Por Sergio Kiernan
31 de octubre de 2020
Por primera vez en dos siglos y algo más de vida independiente y 230 de elecciones, los norteamericanos andan discutiendo con alguna seriedad si Donald Trump puede dar un golpe militar. Como se pasó cuatro años maltratando a generales prestigiosos y diciendo cosas como que servir y morir en una guerra es cosa de perdedores, se asume que no va a seguir en el poder sentado en las bayonetas: los de uniforme no le deben su lealtad.
31 de octubre de 2020
Por primera vez en dos siglos y algo más de vida independiente y 230 de elecciones, los norteamericanos andan discutiendo con alguna seriedad si Donald Trump puede dar un golpe militar. Como se pasó cuatro años maltratando a generales prestigiosos y diciendo cosas como que servir y morir en una guerra es cosa de perdedores, se asume que no va a seguir en el poder sentado en las bayonetas: los de uniforme no le deben su lealtad.
Con lo que sí se está discutiendo y con mucha seriedad es que Trump pierda este martes y se niegue a aceptarlo, que efectivamente dé un golpe pero cívico, ambiguo, más en la tradición norteamericana. Sería uno lleno de abogados, de golpes mediáticos, de movilizaciones digitales y de milicias en la calle atacando a quien proteste, cosa de crear "anarquía" y justificar una represión dura.
LEER MÁSEn Estados Unidos ya votaron más de 82 millones de personas | A cuatro días de las elecciones presidenciales se anticipa una participación histórica
Si esto parece exagerado, hay que recordar que Trump es impulsivo y es de hacer lo que se le pase por la cabeza. Un día se le ocurrió ordenar que los marines fusilaran a quien cruzara el Río Grande, otro día que invadieran Venezuela. Como todavía tenía en el gabinete alguna gente con límites, le explicaron que lo uno era ilegal -y que las tropas proablemente no obedecerían esa orden- y que lo otro sería peor que Irak. Trump aprendió la lección y depuró su gobierno, con lo que ahora está rodeado de perfectos leales, de creyentes o de chupamedias, en todo caso de gente que no le va a decir que no.
Este martes es el día oficial de votación, como manda la constitución, pero no va a ser el día en que se sepa quién es presidente. En general, en este super-martes se sabe la tendencia del voto, que en general termina siendo el resultado final. Pero como bien sabe Al Gore, todo se puede demorar y terminar amañado por los abogados. Este martes, un escenario más que posible es que la primera tendencia le dé ventaja a Trump, porque muchos republicanos van a ir a votar ese mismo día y esos votos se cuentan rápido. Una gran cantidad de demócratas parecen haber votado por correo o por adelantado, opciones legales en el extraño sistema electoral norteamericano que se cuentan bastante más despacio.
Trump viene preparando el tema hace rato, diciendo que le van a hacer fraude por correo. Como el conteo se va a demorar varios días tiene tiempo de instalar que él ganó y le están haciendo trampa. Ahí se le abren dos opciones sabrosas. Una es declarar que las elecciones son inválidas y seguir en el poder para llamar a otras a futuro. Otra es cuestionar con demandas legales todas y cada una de las elecciones en los estados donde empate o ande cerca, que son varios.
Para esto tiene cuatro herramientas fundamentales. Una es el departamento de Justicia, a manos de su muy leal y bastante amoral William Barr, que también lleva un buen rato hablando de fraude. Otra es la inteligencia interna, a cargo del también leal John Rattcliffe. La tercera es la flamante Corte Suprema con mayoría conservadora de seis a tres. Con menos margen, George Bush el joven le birló la presidencia al demócrata Gore.
La cuarta herramienta es la más rica y poderosa, y puede usarse en tres estados clave: Pensilvania, Michigan y Wisconsin. Como se sabe, los votantes no eligen presidente sino electores, que se reúnen en un Colegio y votan al presidente, teóricamente según el mandato recibido de sus votantes. Pero en esos tres estados las encuestas dan cerca, con lo que puede ocurrir que las legislaturas, todas en manos de los republicanos, validen un grupo de electores que le parezca a ellas y lo mande a Washington, mientras que los gobernadores, todos demócratas, validen a otro grupo para votar en la capital. Cada bando tendrá razones abogadiles suficientes y puede armar un espectacular enredo judicial que patee todo al futuro.
Mientras todo esto ocurre, la cadena Fox, los interminables medios digitales de derecha y los grupos como Qanon van a gritar que hubo fraude, que se robaron urnas, que no dejaron votar a los fieles. También se van a movilizar los demócratas y los progresistas, y van a abundar las protestas públicas. Milicias y grupos armados como los Boogaloo, los Proud Boys, los Patriot Prayer, los Three Percenters, los Oath Keepers y la Light Foot Militia, para nombrar algunos, ya están movilizando abiertamente para "defender el voto".
Semejante caos da para todo, hasta para anular el acto electoral -lo que nunca ocurrió- y buscar una salida con un barniz de legalidad. Una, ya se dijo, es que la Corte Suprema decida. Otra es que voten los diputados, que en un caso así, contemplado en la constitución para casos de empate, votan por estado y no por bloque, con lo que los porotos le dan fácil a Trump
El calendario de eventos augura un fin de año movido: este martes se vota, el 14 de diciembre se reúne el colegio electoral, el 3 de enero asume el nuevo Congreso, el 6 se reúnen ejecutivo y legislativo para certificar la votación del colegio electoral y el 20 asume el nuevo presidente. Entre una fecha y la otra, Estados Unidos puede tener claridad o mostrar abiertamente que a la derecha no le importa nada que no sea seguir en el poder.
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Si esto parece exagerado, hay que recordar que Trump es impulsivo y es de hacer lo que se le pase por la cabeza. Un día se le ocurrió ordenar que los marines fusilaran a quien cruzara el Río Grande, otro día que invadieran Venezuela. Como todavía tenía en el gabinete alguna gente con límites, le explicaron que lo uno era ilegal -y que las tropas proablemente no obedecerían esa orden- y que lo otro sería peor que Irak. Trump aprendió la lección y depuró su gobierno, con lo que ahora está rodeado de perfectos leales, de creyentes o de chupamedias, en todo caso de gente que no le va a decir que no.
Este martes es el día oficial de votación, como manda la constitución, pero no va a ser el día en que se sepa quién es presidente. En general, en este super-martes se sabe la tendencia del voto, que en general termina siendo el resultado final. Pero como bien sabe Al Gore, todo se puede demorar y terminar amañado por los abogados. Este martes, un escenario más que posible es que la primera tendencia le dé ventaja a Trump, porque muchos republicanos van a ir a votar ese mismo día y esos votos se cuentan rápido. Una gran cantidad de demócratas parecen haber votado por correo o por adelantado, opciones legales en el extraño sistema electoral norteamericano que se cuentan bastante más despacio.
Trump viene preparando el tema hace rato, diciendo que le van a hacer fraude por correo. Como el conteo se va a demorar varios días tiene tiempo de instalar que él ganó y le están haciendo trampa. Ahí se le abren dos opciones sabrosas. Una es declarar que las elecciones son inválidas y seguir en el poder para llamar a otras a futuro. Otra es cuestionar con demandas legales todas y cada una de las elecciones en los estados donde empate o ande cerca, que son varios.
Para esto tiene cuatro herramientas fundamentales. Una es el departamento de Justicia, a manos de su muy leal y bastante amoral William Barr, que también lleva un buen rato hablando de fraude. Otra es la inteligencia interna, a cargo del también leal John Rattcliffe. La tercera es la flamante Corte Suprema con mayoría conservadora de seis a tres. Con menos margen, George Bush el joven le birló la presidencia al demócrata Gore.
La cuarta herramienta es la más rica y poderosa, y puede usarse en tres estados clave: Pensilvania, Michigan y Wisconsin. Como se sabe, los votantes no eligen presidente sino electores, que se reúnen en un Colegio y votan al presidente, teóricamente según el mandato recibido de sus votantes. Pero en esos tres estados las encuestas dan cerca, con lo que puede ocurrir que las legislaturas, todas en manos de los republicanos, validen un grupo de electores que le parezca a ellas y lo mande a Washington, mientras que los gobernadores, todos demócratas, validen a otro grupo para votar en la capital. Cada bando tendrá razones abogadiles suficientes y puede armar un espectacular enredo judicial que patee todo al futuro.
Mientras todo esto ocurre, la cadena Fox, los interminables medios digitales de derecha y los grupos como Qanon van a gritar que hubo fraude, que se robaron urnas, que no dejaron votar a los fieles. También se van a movilizar los demócratas y los progresistas, y van a abundar las protestas públicas. Milicias y grupos armados como los Boogaloo, los Proud Boys, los Patriot Prayer, los Three Percenters, los Oath Keepers y la Light Foot Militia, para nombrar algunos, ya están movilizando abiertamente para "defender el voto".
Semejante caos da para todo, hasta para anular el acto electoral -lo que nunca ocurrió- y buscar una salida con un barniz de legalidad. Una, ya se dijo, es que la Corte Suprema decida. Otra es que voten los diputados, que en un caso así, contemplado en la constitución para casos de empate, votan por estado y no por bloque, con lo que los porotos le dan fácil a Trump
El calendario de eventos augura un fin de año movido: este martes se vota, el 14 de diciembre se reúne el colegio electoral, el 3 de enero asume el nuevo Congreso, el 6 se reúnen ejecutivo y legislativo para certificar la votación del colegio electoral y el 20 asume el nuevo presidente. Entre una fecha y la otra, Estados Unidos puede tener claridad o mostrar abiertamente que a la derecha no le importa nada que no sea seguir en el poder.