Javier Buenrostro
7 sep 2021
La semana pasada el líder del partido español de ultraderecha Vox, Santiago Abascal, visitó México por una invitación expresa del coordinador de los senadores del Partido Acción Nacional (PAN), representante de la derecha mexicana. No fue una reunión discreta ni mucho menos. Santiago Abascal acudió al Senado de la República y ahí se tomaron fotos los radicales conservadores de ambos países y se informó de la reunión en conferencia de prensa.
Pésima idea. Vox no solo impulsa políticas regresivas y fascistoides en España, sino que tiene un discurso especialmente ofensivo contra México y otros países latinoamericanos. Solo hay que recordar como suele pavonearse con un casco estilo los conquistadores del siglo XVI para reivindicar la figura de Hernán Cortés y sentirse él mismo partícipe de los ejércitos españoles de la época colonial. Hace poco, el pasado 13 de agosto, con motivo de los 500 años de la conquista, tuiteó: "España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas. Orgullosos de nuestra historia".
Igualmente son conocidas las posiciones de Santiago Abascal y Vox pro-franquistas o contra el feminismo y la igualdad de género. Es un partido cuya ideología oscila entre el siglo XVI y la primera mitad del siglo XX. Vive en el almanaque, como lo demuestra la firma de la 'Carta de Madrid' para frenar el "comunismo", una acción que es digna de 1960 y la Guerra Fría. En España y Europa se mira con preocupación el crecimiento de Vox que en 2019, en apenas cinco años de formación, se colocó como la tercera fuerza en el Congreso de los Diputados en España, con 52 asientos. Ahora, Vox ya ve en Latinoamérica la oportunidad de ampliar su margen de influencia y propaganda, eso que ridículamente le ha dado por denominar la Iberosfera y que nuestros fascistas voltean a ver con interés y sumisión a la vez.
En México, la ultraderecha está saliendo cada vez más a la luz ante la imposibilidad de la oposición moderada de establecer propuestas o críticas sustantivas durante los tres años del gobierno de López Obrador. Su desorganización e incapacidades manifiestas han permitido que grupos más radicales traten de imponer sus agendas en los espacios públicos, a pesar de ser sectores minoritarios y nada representativos.
No es lo mismo que un empresario de mediana categoría sin ninguna base social busque golpear discursivamente al presidente que legisladores del partido opositor más importante firmen acuerdos con simpatizantes extranjeros con posturas colonialistas y fascistas que pretenden exportarlas a ultramar.
En los años treinta, la ultraderecha mexicana coqueteó con el fascismo y hasta personajes como José Vasconcelos, político y educador impulsor de la mestizofilia, manifestó abiertamente sus simpatías a Hitler en las páginas de la revista Timón. Durante la Guerra Fría y hasta principios de los ochenta, organizaciones clandestinas de extrema derecha como Los Tecos, El Yunque o El Muro actuaban con violencia y patrocinados por empresarios católicos. Muchos de sus integrantes ocuparon puestos claves en los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón (2000-2012) y en algunos bastiones estatales de la ultraderecha como Guanajuato y Jalisco.
En el gobierno de López Obrador, la ultraderecha mexicana se empezó aglutinar alrededor del Frente Nacional Anti AMLO (FRENAA), que emula a las derechas mexicanas de hace casi un siglo al enarbolar valores religiosos, así como oponerse al "comunismo" y la "dictadura" de la presidencia de López Obrador. Su narrativa incluye la xenofobia y las teorías conspirativas globales que atentan contra los valores cristianos y la propiedad privada.
¿Un 'huracán ultraderechista'? Cómo un partido español pretende luchar contra la izquierda en América Latina (y hacer frente al Foro de Sao Paulo)
La ultraderecha representada en FRENAA tiene una identificación natural con Vox, al igual que la que está afiliada al Partido Acción Nacional, pero no es lo mismo hacer política opositora desde tiendas de campaña vacías en el Zócalo de la Ciudad de México que desde la sede del Senado. No es lo mismo que un empresario de mediana categoría sin ninguna base social busque golpear discursivamente al presidente que legisladores del partido opositor más importante firmen acuerdos con simpatizantes extranjeros con posturas colonialistas y fascistas que pretenden exportarlas a ultramar.
Así, aunque la ultraderecha partidista del PAN esté de acuerdo con Vox o con FRENAA, tener reuniones en espacios oficiales o que lo difundan por redes sociales no es algo redituable electoralmente y quitarse las máscaras suele tener un alto costo en términos políticos. Y así lo entendieron algunos dirigentes de la derecha como el expresidente Felipe Calderón, que manifestó que la dirigencia del PAN se encontraba extraviada, mientras que la senadora Xóchitl Gálvez escribió en su twitter que ella con Vox no iba ni a la esquina.
Y la presión social y la molestia siguieron creciendo con simpatizantes de todo el espectro político a tal punto que apenas un par de horas después de la publicación del encuentro con Vox, Julen Rementería, el líder de los senadores del PAN, quien también había estado presente en la reunión, tuvo que declarar que todo había sido a título personal y que deslindaba a la institución de todo el episodio. Pero eso no fue suficiente y más personajes de la derecha, especialmente del Senado, siguieron criticando el que Santiago Abascal haya acudido a las oficinas legislativas.
Es claro que el conservadurismo de la mayor parte de los integrantes del PAN se convierte en posturas de ultraderecha en algunos de ellos y que llegan hasta actitudes fascistoides en otro sector, que no es tan minoritario como se quiere hacer crecer.
Y como las críticas han continuado, el PAN tuvo que correr a su encargado de las redes sociales en el Senado como si él hubiera sido el responsable de gestionar el encuentro. Demasiado tarde ya que el daño está hecho y no se puede ocultar el sol con un dedo. El radicalismo de ultraderecha que están mostrando sectores importantes del PAN está tirando a la basura la imagen de derecha moderna que ha tratado de construir desde que está en la oposición para poder situarse como una alternativa política.
Este golpe al perfil electoral del PAN no es un error inocente como algunos de sus miembros lo intentan minimizar. Es claro que el conservadurismo de la mayor parte de sus integrantes se convierte en posturas de ultraderecha en algunos de ellos y que llegan hasta actitudes fascistoides en otro sector, que no es tan minoritario como se quiere hacer crecer.
El encuentro entre Vox, Santiago Abascal y senadores del PAN ha puesto al descubierto el peligro que representa para México que el proyecto de la derecha se convierta en el corazón de la oposición. México necesita una oposición moderna y una derecha moderada y no las posiciones radicales, arcaicas y trasnochadas que hemos visto en los últimos días. Ojalá la oposición recapacite y busque mejores modelos que imitar y la ciudadanía rechacé tajantemente el radicalismo conservador que pretenden importar desde el extranjero parte de la derecha mexicana.
@BuenrostrJavier
La ultraderecha representada en FRENAA tiene una identificación natural con Vox, al igual que la que está afiliada al Partido Acción Nacional, pero no es lo mismo hacer política opositora desde tiendas de campaña vacías en el Zócalo de la Ciudad de México que desde la sede del Senado. No es lo mismo que un empresario de mediana categoría sin ninguna base social busque golpear discursivamente al presidente que legisladores del partido opositor más importante firmen acuerdos con simpatizantes extranjeros con posturas colonialistas y fascistas que pretenden exportarlas a ultramar.
Así, aunque la ultraderecha partidista del PAN esté de acuerdo con Vox o con FRENAA, tener reuniones en espacios oficiales o que lo difundan por redes sociales no es algo redituable electoralmente y quitarse las máscaras suele tener un alto costo en términos políticos. Y así lo entendieron algunos dirigentes de la derecha como el expresidente Felipe Calderón, que manifestó que la dirigencia del PAN se encontraba extraviada, mientras que la senadora Xóchitl Gálvez escribió en su twitter que ella con Vox no iba ni a la esquina.
Y la presión social y la molestia siguieron creciendo con simpatizantes de todo el espectro político a tal punto que apenas un par de horas después de la publicación del encuentro con Vox, Julen Rementería, el líder de los senadores del PAN, quien también había estado presente en la reunión, tuvo que declarar que todo había sido a título personal y que deslindaba a la institución de todo el episodio. Pero eso no fue suficiente y más personajes de la derecha, especialmente del Senado, siguieron criticando el que Santiago Abascal haya acudido a las oficinas legislativas.
Es claro que el conservadurismo de la mayor parte de los integrantes del PAN se convierte en posturas de ultraderecha en algunos de ellos y que llegan hasta actitudes fascistoides en otro sector, que no es tan minoritario como se quiere hacer crecer.
Y como las críticas han continuado, el PAN tuvo que correr a su encargado de las redes sociales en el Senado como si él hubiera sido el responsable de gestionar el encuentro. Demasiado tarde ya que el daño está hecho y no se puede ocultar el sol con un dedo. El radicalismo de ultraderecha que están mostrando sectores importantes del PAN está tirando a la basura la imagen de derecha moderna que ha tratado de construir desde que está en la oposición para poder situarse como una alternativa política.
Este golpe al perfil electoral del PAN no es un error inocente como algunos de sus miembros lo intentan minimizar. Es claro que el conservadurismo de la mayor parte de sus integrantes se convierte en posturas de ultraderecha en algunos de ellos y que llegan hasta actitudes fascistoides en otro sector, que no es tan minoritario como se quiere hacer crecer.
El encuentro entre Vox, Santiago Abascal y senadores del PAN ha puesto al descubierto el peligro que representa para México que el proyecto de la derecha se convierta en el corazón de la oposición. México necesita una oposición moderna y una derecha moderada y no las posiciones radicales, arcaicas y trasnochadas que hemos visto en los últimos días. Ojalá la oposición recapacite y busque mejores modelos que imitar y la ciudadanía rechacé tajantemente el radicalismo conservador que pretenden importar desde el extranjero parte de la derecha mexicana.
@BuenrostrJavier