25 mar 2020

LE QUEDA POCO

Brasil: crónica de un gobierno que desvaría

Por Eric Nepomuceno


Imagen: EFE


Desde Río de Janeiro


El domingo por la noche, y en edición especial, el Diario Oficial trajo una medida provisional firmada por el ultraderechista Jair Bolsonaro autorizando a empleadores a suspender trabajo y sueldo de sus empleados por hasta cuatro meses, luego de “entendimientos” entre ambas partes.



En Brasil, una “medida provisional” es un decreto presidencial que entra de inmediato en vigor. El Congreso tiene un plazo de 120 días para ratificarla. Caso contrario, pierde vigencia.

En el país gobernado por esa desvariada creatura alrededor de 38 millones de personas o tiene trabajo informal, sin ningún amparo legal, o trabajo precario, y gracias a las reformas laborales creadas por su antecesor, el golpista cleptómano llamado Michel Temer, los demás 70 millones perdieron parte substancial de sus derechos.

En ese cuadro, es fácil prever como sería el “entendimiento” entre patrón y empleado. Quien no aceptara la “propuesta”, a la calle. Y punto.
La reacción de políticos, juristas, abogados, miembros del Supremo Tribunal Federal, medios de comunicación y sindicatos ha sido brutal.

En una medida humillante, Rodrigo Maia, el derechista que preside la Cámara de Diputados, le devolvió el decreto, clasificándolo como “rengo”. O sea: fue la primera intervención del Congreso anulando la iniciativa de plano.

Por la tarde hubo otra, esta vez de parte de un magistrado de la Corte Suprema: Marco Aurelio Mello anuló la decisión que reducía drásticamente los fondos destinados a la Bolsa Familia en el nordeste, justo la región más pobre de este país desgraciado.
El Bolsa Familia fue creado por Lula da Silva, y consiste en una asignación destinada a familias que en miseria o estado de pobreza extrema. Con la crisis que se avecina, reducir esa asignación sería brutal.

Ya con relación al otro decreto que permitía, Bolsonaro, en otra muestra de su desequilibrio sin límite ni remedio, por la mañana defendió enfáticamente lo que había firmado el día anterior. Y por la tarde, lo anuló.

Reiterando su manía paranoica de decir y desdecir, aprovechó para anunciar que decretará otra medida permitiendo que patrones reduzcan a la mitad la jornada de trabajo y, claro, los sueldos. Cuándo, no dijo.

Las dos iniciativas absurdas han sido fruto de la mente enferma de una figura indecente llamada Paulo Guedes, el exfuncionario del régimen sanguinario de Augusto Pinochet que la bestia presidencial eligió para “súper ministro” de Economía.

Como era perfectamente previsible, Guedes montó un equipo económico en que el más moderado es neoliberal radical. Los demás son fanáticos fundamentalistas.

No se conoce de Guedes ningún trabajo académico respetable, ninguna experiencia en la cosa pública. Ha sido, eso sí, un muy exitoso especulador del mercado financiero.
Entre economistas respetados de las más distintas tendencias, esa aberración ambulante es clasificada como “primario”. Nulidad, pues.

Semejante figura contó (nadie sabe hasta qué punto todavía cuenta) con respaldo del empresariado y, claro, de la banca. Los dueños del dinero se encantan con esa clase de genocida de los trabajadores y eliminan la pobreza liquidando a los pobres.

Y, claro, sedujo al beocio electo por millones de idiotas para presidir un país que ya venía a la deriva, y que él y sus cómplices tratan de naufragar de una vez por todas.

Este lunes, los dos tuvieron su primer encontronazo con el Congreso y con la Corte Suprema de Justicia.

Ojalá sea el primero de muchos.