Por Emir Sader
03/08/2021
Las elecciones de 2022 en Brasil representan no solo una decisión fundamental para el futuro del país, sino también para el destino de América Latina, al menos a lo largo de la primera mitad del siglo XXI.
El triunfo del golpe militar de 1964 apuntó al futuro del continente en las últimas décadas del siglo XX, con la proliferación de dictaduras militares y derrotas de movimientos de izquierda, de los que salió el continente, con gran dificultad, no sin dejar heridas.
El golpe que derrocó a Dilma Rouseff en 2016 rompió con la democracia en Brasil, promovió la peor catástrofe que ha vivido el país y, al mismo tiempo, señaló caminos similares, triunfante por un corto período en Bolivia, derrotado en Argentina.
El continente vive un período de transición, con gobiernos de izquierda en México, Argentina, Bolivia, procesos abiertos en Perú y Chile, con posibles perspectivas democráticas en Colombia. Las elecciones brasileñas definirán hacia donde irá Brasil. La reanudación de la democratización o la consolidación del autoritarismo armado militarmente de Bolsonaro.
Obstáculos
Hoy no hay duda de que, si el proceso electoral se lleva a cabo mediante cánones mínimamente democráticos, Lula (foto) será elegido en octubre de 2022, en la primera vuelta, tomará posesión el 1 de enero de 2023, Brasil saldrá de la pesadilla actual en la que vive, se restablecerá la democracia, la economía crecerá, generará empleo y distribuirá ingresos. Brasil liderará, junto con Argentina y México, un nuevo y fuerte impulso hacia la integración latinoamericana, proyectando una América Latina democrática, popular y soberana para toda la primera mitad del siglo XXI.
Sin embargo, si se colocan nuevos obstáculos antidemocráticos en este camino, con algún nuevo tipo de golpe, como defiende Bolsonaro, y estos obstáculos impiden la victoria de Lula y el retorno de la democracia en Brasil, el país tendrá un futuro aún más desastroso desde todos los puntos de vista. Más aún, el hecho fomentará otro tipo de aventuras similares en otros países del continente, entre ellos posiblemente Chile, Colombia y Perú.
Dos futuros
Hay dos futuros para Brasil y para América Latina que estarán incrustados en estas dos perspectivas radicalmente excluyentes y contradictorias. Por eso las elecciones de 2022 - y todo el proceso electoral que de hecho ha comenzado en Brasil - son la madre de todas las batallas por el país y por América Latina. El destino del propio Lula - como analizo en mi libro “Lula y la izquierda del siglo XXI”(Editorial Coluhue)- se identifica con estas alternativas. Una cosa es Lula detenido en la Policía Federal, en Curitiba, otra es Lula, presidente de Brasil, en el Palacio da Alvorada.
Estados Unidos está plenamente consciente de esto. En su despedida de Brasil, el embajador de Estados Unidos, amigo cercano de Bolsonaro, afirmó que el principal problema de Brasil no es la democracia, sino la corrupción. Es decir, el riesgo para el país no es Bolsonaro, sino Lula.
Antipetismo
La derecha debe revivir el antipetismo, apostando a que podría reanudar las acusaciones de corrupción contra Lula, a pesar de todas las pruebas en contrario. La invitación de Bolsonaro a los militares a dar un golpe de Estado tiene como pretexto banal la necesidad de un voto impreso. Pero detrás esconde el fantasma de que habría un complot entre el Poder Judicial, los medios de comunicación y otras fuerzas, que habría sacado a Lula de la cárcel y lo llevarían al Palacio do Planalto. Según esta teoría conspiativa las mismas personas que impulsarían esta trama serían las encargadas de computar los resultados electorales supuestamente en espacios cerrados, sin transparencia y sin posibilidad de recuento.
Lula tiene un discurso ganador. Anclado en el éxito de su gobierno, responde a las necesidades del pueblo y del país. Bolsonaro tiene un discurso golpista que satisface las necesidades del capital especulativo, los evangélicos, el ejército y la policía. El futuro de la democracia en Brasil y del propio Brasil depende de este choque, de quién saldrá ganador. Con efectos negativos o positivos para toda Latinoamérica.