23 feb 2023

ECONOMIA DE LA DESTRUCCION

El gasto militar global se dispara por la guerra de Ucrania y los conflictos geoestratégicos entre EEUU y China

OTHER NEWS (Por Diego Herranz – público.es)

23.02.2023



Foto: militares ucranianos en las afueras de kiev © AP Photo Vadim Ghirda / Sputnik



El mundo es más peligroso un año después de la invasión rusa de Ucrania: es la tesis que esgrimen los países para justificar otro gran salto en su inversión en armamento, que podría superar los dos billones de dólares contabilizados en 2021.

La capacidad productiva militar desatada por Rusia, China y EEUU y la asunción del consenso de los socios europeo de la OTAN de alcanzar el 2% de sus PIB en desembolsos armamentístico para abastecer la remodelada estructura de la Alianza Atlántica ha engendrado otra carrera por lograr posiciones hegemónicas en un nuevo orden global más peligroso y sometido a riesgos sistémicos y decisiones unilaterales de las grandes superpotencias. En este marco de actuación, la práctica totalidad de las potencias occidentales y los principales países emergentes han dado rienda suelta a sus dotaciones presupuestarias en Defensa.

El Congreso americano aprobó en diciembre recursos valorados en 857.900 millones de dólares: 816.700 millones para el Pentágono y 30.300 millones destinados a programas de Seguridad Nacional vinculados al Departamento de Energía para vigilar infraestructuras estratégicas. Eran 45.000 millones más que la propuesta inicial de la Administración Biden. Supone un incremento del 4,3% sobre el último bienio, sin contar con el efecto de la espiral inflacionista, y muy alejado del 1% de crecimiento entre 2015 y 2021, según el Center for Strategic and Budgetary Assesssments.

Las facturas que van a adquirir mayor protagonismo serán las del Ejército con una subida del 55% (cuyo cometido fundamental será la adquisición de nuevos misiles,), y la de la Armada, para la modernización y abastecimiento de nuevas armas navales. Bajo el argumento, lanzado por Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, de que la guerra de Ucrania ha expuesto a EEUU a nuevas amenazas que «nuestra industria militar debe abordar para asegurar el apoyo estadounidense a Ucrania o a cualquier otra contingencia que se produzca en el mundo».

No por casualidad, Lockheed Martin, el mayor contratista del Pentágono, acaba de declarar unos ingresos de más de 950 millones sólo en nuevas órdenes de misiles militares con los acumular el inventario de armas con destino a Ucrania. O Raytheon Technologies, otro de los proveedores habituales de la Armada estadounidense, que ha sumado contratos por más de 2.000 millones por entrega de sistemas de misiles con destino a Kiev, informa The New York Times. El diario alerta de que esta propensión al gasto es flexible y sus relaciones contractuales están abiertas a nuevas partidas con las que se podría superar los recursos liberados entre 2008 y 2011 para sufragar las guerras de Irak y Afganistán, descontada la inflación, y convertirse en el segundo ejercicio más generoso con la Defensa y la Seguridad desde la Segunda Guerra Mundial.

La ayuda militar estadounidense a Ucrania rozó los 50.000 millones el pasado año

También superaría a las coberturas financieras de las diez mayores agencias federales. La ayuda militar estadounidense a Ucrania rozó los 50.000 millones el pasado año, avanza Monica Duffy, directora de Política Internacional del Centro de Estudios Estratégicos en la Escuela de Leyes y de Diplomacia de la Universidad de Tufts. Sin contar con los 3.100 adicionales anunciados por Washington a comienzos de enero, un nuevo paquete de sistemas avanzados y artillería sin que, recuerda, la Administración Biden haya declarado oficialmente la guerra contra Rusia, pero con decisiones excepcionales como el entrenamiento de pilotos ucranios con las Fuerzas Aéreas americanas.

Aunque no ha sido el pastel más suculento para las grandes compañías armamentísticas, que se hicieron con 344.400 millones de dólares en 2022, la cifra más reducida desde 2018, cinco años de relativa estabilidad geoestratégica; al menos, en términos bélicos. En 2020, facturaron más de 448.900 millones, cantidad similar al PIB de Emiratos Árabes Unidos o de Nigeria o Egipto, las dos economías de mayor dimensión de África.

Visita relámpago de Biden a Kiev y cruce de amenazas

En este contexto se enmarca la estratégica visita sorpresa de Joe Biden a Kiev que lanza a Moscú el mensaje de que EEUU mantendrá su apoyo a Ucrania «por tiempo indefinido» días antes de la esperada ofensiva bélica del Kremlin (la amenazante respuesta rusa de realizar de urgencia sus maniobras nucleares -casi siempre en época otoñal) de y la acusación del secretario de Estado a China de que Washington dispone de pruebas de que su cooperación con Vladimir Putin más allá del suministro de componentes y tecnología a la industria armamentística rusa, sino que se extiende a la producción y venta de armas.

Esta tendencia ha contagiado a sus aliados europeos y asiáticos. Japón ha más que duplicado sus gastos para el lustro en curso (en un 60%) y ha puesto el epitafio a su estatus de país pacifista desde 1945, aduciendo la escalada nuclear en China, con sus más o menos oficiales o veladas intenciones anexionistas hacia Taiwán, o las exhibiciones atómicas del líder norcoreano Kim Jung Un y los bombardeos con objetivos civiles de Rusia en Ucrania en el único país que ha sufrido el efecto devastador de las bombas nucleares.

También Alemania ha abrazado la teoría del aumento de la peligrosidad y los riesgos latentes de un mundo en pleno desmoronamiento geoestratégico, a pesar de que, como Japón, su sociedad ha disfrutado de décadas de prosperidad con su invariable ideología de neutralidad desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Berlín ha emprendido la senda armamentística al dejar sin efecto la prohibición constitucional de suministrar armas en conflictos armados y al nutrir con 100.000 millones de dólares un fondo especial en Defensa.

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