El Mundial de Brasil tiene su lado oscuro: para construir las instalaciones necesarias el Gobierno desplazó por la fuerza a miles de personas, convirtiendo el gran evento deportivo en un "desastre de política social y pública", según un experto.
"El intento de producir un "legado" no solo tiene un costo financiero, sino también un costo social muy valioso, posiblemente la mayor pérdida de todo lo generado por la Copa del Mundo", opina él. El impacto de la construcción frenética de las instalaciones para el Mundial se siente más entre las capas más pobres de la sociedad, para las cuales el campeonato de fútbol ha llegado a ser "sinónimo de desalojos, mudanzas y demolición", observa Ling.
La mayoría de los expulsados de sus viviendas son políticamente débiles, sus derechos de la propiedad no son reconocidos por el sistema jurídico oficial, lo que hace que sea fácil desalojarlos con ninguna o poca indemnización, explica Ilya Somin, profesor de Derecho de la Escuela de Leyes de la Universidad Mason (Virginia, EE.UU.). "No tiene ningún sentido el desalojo de la gente con el fin de construir instalaciones costosas que suelen caer en desuso después de dos o tres semanas del evento deportivo", manifiesta a través de un artículo publicado en 'The Washington Post'.
Pese a estas cifras tan horribles, Brasil no es el campeón de los desalojos forzados para eventos deportivos: China expulsó de sus hogares a unos 1,25 millones de personas para dar paso a los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008. Con lo cual, el profesor indica que en el futuro organizaciones como la FIFA y el Comité Olímpico Internacional "deberían asignar los eventos solo a los anfitriones que garanticen que podrían proporcionar las instalaciones necesarias sin desplazar forzadamente a la gente de sus hogares".
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