26 may 2025

CAPITALISMO MUTANTE

Entrevista a Steven Forti, historiador y analista político italiano
“Vivimos la primera gran ola desdemocratizadora en un siglo”


Por Bárbara Schijman

26 de mayo de 2025



. Imagen: Sandra Cartasso


Las razones del auge de las extremas derechas en el mundo y las estrechas relaciones entre ellas. La crisis de las democracias liberales y los desafíos para los partidos de izquierda. El espacio digital y la ley del más fuerte. “La ultraderecha ya no es una novedad ni una anomalía. En las últimas cuatro décadas ha alcanzado gobiernos y representación parlamentaria, ha cosechado votos y despertado adhesiones fervorosas, ha corrido los límites de lo decible y promovido el odio y, en fin, ha logrado normalizar sus ideas y corroer la democracia desde dentro”, sostiene Steven Forti en Extrema derecha 2.0. Cómo combatir la normalización global de las ideas ultraderechistas (Siglo XXI, 2025).

Doctor en Historia Comparada, Política y Social por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), profesor titular en el Departamento de Historia Moderna y Contemporánea y miembro del Centro de Estudios sobre Dictaduras y Democracias (Cedid-UAB), Forti es especialista en historia de los fascismos, los nacionalismos y las extremas derechas. Es autor, entre otros libros, de Democracias en extinción. El espectro de las autocracias electorales (2024); Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla (2021); y El peso de la nación (2014).




En diálogo con Página/12, el historiador italiano asegura que “vivimos la primera gran ola desdemocratizadora en un siglo y, como dato importante, es la primera después de la Segunda Guerra Mundial. Es decir, es el primer gran retroceso que, además, se está manteniendo desde hace unos 15 años. Esto se relaciona con el auge de las extremas derechas a nivel mundial”.

En el marco de su visita al país para presentar Extrema derecha 2.0. Cómo combatir la normalización global de las ideas ultraderechistas en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el investigador se refiere además a las diferencias entre la extrema derecha y los fascismos del siglo pasado; el aumento de las desigualdades como una de las causas del deterioro de las democracias; la crisis de los sistemas de partidos; y los desafíos que enfrenta la izquierda en estos tiempos; entre otras cuestiones.


--En el libro define a las nuevas extremas derechas como 2.0. ¿Cómo son estas extremas derechas y cuáles son las principales diferencias con aquellas del pasado?

--La definición de extrema derecha 2.0 es un poco una provocación y tiene cierto punto de ironía. La propuesta se relaciona con el interminable debate respecto de si nos encontramos otra vez delante del fascismo. Justamente el 2.0 quiere remarcar, por un lado, que hay diferencias con respecto a los fascismos del siglo pasado. Y que ha habido una renovación de las extremas derechas en el último medio siglo. La extrema derecha se ha renovado y rearmado ideológicamente intentando presentarse como algo nuevo y no tan extremista. Y hasta cierto punto, esto también es una de las razones de su éxito. Por otro lado, el 2.0 quiere remarcar también la importancia de Internet y las redes sociales que han permitido la viralización de las ideas de extrema derecha y, por consiguiente, su normalización.


--¿A qué se refiere con “no tan extremista"?

--Extremista si pensamos en el extremismo del siglo XX, al fascismo, a las ideologías más radicales. Sobre el interminable debate relacionado con el fascismo, no cabe duda de que --según el país del que se trate-- hay elementos de continuidad entre los fascismos del siglo pasado y las nuevas extremas derechas. En algunos países pueden ser más marcados, en otros menos, pero no podemos simplificar y cortar con el machete llamando fascismo lo de hoy en día. Como remarcó el historiador británico Roger Griffin, después de 1945 el fascismo ha vivido, paulatinamente, un proceso de inflación semántica. Es decir, todo lo que es de derechas, sea del tipo que sea, ha sido tildado de fascista en algún momento. El fascismo no solo fue una ideología de derechas nacionalista, securitaria, diríamos hoy en día, que defendía una serie de valores conservadores sobre cómo organizar la sociedad, sino que tuvo una serie de elementos y características que hoy en día no vemos en las extremas derechas.


--¿Cuáles, por ejemplo?

--Son características nucleares en la ideología y la cultura política del fascismo. Por un lado, la utilización de la violencia no solo como una herramienta legítima y una forma de organizar en época de políticas de masas, el partido. Es decir, los partidos fascistas eran partidos milicia, con fuerzas paramilitares; eso no era un elemento secundario en la organización de los fascismos sino una herramienta crucial para limpiar la sociedad de las que se consideraban amenazas para la supervivencia de la nación. Y aquí entra la otra característica clave, que es que el fascismo se presentó como una revolución palingenésica.

--¿En qué sentido?


--Se proponía cambiar las sociedades de abajo hacia arriba, construir sociedades nuevas y crear hombres y mujeres nuevos. Era una ideología que miraba hacia el futuro, mientras que las extremas derechas de hoy en día, esencialmente, miran hacia el pasado. Otro elemento clave para entender la diferencia entre el fascismo y las nuevas extremas derechas es que el fascismo se proponía explícitamente construir un régimen de tipo totalitario, de partido único. Y esto también se conecta con esa voluntad de cambiar radicalmente la sociedad. Hoy en día las extremas derechas --que no son democráticas en absoluto y tienen rasgos autoritarios-- no quieren construir un régimen de tipo totalitario.

--En Extrema derecha 2.0 sostiene que vivimos una gran ola desdemocratizadora y señala que hay un 71% de la población mundial que vive bajo dictaduras o autocracias. ¿Cree que este número irá en aumento?


--Aquí la reflexión es doble. Por un lado, constatar unos hechos, que es que desde 2009 las democracias son cada vez menos en el mundo y cada vez menos personas viven en democracias. Se ha pasado de alrededor de un 50% a menos de un 30% de población que vive en regímenes democráticos. Vivimos la primera gran ola desdemocratizadora en un siglo y, como dato importante, es la primera después de la Segunda Guerra Mundial. Es decir, es el primer gran retroceso que, además, se está manteniendo desde hace unos 15 años. Esto se relaciona con el auge de las extremas derechas a nivel mundial: Hungría 2010, El Salvador 2019, Israel en todos estos últimos años, Estados Unidos y Argentina en la actualidad, la India, es decir, regímenes autocráticos o a punto de autocratizarse. Que existe esta tendencia es indudable, que la extrema derecha esté en auge es indudable, que además lo que estamos viendo con Trump en Estados Unidos significa un empujón a procesos de este tipo en otros lugares, lo mismo.


--¿Qué explica, desde su análisis, el auge de las extremas derechas en el mundo?

--La extrema derecha ha conseguido entender dónde existen debilidades en los sistemas actuales y cómo conquistar el corazón y la mente de una parte importante del electorado. Ahora bien, eso no sería posible si no existiesen problemas estructurales en nuestras democracias para darle la posibilidad de que su discurso, su retórica, pueda tener éxito. Cada país evidentemente tiene sus peculiaridades. Creo que hay distintas cuestiones que explican el avance electoral de las extremas derechas. Una de estas cuestiones atañe al aumento de las desigualdades y este es un impacto a largo plazo del modelo económico neoliberal hegemónico, en buena medida a partir de los años ‘80 en el mundo. Entonces, si la democracia no me puede garantizar que viviré mejor en el futuro, ¿por qué debería seguir confiando en ella? Aparecen el resentimiento y la insatisfacción. Ese es un elemento importante, que se conecta también con lo que en inglés se llama cultural backlash, es decir, reacción cultural.


--¿Reacciones frente a qué, puntualmente?

--Nuestras sociedades han vivido cambios importantes en Occidente en las últimas décadas. Por un lado, más en Europa y Estados Unidos o en algunos países latinoamericanos, un aumento de la inmigración y toda una serie de derechos que están cambiando nuestras sociedades, desde el divorcio, el aborto, los derechos LGTBI, a las cuestiones de la igualdad de género, etc. Esto, evidentemente, provoca recelos y rechazos en sectores de la población, entre otras cosas, porque tienen miedo a perder sus privilegios. La extrema derecha ha entendido que ahí hay algo que se puede capitalizar y entonces intenta surfear este resentimiento y estas inseguridades frente a los cambios que estamos viviendo --no solo en temas culturales--, y capitalizarlo electoralmente. Y luego hay un elemento que también se conecta con el aumento de las desigualdades: la crisis de las democracias liberales, entendida asimismo como una crisis de funcionamiento institucional y de representatividad política.


--¿Por la insatisfacción y la desconfianza a las que aludió previamente?

--La desconfianza entre la ciudadanía y las instituciones sigue en aumento desde hace años y se ha asentado ya en la gran mayoría de los países a niveles altísimos. Es decir, si hay desconfianza generalizada entre la población y las instituciones democráticas principales de un sistema político, esto a largo plazo no puede aguantar. Estamos hablando de niveles que son superiores al 70% en todo el mundo occidental; y que a veces incluso llegan al 90%.

--¿Qué factores pueden explicar semejante nivel de escepticismo o recelo hacia las instituciones democráticas?


--La debilidad de los cuerpos intermedios es un elemento importante. Partidos, sindicatos, asociaciones de la sociedad civil son muchos más débiles que antes, están menos arraigados en el territorio y tienen menos vida interna, política, de debate, de participación. Una democracia liberal puede funcionar bien solo si hay cuerpos intermedios fuertes. Conectado con el neoliberalismo pero también con las nuevas tecnologías, es que estamos en sociedades cada vez más deshilachadas y atomizadas. Las nuevas tecnologías han impulsado y acelerado mucho esto, pero a fin de cuentas viene del impacto del modelo neoliberal basado en el individualismo, en la competitividad, en el ataque a los cuerpos intermedios. A todos estos elementos --las desigualdades, los cambios culturales y las reacciones que provocan, los problemas disfuncionales del sistema democrático y de las instituciones democráticas--, añadiría uno más, que es la dificultad que tienen las democracias para adaptarse a un tiempo donde todo es muy rápido.


--¿En qué momento histórico sitúa el comienzo de esta ola desdemocratizadora que describió hace un instante?

--Estamos hablando de un proceso que es paulatino -y que miro con ojos europeos. Si queremos establecer algunas fechas para entender qué permite que este proceso se asiente y acelere, diría tres o cuatro. La primera es el 79/80, que es la victoria de Thatcher y Reagan. No es que los neoliberales fuesen de extrema derecha, pero el neoliberalismo labró el terreno a una mentalidad favorable a ideas ultraderechistas. La segunda, desde luego el 2001, momento clave en el mundo occidental porque es el inicio de la llamada guerra al terrorismo tras el atentado a las Torres Gemelas, que marca una ruptura del orden internacional por parte de Estados Unidos. Luego, 2008, la crisis económica, y lo que conllevó. Todo esto terminaría con una fecha, 2016, el Brexit y la victoria de Trump, evidentemente una consecuencia de todo lo que estamos diciendo, con un impacto internacional brutal para empujar y acelerar extremas derechas en otras partes del mundo.


--Se refiere a las extremas derechas como una gran familia a nivel global. ¿Por qué?

--Porque se sienten parte de una misma lucha, es decir, sienten que están en el mismo lado de la barricada, aunque luego puedan tener fricciones o diferencias entre ellas. Son una misma familia global porque se conocen, han entablado estrechas relaciones y hay una tupida red de organizaciones, institutos, fundaciones, think tanks, que vienen trabajando desde hace tiempo para crear estos vínculos y elaborar una agenda común. Hay una serie de think tanks y fundaciones creadas por parte de estos mismos partidos, pero luego hay una serie de redes preexistentes que se han radicalizado y que han ayudado notablemente a impulsar estas ideas. Son las redes del rearme ideológico del neoliberalismo que surgieron en los años ‘70 y ‘80 sobre todo en el mundo anglosajón. Estas redes colaboran. Hay mucha porosidad entre ellas y han visto los últimos años en la extrema derecha unos actores necesarios para difundir su agenda.


--Apoyadas además en las nuevas tecnologías.

--Sí, las nuevas tecnologías, las redes sociales, han ayudado muchísimo a la extrema derecha. El espacio digital influye muchísimo en cómo funcionan nuestras democracias y sistemas políticos. En el espacio digital hoy rige la ley de la jungla, la ley del más fuerte; no hay ningún tipo de control. Tenemos que ir hacia una democratización del espacio digital.

--¿Qué características tiene el nuevo compromiso autoritario que señala en su último libro?

--Esta es una cuestión fundamental que tiene que ver con el regreso de Trump a la Casa Blanca. En primer lugar, Trump ha puesto fin al orden liberal internacional creado después de la Segunda Guerra Mundial. Cualquier resquicio de solución diplomática de los conflictos está desapareciendo. Por otro lado, uno de los elementos de este posible nuevo compromiso autoritario tiene que ver con el hecho de que, tras la crisis de 2008, dábamos por descontado que el neoliberalismo estaba en crisis y que, incluso, parecía muerto. Sin embargo, nos hemos dado cuenta de que, en realidad, se estaba rearmando ideológicamente y transformando en una versión mucho más radical, que es la que nos están mostrando los Elon Musk, los Peter Thiel, la PayPal Mafia de Silicon Valley. Este neoliberalismo 4.0 se vincula con este nuevo posible compromiso autoritario. Aunque no creo que las extremas derechas de hoy sean el fascismo de hace un siglo, sí podemos hacer un paralelismo con los años de entreguerras al respecto: entonces se dio un compromiso autoritario entre los partidos y movimientos fascistas y las élites tradicionales. Hoy en día, estamos viendo el intento de forjar un nuevo tipo de compromiso autoritario entre las nuevas extremas derechas y una parte de las élites políticas y económicas.


--¿Qué líderes mundiales dan cuenta de esto, por ejemplo?

--En cuanto a las élites políticas, hay una colaboración cada vez más frecuente entre la derecha tradicional y los ultras: Bullrich gobierna con Milei; Forza Italia con Meloni; el Partido Popular acuerda con Abascal en España. En cuanto a las élites económicas, Elon Musk participa de un plan explícito de destrucción de la democracia y cita a blogueros como Curtis Yarvin, tan alabado por el vicepresidente de Estados Unidos JD Vance y financiado por Peter Thiel, que sostiene que la democracia es un sistema fracasado y lo que tenemos que hacer es construir una especie de monarquía absoluta donde el rey es el CEO de una empresa.

--En este contexto, ¿cuáles son los desafíos para la izquierda?




--Si quiere movilizar a la gente, la izquierda tiene que volver a dar la batalla cultural. En los últimos años, quien ha dado la batalla cultural ha sido la extrema derecha a nivel mundial. Conectado con esto, tiene que saber recuperar las palabras que la extrema derecha le ha sustraído. “Libertad” no es un concepto de derecha. Hoy en día lamentablemente se ve así, pero la libertad debe ir de la mano de la igualdad. Siempre ha sido así en la historia, excepto en los últimos años. Debe recuperar también el término “luchar”. Aquí hago referencia a lo que dijo Trump tras el atentado: “Fight, fight, fight!”. La lucha no ha sido nunca de los Elon Musk de la historia, de los poderosos o dueños de grandes corporaciones. La historia se ha cambiado para bien a largo plazo con una serie de conquistas y de mejoras de condiciones de la vida, en derechos, etc., porque la gente ha luchado. Por último, la izquierda debe volver a hablar del futuro. Un futuro que debe ser un horizonte de esperanza para todos y todas.