27 mar 2020

EL MIEDO DE TODOS

BRASIL
¿Cómo impactará la pandemia en las favelas?


El Diplo, 27 de marzo de 2020





Los millones de pobladores de las favelas de Brasil tienen una salud muy degradada a causa de sus precarias condiciones de vida. Si el coronavirus comienza a golpear allí, el hacinamiento, la falta de higiene y la imposibilidad de aislamiento podrían ocasionar un verdadero desastre. Resulta urgente pensar un plan de contención para los sectores más pobres.
Estamos experimentando la primera pandemia de la globalización con niveles de letalidad relativamente altos y una fuerte capacidad de poner en jaque el sistema de salud mundial, incluido el de los países ricos.

A diferencia del virus zika, que no evolucionó hasta convertirse en pandemia porque se concentró en zonas tropicales, sobre todo en las regiones más pobres, o de la pandemia de H1N1, que no supuso una carga para el sistema de salud, el coronavirus se ha extendido rápidamente por todo el mundo sin ninguna distinción social o geográfica, más allá de su vector inicial: las personas que viajan internacionalmente, básicamente ricas. Esto explica la cantidad de casos entre políticos, personalidades públicas y estrellas del cine y el deporte, contribuyendo a los titulares que aterrorizan a la población.

Surgen entonces varios interrogantes importantes. ¿Contribuirá esta característica del coronavirus al desarrollo de una globalización más justa e igualitaria? Al final de esta pandemia, ¿seremos más xenófobos o más empáticos? ¿Prestaremos, por fin, atención al hecho de que las tragedias son mundiales y que, como el cambio climático, los virus no respetan las fronteras? ¿O habrá una pandemia de los ricos y otra de los pobres?

Hasta ahora las noticias están relacionadas principalmente con la pandemia de los ricos. Pero, ¿cómo se desarrollará este escenario de catástrofe global entre los 12 millones de brasileños que viven en las favelas? No hay respuesta a esa pregunta. En otros países pobres, la preocupación parece recién haber empezado. Todo pronóstico debe basarse en la lógica de la urbanización de cada región y país, las características geográficas y sociales de esos asentamientos y las condiciones de vida de cada lugar. Las posibles soluciones también deben adaptarse de esta manera y se basarán sobre todo en la solidaridad de las comunidades.

Vidas precarias

Históricamente, los habitantes de los barrios pobres no son asistidos por políticas públicas, viven sin saneamiento básico, en espacios restringidos, hacinados, mal ventilados, con problemas estructurales y en hogares y zonas de alta densidad de población. Estas personas tampoco viajan en avión y cualquier contaminación por el coronavirus, cuando suceda, será ajena.

Una de las principales acciones para la urbanización de barrios marginales es mejorar las condiciones de ventilación e iluminación de los hogares, tratando así de reducir la insalubridad y los casos de enfermedades, especialmente respiratorias, endémicas. La tuberculosis y la neumonía son más comunes en las favelas brasileñas de lo que se imagina y mucho más de lo que informa el sistema de salud. En Rocinha, un caso muy estudiado, hay 372 casos de tuberculosis por cada 100.000 habitantes, mientras que del coronavirus (Covid-19), hay 175 casos por cada 100.000 habitantes en China, donde ya se ha superado el pico de incidencia, y 46 por cada 100.000 en Italia (datos del 11 de marzo). Lo que importa aquí no es comparar las enfermedades, sino destacar que, en las zonas pobres del Sur global, y en las favelas brasileñas en particular, el coronavirus llegará a una población extremadamente débil, con una fuerte incidencia de enfermedades pulmonares previas y en condiciones de vida totalmente insalubres. ¿Cuál será la letalidad de esta enfermedad en Rocinha? ¿Y cuál será la letalidad de esta enfermedad en el vecino barrio rico de São Conrado? ¿Cuáles son los grupos de mayor riesgo en cada lugar? ¿Qué equipo y estrategias públicas se organizarán teniendo en cuenta estos contextos tan dispares?

Las precarias condiciones de vida de los más pobres, incluida la nutrición y el acceso al sistema de salud, imponen una política específica para contener la propagación del coronavirus. También se añaden otros factores, como el actual brote de sarampión en todo Brasil.

El sarampión, enfermedad respiratoria extremadamente contagiosa que puede evolucionar hacia la neumonía y otras complicaciones, fue gradualmente erradicado en Brasil, que quedó completamente libre de la enfermedad en 2016. En 2019, el sarampión regresó rápidamente, alcanzando principalmente a niños y jóvenes, su mayor grupo de riesgo. Su asociación con el coronavirus podría resultar dramática al ampliar el grupo de riesgo de muerte.

Al pensar en cómo se distribuirá el coronavirus en el país y cuáles serán sus impactos, debemos recordar que en Brasil mueren en forma temprana miles de pobres infectados por enfermedades medievales y por violencia de varios órdenes. En la ciudad de São Paulo, por ejemplo, la esperanza de vida en las zonas más pobres es de sólo 58,6 años (Grajaú), en contraste con los 80,5 años en Moema.

Es en este contexto que Brasil tendrá que enfrentar la pandemia del coronavirus. ¡O no!

Los jóvenes y adultos sanos, con buena nutrición, gran parte de la clase media trabajadora y de los ricos, tienen un bajo riesgo de desarrollar formas más severas de la enfermedad. En esos casos será sólo una “pequeña gripe”, para algunos incluso asintomática, pero altamente transmisible.

Este caldo de cultivo de segregación, exclusión y diferenciación social genera el alto riesgo de que en un momento de crisis se descuide aún más nuestra condición básica de vida comunitaria, la preocupación por la salud de los demás, la propia preservación de la especie, y no de una raza o clase social. Como han revelado otras acciones xenófobas y autoritarias en todo el mundo, la falta de empatía y solidaridad es también un virus letal y de fácil propagación.

Necropolítica

En un reciente artículo sobre la pandemia, Débora Diniz afirma que toda biopolítica se convierte en una necropolítica cuando los gobiernos y la sociedad determinan quién morirá o quién vivirá. De modo general, la biopolítica se refiere al uso del poder estatal para regular, organizar y controlar la población a través de sus condiciones de vida. La geopolítica y la biopolítica son términos acuñados por Rudolf Kjellén en 1905, mientras que la biopolítica fue muy utilizada durante el nazismo y es un arma recurrente de los gobiernos autoritarios. La biopolítica es el instrumento geopolítico utilizado por Trump al cerrar el espacio aéreo de Estados Unidos a Europa, pero no a Inglaterra u otros aliados del momento.

Recientemente, el término biopolítica ha sido «actualizado» para dar cuenta de la perversidad de la actual condición humana. Surge la necropolítica, una variante de este concepto que advierte sobre la pérdida total de sensibilidad de los gobernantes, quienes definen intencionalmente estrategias y políticas que dan lugar a la muerte de los cuerpos que ya no sirven o no se adaptan a sus normas. La necropolítica es la acción violenta del Estado que mata a los jóvenes negros pobres de las periferias de Brasil. La necropolítica es la que justifica que no se abra una investigación policial para investigar la fobia LGBT en Brasil. Es esta misma necropolítica la que perpetúa un modelo de desarrollo de las ciudades que no resuelve las precarias condiciones de vida de los asentamientos urbanos, aunque existan un aparato legal, conocimientos técnicos y mecanismos de financiación para hacerlo.

La erradicación de la precariedad de la vivienda ha sido y sigue siendo una forma de provisión de suelos urbanos en zonas codiciadas. Así es como las favelas ubicadas en áreas de interés para el capital inmobiliario de São Paulo tienen la extraña condición de la combustión espontánea. Lo mismo sucedió con el higienismo de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando la biopolítica del gobierno de Rodrigues Alves, el urbanismo de Pereira Passos y la medicina social de Oswaldo Cruz iniciaron la Revuelta de la Vacuna en 1904 en Río de Janeiro.

La persistencia durante siglos de un urbanismo dedicado a la especulación inmobiliaria y a la segregación socio-espacial generan un enorme temor frente a los posibles impactos del coronavirus en los barrios precarios de las ciudades brasileñas.

El coronavirus no hace distinción de raza, color, religión o ingreso. Es decir, aunque los asentamientos precarios pueden ser zonas de mayor incidencia y mortalidad, la propagación del virus no se limitará a estos espacios. Como en las inundaciones de todos los años, los peores casos y el mayor número de muertes se concentrarán en las zonas de mayor riesgo, las favelas, pero los impactos serán en toda la ciudad.

En esta ocasión, la única manera de beneficiarnos, independientemente de nuestra condición social, es trabajar para que el virus no se propague a la ciudad en su conjunto.

También existe la posibilidad de que el autoritarismo instalado en el Estado brasileño utilice esta situación para confinar y diferenciar a un sector de la población. En este caso las consecuencias son impredecibles, pero sin duda serán catastróficas.

La necesidad de protocolos especiales

Es necesario adaptar urgentemente los protocolos internacionales de lucha contra la pandemia para tener en cuenta las condiciones de vida de millones de brasileños expuestos a riesgos de contaminación mucho más elevados y en condiciones de salud que aumentarán la letalidad de la enfermedad hasta niveles insospechados.

También es urgente establecer una red de información y solidaridad entre comunidades y organizaciones sociales comprometidas con la atención a las poblaciones más necesitadas para que se puedan discutir medidas y soluciones adaptadas, de modo que juntos podamos enfrentar la necropolítica del Estado brasileño.

Mientras tanto, a diferencia del anti presidente de la República, organizaciones como Fiocruz, el Congreso Nacional y el Ministerio de Salud, así como los Estados, los municipios, las ONG y otras instituciones públicas y privadas, han tratado la pandemia con seriedad y competencia. Sin embargo, no se conoce ningún plan de contingencia específico para la parte de la población que vive en asentamientos precarios, barrios marginales y favelas. Es urgente que esto ocurra. Lo primero es la formación de redes de información que unan a las comunidades y a los técnicos de diversas áreas comprometidas con la vida humana.

Las recomendaciones sobre la higiene y el contacto social pueden no ser satisfactorias ni plenamente aplicables en estas zonas. Y, como ya se ha señalado, la precariedad urbana causa e intensifica la debilidad de la salud, exponiendo a las condiciones más graves de la enfermedad no sólo a los ancianos, sino también a los niños, jóvenes y adultos con inmunidad debilitada, lo que sobrecargaría aún más el sistema de salud y aumentaría la mortalidad en la sociedad en su conjunto.

Traducción: Luciana Garbarino


* Geógrafo y urbanista, es investigador y profesor visitante en la Universidad de California en Irvine (UCI).

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur