27 jul 2013
TESTIMONIO VII : A 40 años del golpe de Estado
Iván Altesor Hafliger
Sr. Director:
De Realidades y Falsedades Históricas
Con algún retraso leí en Cartas al Director de Búsqueda (04.07.2013) la nota titulada "Ante una falsedad histórica" con la que León Lev pretende desacreditar una parte del testimonio que ofrecí en el Coloquio "Chile-Uruguay. A 40 años de los golpes de Estado", organizado en México por varias instituciones académicas, uno de cuyos fragmentos fue recogido por Sergio Israel, periodista de ese semanario, quien siguió el evento vía remota y escogió un aspecto del testimonio para darle relieve en su nota periodística.
Coincidentemente, pocos días antes vi en las redes un video catalán relativo a la liberación de los últimos presos políticos de la dictadura.
Y ahí estaba León. Salía del penal, abrazaba a su esposa y a sus hijas, reivindicaba su lucha de resistencia a la dictadura y decía que todo había valido la pena. Fue como una onda cálida.
Esas vueltas atrás del tiempo histórico que por la vía de los medios audiovisuales genera la ficción de transportarlo a uno al pasado en tiempo real. Lo miré con cariño y admiración y no pude dejar de preguntarme:
¿qué le habrá pasado a este muchacho puro, íntegro, heroico, ortodoxo y poco flexible? ¿Cómo terminó siendo diputado por las listas de Alianza Progresista? No lo atribuí, claro está, a delirios de orden psiquiátrico sino a meras razones ideológicas, a procesos histórico-políticos y a otras explicaciones más terrenales y pedestres, no por ello menos difíciles de explicar.
Por eso cuando veo que León titula su respuesta "Ante una falsedad histórica" no dejo de preguntarme: ¿cómo se atreve?
Y, ¿quién lo impulsa a esta acción temeraria? Él afirma que mi primer error es sostener que mi padre, "el entrañable Alberto Altesor", "no tenía responsabilidades en el área sindical del PCU", sino que sus atribuciones eran en el frente de organización de ese partido.
Pues yo les puedo asegurar a León y a quienes lo mal informaron que Alberto Altesor fue responsable de la fracción sindical del PCU en el momento del golpe de Estado.
No puedo precisar si asumió esta función poco antes o inmediatamente después d e iniciada la huelga general.
Pero sí puedo sostener sin la menor duda que esa era su responsabilidad política concreta como miembro de la dirección del PCU en junio de 1973. Puedo comprender el error de León y un cierto mecanicismo que lo lleva a creer que en el partido cada quien se mantuvo congelado en sus puestos en esas circunstancias decisorias. Pues no fue así y León haría bien en informarse sobre realidades de las que aparentemente no tuvo conocimiento.
Y me pregunto entonces, si León ignoró e ignora qué función cumplió Altesor durante la huelga general, ignorancia que le permite negar sus responsabilidades en el área sindical, ¿cómo puede atreverse a sostener que no existieron contactos en la búsqueda de salidas, una de cuyas expresiones fue esa muestra de "buena voluntad" que involucró al transporte municipal?
Reafirmo con toda responsabilidad lo dicho en el testimonio que brindé.
Ese testimonio trató de atenerse a los hechos. No quiere decir que no haya volcado opinión.
La búsqueda de salidas democráticas y populares a la coyuntura que intentó el PCU y otros sectores de la izquierda nacional n o pueden ser equiparadas de ninguna manera a las turbias negociaciones que, como las Batallón Florida, mantuvieron otros sectores cuyas consecuencias todavía sufre el movimiento popular uruguayo.
El PCU enfrentaba de manera decidida a la dictadura pero buscaba salidas. Y me pregunto: ¿acaso León fue ajeno a todo el debate que existió antes del golpe en torno a la concepción que acuñamos sobre las FFAA?
¿Entendíamos o no que no eran un grupo monolítico, que albergaban tendencias, que la lucha de clases no se frenaba en la puerta de los cuarteles, que el involucramiento en la política de este sector se equiparaba al proceso de radicalización de las clases medias?
Pues en este tema hay que abrir una discusión sobre el papel de las FFAA.
En el medio académico hay mucho terreno avanzado sobre su condición. Deberíamos revisarlo a fin de valorar su posible prescindencia en un pequeño país como Uruguay, dada su problemática y reiterada voluntad reivindicatoria de sus crímenes y atentados.
La historia se hace de hechos e interpretaciones. Pero las interpretaciones no están por encima de los hechos, o caeríamos en u n relativismo al que ideológicamente no deberíamos ser afines ninguno de los dos. Y la realidad histórica es que mi padre, en su condición de responsable de la fracción sindical del PCU, fue encargado de transmitir esa orden.
Siempre es difícil hablar a nombre de los muertos y valoré ese hecho antes de dar el testimonio. Evalué también que a la hora de los balances no se le puede sustraer a la historia la información, porque ello tuerce la interpretación.
Aparentemente León entiende que mi testimonio ataca a la entonces dirección más estrecha del PCU y pretende generalizar la ofensa extendiéndola al movimiento sindical uruguayo.
Dice, en tono exaltado, que: "Dejar pasar este dislate, no es solo una canallada contra Arismendi, sino una infamia contra el movimiento sindical y su autodeterminación"
Realmente yo no hice una valoración estricta de los hechos.
En todo caso avancé la idea de que "lamentablemente llegamos a pensar que acaso era posible encontrar una salida a la coyuntura a través de una negociación con algunos sectores de las FFAA".
No puse en duda la autonomía del movimien to sindical frente a los partidos de izquierda, ni desconozco el funcionamiento de este movimiento.
Menos aún dudé jamás de su heroicidad en el enfrentamiento. Sentí siempre que la huelga general con la que enfrentó al golpe de Estado fue uno de los momentos potencialmente más coagulantes de la historia nacional.
Supongo que esto último no es lo que le importa a León. A él le afecta lo primero. La crítica estuvo alejada de mi intención. Esa búsqueda de salidas, en el acierto o en el error, no significó jamás que el PCU haya apoyado al golpe de Estado, como algunos pretenden.
Tampoco significa que cuarenta años después debamos dejar de poner sobre la mesa el conjunto de hechos que deben ser sopesados e integrados interpretativamente al legado futuro. Para ese testimonio fui convocado. Otros podrán volcar diferentes aspectos, guardar memorias y sensaciones que seguramente se me escapan en mi visión acotada.
Quiero decir además que soy Iván Altesor, el testimoniante al que Leó ;n no nombra quién sabe por qué razón. Quién sabe también por qué, pese a la admiración que manifiesta por mi padre, a la mera hora política e ideológicamente se situó en la calle de enfrente.
En fin, yo no diría que cometió una canallada aunque sí un error. En materia de políticamente equivocados y canallas hay diferencias y muchos matices. Los sé apreciar. Finalmente me gustaría señalarle que "el honor del apellido familiar" y la transparencia de mi padre no necesitan de su aval.
¿Qué le permite pensar a León que requieren de su "Doy fe"?
Iván Altesor Hafliger
publicada Búsqueda Año 2013 Nº 1723- 25/7/13