2 nov 2025

LA ROSCA VA POR TODO

ARGENTINA
La fiesta del Círculo Rojo y el país que se viene tras las elecciones. Milei, Rocca, el Morgan y un neo plan Bunge y Born

Por Leandro Renou
2 de noviembre de 2025


Rocca, Milei y Jamie Dimon, el jefe del JP Morgan. Imagen: Archivo


Con Techint a la cabeza celebrando la alianza anti China y el banco más grande de Estados Unidos manejando el plan financiero, el establishment siente su poder revalidado. La reforma laboral en recesión y una guerra geopolítica subterránea.

En 1988, a través de intermediarios de las partes que charlaron en un Coloquio de IDEA realizado en Bariloche, un Carlos Menem candidato cerró un acuerdo para que el holding Bunge y Born -el gigante de la época- lo sustentara política y económicamente para evitar el fracaso inicial de su gobierno, que arrancaría el año siguiente. La firma puso al ministro de Economía y a otros dirigentes, y delineó un programa económico de salvataje en un país que venía de la híper y seguía muy caliente. El plan fracasó por varias razones y el golpe letal se lo dio la Convertibilidad de Domingo Cavallo, que formateó la misma idea, pero con otros actores.

A casi 40 años del episodio, con un clima similar de crisis inminente y luego de un triunfo electoral fuerte en las últimas legislativas, el Gobierno de Javier Milei recibió un doble salvataje con tintes de aquel programa inicial: Estados Unidos se puso, vía el Tesoro y el JP Morgan (el banco estadounidense que talla en la política americana y, ahora, local), al mando del plan económico financiero, y una mega empresa local muy alineada con la administración del norte, Techint, quedó a la cabeza del aglutinamiento del establishment detrás del triunfo de La Libertad Avanza. Lo que se observa en las últimas horas en los diálogos, declaraciones públicas y posiciones políticas de los empresarios es una especie de neo plan Bunge y Born. Una fiesta para los empresarios, sintetizada en un programa que deja al Gobierno en manos de Milei y al poder en manos del poder económico. Algo a lo que hasta el propio Mauricio Macri, a su manera y más condicionado por el escenario social, se negó a hacer de manera literal; y que a Milei no le hace el menor ruido. Es la primera vez en décadas que los intereses del gobierno de turno coinciden de manera exacta con los de la burguesía local e internacional. Y también con los de buena parte de la sociedad, al menos eso se desprende del voto.

A diferencia de las lecturas más urgentes post elecciones y hasta de la razón principal del voto a favor de Milei, la configuración actual del esquema de poder avisa que la otra mitad del gobierno de LLA será la de las reformas que históricamente han pedido los ceos. Rocca, que puso funcionarios propios en todas las áreas y hasta a Julio Cordero, secretario de Trabajo y ex Techint, es el gran ganador del domingo 26 de octubre. Sentó en la mesa del Consejo de Mayo a Martín Rappallini, su delfín y titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), a definir la reforma laboral junto a los sindicatos. Admiten en su entorno que el proyecto de la diputada libertaria Romina Diez se giró “a modo de testeo de opinión pública”, para luego hacerle cambios definidos en una mesa con los popes del establishment nacional. Fue en ese contexto donde se planteó que la reforma saldrá "con los votos de los gobernadores de Provincias Unidas". Milei ya los considera, de nuevo, oficialistas.

Lo particular, aquí, es que ningún empresario más o menos serio, en privado, relaciona la reforma laboral con más contratación de personal. La trampa discursiva de Milei es hábil para confundir a una población que trabaja desde hace tiempo en malas condiciones, pero el fondo último es cederle al empresariado el libre albedrío para achicarse, que es lo que ocurre en cualquier crisis.

Rappallini, en exceso prolijo con el Presidente, hasta salió a vocear que el dólar a 1500 es un dólar de equilibrio, olvidándose de aquellas luchas propias contra la intervención del Estado sobre el tipo de cambio y, sobre todo, del daño que el dólar barato le hace a la producción nacional y el bien a la apertura importadora. Esa posición, que parece algo anecdótico, genera desde la UIA el ok para que la apertura importadora se lleve puestas a varias industrias, incluídas la textil, la de juguetes y hasta la alimenticia.

Asimismo, la excusa del sector privado para evitar la queja es que, más allá del alineamiento, "hay muchos que no se quieren pelear con Sturzenegger", que es una especie de verdugo de crecimiento económico, pero un aliado del privado que quiere despedir y ajustar. Huelen en el establishment que hay una revalidación -vía el voto popular- de las herramientas de destrucción que tiene el Gobierno, que hacen que los que antes se animaban, ahora esperen o se guarden. Lo impactante es que, mientras tanto, la actividad caen en pedazos y refleja una idea: los empresarios quieren cambio de fondo para tener potestad de achicar, despedir o manipular sin consecuencias. El resto, va y viene. En el medio, los datos: caida de 20 por ciento en producción y venta de bebidas; baja de la metalmecánica en relación al 2024, restaurantes perdiendo el 30 por ciento del cubierto interanual, el consumo en niveles por debajo de diciembre del 2023 y la construcción planchada.

Milei al Gobierno, Rocca al poder

Rocca hasta celebró en privado, según cuentan fuentes cercanas, el cierre de filas categórico de Milei con la administración Donald Trump y el JP Morgan. Paolo es un pulpo con un solo enemigo, los productores de caños de China. Es un obsesivo de la guerra con Asia. Mientras en Argentina su negocio es el petróleo y cada vez menos la industria, en el exterior le pasa lo inverso. En el año 2022, Rocca compró su segunda planta de tubos en Estados Unidos a la empresa Benteler Steel, localizada en Lousiana. Ya tenía, desde 2018, otra en Bay City, Texas. Rumania, Japón, Brasil, Italia, México y Canadá son otras locaciones de su negocio del acero. Esa distribución es central para entender por qué el dueño de Techint se juega un pleno a Milei y la alianza con Trump.

“Las elecciones han sido un punto de inflexión y cambian la percepción sobre el futuro de Argentina”, dijo esta semana, elogioso, en un acto de presentación de resultados de Ternium, una de sus empresas. Paolo llegó a la pre elección con críticas a la industria y a la crisis de Milei, pero cuentan sus laderos que ve que el apoyo del voto de la sociedad termina redundando, en realidad, en un apoyo a los pedidos de los empresarios. “Es una carambola que no llegó a darse así ni con Mauricio”, se sorprendió un hombre de negocios de la Cámara de la Construcción (CAMARCO). Es que, sin exagerar, parece haber llegado el momento soñado para los ceos, eso que no pensaron nunca ver en vida: una manifestación popular en las urnas que valida el mismo modelo de ajuste y políticas sectoriales que piden los empresarios. No interesa si esa es la razón del voto popular, porque el voto es un hecho que así interpretan los factores de poder y, con toda lógica, hasta el propio Milei.

Sobre este punto, hay dirigentes empresarios que miran más allá y afirman que, quizás, sea el momento de abordar los resultados electorales con una lógica menos racional. Un ejemplo: “yo tengo chicos jóvenes, operarios de máquinas, que siguen votando a Milei. Ven lo que pasa, ven la crisis, ven que no les alcanza, pero es un emergente que aparece aún fuerte”. Esos segmentos, cuentan, no están interesados por la sindicalización ni valoran si hay o no plan industrial. Allí hay un problema serio, que interpela, sobre todo, al peronismo: esos trabajadores trabajan en una fábrica, en su peor crisis de la historia. Y lo más serio, como plantearon en una conversación empresarios de Santa Fe y Buenos Aires, es que en los polos productivos del país se están dando despidos y cierres en un escenario de cero conflictividad laboral. Sin gente en la calle. Gente que parece huérfana de representación política y, también, gremial.

Desfilan los "Golden Boys"

Jamie Dimon, el líder del JP Morgan que hace unas semanas desembarcó con toda su artillería en Argentina para consagrar la alianza con Milei, es un habitué de la Casa Blanca. Antes de criticarlo con dureza, visitó más de 20 veces a Barack Obama, cuyo dinero estaba depositado en el Morgan. Obama, además, contrató a William Dalley, un ex JP Morgan, como su jefe de Gabinete. Antes de entrar al banco, Daley ya había sido secretario de Bill Clinton. En 2023, Daley se jubiló trabajando para el Wells Fargo, otro de los bancos gigantes.

Es habitual que, como ocurre con Trump y la cercanía de Scott Bessent, titular del Tesoro, los gigantes de Wall Street infiltren el poder político. Manejan el poder, las pérdidas y las ganancias. Acá ocurre algo similar: el JP Morgan, junto al Citibank, el banco de la crisis del 2001, el Bank Of America y el Goldman Sachs son las entidades que pondrán 20 mil millones de dólares para rescatar el plan de Milei, a cambio de cuestiones que permanecen secretas. Todos pagaron cifras millonarias en su país y otras latitudes para cerrar litigios por presuntas operaciones de lavado de activos o evasión impositiva. Goldman Sachs, de hecho, afrontó una demanda por fraude en medio de la crisis de la hipotecas del 2009, y recibió rescate de la Casa Blanca.

Los bancos estadounidenses operan como brazos extendidos de la política global de Estados Unidos. Juegan, en general, a favor de gobiernos conservadores y en contra de aquellos que se animan a discutirles poder a los privados. Un caso: en 2002, el JP Morgan operó contra la conformación del Gabinete de Lula Da Silva en Brasil casi tildándolo de comunista. Más acá en el tiempo, en octubre del 2022, ese mismo banco le bajó la calificación a Petrobrás luego de que Lula, antes de asumir, dijera que la firma era estratégica para el desarrollo nacional.

Esos actores, más el ministro Luis Caputo y su equipo de ex empleados del Morgan, son los que quedaron al frente del sostén financiero de un país que, según el propio presidente del BCRA, Santiago Bausili, no va a un modelo europeo, sino a un modelo simil Perú. Rocca fue uno de los que estuvieron en el Cóctel del JP Morgan en el teatro Colón. Otro de los que estuvo es Marcelo Mindlin, el dueño de Pampa Energía. Ambos son socios en el oleoducto que construyen Techint y Sacde. El ducto tiene más de 400 kilómetros y une Allen y Punta Colorada, en Rio Negro. Fue el JP Morgan uno de los bancos que puso buena parte de los 2000 millones de dólares para esa obra.