total libertad de los mercados y del flujo de capitales.
Además de eso, las oposiciones de izquierda y los movimientos populares apuestan también al aumento de las luchas sociales, con un número creciente de movilizaciones, manifestaciones, huelgas y protestas – dadas por las condiciones objetivas de vida precaria de la mayoría de la población, y de la escasez de políticas públicas de salud y saneamiento, educación, habitación, transportes y protección social. El Mundial evidenció la mirada popular sobre la desigualdad, la distancia de las autoridades y amplió el descontento con las condiciones de vida en los grandes centros urbanos. El Mundial, para las oposiciones de izquierda, es la posibilidad de un salto cuantitativo y cualitativo de concientización y organización de las luchas populares, cobrando cada vez más la cuenta a los gobiernos y poderes públicos.
Esa disputa extrapola el discurso y la perspectiva puramente electoral. Independiente de quien gane la elección del 5 de octubre [presidente de la República, gobernadores estatales, senadores, diputados federales y diputados estatales], lo que importa para los sectores más combativos de izquierda [excluyéndo las fuerzas que pasaron a colaborar con el neoliberalismo, con el empresariado y con las oligarquías conservadoras] es mantener y ampliar los caminos alternativos para la construcción de otra sociedad – más democrática, más justa y más igualitaria.
Ese legado no se confunde con la retórica triunfalista y engañosa de la crónica oficial ni con la crítica superficial y oportunista de las oposiciones neoliberales y de derecha. Las verdaderas batallas políticas van mucho más allá del juego electoral.

EEUU, BNP Paribas y la soberanía de Francia

SALIM LAMRANI / Opera Mundi -
 Estados Unidos se apresta a sancionar con una multa récord al banco francés más importante por sus relaciones comerciales con Cuba y otros países bajo embargo. Ello, en flagrante violación con el Derecho Internacional y de la soberanía de Francia.
Tras sancionar al banco Crédit Suisse con una multa récord de 2,6 millones de dólares en mayo de 2014, Estados Unidos prevé sancionar al banco francés BNP Paribas con una multa de 10.000 millones de dólares y una supresión temporal de su licencia bancaria en su territorio. Washington reprocha a la entidad financiera realizar transacciones en dólares – moneda usada en los intercambios internacionales – con países bajo embargo, particularmente Cuba, entre 2002 y 2009.
En efecto, Cuba es víctima de un estado de sitio económico desde hace más de medio siglo, el cual afecta todos los sectores de la sociedad y a las categorías más vulnerables de la población, a saber, los niños, las mujeres y los ancianos. Además de prohibir todo comercio bilateral con escasas excepciones entre la isla del Caribe y Estados Unidos, las sanciones económicas impuestas en 1960 disponen de un carácter extraterritorial y constituyen un obstáculo al desarrollo de las relaciones comerciales y financieras de Cuba con el resto del mundo.
No obstante, según el Derecho Internacional, está terminantemente prohibido aplicar de modo extraterritorial una legislación nacional. La ley francesa no puede aplicarse en Alemania y la ley brasileña no puede aplicarse en Argentina. Ahora bien, la legislación estadounidense sobre las sanciones económicas contra Cuba (y otros países bajo embargo) se aplica en todo el mundo y afecta a BNP Paribas.
Según la legislación francesa y el Derecho Internacional, BNP Paribas no ha cometido ninguna irregularidad. El establecimiento financiero siendo un banco francés, no tiene que someterse de ningún modo a la ley estadounidense, en nombre de un principio fundamental del derecho internacional que es la no extraterritorialidad de las leyes. La legislación estadounidense sólo puede aplicarse en el territorio nacional y no puede cruzar las fronteras. Por otra parte, las transacciones citadas por Washington se realizaron a partir de subsidiarias de la BPN Paribas de Europa y no de Estados Unidos.
Christian Noyer, gobernador del Banco de Francia, fue claro al respecto: “Hemos verificado que todas las transacciones incriminadas estaban conformes a las reglas, leyes, reglamentaciones, a niveles europeo y francés”. No hay “ninguna contravención de esas reglas, ni de las reglas de las Naciones Unidas” por parte de BNP Paribas.[1]
BNP Paribas ya fue obligada a despedir a los responsables implicados en esos intercambios litigiosos para las autoridades estadounidenses y prevé negociar una sanción menos severa usando el proceso del reconocimiento de culpabilidad, aunque no se ha cometido ninguna falta.[2]
En cambio, la posición oficial de Francia es sumamente preocupante. En efecto, en vez de defender los intereses de una gran empresa que no cometió ningún delito según la legislación nacional y el derecho internacional, el gobierno del Presidente François Hollande aceptó el punto de vista estadounidense reconociendo la “infracción cometida” y sólo se contenta con denunciar el “carácter desproporcionado de las sanciones previstas”. En vez de defender la soberanía nacional y condenar la aplicación extraterritorial e ilegal de la ley estadounidense contra los intereses fundamentales de la nación, París se limita a implorar un castigo menos severo. Al plegarse tan dócilmente a las órdenes de Washington, Francia renuncia a su independencia y empaña durablemente su imagen en la escena internacional.[3]


Docteur ès Etudes Ibériques et Latino-américaines de l’Université Paris IV-Sorbonne, Salim Lamrani est Maître de conférences à l’Université de La Réunion, et journaliste, spécialiste des relations entre Cuba et les Etats-Unis.
Son nouvel ouvrage s’intitule Cuba. Les médias face au défi de l’impartialité, Paris, Editions Estrella, 2013 et comporte une préface d’Eduardo Galeano.

México, un paraíso fiscal para mineras canadienses

LA JORNADA – México se ha convertido en paraíso fiscal para las empresas mineras de Canadá –que dominan la extracción de oro y plata en el país–, porque éstas sólo aportan al fisco el pago de derechos sobre concesiones, como se establece en el artículo 27 de la ley en la materia.
En el primer año de operación esos consorcios pagan 5.70 pesos por el uso de una hectárea; en el tercer y cuarto años de vigencia de la concesión, ocho pesos 52 centavos. El décimo año se aplica la cuota más elevada por usos de hectárea de 124 pesos 74 centavos.
Un análisis de la industria minera, elaborado por la Comisión Nacional para la Atención de los Pueblos Indígenas, de la Secretaría de Gobernación, advierte que los canadienses han encontrado, literalmente, una mina de oro en México, por el exceso de apertura fiscal que tiene como único propósito atraer inversiones a costa del deterioro ambiental y social.
Esta situación la presenta el Frasier Institute, de Canadá, en el estudio Survey of mining companies 2011-2012, en el cual señala que de la década de los 90 del siglo pasado a la fecha se han entregado en concesión 96 millones de hectáreas para la explotación minera, y de ese total 60 por ciento lo ocupan empresas de aquel país.
México se encuentra ubicado en quinto lugar, de un total de 94 países, por su potencial minero. Y la empresa Gold Corp de Vancouver –cuyos objetivos son el descubrimiento y adquisición de yacimientos auríferos que tengan potencial de convertirse en minas de oro de gran tonelaje– pondera las ventajas de instalarse en territorio nacional:
México tiene un riesgo-país bajo y está clasificado como el cuarto en el mundo para inversiones mineras favorables; tiene estabilidad política y financiera, así como sistemas legales y contables estilo norteamericano; tiene baja tasa de impuestos y carece de regalías mineras; permite compañías extranjeras, la propiedad extranjera y la repatriación de capital; tiene fuerte apoyo gubernamental, burocrático, y el sector público para la minería cuenta con una fuerza laboral bien entrenada y experimentada, y se encuentra fácilmente disponible.
Este reconocimiento de ventajas para el desarrollo de la industria minera se manifiesta en las pingües ganancias de las compañías canadienses.
El valor anual pagado por la explotación de los metales representa costos porcentuales insignificativos respecto de las utilidades anuales:
Para la empresa First Majestic Silver Corp, la concesión de 4 mil hectáreas de la mina de plata La Encantada, en Coahuila, con cuatro años de operación a un valor anual de 17.4 pesos, representa un monto anual pagado al erario de 68 mil 160 pesos, lo cual equivale a 0.004 por ciento de sus utilidades brutas, estimadas en mil 464 millones 679 mil pesos.
Con Fortuna Silver Mine Inc., la concesión de 30 mil hectáreas de la mina de oro y plata San José, en Oaxaca, con nueve años de operación a un valor anual de 141 pesos 76 centavos, que representa una contribución al erario de 4 millones 252 mil 800 pesos, sólo representa 0.20 por ciento de sus utilidades brutas, que son equivalentes a 2 mil 124 millones 636 mil pesos.
En el caso de Timmins Gold Corp., la concesión de 70 mil 986 hectáreas de la mina de oro TMM Frac. 1, en Sonora, con un año de operación a un valor anual de 11 pesos 40 centavos, representa un monto para el erario de 809 mil 244 pesos, cantidad equivalente a 0.039 por ciento de sus utilidades brutas, calculadas en 2 mil millones 61 mil pesos.
Para Starcore International Mines Ltd., la concesión de 12 mil 992 hectáreas de la mina de oro y plata San Martín, en Querétaro, con 22 años de operación a un valor anual de 249 pesos 48 centavos, representa un monto anual pagado al erario de 3 millones 241 mil 244 pesos, equivalentes a 0.44 por ciento de sus utilidades brutas, que totalizan 722 millones 982 mil pesos.
En el caso de Aurico Gold Inc., la concesión de 3 mil 665 hectáreas de la mina de oro El Chanate, en Sonora, con seis años de operación a un valor anual de 35.24 pesos, representa un monto anual pagado al erario de 129 mil 154 pesos, que equivale a 0.013 por ciento de sus utilidades brutas, que suman 2 mil 933 millones 388 mil pesos.
Y para Agnico-Eagle Mines Limited, la concesión de 56 mil hectáreas de la mina de oro Pinos Altos, en Chihuahua, con cuatro años de operación a un valor anual de 17 pesos cuatro centavos, representa un monto pagado al erario de 954 mil 240 pesos, lo cual equivale a 0.016 por ciento de sus utilidades brutas, que alcanzan 5 mil 716 millones 177 mil pesos.
http://www.contrainjerencia.com/

Últimos procesados por la Justicia Militar

Últimos procesados por la Justicia Militar

29 de junio de 2014 
POR ROGER RODRIGUEZ
CRÓNICAS DE 30 AÑOS EN PERIODISMO
La tapa del primer ejemplar de La Voz, 21 de junio de 1984.La tapa del primer ejemplar de La Voz, 21 de junio de 1984.
HACE HOY 30 AÑOS LA DICTADURA NOS METÍA PRESOS
Últimos procesados por la Justicia Militar

El 21 de junio de 1984 salía el primer ejemplar de LA VOZ de la Mayoría, la publicación con la que los periodistas que integrábamos el equipo del semanario Convicción, clausurado por la dictadura, volvíamos a los quioscos en aquellos días en que se luchaba por la libertad de expresión frente a la represión, la censura y las clausuras que decretaba una y otra vez una dictadura en retirada.
LA VOZ era un nombre que tenía registrado Alexis Jano Ros, entonces de 24 años (como yo), para hacer una publicación barrial en la zona de Lezica y Colón. Convicción había sido clausurado el 4 de mayo, por publicar la primer entrevista a Wilson Ferreira Aldunate antes de que volviera a Uruguay el 16 de junio y lo metieran preso junto a su hijo Juan Raúl Ferreira.
Durante un mes y medio la barra de Convicción había sobrevivido (era el único sustento de muchas familias) con una olla popular bancada por sindicatos y organizaciones que se sentían reflejadas y apoyaban a aquella publicación que impulsada por el PCU, el PS, la CBI, la UITA y otros, había surgido como una herramienta de organización del flamante Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT) y reflejaba el cooperativismo de FUCVAM.
Aquel jueves 21, la tapa de LA VOZ editorializaba: “En momentos inciertos de la vida nacional, con un régimen de fuerza claramente distanciada y hasta opuesto al sentimiento colectivo, en que las libertades quedan sujetas a arbitrarias interpretaciones y el pueblo trabajador se encuentra privado de sus derechos más elementales, nace LA VOZ DE LA MAYORIA como expresión de fe en el destino nacional de libertad y justicia”.
Aquella portada tenía un colgado que contaba “La Interpartidaria analizó actitud ante el diálogo” y el título “Realizarán jornada cívica el próximo 27”.  Se incluía una crónica mía sobre el regreso de Wilson en el Mar del Plata II, un informe de juristas norteamericanos que tildaban a Uruguay de “nación de prisioneros”, un artículo de Hugo Alfaro sobre Quijano, un artículo que denunciaba que a Zelmar y Toba los gatilló un uruguayo y la noticia de que el sindicalista Rosario Pietraroia sería liberado.
De hecho, LA VOZ era uno de los pocos medios que reflejaban la posición de la Intersocial (las organizaciones sociales, estudiantiles y sindicales), cuando comenzaba a gestarse la negociación que terminaría en el pacto del Club Naval. El paro cívico en el aniversario del golpe de Estado era todo un desafío al régimen que el 1º de mayo había presentado un documento para reanudar las fracasadas negociaciones del Parque Hotel. El Goyo Álvarez estaba cayendo, pero aún sobrevivía...

EN “CLANDESTINIDAD”
El informe que Eduardo “Picho” Varela había escrito en base al documento de los juristas estadounidenses sobre la situación de los derechos humanos en Uruguay era durísimo. Describían la tortura a los estudiantes detenidos en 1983, la condición carcelaria, las golpizas, la sanción de visitas, la falta de libertad de expresión, las clausuras, la persecución sindical, etc. También condenaba la connivencia con la dictadura de la Embajada en Montevideo de la administración Ronald Reagan.
En la misma página, se publicó otra información (un recuadro a dos columnas) que advertía: “La salud de ambas es delicada” y titulaba “Familiares piden la libertad de Nélida Fontora y Graciela Jorge”. Escribí ese artículo en forma casi automática, basado en un comunicado que me habían hecho llegar integrantes de las organizaciones de presos políticos. Se describía las enfermedades que ambas presas políticas sufrían en Punta de Rieles y se pedía que las liberaran, alentando una amnistía general e irrestricta.
Casi una semana después, el 26 de junio, Alexis Jano quien asumió como Director y Redactor Responsable de la publicación (no podían serlo Enrique Alonso Fernández ni ninguno que hubiera figurado en Convicción) fue citado por el Juez Militar de Instrucción, Capitán de Navío Ricardo Moreno. Alexis entró al juzgado ubicado en 8 de Octubre y Jaime Cibils, pero no salió. Quedó detenido en Jefatura, a la vez que supimos que había un citatorio a mi nombre.
Entonces comenzamos a preocuparnos y, hasta establecer una estrategia de defensa, se decidió que pasara “a la clandestinidad”. Esa noche me cobijé en la casa de una amiga del “Gato” Walter Vázquez. Llamé a Sara y le dije, rezongándola: “Te pido que vayas al fondo y ordenes todo eso que es un quilombo. No puede ser que yo me mate laburando y en casa esté todo desordenado”. Sara entendió. Buena parte de mis iniciales archivos sobre derechos humanos y otras anotaciones fueron trasladados a la casa de un familiar. Otros, ardieron…
Un “camello” de la policía hizo guardia en la puerta, esperándome... Cuando amanecía, los policías timbraron a la casa de mis suegros, donde vivíamos. Sara atendió medio dormida (no le creo en realidad que haya pegado un ojo en toda la noche). “Venimos a buscar a Juan Roger Rodríguez”, le comunicaron. “No está”, respondió. “Tiene que estar porque no lo vimos entrar ni salir en toda la noche”, retrucó el milico. “Y yo que sé dónde puede estar -protestó mi esposa-... debe andar emborrachándose con alguno de sus amigotes, como siempre”. El policía la miró, se sonrojó, le pidió disculpas y se fue...

La información que denunciaba mal trato a presas políticas en Punta de Rieles.La información que denunciaba mal trato a presas políticas en Punta de Rieles.
MALDONADO Y PARAGUAY
A primera hora del 27 de junio, a once años del golpe de Estado, varias personas nos movíamos en los alrededores del Bar Capitol, en 18 de Julio y Vázquez. Apenas abrieron entramos por separado para coincidir en la misma mesa. Alonso Fernández, Ernesto de los Campos, Jorge Lorenzo, Víctor Vaillant, el maestro Sila, Miguel Flores y Sara, que me había traído ropas para cambiarme en lo del Gaucho Moura, que vivía a una cuadra.
“Que se ponga medias gruesas, championes, vaquero, buzo de lana y algo bien abrigado... sin cinturón y sólo con la cédula de identidad”, había pedido mi abogado, Hugo Batalla, quien también había sido abogado del general Líber Seregni. Debo reconocer que no lo sentí como un buen pronóstico, pero obedecí al líder de la Lista 99, a quien por esas horas desproscribirían junto al socialista José Pedro Cardoso y el fidelista Francisco Rodríguez Camuso, quienes junto al democristiano Juan Young, serían los rostros del Frente Amplio
En su auto, Hugo Batalla me llevó a la sede de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII), a quien habían encargado mi detención. Hugo me dijo que entrara por la puerta de la calle Paraguay (donde actualmente funciona Interpol), que me identificara, presentara mi documento y que no tuviera miedo, que yo tenía la razón, que no iba a pasar nada y que me iba a ir bien... Le hice caso, aunque por un momento, confieso, dudé en salir de allí lo más rápido posible.
Vestido de championes, vaquero, camiseta gruesa, polera de lana y una campera de gabardina, portando en mi mano la cédula de identidad, me presenté a la ventanilla de quien estaba de guardia y me identifiqué. “Me dijeron que me presentara aquí”, dije con timidez. “Espere”, me dijo en ese tono neutro policial y comenzó a averiguar con un intercomunicador. “Departamento 2...(estática) Se presenta Rodríguez Juan, cedula de identidad 1.651.576. (estática) ¿Allí lo buscan?”... Y, luego de un silencio corto que me pareció largo,... “Negativo”.
Siguió con las otras dependencias y el diálogo se repitió. Nadie parecía buscarme. “No debe ser acá” dijo y me devolvió la cédula. Me disponía a salir, con un gesto de hombros de “yo lo intenté”, cuando sonó un timbrazo en el intercomunicador. “Positivo. Positivo...(estática) Roger Rodríguez... (estática) Departamento 6. (estática) Que lo suban...”. Otro policía que hacía guardia en la puerta me miró con lástima o incredulidad. “Pase por acá”,me dijo. Subimos por una escalera. Llegamos a una pieza donde había una mesita y dos sillas de cármica. Me dijo que me sentar allí y esperara.

“¿VINISTE ARMADO VOS?”
Esperé media hora, quizás un poco más. Como periodista de mi tiempo, estaba acostumbrado a los “plantones” en la antesala de cualquier vocero de la dictadura, pero ese día y en ese lugar, el tiempo se hizo eterno. Tenía la paranoica sensación de que alguien me miraba, pero aunque evidentemente era una sala de interrogación, no había espejos traslúcidos como los de las películas, ni cámaras que me filmaran. Traté de mantenerme calmo, quieto y con cara de nada. Casi impertérrito.
Y lo venía logrando, incluso llegué a adormecerme, cuando el que supuse protagonizaba al “malo” entró golpeando la puerta y se paró frente a donde yo estaba sentado. “¡Párese!”,gritó. Lo obedecí con cierta lentitud. “¡¿Viniste armado vos?!”, preguntó imperativamente. Lo miré con sorpresa real. “¡Las manos contra la pared!”, volvió a ordenar. Me paré y me apoyé para el chequeo. Me revisó e intentó una última provocación al palparme. Lo miré con gesto de no jodas. Creo que se sintió ridículo. Me dijo que me volviera a sentar y se fue, quizás frustrado.
No pasó mucho rato y llegó el otro. El “bueno” supuse. Sacó una caja de cigarrillos, tomó uno, lo golpeó un par de veces contra la cajilla, se lo puso en la boca, sacó un Zipo, y mientras aspiraba el humo al prenderlo me dijo “¿Así que vos sos el Roger Rodríguez?”.
Tenía un tono irónico en la voz, que le había salido finita, como si estuviera aguantando el humo de un faso de marihuana. Traté de mantener mi calma, pero no me gustó la forma como recargó el tono en el artículo.
“¿No sabés quién soy?...”, agregó, a la vez que largaba el humo. La frase se le llenó de eses. Hubo un silencio. En realidad no tenía la menor idea de quién estaba adelante mío.“Sin embargo, has escrito sobre mí…”, volvió a intentar. Supongo que en mi rostro se notó que lo identificaba. Estoy seguro que era Jorge “el Charleta” Gundersoff. Lo había mencionado en un par de artículos sobre su traición y la represión al Partido Comunista y en otro que lo vinculaba a la Secta Moon (cuyas inversiones hoy administra).
Creo que le dije algo así como “Y… acá estamos”. No me contestó. Supongo que lo desilusioné al no seguirle la conversación. Evidentemente vio que era más joven y menos inteligente de lo que él imaginaba. Me estudió unos segundos mientras apuraba un par de pitadas, hizo un gesto, entre puchero y desaprobación, y se fue. No pasaron cinco minutos y aparecieron otros dos policías que me pidieron que los acompañara. “¿Me llevan dónde?”, me animé ante los subalternos. “Juzgado Militar”, respondió uno.

“¿PERO QUIÉN ES SU FUENTE?
Una “chanchita” me llevó hasta la sede judicial de 8 de Octubre, pero entramos por un portón de hierro por Jaime Cibils, casi en continuación de Cornelio Cantera. Cuando bajé, pude ver por primera vez a Alexis. Se veía cansado. No nos dejaron hablar, pero en una sonrisa cómplice, ambos nos sentimos acompañados ante un destino incierto. Jano testificó primero. Su abogado era el blanco Héctor Clavijo, el otro abogado de Seregni. Cuando salió, me llamaron a mí…
Había un gran escritorio. Detrás de él, el juez C/N Ricardo Moreno con su uniforme naval. A su lado, un oficial gordito con uniforme azul (parecía un Blandengue) frente a una máquina de escribir. “Por las generales de la Ley…”, me dijo. En mi desconocimiento procesal, estuve a punto de decir algún disparate. Confieso que me sentía desafiante. El juez comenzó por preguntarme si yo había sido el autor del artículo. Lo que admití. Ya habíamos quedado con Alexis que si era por alguna nota reconociera la autoría.
El capitán inquirió sobre quién autorizó la publicación de aquella información. Comencé a explicar lentamente (el oficial gordito que escribía a máquina así lo exigió) cómo es el largo proceso de obtención de una información, su tipeo, composición, corrección, armado en frío y envío a la imprenta. El juez, molesto, insistió desde entonces sobre quien me había dado la información. Y le expliqué las dificultades que un periodista tiene para conseguir fuentes confiables y cómo en una publicación tan humilde, se procesan informaciones de comunicados de prensa o de cartas, como en el caso de la nota…
“Pero ¿quién es su fuente?”, me cortó en tono un poco más alto. Y ahí me di cuenta que no venía por nosotros los periodistas, sino por alguno de los familiares de los presos (así se identificaban las fuentes en la nota), por lo que seguí enredando y enredándome. Me preguntaron también si conocía a gente del grupo de familiares de desaparecidos y le expliqué que solo por el nombre de pila a algunas señoras… Creo que no fui convincente.
Cuando Hugo salió del juzgado militar y subió a su auto, Sara lo esperaba. “¿Cómo les fue?”, preguntó ansiosa. “¿Roger fuma?”, le replicó Hugo.  “Si”, le contestó. “Bueno, anda ahí (el Bar Emporio) y comprarle cigarros”… Batalla no le contó entonces que había podido ver el expediente, ni que la causa se había iniciado con una carta del propio Comandante en Jefe del Ejército, General Hugo Medina, quien había enviado a su subalterno, el juez militar, un recorte de mi artículo tipificándolo como un “ataque a la fuerza moral de las Fuerzas Armadas en el grado de vilipendio”…

Alexis Jano Ros y yo fuimos los últimos procesdos por la Justicia Militar.Alexis Jano Ros y yo fuimos los últimos procesdos por la Justicia Militar.
“NO AFLOJEN MUCHACHOS…”
Aquella tardecita nos llevaron, por separado, a Jefatura. Nos pusieron el cuarto piso, en celdas individuales, con puertas de hierro que tenían una ventanilla que se abría desde el exterior para pasar las bandejas de comida o inspeccionar el interior. Todo estaba pintado de un verde claro, un color molesto. Antes de encerrarnos para pasar la noche, nos dejaron reencontrarnos, en el corredor, donde había un banco de madera. Nos dimos un fuerte abrazo. Alexis me contó su periplo y yo el mío. Nos alentamos. Estábamos seguros de que nada nos iba a pasar…
Esa noche no comimos nada. Vino el cambio de guardia y las órdenes habían cambiado. Alguien había ordenado que nos metieran en las celdas. Se notaba mayor rigor. Nos apagaron las luces. Me recosté en el camastro de hormigón. Había una luz exterior que entraba por una banderola enrejada. Hacía mucho frío. Contra la pared alguien había escrito con la brasa de un cigarrillo “Perdón Elsa”. No sé por qué, pensé que fue un profesor del IAVA al que habían metido preso días antes. Por primera vez tuve miedo.
El cuarto piso de Jefatura es el de “Seguridad”. Allí quedaban los presos sancionados o los que estaban en tránsito. El silencio en aquel piso era aterrador. Solo se escuchaba, ocasionalmente, el movimiento de la guardia. El abrir y cerrar de puertas y rejas de hierro que retumbaban en la oscuridad. Traté de arrollarme y quedé, casi en posición fetal. De espaldas a la fría pared, tenso, esperando que pasara aquella noche. En algún momento pensé que podían abrir esa puerta y sufrir en carne propia lo que muchas veces ya había escuchado de víctimas de la dictadura.
Fue en el siguiente cambio de guardia, ya la madrugada del 29 de junio, que la puerta se abrió. Me sobresaltó el ruido del pasador de hierro y el ruido metálico de la puerta. Me encandiló la luz que prendieron de golpe. Asustado vi a un policía en la puerta. Un hombre veterano, de lentes, quizás inofensivo. Me dijo: “¿Ustedes son los periodistas?”. “Si”, llegué a responder sin pensar en las consecuencias. “No aflojen muchachos… no están solos. Tranquilos”, dijo casi fraternalmente y volvió a cerrar la puerta y dejarnos sin luz.

“PROCESADOS CON PRISION”
A la mañana siguiente, alguien de la guardia nos ofreció un té con limón. Era lo primero que ingeríamos en más de un día. Alexis hacía 48 horas que no comía ni bebía. El alma nos volvió al cuerpo… al menos por un rato. Volvieron a trasladarnos en la chanchita. Otra vez sin poder hablar entre nosotros. Nuevamente al juzgado militar de 8 de Octubre. Esta vez, nos hicieron pasar juntos. Estaban Batalla y Clavijo en la sala. “No nos va a pasar nada…”, le susurré con seguridad a Alexis.
El juez capitán Moreno, fue directo al grano. “¿Quién fue la fuente de información de este artículo”, preguntó a ambos. Alexis dijo que se amparaba en el secreto profesional de protección de las fuentes de información y habló del derecho a informar y estar informado, la libertad de expresión y los derechos humanos. Yo dije lo mismo. El juez nos miró con molestia. “Ah… sí”, dijo y tomo un papel que ya tenía escrito para pasar a leernos una introducción leguleya que no entendí, para terminar con un “procesados con prisión por ataque a la fuerza moral de las Fuerzas Armadas en el grado de vilipendio”…
Alexis y yo, perplejos, cruzamos una mirada. Irresponsablemente nos sonreímos. Nos dimos cuenta que la habíamos quedado. Íbamos en cana. Nos pasaba lo mismo que una semana antes le había ocurrido a Julián Murguía por escribir en La Democracia una nota titulada “El Pactito Feo”, donde hacía una dura crítica a las negociaciones del Club Naval. Batalla y Clavijo nos dijeron que apelarían y pedirían nuestra inmediata liberación. Cuatro policías nos llevaron en la chanchita a la Cárcel Central en el subsuelo de Jefatura.
Como si viera una película que le ocurría a otro, fui transcurriendo mientras se sucedieron los hechos: trajeron nuestros prontuarios, nos tomaron las huellas digitales, nos fotografiaron, nos tomaron los datos médicos y nos llevaron a “la jaula” del Pabellón Artigas. Del otro lado de la reja, los presos comunes estaban comiendo. Nadie nos miraba. Entre ellos reconocí a Julián que solo hizo un rictus de sonrisa. Tenían prohibido hablarnos. El suboficial Brasil se nos acercó y nos dijo: “¿Los periodistas?...”. “Si”, contestamos. “No, corrigió, desde ahora son presos…” (Continuará)

Roger Rodríguez
(29 de junio de 2014)