Clara López votará por Juan Manuel Santos
Un nuevo apoyo sumó el presidente Juan Manuel Santos para su reelección presidencial. La presidenta del Polo Democrático Clara López anunció que votará por el presidente candidato el 15 de junio. “Voy votar por la paz de Colombia en cabeza del presidente Juan Manuel Santos”, afirmó la excandidata.
Tras decir que en toda su campaña afirmó que su partido es Colombia, tomó la decisión de votar por el presidente-candidato para que se mantenga el proceso de paz. “El voto en estas elecciones es un voto para seguir a avanzando”, dijo López.
La declaración de la excandidata llega en un momento clave en las elecciones. A su carisma reconocido en su campaña, también le quiere sumar los cerca de dos millones de votos obtenidos el 25 de mayo. Por eso incitó a los colombianos y militantes de su partido a votar por el presidente-candidato. “Me permito invitar a los colombianos que me han seguido a que me acompañen en esta determinación”.
López tendrá una tarea en la campaña Santos. En la rueda de prensa dijo que va a inculcar en el gobierno “la necesidad de la cercanía con el pueblo colombiano”.
La excandidata, quien dejó claro que está comprometida con la paz, pidió que para reimpulsar el proceso haya un cese al fuego y que se inicie el diálogo con el ELN. También dijo: “La paz no es solo la firma de los acuerdos de La Habana, son los cambios que necesita Colombia”.
El 29 de mayo el Comité Ejecutivo de ese partido dejó en libertad a los electores para que votaran en la segunda vuelta presidencial. Incluso, en un comunicado se aseguró que de llegar Juan Manuel Santos o el candidato Óscar Iván Zuluaga a la Presidencia, ese partido haría oposición. La razón, consideraron que los dos gobiernos mantendrían un mismo modelo económico.
Ese día en que López solo se limitó a leer la declaración y no respondió preguntas, se dejó abierta la posibilidad de respaldar el tema duro de la campaña Santos. Allí se lee que “El Polo aboga por la construcción de una paz estable y duradera”, basada en la justicia social. Hoy se supo que sobre esa base la candidata de las toldas amarillas decidió anunciar su voto por el presidente-candidato.
El Polo Democrático se declara “opositor a los dos candidatos”
El Comité Ejecutivo Nacional del Polo Democrático Alternativo por unanimidad determinó luego de una reunión de cuatro horas realizada el pasado jueves 29 de mayo, invitar a su militancia a votar en la segunda vuelta presidencial a realizarse el próximo 15 de junio, con autonomía y a conciencia, en el entendido de que esta colectividad de izquierda es y será opositora “al programa de los dos candidatos en competencia, los señores Santos y Zuluaga”.
Por ello expresa que los polistas en los comicios de segunda vuelta, “deberán decidir por quién votar, en blanco o abstención. Es de la autonomía y conciencia de cada elector tomar su decisión”, subrayó esa instancia directiva de la colectividad amarilla.
Al mismo tiempo, el Polo Democrático recalcó categóricamente que “aboga por la construcción de una paz estable y duradera, cimentada en la democracia, la justicia social y los derechos de todos los colombianos y colombianas”.
Declaración
Al término de las deliberaciones del Comité Ejecutivo Nacional, la presidenta del Polo, Clara López Obregón, leyó ante los medios de comunicación de todo el país la siguiente declaración:
DECLARACIÓN POLO DEMOCRÁTICO ALTERNATIVO SOBRE LAS ELECCIONES DEL 15 DE JUNIO
Dos millones de Colombianos y Colombianas votaron el pasado 25 de mayo por la propuesta de un programa que se denominó “Colombia por un buen camino”, que incluyó propuestas e iniciativas con reformas sociales, económicas y políticas que profundizan la democracia, el respeto por la Soberanía Nacional y la integración regional y, por supuesto, reafirmó la exigencia de la negociación del conflicto interno armado con la insurgencia, con la representación de las víctimas y con un cese al fuego que evite mayor desangre del país.
Los excelentes resultados electorales derrotaron las pretensiones de los enemigos de las fuerzas alternativas que pretenden desaparecer la izquierda democrática del panorama político nacional. Si bien no alcanzamos los votos para competir por la Presidencia de la República en segunda vuelta, seguiremos defendiendo y promoviendo nuestro programa que no coincide con el de los dos candidatos que se disputarán la Presidencia el próximo 15 de junio de 2014, y que sigue teniendo vigencia y apoyo popular.
El Polo al expresar su profunda satisfacción y reconocimiento a los ciudadanos y ciudadanas que apoyaron nuestro programa, los invita a continuar trabajando juntos por construir un país diferente y con profundos cambios que le resuelvan los sueños de las mayorías nacionales que creen que el país va por mal camino.
Quienes votaron por nuestra propuesta lo hicieron convencidos de que estaban apoyando un cambio de rumbo y que eran contrarios a las propuestas de los otros cuatro candidatos en disputa. El próximo 15 de junio de 2014 deberán decidir por quién votar, en blanco o abstención. Es de la autonomía y conciencia de cada elector tomar su decisión, en el entendido de que el Polo es y será opositor al programa de los dos candidatos en competencia, los señores Santos y Zuluaga; y que el Polo aboga por la construcción de una paz estable y duradera, cimentada en la democracia, la justicia social y los derechos de todos los colombianos y colombianas.
Aprobado unánimemente,
COMITÉ EJECUTIVO NACIONAL POLO DEMOCRÁTICO ALTERNATIVO
Farc invitan a votar en Blanco o a una coalición de izquierda
En un comunicado, el máximo líder de la guerrilla de las Farc, Rodrigo Londoño Echeverri, alias ‘Timochenko’, invitó, el próximo 15 de junio, día de las elecciones definitivas para elegir Presidente de la República, a que se vote en Blanco o se realice una coalición de izquierda que permita “enfrentar de manera sólida” al nuevo gobierno que se posesione el 7 de agosto.
“Una alternativa sería la espontánea y masiva votación en blanco, capaz de deslegitimar, incluso jurídicamente, las dos opciones militaristas y neoliberales. No hay duda de que una sorprendente votación que superara los sufragios de ambas candidaturas sería capaz de generar un terremoto político en el país”.
Y agrega “en segundo lugar podría considerarse una urgente reagrupación de todos los sectores inconformes y de oposición, una poderosa coalición con la izquierda políticatan bien posicionada, con el apoyo político de la insurgencia en su conjunto, alrededor de consignas sencillas como la solución política al conflicto interno, el cese el fuego, la asamblea nacional constituyente, el contundente rechazo a todas las formas de politiquería tradicional y reformas urgentes de carácter social, con el propósito de enfrentar, de manera decidida, una fuerza sólida de masas al nuevo gobierno que se posesione el 7 de agosto”.
Según ‘Timochenko’, “que a Oscar Iván Zuluaga le importe un pito aparecer como el abanderado de la guerra, no hace de Juan Manuel Santos un hombre de paz. Al igual que su rival en la contienda electoral, Santos menosprecia cualquier reforma de amplio contenido democrático, o que implique el menor cambio en la inequitativa distribución de la tierra y la riqueza en el país”.
Y agrega que en su campaña “se preocupó por tranquilizar a los sectores pudientes, aclarándoles que ninguno de sus privilegios o intereses estaba en riesgo en la Mesa de La Habana, con el mismo énfasis con el que procuró convencer a las Fuerzas Armadas y sectores militaristas de que ni un solo peso del presupuesto militar, del gasto de guerra, de las adquisiciones planeadas o compromisos adquiridos, ni siquiera el pie de fuerza o los planes por incrementarlo sufrirían la menor alteración en la firma final de un acuerdo con las FARC en La Habana”.
Según Londoño, “es claro que la paz, para los sectores que representa, implica necesariamente que todo siga igual. Que no se toquen para nada las causas que han originado la confrontación del último medio siglo en Colombia”.
Así mismo dijo que las contradicciones entre Juan Manuel Santos y el expresidente Uribe, “no son de la hondura que se muestran. Los dos guardan identidad y fidelidad absoluta con el neoliberalismo económico y la doctrina de guerra dominante, y sirven con igual devoción a los intereses económicos y políticos de Norteamérica, experimentan igual repugnancia hacia los procesos democratizadores y renovadores que se cumplen en varios países suramericanos, y sobre todo confieren el mismo tratamiento violento a las aspiraciones de las grandes mayorías marginadas del país. Los dos representan poderosos sectores del capital y la tierra”.
Según él, la diferencia entre los dos es el enfoque con el que enfrentan el conflicto interno “pues mientras el primero de ellos, magistralmente interpretado hoy por su candidato Oscar Iván Zuluaga, se inclina decididamente por la intolerancia absoluta y la solución exclusiva por la fuerza, el segundo apuesta en primer término a conseguir la rendición de la insurgencia en la Mesa de La Habana, reservándose paralelamente el derecho a aplastarla por la fuerza”.
En el extenso comunicado el máximo jefe de la guerrilla de las Farc concluye diciendo que en la mesa de diálogo “en lo fundamental habría que considerar que ella tiene toda su importancia en la medida en que posibilite, viabilice o catalice un gran movimiento nacional por los cambios fundamentales. El único Acuerdo que como revolucionarios podemos aspirar a firmar en ella, es aquel que cuente con el respaldo de ese gran movimiento popular que a su vez impida desmontarla. En los demás casos podríamos estar lindando con realidades insoportables. Un asunto para sopesar seriamente”.
Del dilema mediático al dilema real, por Timoleón Jimenez
El domingo 15 de junio tendrá lugar la segunda vuelta de las elecciones a la Presidencia de la República, la cual se definirá entre el candidato del Centro Democrático, Oscar Iván Zuluaga y el candidato de la Unidad Nacional, el actual Presidente Juan Manuel Santos. Diversos medios y analistas coinciden en que ese día los colombianos se encargarán de elegir entre la guerra y la paz.
Tal aseveración tiene origen en gran medida en las palabras pronunciadas por el Presidente Santos ante sus seguidores, una vez tuvo conocimiento de los resultados desfavorables para él en la primera ronda. Con tono enérgico, anunció que la campaña que se iniciaba a partir de ese momento tendría lugar entre quienes se empeñaban en continuar la guerra y los que le apostaban a la paz. Comentaristas y medios de prensa han comenzado desde entonces la difusión de la matriz mediática según la cual lo que se habrá de definir en las urnas es ni más ni menos que la continuidad del proceso de diálogos que se cumple actualmente en La Habana.
De allí se derivaría que la justa electoral a celebrarse el 15 de junio ha adquirido el carácter de un plebiscito que habrá de definir si la mayoría de los colombianos se inclina por la continuación del conflicto armado, en este caso representado por el candidato Zuluaga, o por su finalización próxima, por cuenta de la reelección de Santos. Creemos conveniente advertir que tal disyuntiva no se corresponde con la verdad. El mentado plebiscito no es más que una farsa, un escenario mediático que pretende trasladar a la inmensa mayoría de colombianos, la responsabilidad por una guerra de la que los únicos responsables son las dos facciones políticas oligárquicas y violentas que se disputan hoy el control del Estado en Colombia.
Basta con recordar que el Presidente Santos fungió como ministro estrella del segundo gobierno de Álvaro Uribe Vélez, que fue él quien anunció con júbilo al país el ataque del 8 de marzo de 2008 en Sucumbíos, que no puede evadir su responsabilidad en las repudiables crímenes denominados falsos positivos, que fue él quien al tiempo de comunicar la muerte del Comandante Jorge Briceño, conminó furioso a la rendición y entrega de las FARC, so pena de ir a por ellas, que fue él quien ordenó el asesinato del Comandante Alfonso Cano mientras intercambiaban mensajes en torno a un posible proceso de conversaciones, y quien incluso reconoció haber llorado de felicidad al conocer la noticia. Mal puede presentarse como el hombre de la paz.
Incluso podríamos ir más lejos. Su actual jefe de campaña, César Gaviria Trujillo, el Presidente que rindió el país a las políticas neoliberales impuestas por las entidades multilaterales de crédito, el mismo que puso fin al proceso de Casa Verde con su aleve ataque, el mismo personaje que echó a pique las conversaciones de paz de Tlaxcala con el conjunto de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, el mandatario que decretó la guerra integral con la que en año y medio pensaba poner fin a la existencia de las guerrillas en Colombia, tuvo a bien designar a Juan Manuel Santos como su ministro de comercio exterior, para que fuera él quien comenzara a concretar e implementar la llamada apertura económica que entregó al capital foráneo gran parte del patrimonio nacional y arrebató a los trabajadores sus conquistas de casi un siglo de luchas.
Recordamos también a Juan Manuel Santos como ministro de hacienda del gobierno de Andrés Pastrana, anunciando al pueblo colombiano un largo período de sudor y lágrimas, al tiempo que destinaba miles de millones de pesos del erario público para la salvación del sector financiero sumido en la crisis por su propia corrupción. No es de ahora que el país conoce a Juan Manuel Santos como agente del capital trasnacional e importante funcionario de gobiernos guerreristas. Ha jugado destacado papel en todas las últimas administraciones públicas de carácter nacional, y bien sea con los conservadores, los liberales o los uribistas, siempre ha disfrutado de las mieles del poder, servido a los intereses de las clases más pudientes, y despreciado y reprimido a los sectores populares afectados por esas políticas.
Las contradicciones de Juan Manuel Santos y el ex Presidente Uribe no son de la hondura que se muestran. Los dos guardan identidad y fidelidad absoluta con el neoliberalismo económico y la doctrina de guerra dominante, inclinan la cerviz y sirven con igual devoción a los intereses económicos y políticos de Norteamérica, experimentan igual repugnancia hacia los procesos democratizadores y renovadores que se cumplen en varios países suramericanos, y sobre todo confieren el mismo tratamiento violento a las aspiraciones de las grandes mayorías marginadas del país. Los dos representan poderosos sectores del capital y la tierra.
Los diferencia el enfoque con el que asumen la realidad del conflicto interno colombiano, pues mientras el primero de ellos, magistralmente interpretado hoy por su candidato Oscar Iván Zuluaga, se inclina decididamente por la intolerancia absoluta y la solución exclusiva por la fuerza, el segundo apuesta en primer término a conseguir la rendición de la insurgencia en la Mesa de La Habana, reservándose paralelamente el derecho a aplastarla por la fuerza. Las posiciones del uribismo, radicalmente sectarias en la defensa de los sectores económicos y políticos relacionados con el paramilitarismo, así como en la intangibilidad de los sectores militaristas más crudamente comprometidos con la violación de los derechos humanos, lo han conducido a enfrascarse en una aguda riña con el gobierno de Juan Manuel Santos, el que por lo mismo ha debido enfrentar las presiones del gremio ganadero y los empresarios agroindustriales beneficiarios de la violencia.
Que a Oscar Iván Zuluaga le importe un pito aparecer como el abanderado de la guerra, no hace de Juan Manuel Santos un hombre de paz. Al igual que su rival en la contienda electoral, Santos menosprecia cualquier reforma de amplio contenido democrático, o que implique el menor cambio en la inequitativa distribución de la tierra y la riqueza en el país. En su reciente campaña se preocupó por tranquilizar a los sectores pudientes, aclarándoles que ninguno de sus privilegios o intereses estaba en riesgo en la Mesa de La Habana, con el mismo énfasis con el que procuró convencer a las fuerzas armadas y sectores militaristas de que ni un solo peso del presupuesto militar, del gasto de guerra, de las adquisiciones planeadas o compromisos adquiridos, ni siquiera el pie de fuerza o los planes por incrementarlo sufrirían la menor alteración en la firma final de un acuerdo con las FARC en La Habana. Es claro que la paz, para los sectores que representa, implica necesariamente que todo siga igual. Que no se toquen para nada las causas que han originado la confrontación del último medio siglo en Colombia.
Mientras que el Presidente Santos recorría el país tranquilizando a los dueños de la fortuna y a las castas beneficiarias de la guerra, no escuchamos una sola palabra de sus labios que significara algún estímulo esperanzador o que tuviera la aptitud de inspirar confianza en los sectores populares afectados por las políticas de su gobierno. Si estuvo en Buenaventura fue para dar paso a sus consabidos anuncios de más pie de fuerza que garantice de modo absoluto las operaciones del lucrativo sector portuario ligado al gran comercio exterior. Nada para las negritudes miserables o los pescadores asediados por la violencia atroz que los desplaza de las áreas de la ciudad en donde se proyecta la ampliación de las actividades exportadoras. Con idéntica posición en el resto del país, resultaba lógico que la votación a su favor resultara seriamente lesionada.
No se puede decir que ganó Oscar Iván Zuluaga. Simplemente, como beneficiario de la máquina de terror de uribismo, de la descomposición moral de sus huestes políticas y de toda la podredumbre alimentada por los ocho años continuos de gobierno de su mentor, ocupó el primer lugar en las votaciones, como consecuencia del extraordinario desprestigio del gobierno de Juan Manuel Santos, a quien poco le abonaron el clientelismo, la mermelada y la corruptela propia del régimen político colombiano. El elevado índice de la abstención, al que cuando menos cabe sumar también el voto en blanco, pone de presente la ilegitimidad, el descreimiento y la falta de apoyo real por parte del pueblo colombiano a todos los candidatos del oficialismo.
En esas condiciones, hay que decirlo, cabe destacar y valorar la votación obtenida por la izquierda representada en la alianza entre el Polo Democrático y la Unión Patriótica. No cabe duda que las dos mujeres que postularon su nombre a la Presidencia y la Vicepresidencia arrastraron tras de sí, en medio de la putrefacción del régimen electoral y del debate político, una poderosa corriente de opinión independiente, consciente, limpia y libre. Nadie que haya elegido votar por esa opción lo hizo movido por la ambición personal o la esperanza de prebendas. En un país insuflado todos los días por el odio y la polarización promovidos por la ultraderecha, adquiere un enorme valor el posicionamiento de esa reserva moral y política de corte auténticamente popular. Pueda ser que su pulcritud moral se mantenga indemne ante los cantos de sirena de César Gaviria.
Marta Lucía Ramírez, candidata oficial del partido conservador, pone abiertamente en evidencia el carácter oportunista y negociante de su color político. Su apoyo puede irse hacia cualquiera de los dos candidatos finalistas, lo cual dependerá tan solo de las garantías y prebendas económicas y políticas que pueda ofrecerle cada uno. Es la vieja táctica de su partido, corrupto y ajeno a cualquier principio, gracias a la cual ha pelechado en todos los últimos gobiernos. Su virtud se halla en venta al mejor postor, y eso basta para hacerla aún peor que cualquiera de ellos. De Peñalosa ni siquiera vale la pena hablar, el archipiélago que lo rodeó ya comenzó su desbandada.
Así que los colombianos, sí, nos hallamos ante un verdadero dilema. Pero no el de elegir entre la guerra representada por Oscar Iván Zuluaga y la paz encarnada por Juan Manuel Santos. Es claro que cualquiera de ellos dos significará la guerra. Con Zuluaga es evidente el asunto. Para juzgar a Santos basta con observar su insistencia en que no pactará ningún cese el fuego pese a la existencia de los diálogos en La Habana y a sus avances, su orden permanente de arreciar la confrontación y los ataques hasta conseguir la firma de la paz en la Mesa, se repetida negación a pactar cualquier reforma económica, política, militar o social de consideración, su cantinela incesante de que nada está acordado hasta que todo esté acordado, sus mensajes tranquilizadores a los poderes establecidos. La verdadera encrucijada tiene una naturaleza distinta. Se trata de elegir entre la continuidad inamovible de las políticas de despojo y violencia que representan los dos candidatos, y la posibilidad de imprimir cambios urgentes y profundos en la institucionalidad y la sociedad colombianas. Para lo primero basta con votar por cualquiera de las candidaturas en consideración, mientras que para lo segundo la gama de opciones es más amplia.
La primera de ellas sería la espontánea y masiva votación en blanco, capaz de deslegitimar, incluso jurídicamente, las dos opciones militaristas y neoliberales. No hay duda de que una sorprendente votación que superara los sufragios de ambas candidaturas sería capaz de generar un terremoto político en el país. En contra de ella jugarían el corto plazo para promoverla, al igual que el carácter amorfo, desorganizado, espontáneo y difuso de su promoción, que tendría la dificultad de expresarse, conseguida la victoria, en una opción política mediamente definida y unitaria. Aunque precisamente la tarea en ese caso consistiría en trabajarla.
En segundo lugar podría considerarse una urgente reagrupación de todos los sectores inconformes y de oposición, a la que se uniera de manera decidida el conjunto de los movimientos sociales enfrentado al gobierno de Santos, en una poderosa coalición con la izquierda política tan bien posicionada en la reciente primera vuelta, con el apoyo político de la insurgencia en su conjunto, alrededor de consignas sencillas como la solución política al conflicto interno, el cese el fuego, la asamblea nacional constituyente, el contundente rechazo a todas las formas de politiquería tradicional y reformas urgentes de carácter social, con el propósito de enfrentar, de manera decidida, una fuerza sólida de masas al nuevo gobierno que se posesione el 7 de agosto.
No cabe duda de que ese gobierno, cualquiera que sea, por encima de su cobertura institucional o legal, asumirá el poder en condiciones de debilidad política, con serias contradicciones con el grupo del candidato perdedor. Una fuerte agitación social y política podría producir consecuencias inesperadas, que si no fueran suficientes para derrocarlo, sí podrían contar con condiciones favorables para el crecimiento de un verdadero movimiento alternativo capaz, en corto o mediano plazo de precipitar, de un modo u otro, cambios fundamentales en la vida nacional, incluida la paz.
Una fórmula a considerar sería, conformada esa coalición, pactar con uno de los candidatos, de manera seria, un programa progresista de cambios. Si bien la idea podría sonar atractiva, parece nacer más del deseo que de posibilidades reales. Por los plazos, el carácter precipitado de la coalición y del pacto mismo que diera lugar a la alianza, además de la fiabilidad y credibilidad que pudiera entrañar aliarse con enemigos declarados del pueblo colombiano.
¿Y de la Mesa qué? En lo fundamental habría que considerar que ella tiene toda su importancia en la medida en que posibilite, viabilice o catalice un gran movimiento nacional por los cambios fundamentales. El único Acuerdo que como revolucionarios podemos aspirar a firmar en ella, es aquel que cuente con el respaldo de ese gran movimiento popular que a su vez impida desmontarla. En los demás casos podríamos estar lindando con realidades insoportables. Un asunto para sopesar seriamente.
Intenso día de adhesiones y propuestas de candidatos presidenciales
Zuluaga niega que haya hablado de una constituyente
El candidato presidencial del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga, negó el miércoles que en la agenda de su campaña haya una constituyente con las Farc, como lo advirtió el presidente del Congreso, Juan Fernando Cristo.
El congresista liberal se manifestó sobre las supuestas gestiones que estaría haciendo el exministro Álvaro Leyva en Cuba, con las Farc, y que buscarían acercar al uribismo con esa guerrilla.
“Lo que dice la información es que el doctor Leyva está de vocero de la campaña de Óscar Iván Zuluaga ofreciendo una constituyente a las Farc. Es muy importante que Óscar Iván Zuluaga le diga al país si le está mandando a ofrecer a las Farc eso a La Habana; si ahora, después de dos años de proceso, le está gustando la negociación y le está pareciendo cederles a las Farc una constituyente”, afirmó Cristo.
Sobre el tema, Zuluaga dijo que “nunca” ha hablado de una constituyente y que su propuesta de paz se fundamenta en una negociación con las Farc pero con condiciones.
“Ese tema no está en la agenda nuestra y la única propuesta del Centro Democrático es la que como candidato de ese movimiento le he planteado al país”, afirmó el candidato.
En relación con la captura de Daniel Agustín Bajaña Barragán,señalado de haber trabajado con el hacker Andrés Sepúlveda para la campaña uribista, Zuluaga negó tener “vínculos” con él, y reiteró que dejará que “las investigaciones continúen por parte de la Fiscalía”.
El candidato participó el miércoles en el Congreso Nacional de Fedepalma, en Cali, en medio del cual dijo que, si es elegido presidente, aspira a generar un crecimiento económico del 6 por ciento.
El candidato uribista manifestó que para ello avanzará en la creación de políticas públicas “para que Colombia sea competitiva y rentable y atraiga más inversión”.
“La inversión y el empleo no se generan por decreto, sino con políticas claras y con un modelo distinto de educación pública”, agregó.
Dentro de las adhesiones que ha recibido su campaña está la de un grupo de líderes de Bolívar, la cual recibió el candidato vicepresidencial, Carlos Holmes Trujillo.
Según informó la campaña, el acto de respaldo estuvo encabezado por Fernando Nicolás Araújo, senador electo del Centro Democrático, y por Nadia Blel, hija del excongresista Vicente Blel, y quien todavía no tiene asegurada su curul en el Senado que se eligió el pasado 9 de marzo.
Santos se quedó con la izquierda y recibió el respaldo de Betancur
Dos de los personajes que más han defendido la vía del diálogo para la terminación del conflicto armado se unieron ayer, oficialmente, a la campaña de reelección del presidente, Juan Manuel Santos, y anunciaron que votarán por él en la segunda vuelta del 15 de junio. Se trata de la excandidata presidencial yjefa del Polo, Clara López, y del expresidente conservadorBelisario Betancur, quienes coincidieron en que los diálogos de La Habana deben defenderse y que, para garantizar su continuidad, es necesario respaldar un segundo mandato de Santos.
Este apoyo es significativo porque ambos gozan de peso y reconocimiento significativos en la política, y al provenir de partidos ideológicamente distantes envían un mensaje de unidad en torno a la paz del país.
“Vamos a salir a hacer campaña por una Colombia en paz, no nos vamos a quedar en las constancias históricas. Vamos a salir a buscar el apoyo de los ciudadanos por lo que es nuestra más profunda convicción y es que el país necesita la paz”, aseguró López, quien en la primera vuelta logró 1’958.414 votos.
La llegada oficial de la principal dirigente de la izquierda también le permite a Santos fortalecer su nombre entre el voto de opinión e independiente, lo que puede jugar a su favor en Bogotá, ciudad en la que López tiene influencia y reconocimiento. De hecho, hoy en la mañana estarán Santos y López en un evento público, en la localidad de Bosa, para impulsar los diálogos de La Habana.
La llegada de Betancur a la campaña reeleccionista también es significativa, pues durante su mandato (1982-1986) impulsó el fin del conflicto con todos los grupos alzados en armas de izquierda y es reconocido como uno de los abanderados de la paz.
“La manera como está conduciendo las negociaciones es acertada, y por esa paz que usted está comandando yo me apunto al proceso y lo apoyo rotundamente también en su propia candidatura”, le dijo Betancur a Santos en una reunión que tuvieron ayer, en Bogotá.
Santos ya tiene el apoyo de tres expresidentes: César Gaviria y Ernesto Samper (liberales) y Belisario Betancur (conservador). Y Óscar Iván Zuluaga, candidato uribista, el de dos: Álvaro Uribe (Centro Democrático) y Andrés Pastrana (conservador).
De otro lado, Santos dijo que, de ganar la reelección y culminar exitosamente el proceso de paz, impulsará la eliminación del servicio militar obligatorio, como medida para consolidar el posconflicto.