OTHER NEWS (Por Alexandra Sesmero Navarro – Descifrando la Guerra)
23.12.2024
Imagen: archivo/Facebook
El 5 de noviembre de 2024, Yoav Gallant era destituido como ministro de Defensa por el primer ministro Benjamin Netanyahu tras varias semanas de rumores y meses de desencuentros entre ambos. Gallant, en su discurso de despedida, aseguró que una “oscuridad moral ha caído sobre Israel”.
El 6 de agosto del mismo año, Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas, declaraba: "nadie permitirá que hagamos morir de hambre a dos millones de civiles, aunque pueda ser justificado y moral hasta que devuelvan a nuestros rehenes. [...] Pero, ¿qué podemos hacer? Vivimos hoy en una cierta realidad, necesitamos legitimidad internacional para esta guerra». Semanas antes, el 7 de junio, Israel defendía ante Naciones Unidas que "su ejército era el más moral del mundo".
El concepto de la pureza de las armas
Estos son solo algunos ejemplos recientes de cómo las acciones llevadas a cabo por el Estado hebreo y por el ejército israelí se ven reiteradamente explicadas y justificadas a través de la moral. Y es que los valores morales en los que se asienta el Espíritu de las Fuerzas de Defensa de Israel (Ruach Tzahal) tienen su origen en un contexto religioso, donde la ley y la tradición judía prevalecen, combinándose con valores universales como el de la dignidad humana. Al menos sobre el papel.
Aquí es donde surge el concepto Tohar ha-Neshek o pureza de las armas, uno de valores que se desprende de la dignidad humana, uno de los tres pilares fundamentales del código. Se define de la siguiente manera:
"La pureza de armas de los militares de las FDI consiste en su autocontrol en el uso de la fuerza armada. Utilizarán sus armas únicamente con el fin de cumplir su misión, sin causar daños innecesarios a la vida o la integridad física, la dignidad o la propiedad de los soldados y de los civiles, con especial consideración por los indefensos, ya sea en tiempos de guerra, durante operaciones rutinarias de seguridad, en ausencia de combate o en tiempos de paz».
El hecho de que estos valores éticos y morales deriven del judaísmo asegura un alto grado de aprobación por parte de la población israelí, que confía ciegamente su seguridad integral a las FDI. No menos importante es la inclusión de la dignidad humana como valor universal, que busca y encuentra el indispensable apoyo y aprobación de la comunidad internacional, tal y como indicaba Smotrich en aquellas declaraciones.
El concepto pureza de las armas, que aboga por un uso limpio y moral, es en sí mismo un dilema ético y lingüístico, ya que en términos de humanidad, ambos conceptos son totalmente opuestos. Pero no sorprende, puesto que Israel siempre ha suscitado este tipo de doble moralidad que ha causado tantas controversias y maniobras para perpetuar la aprobación de sus actos ante la opinión pública israelí y, especialmente, ante el apoyo político y la opinión de Occidente.
Con esta doble moral, Israel trata de proyectar una imagen no colonialista tanto dentro como fuera, mientras que sus políticas tienen claras intenciones de continuar con la ocupación del territorio. En este sentido, habla de su misión colonialista en términos de "ocupación liberal", justificando cualquier acto -asesinatos, daños colaterales, medidas represivas, etcétera- como un acto moral. Y es que el Estado de Israel considera toda acción contraria a sus intereses una amenaza, de ahí que aplique el principio de autodefensa o defensa activa y preventiva, tal y como acostumbra a llamar.
Para el Estado hebreo, toda forma de resistencia es terrorismo, incluso cuando no se emplea armamento y se protesta en forma de intifada, revueltas populares o denuncias en redes sociales, a pesar de que en la propia definición se hacía hincapié en "sin causar daños innecesarios[...] con especial consideración por los indefensos".
Sin embargo, estamos viendo reiteradamente que en estos casos las FDI aplican todo su arsenal de estrategias militares, respondiendo en algunos casos de forma desmesurada. Y es que la desproporcionalidad del armamento empleado, los sistemas de seguridad y espionaje, los servicios de inteligencia y las estrategias militares utilizadas, son más acordes a un Estado que libra una guerra contra un enemigo que dispone de unos recursos similares. Pero este no es el caso.
Para justificar esta desproporcionalidad contra la población palestina, y para quebrantar de manera abierta los valores éticos como la pureza de las armas y la dignidad humana, es necesario llevar a cabo una contundente campaña que deshumanice y "descivilice" a la población palestina. Y en esto, Israel tiene más de 70 años de experiencia.
La moralidad de los actos de Israel
Para preservar el respaldo de Occidente en sus acciones de "defensa" contra la población palestina, el Estado de Israel ha recurrido sistemáticamente al Holocausto como una suerte de protección moral, pues ha sido elevado dentro de la conciencia occidental como el mayor y más grave crimen de la humanidad, imposible de igualar.
Según Noam Chomsky, el Holocausto puso de manifiesto las horribles consecuencias del antisemitismo. En este sentido, el papel de Estados Unidos y Europa durante y después de estos acontecimientos ha ocasionado una especie de sentimiento de culpa, que se intensificó especialmente a partir de 1967 en una combinación de intereses geopolíticos que elevó el "nunca más" a política de Estado para escudar a Israel de cualquiera de sus acciones.
Sentimiento de culpa al que se suman los intereses estratégicos de tener a Israel como aliado en la región, los altos beneficios de la industria armamentística y las presiones políticas internas del lobby israelí, provocando que las acciones llevadas a cabo por Israel sean presentadas y percibidas como guiadas por un "propósito moral superior". Esto se traduce en que Occidente se muestra permisivo y justifica las medidas israelíes bajo la idea de un supuesto derecho a la defensa, en la cual cabe prácticamente cualquier acción.
Con cada operación, Israel comprueba las reacciones de la opinión pública en general, y de la comunidad internacional en particular. En caso de no producirse críticas contundentes sobre sus actos, incrementará el grado de violencia en acciones futuras, sin justificación de ningún tipo y contando con la aceptación de Occidente.
Y esto ocurre porque a lo largo de los años se ha desarrollado una relación muy estrecha y fuertemente consolidada con Occidente en la que los valores implícitos en las misiones llevadas a cabo por Israel se han ido internalizando y reforzándose cada vez más, hasta el punto de que se han tolerado unos valores que jamás se han implantado tan firme y abiertamente en ningún otro Estado.
Para reforzar esta "protección moral" derivada del sufrimiento vivido por el pueblo judío, Israel ha encontrado en el terrorismo su mayor baza para poder justificar su estrategia "defensiva"; pues basta con hacer creer que están librando una guerra contra el terrorismo islamista para contar con sólidos apoyos por parte de Occidente, disfrazando con este argumento su política colonialista.
Naftali Bennet declaró, durante su cargo como ministro de Educación, que Israel siempre ha estado en la primera línea de la guerra global contra el terrorismo, haciendo de frontera entre el mundo libre y civilizado y el islamismo radical. En su discurso mostró la relevancia del papel que juega frenando el extremismo islamista e impidiendo que este llegue a Europa, advirtiendo que nadie osara sugerir que la ocupación israelí era «inmoral».
La necesidad de contar con apoyos y aprobación de Europa ya preocupaba a Theodor Herzl en 1896, cuando en su obra El Estado judío decía: "Para Europa formaríamos allí un baluarte contra Asia; estaríamos al servicio de los puestos de avanzada de la cultura contra la barbarie. En tanto que [se trataría de un] Estado neutral, mantendríamos relación con toda Europa, que tendría que garantizar nuestra existencia".
Bajo estos argumentos, Israel ha reforzado su compromiso con Occidente como aliado clave que lucha contra el terrorismo en la región, y su mensaje de que la resistencia palestina, y en extensión la población palestina es terrorista, ha calado hondo. Este discurso se ha hecho muy popular entre grupos ultraderechistas, que han mostrado su respaldo incondicional a Israel -a pesar de ser grupos tradicionalmente antisemitas-, ondeando su bandera en marchas en Reino Unido, Alemania o incluso en el asalto al Capitolio de Estados Unidos.
En definitiva, esta estrategia es una más de la que Israel se vale para justificar moralmente los actos llevados a cabo contra el pueblo palestino, que es el enemigo número uno por amenazar la existencia del Estado israelí.
¿Dónde queda la pureza de las armas y el principio de dignidad humana en este tablero? Para el ejército israelí no hay médicos, periodistas, niños y niñas muertas; hay terroristas eliminados. Su campaña ha permitido deshumanizar todo indicio de que se trata de civiles inocentes e indefensos, y pasa al discurso de que todo palestino lleva implícita la condición de terrorista.
A lo largo de los años, han sido varios los presidentes israelíes, ministros y jefes del ejército los que se han referido a la sociedad palestina como sociedad enemiga, señalando la necesidad de eliminarla o, al menos, combatirla. En el imaginario israelí -y de gran parte de su sociedad-, el pueblo palestino es un elemento activo de un proyecto de destrucción de la existencia de Israel. Así pues, su eliminación se integra en el plan general de "defensa" del Estado, quedando así moralmente justificada.
Si las semillas de la deshumanización no hubieran calado tan hondo, Smotrich no se habría atrevido a hacer aquellas declaraciones, que por cierto, fueron recibidas en Israel con indiferencia. Es precisamente esta figura en cuestión quien ve con gran facilidad la adopción por parte del gobierno y del ejército israelí de su famoso Plan Decisivo. Un enfoque que se basa en la idea de que la existencia de dos aspiraciones nacionales en conflicto solo garantizará un futuro de derramamiento de sangre, por lo que la solución para alcanzar la paz pasa por que una de las dos partes ceda "voluntariamente o por la fuerza" a sus aspiraciones y su identidad.
Smotrich hace referencia a las FDI cuando advierte en su Plan Decisivo que las opciones para la población palestina son la de seguir viviendo en la tierra de Israel con un status inferior o emigrar a terceros países. En caso de escoger la opción de enfrentarse y continuar con sus aspiraciones nacionalistas, serán identificados como terroristas y es cuando el ejército israelí, con sus valores morales, contaría con el beneplácito para "matar a quienes deben ser asesinados".
Aunque este plan fue percibido en su presentación en 2019 como delirante y peligroso, actualmente se ha constatado que muchos sectores de la opinión pública han interiorizado y normalizado este enfoque. Esta aceptación no se limita solo a la sociedad, sino que a nivel político ha dejado de parecer un disparate. Prueba de ello es que el 21 de octubre de 2024 el Movimiento Colono Nachala celebró la Conferencia para el Asentamiento de Gaza, con la participación de ministros y miembros del partido Likud en el parlamento.
No es la primera vez que Smotrich participa en este tipo de eventos donde se promueve la soberanía israelí sobre los territorios árabes ocupados y la expulsión de la población árabe de los mismos. Tampoco sorprende que miembros del Likud ni siquiera traten de esconder su asistencia, pues la lógica de su postura -fuertemente enraizada en el sionismo liberal y socialista- comparte esta idea de que la población árabe debe reducirse; y así lo expresó Ariel Sharon decenas de veces.
La magnitud de los acontecimientos desde el 7 de octubre de 2023 en Gaza ha polarizado a la opinión pública tanto dentro como fuera de las polémicas fronteras del Estado de Israel, y es que su incesante campaña de deshumanización le ha servido a Tel Aviv para acallar las voces que se han alzado durante décadas contra la ocupación; voces que apenas provenían del pueblo palestino, siempre silenciado en los análisis políticos sobre el conflicto.
Y aunque desde las redes sociales se siga censurando y bloqueando el relato en primera de los y las palestinas, no cabe duda de que la conciencia global de la ocupación ha aumentado, y las declaraciones sobre la necesidad del cese de los bombardeos israelíes en Gaza se suceden tanto desde dentro como desde fuera.
Ya apenas se pone en cuestión la naturaleza colonial del proyecto israelí. Lo que sí sigue existiendo es esa doble moral de Occidente, a quien le cuesta seguir apoyando moralmente los crímenes que está cometiendo el Estado hebreo, aunque al mismo tiempo siga financiando a las FDI y respaldando a su gobierno, sin atreverse a plantear un bloqueo económico, político ni diplomático, ni mucho menos el embargo de armas.
La comunidad internacional está polarizada y paralizada. Las acciones cometidas en Gaza en el último año han hecho que ese velo moralista con el que Israel se protegía haya caído. Mientras tanto, decenas de palestinos y palestinas son asesinadas cada día y, sin embargo, las posturas sobre el debate moral no han sido lo suficientemente contundentes como para ni siquiera declarar unánimemente un alto al fuego.
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