15 may 2021

IMPUNE LIMPIEZA ETNICA

Del desalojo en Sheikh Jarrah al asalto a la mezquita de Al Aqsa: el porqué de la escalada violenta entre Palestina e Israel

Alberto Rodríguez García
14 may 2021




Para entender por qué ha estallado la violencia entre Israel y Palestina debemos remontarnos a febrero de 2021, cuando la corte israelí permitió a los colonos judíos apropiarse de las casas de seis familias palestinas, 58 personas y 17 niños, de Sheikh Jarrah; un barrio de Jerusalén Este.

Si las familias debían quedarse tendrían que pagar un alquiler a los propietarios judíos, o de lo contrario, las desalojarían. ¿Y por qué es tan importante Sheikh Jarrah? Porque es un barrio especialmente simbólico: en este lugar viven los descendientes de 28 familias de refugiados alojadas por la ONU tras la guerra del Sinaí e Israel lleva desde 2002 vaciando el lugar de árabes, habiendo expulsado ya a decenas de familias del lugar.

Flagrante es también que el desalojo de Sheikh Jarrah está respaldado por la legislación israelí gracias a la Ley de Asuntos Administrativos de 1970, gracias a la cual todo colono judío puede reclamar las propiedades perdidas en 1948 tras la división establecida por Naciones Unidas para crear el nuevo Estado independiente de Israel. Una legislación digna de un apartheid, ya que no permite a los árabes cristianos y musulmanes que perdieron sus hogares entonces, reclamar sus propiedades.

Y es curioso porque criticar el desalojo de Sheikh Jarrah hasta hace unos días era motivo suficiente como para ser tachado de antisemita por parte de los supremacistas sionistas, que no permiten que nadie cuestione ni su legislación ni su sistema.

Pero si los sionistas quieren jugar a los discursos victimistas y debatir entorno al antisemitismo, entonces podemos asegurar que no hay nada más antisemita que un sionista. Porque es más descendiente de los israelitas un palestino cristianizado o islamizado por el devenir de la historia que un asquenazí originario de Alemania, Polonia o Rusia. Y es que el Estado de Israel lo construyeron nativos del Rin sobre las tumbas de los auténticos descendientes semíticos de los israelitas. Una invasión, una sustitución demográfica, un crimen justificado únicamente en torno a una literatura sacra maliciosamente interpretada y un infame genocidio realizado a miles de kilómetros. Por eso las lágrimas de cocodrilo de los sionistas son tan sucias; porque instrumentalizan la muerte de los demás para desviar la atención de quiénes son los auténticos criminales. Porque los que se presentan como víctima, son los más crueles victimarios.

El mundo no pasa de un "deeply concerned" gracias al cual Tel Aviv puede seguir haciendo lo que le da la gana. Porque si asumimos que Hamás es un grupo terrorista, el Estado de Israel es entonces terrorismo institucionalizado.

Y aunque los sionistas intenten expulsar a los palestinos nativos apelando a su propio sistema y legislación, eso es una burda manipulación de los hechos; porque siendo un territorio ocupado, de acuerdo a la ONU y a la mayoría de la Comunidad Internacional, la legislación israelí no debería tener validez alguna, aunque como siempre, el mundo no pasa de un "deeply concerned" gracias al cual Tel Aviv puede seguir haciendo lo que le da la gana violando el Derecho Internacional. Porque si asumimos que Hamás es un grupo terrorista, el Estado de Israel es entonces terrorismo institucionalizado.

Y en el contexto del desalojo de Sheikh Jarrah, la primera respuesta fue pacífica. La sociedad civil palestina de Jerusalén logró organizarse para protestar sin violencia, pero el mundo los olvidó condenándolos al ostracismo. Por si eso no fuese suficientemente frustrante, extremistas judíos de Otzma Yehudit y Levana se movilizaron contra los manifestantes, desatando episodios de violencia xenófoba. Una violencia hasta cierto punto institucionalizada, y es que en estos incidentes participaron figuras importantes del Estado israelí tales como el teniente alcalde de Jerusalén, Arieh King.


Y llegamos a la segunda semana de mayo; una fecha especialmente importante a nivel espiritual para los palestinos porque se acerca el final del Ramadán.

El movimiento pacífico para frenar los desalojos de Sheikh Jarrah continúa, pero al mismo tiempo la represión israelí se intensifica. Y aunque se consigue retrasar el desalojo, no se detienen la protestas para cancelar la decisión judicial y, en esencia, frenar las políticas de sustitución demográfica. 

Tampoco se detienen la represión israelí y violencia por parte de sectores sionistas que avanzaban al grito de "muerte a los árabes". Y llegamos al 10 de mayo de 2021. La policía israelí autoriza –en un clima de grandísima tensión social– la marcha nacionalista que conmemora la ocupación israelí de parte de Jerusalén en la guerra de los Seis Días.

Durante la contra-protesta palestina, las fuerzas israelíes hicieron lo que ha sido el punto de inflexión: asaltaron y dañaron la mezquita de Al Aqsa, el tercer lugar del mundo más sagrado para el islam e hirieron a más de 300 civiles palestinos, de los cuales varios tuvieron que ser enviados al hospital en estado grave.

Esta violencia es la consecuencia de años de apartheid resumidos en el desalojo de los descendientes de los refugiados de Sheikh Jarrah.


Desde Gaza, Hamás, con el respaldo de Yihad Islámica Palestina, dio un ultimátum a Israel: debían retirarse del recinto sagrado de al-Aqsa, o atacarían. Las fuerzas israelíes, haciendo oídos sordos, no se retiraron, y 'la Resistencia' cumplió su amenaza lanzando uno de los mayores ataques con cohetes que han conseguido realizar jamás.

Las facciones palestinas continuaron con sus ataques artilleros al mismo tiempo que Israel respondía con operaciones y bombardeos sobre Gaza y en los territorios ocupados. En algunas localidades como Lod, el Estado llegó a perder el control con el caos desatado por las protestas organizadas después de que radicales sionistas asesinasen a un árabe.

Y esta violencia gana simbolismo porque coincide con la semana de conmemoración de la Nakba (15 de mayo); un proceso paulatino de limpieza demográfica y desplazamiento masivo de palestinos comenzado tras el establecimiento del Estado de Israel. La Dhikra an-Nakba, la Memoria de la Catástrofe, es la conmemoración de un proceso que desde 1947 todavía no se detiene en el que los colonos israelíes expulsaron a 750.000 palestinos nativos que nunca pudieron ni podrán volver a su hogar. 

Con la declaración de independencia del Estado de Israel por parte de Ben Gurion, 500 localidades palestinas se despoblaron, decenas de miles murieron… y siete décadas después, lejos de reparación, solo hay un Estado de apartheid igual de duro.


No, la escalada de violencia entre Israel y Palestina no es una escalada provocada por Hamás. No, la escalada no ha empezado por los cohetes gazatíes. Esta violencia es la consecuencia de años de apartheid resumidos en el desalojo de los descendientes de los refugiados de Sheikh Jarrah. Y es por eso que Israel rechaza el alto el fuego; porque hacerlo ahora centraría el debate en la esencia de su existencia y no en Hamás. Y mientras, cinco israelíes y 87 palestinos han muerto.

@AlRodriguezGar