LA RENOVACIÓN FALAZ DE LA DERECHA
Si a un periodista extranjero le hubiese tocado hacer un análisis sobre los resultados de las elecciones internas en Uruguay, no tengo la menor duda que, por lo menos, le llamaría la atención lo falaz de nuestra derecha vernácula.
No porque el resultado eleccionario haya sido una novedad. De hecho, de los triunfadores en los partidos tradicionales, uno es el hijo del antiguo diputado, actual senador herrerista y ex presidente de la República por el Partido Nacional, Luis Lacalle de Herrera, y el otro, el hijo de un dirigente ruralista, también ex mandatario por el Partido Colorado, luego devenido en dictador, Juan María Bordaberry.
Hasta aquí sería algo poco novedoso, incluso se podría afirmar como “natural”, sobre todo en un país donde la historia política de los partidos tradicionales nos ha enseñado que muchas veces el peso del caudillo, el apellido, la tradición y los sentimientos en política pesan mucho más que las virtudes, el talento y las propuestas.
Lo que sin duda le llamaría poderosamente la atención a este periodista es que tanto Bordaberry como Lacalle Pou, herederos políticos del legado histórico de sus respectivas familias, no solo biológicas sino también ideológicas, han realizado los más importantes esfuerzos para tratar de presentarse ante los uruguayos como candidatos supuestamente “renovadores” del sistema político o, lo que es más absurdo y ridículo, intentar travestir y adueñarse de la idea que representan un cambio.
Esto no es novedoso. La derecha ya lo ha practicado en otros países de Latinoamérica con diferentes resultados: Sebastián Piñera en Chile, Enrique Peña Nieto en México, Enrique Capriles en Venezuela, Mauricio Macri o Sergio Massa en Argentina, para citar un caso más cercano.
Los que dicen ser la renovación, en los sectores blancos y colorados, solo son la reproducción del statu quo de esos partidos. Ambos candidatos presidenciales han querido demostrar que ellos implican renovar el sistema político uruguayo. Mostrando jóvenes y positivos. Apelando al marketing político, sin mostrar sus ideas. Lejos de renovar, Lacalle y Bordaberry en sus “programas” muestran su visión neoliberal de la economía: menos Estado, menos gasto social, con todos los males que ya sabemos traen para la sociedad.
Fórmulas aplicadas desde la dictadura hasta el 2004, estas políticas son las que llevaron al Uruguay a la ruina y son las que viene revirtiendo el Frente Amplio y el pueblo uruguayo en estos nueve años, incluyendo a los expulsados por los partidos tradicionales de la sociedad uruguaya.
Las campañas de marketing y los medios parecen haber desplazado a las ideas y los conceptos. Los discursos de los neoconservadores hablan del fin de los conceptos de izquierda y derecha.
Tratando de eliminar el peso de su historia sobre sus sacos, y lo que es peor buscando ocultar las diferencias conceptuales, humanas y programáticas entre ambas concepciones ideológicas.
Al desaparecer estos conceptos, buscan negar u ocultar su visión de un Uruguay neoliberal, que defienda a los empresarios y a unos pocos oligarcas, que solo buscan acumular más poder y dinero, a costa de la exclusión social y marginación. La búsqueda de un Estado ausente, como fórmula secreta para el pleno goce de sus “libertades”.
Qué sería de Uruguay si Ancap y Antel se hubiesen privatizado. Estas empresas son gran parte del motor de desarrollo del país y existen gracias a que el FA y las organizaciones sociales, desde una visión de izquierda, las defendieron y no permitieron su venta.
Ni son renovadores, ni son desconocidos para nosotros. De hecho son la derecha, y no exclusivamente de la sociedad, sino en sus propios partidos. Ambos candidatos en sus campañas apelan a que son la renovación, pero su trayectoria política es de larga data, e incluso formaron parte del gobierno de coalición en el gobierno de Jorge Batlle.
Otra característica que resaltan las campañas de estos “productos” es que son positivos, pero ¿qué tiene de positivo tratar a un joven de 16 años como un adulto y encarcelarlo, condenándolo a que lo único que aprenda sea a ser mejor criminal? ¿Qué tiene de positivo, dejar de investigar y excavar en batallones, para saber realmente que pasó con los desaparecidos?
Esta derecha es falaz en su nueva estrategia electoral porque su discurso está peleado indefectiblemente con su accionar histórico y necesitan gastar millones de dólares en poder aparentar lo que no son y nunca serán.
Es este el marketing político utilizado por los partidos tradicionales para poder vender sueños de consumo. En esta oportunidad lo que intentan hacer es vestir a lobos de corderos y todos sabemos qué pasa cuando un lobo entra disfrazado de cordero a un rebaño.
Publicado en La Republica