Jair Bolsonaro y Donald Trump intercambian camisetas de fútbol con los nombres de cada uno en la Casa Blanca, en Washington, el de marzo de 2019. Foto: Chris Kleponis/Pool/CNP/ZUMA Wire/Alamy Live News
El 2 de octubre, el Tribunal Superior Electoral de Brasil anunció que el líder izquierdista y expresidente Luiz Inácio Lula da Silva había ganado la primera ronda de las elecciones presidenciales del país, con seis millones de votos más que el actual mandatario derechista Jair Bolsonaro. Al día siguiente, Steve Bannon, exestratega jefe del expresidente estadounidense Donald Trump y amigo de la familia Bolsonaro, acudió a su podcast, ‘Bannon’s War Room’, para lanzar acusaciones de fraude electoral.
A Bannon se sumaron Matthew Tyrmand, miembro de la junta directiva de Project Veritas – un desacreditado grupo estadounidense que utiliza cámaras ocultas para supuestamente «desenmascarar» a periodistas de izquierda – y Darren Beattie, un exredactor de discursos de Trump que fue despedido en 2018 después de que se descubriera que se había reunido con nacionalistas blancos dos años antes (Beattie dijo a los medios estadounidenses que no había dicho «nada objetable» en esta reunión).
En el podcast, los tres expresaron sus dudas sobre la victoria de Lula. «Hubo fraude», dijo Tyrmand, basándose en el hecho de que los primeros resultados mostraban una ventaja para Bolsonaro antes de que se contaran los votos del Nordeste, bastión de Lula.
Bannon se mostró, afirmando que una derrota de Bolsonaro era «matemáticamente imposible», ya que su partido había ganado ocho escaños en las elecciones simultáneas al Senado, convirtiéndose en el bloque más grande. Había pruebas, sugirió Tyrmand, de fraude en la votación electrónica para favorecer a Lula.
Pero esto era mentira.
El Departamento de Estado de Estados Unidos considera que el sistema de voto electrónico de Brasil, que nunca ha registrado un solo caso de fraude desde su introducción en 1996, es «un modelo para los países del hemisferio (occidental) y del mundo».
Las misiones de observación electoral de la Organización de los Estados Americanos, el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral y el Centro Carter de Estados Unidos señalaron que la votación fue democrática y se celebró de forma transparente y pacífica.
Sin embargo, las campañas de desinformación prendieron como reguero de pólvora en los grupos conservadores de WhatsApp y Telegram. Las noticias falsas de Brasil emigraron a Estados Unidos, donde fueron recogidas por medios de comunicación «alternativos» de la derecha, como el podcast de Bannon.
Esto es cada vez más común: docenas de aliados de Trump han establecido relaciones con la familia Bolsonaro en los últimos cuatro años, y partidarios de ambos dirigentes emplean las mismas narrativas, tácticas y plataformas para denigrar la democracia.
Una investigación de cuatro meses realizada por Agência Pública, un medio periodístico brasileño independiente, descubrió que estas alianzas se han construido sobre relatos conspirativos de extrema derecha, como la amenaza del comunismo y el «marxismo cultural», que dan sustento a las reivindicaciones populistas de Trump y Bolsonaro.
No es de extrañar, por tanto, que Bolsonaro haya sido apodado ‘el Trump del trópico’.
Ambos comparten posiciones de línea dura sobre la delincuencia, la inmigración y las leyes de control de armas, y ambos han lanzado ataques a los medios de comunicación y han lanzado acusaciones de que sus enemigos buscan derrocarlos, en contra de «la voluntad del pueblo», mediante el fraude electoral.
Además, son amigos. Bolsonaro apoyó a Trump en sus denuncias de fraude electoral generalizado en 2020 y fue uno de los últimos jefes de Estado en reconocer la victoria presidencial de Joe Biden, seis semanas después de las elecciones.
A cambio, Trump respaldó efusivamente la candidatura de Bolsonaro a la reelección. «¡¡¡Es un hombre maravilloso y tiene mi completo y total respaldo!!!», publicó a principios de septiembre en Truth Social, la plataforma de redes sociales que fundó.
Eduardo Bolsonaro, tercer hijo del presidente y miembro de la Cámara de Diputados de Brasil, también ha estrechado lazos con los conservadores estadounidenses.
En agosto de 2018, unos meses antes de que su padre ganara la presidencia, Eduardo se reunió con Bannon en Nueva York, en las oficinas de Breitbart News, el sitio web de propaganda de la extrema derecha del que Bannon fue presidente ejecutivo.
«Compartimos la misma visión del mundo», tuiteó Eduardo tras el encuentro. «Claro que estamos en contacto para unir fuerzas, especialmente contra el marxismo cultural», añadió.
Al año siguiente, Bannon nombró a Eduardo representante sudamericano de The Movement, una plataforma de partidos políticos de derecha hasta entonces enteramente europea, que Bannon armó para «apoyar el nacionalismo populista y rechazar la influencia del globalismo».
Aunque El Movimiento nunca llegó a despegar, fortaleció el estatus de Eduardo en círculos derechistas. Agência Pública contabilizó 77 visitas y reuniones entre él y seguidores clave de Trump en los últimos cinco años.
Uno de esos partidarios, Mark Ivanyo, director ejecutivo del laboratorio de ideas Republicans for National Renewal, cuyo objetivo principal es tender puentes entre derechistas estadounidenses y del resto del mundo, considera a Eduardo una figura clave.
En declaraciones a la Agência Pública, Ivanyo lo describió como «nuestro principal socio» en Brasil y dijo que fue el orador principal en el acto inaugural de su grupo en 2020.
La conexión brasileña con los disturbios del 6 de enero
Ya que ni Lula ni Bolsonaro consiguieron más de 50 % de los votos en la primera vuelta, Brasil irá a las urnas en una segunda vuelta este domingo 30 de octubre.
Sea cual sea el resultado, «Bolsonaro no tiene intención de perder las elecciones», dijo a la Agência Pública Thomas Shannon, embajador de Estados Unidos en Brasil bajo el mandato de Barack Obama. Shannon cree que seguirá los pasos de Trump y «tratará de encontrar una manera de mantenerse en el cargo».
El diplomático se refiere en parte a los acontecimientos del 6 de enero de 2021, cuando, tras negarse a aceptar la derrota electoral, Trump animó a sus seguidores a «luchar como un demonio». Horas más tarde, una turba asaltó el edificio del Capitolio en Washington en un intento de frustrar la certificación del triunfo de Biden.
Eduardo Bolsonaro estaba en Washington en ese momento, y el misterio aún rodea su «visita sorpresa», como la describió el diario brasileño O Globo, y de la que el Ministerio de Relaciones Exteriores no estaba al tanto, según dijo la propia embajada brasileña en Estados Unidos.
Aunque los movimientos de Eduardo el 6 de enero no han sido revelados, durante el resto de su viaje – que parece haberse extendido del 4 al 11 de enero – publicó selfies con la hija de Trump, Ivanka, y su marido Jared Kushner; Matt Schlapp, el presidente del Comité de Acción Política Conservadora (CPAC); y Daniel Schneider, el entonces líder de la Unión Conservadora Americana, que organiza las conferencias del CPAC.
En vísperas del intento de insurrección, Eduardo se reunió con el director ejecutivo de MyPillow, Mike Lindell, un fanático seguidor de Trump al que el Washington Post fotografió más tarde entrando en la Casa Blanca con notas que parecían sugerir que Trump debía declarar la ley marcial para mantenerse en el poder.
En una transmisión en vivo el 6 de enero, Lindell explicó un plan para crear un comité que analizara las pruebas del fraude electoral. Y añadió: «El mundo entero está mirando. Anoche me reuní con Brasil, con el hijo del presidente de Brasil…»
En ese momento, el presidente Bolsonaro se negó a condenar el intento de insurrección. «Ustedes saben que estoy conectado con Trump, así que conocen mi respuesta aquí», dijo a periodistas. «Hubo gente que votó tres, cuatro veces, gente muerta que votó», afirmó falsamente.
En Brasil, una campaña orquestada se dedicó a difundir la narrativa de Trump sobre la ‘Gran Mentira’ (la terminología que Trump y sus partidarios utilizan para hacer afirmaciones de fraude electoral), según un análisis de Agência Pública y el profesor de la Universidad de Virginia, David Nemer.
Entre octubre de 2020 y febrero de 2021 se publicaron casi 24.000 tuits con el hashtag «#GoTrumpReeleito», elaborado específicamente para el público brasileño. Al menos seis legisladores brasileños, aliados de Eduardo Bolsonaro, también difundieron afirmaciones sobre la ‘Gran Mentira’ y elogiaron en redes sociales la revuelta del 6 de enero.
El 2 de octubre, el Tribunal Superior Electoral de Brasil anunció que el líder izquierdista y expresidente Luiz Inácio Lula da Silva había ganado la primera ronda de las elecciones presidenciales del país, con seis millones de votos más que el actual mandatario derechista Jair Bolsonaro. Al día siguiente, Steve Bannon, exestratega jefe del expresidente estadounidense Donald Trump y amigo de la familia Bolsonaro, acudió a su podcast, ‘Bannon’s War Room’, para lanzar acusaciones de fraude electoral.
A Bannon se sumaron Matthew Tyrmand, miembro de la junta directiva de Project Veritas – un desacreditado grupo estadounidense que utiliza cámaras ocultas para supuestamente «desenmascarar» a periodistas de izquierda – y Darren Beattie, un exredactor de discursos de Trump que fue despedido en 2018 después de que se descubriera que se había reunido con nacionalistas blancos dos años antes (Beattie dijo a los medios estadounidenses que no había dicho «nada objetable» en esta reunión).
En el podcast, los tres expresaron sus dudas sobre la victoria de Lula. «Hubo fraude», dijo Tyrmand, basándose en el hecho de que los primeros resultados mostraban una ventaja para Bolsonaro antes de que se contaran los votos del Nordeste, bastión de Lula.
Bannon se mostró, afirmando que una derrota de Bolsonaro era «matemáticamente imposible», ya que su partido había ganado ocho escaños en las elecciones simultáneas al Senado, convirtiéndose en el bloque más grande. Había pruebas, sugirió Tyrmand, de fraude en la votación electrónica para favorecer a Lula.
Pero esto era mentira.
El Departamento de Estado de Estados Unidos considera que el sistema de voto electrónico de Brasil, que nunca ha registrado un solo caso de fraude desde su introducción en 1996, es «un modelo para los países del hemisferio (occidental) y del mundo».
Las misiones de observación electoral de la Organización de los Estados Americanos, el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral y el Centro Carter de Estados Unidos señalaron que la votación fue democrática y se celebró de forma transparente y pacífica.
Sin embargo, las campañas de desinformación prendieron como reguero de pólvora en los grupos conservadores de WhatsApp y Telegram. Las noticias falsas de Brasil emigraron a Estados Unidos, donde fueron recogidas por medios de comunicación «alternativos» de la derecha, como el podcast de Bannon.
Esto es cada vez más común: docenas de aliados de Trump han establecido relaciones con la familia Bolsonaro en los últimos cuatro años, y partidarios de ambos dirigentes emplean las mismas narrativas, tácticas y plataformas para denigrar la democracia.
Una investigación de cuatro meses realizada por Agência Pública, un medio periodístico brasileño independiente, descubrió que estas alianzas se han construido sobre relatos conspirativos de extrema derecha, como la amenaza del comunismo y el «marxismo cultural», que dan sustento a las reivindicaciones populistas de Trump y Bolsonaro.
No es de extrañar, por tanto, que Bolsonaro haya sido apodado ‘el Trump del trópico’.
Ambos comparten posiciones de línea dura sobre la delincuencia, la inmigración y las leyes de control de armas, y ambos han lanzado ataques a los medios de comunicación y han lanzado acusaciones de que sus enemigos buscan derrocarlos, en contra de «la voluntad del pueblo», mediante el fraude electoral.
Además, son amigos. Bolsonaro apoyó a Trump en sus denuncias de fraude electoral generalizado en 2020 y fue uno de los últimos jefes de Estado en reconocer la victoria presidencial de Joe Biden, seis semanas después de las elecciones.
A cambio, Trump respaldó efusivamente la candidatura de Bolsonaro a la reelección. «¡¡¡Es un hombre maravilloso y tiene mi completo y total respaldo!!!», publicó a principios de septiembre en Truth Social, la plataforma de redes sociales que fundó.
Eduardo Bolsonaro, tercer hijo del presidente y miembro de la Cámara de Diputados de Brasil, también ha estrechado lazos con los conservadores estadounidenses.
En agosto de 2018, unos meses antes de que su padre ganara la presidencia, Eduardo se reunió con Bannon en Nueva York, en las oficinas de Breitbart News, el sitio web de propaganda de la extrema derecha del que Bannon fue presidente ejecutivo.
«Compartimos la misma visión del mundo», tuiteó Eduardo tras el encuentro. «Claro que estamos en contacto para unir fuerzas, especialmente contra el marxismo cultural», añadió.
Al año siguiente, Bannon nombró a Eduardo representante sudamericano de The Movement, una plataforma de partidos políticos de derecha hasta entonces enteramente europea, que Bannon armó para «apoyar el nacionalismo populista y rechazar la influencia del globalismo».
Aunque El Movimiento nunca llegó a despegar, fortaleció el estatus de Eduardo en círculos derechistas. Agência Pública contabilizó 77 visitas y reuniones entre él y seguidores clave de Trump en los últimos cinco años.
Uno de esos partidarios, Mark Ivanyo, director ejecutivo del laboratorio de ideas Republicans for National Renewal, cuyo objetivo principal es tender puentes entre derechistas estadounidenses y del resto del mundo, considera a Eduardo una figura clave.
En declaraciones a la Agência Pública, Ivanyo lo describió como «nuestro principal socio» en Brasil y dijo que fue el orador principal en el acto inaugural de su grupo en 2020.
La conexión brasileña con los disturbios del 6 de enero
Ya que ni Lula ni Bolsonaro consiguieron más de 50 % de los votos en la primera vuelta, Brasil irá a las urnas en una segunda vuelta este domingo 30 de octubre.
Sea cual sea el resultado, «Bolsonaro no tiene intención de perder las elecciones», dijo a la Agência Pública Thomas Shannon, embajador de Estados Unidos en Brasil bajo el mandato de Barack Obama. Shannon cree que seguirá los pasos de Trump y «tratará de encontrar una manera de mantenerse en el cargo».
El diplomático se refiere en parte a los acontecimientos del 6 de enero de 2021, cuando, tras negarse a aceptar la derrota electoral, Trump animó a sus seguidores a «luchar como un demonio». Horas más tarde, una turba asaltó el edificio del Capitolio en Washington en un intento de frustrar la certificación del triunfo de Biden.
Eduardo Bolsonaro estaba en Washington en ese momento, y el misterio aún rodea su «visita sorpresa», como la describió el diario brasileño O Globo, y de la que el Ministerio de Relaciones Exteriores no estaba al tanto, según dijo la propia embajada brasileña en Estados Unidos.
Aunque los movimientos de Eduardo el 6 de enero no han sido revelados, durante el resto de su viaje – que parece haberse extendido del 4 al 11 de enero – publicó selfies con la hija de Trump, Ivanka, y su marido Jared Kushner; Matt Schlapp, el presidente del Comité de Acción Política Conservadora (CPAC); y Daniel Schneider, el entonces líder de la Unión Conservadora Americana, que organiza las conferencias del CPAC.
En vísperas del intento de insurrección, Eduardo se reunió con el director ejecutivo de MyPillow, Mike Lindell, un fanático seguidor de Trump al que el Washington Post fotografió más tarde entrando en la Casa Blanca con notas que parecían sugerir que Trump debía declarar la ley marcial para mantenerse en el poder.
En una transmisión en vivo el 6 de enero, Lindell explicó un plan para crear un comité que analizara las pruebas del fraude electoral. Y añadió: «El mundo entero está mirando. Anoche me reuní con Brasil, con el hijo del presidente de Brasil…»
En ese momento, el presidente Bolsonaro se negó a condenar el intento de insurrección. «Ustedes saben que estoy conectado con Trump, así que conocen mi respuesta aquí», dijo a periodistas. «Hubo gente que votó tres, cuatro veces, gente muerta que votó», afirmó falsamente.
En Brasil, una campaña orquestada se dedicó a difundir la narrativa de Trump sobre la ‘Gran Mentira’ (la terminología que Trump y sus partidarios utilizan para hacer afirmaciones de fraude electoral), según un análisis de Agência Pública y el profesor de la Universidad de Virginia, David Nemer.
Entre octubre de 2020 y febrero de 2021 se publicaron casi 24.000 tuits con el hashtag «#GoTrumpReeleito», elaborado específicamente para el público brasileño. Al menos seis legisladores brasileños, aliados de Eduardo Bolsonaro, también difundieron afirmaciones sobre la ‘Gran Mentira’ y elogiaron en redes sociales la revuelta del 6 de enero.
Cena de lujo en Copacabana
Además de las visitas frecuentes de Eduardo a Estados Unidos para reunirse con destacados derechistas, Trump entre ellos, conservadores estadounidenses influyentes también han peregrinado a Brasil para apoyar a Bolsonaro.
Una reunión secreta tuvo lugar en septiembre de 2021, un momento explosivo en la política brasileña. Con su popularidad en declive, perseguido por acusaciones de corrupción y un número récord de solicitudes de destitución en el Congreso, Bolsonaro instó a sus partidarios a salir a las calles el 7 de septiembre, día de la independencia nacional de Brasil.
«Tenemos tres alternativas para mí: la cárcel, la muerte o la victoria», dijo en una reunión de líderes evangélicos en agosto, añadiendo que la primera estaba descartada.
Cientos de miles de personas inundaron las calles de las ciudades brasileñas, denunciando el sistema electoral «fraudulento» y exigiendo una «intervención militar» y el «cierre del Tribunal Supremo», que había suspendido medidas inconstitucionales adoptadas por Bolsonaro.
En São Paulo, la mayor ciudad del país, 125 000 personas se reunieron para escuchar al presidente decir que no acataría las órdenes judiciales, proclamando: «Díganle a los bastardos que nunca seré arrestado». Camioneros bloquearon las carreteras en 14 estados, generando temor de una escasez de alimentos. Algunos grupos intentaron asaltar el edificio del Tribunal Supremo, pero fueron detenidos por la policía.
Los disturbios solo se enfriaron el 9 de septiembre, cuando, bajo amenaza de un juicio político, Bolsonaro firmó una carta en la que afirmaba que nunca había atacado al Tribunal Supremo. Un día antes, mientras el país seguía en llamas, 16 prominentes conservadores estadounidenses asistieron a una cena en el Copacabana Palace, un hotel frente a la playa en Río de Janeiro.
Agência Pública habló con seis personas que estuvieron presentes en la reunión, organizada por la Confederación Nacional de la Industria (CNI) de Brasil y que oficialmente era un acto empresarial, aunque pocos de los asistentes estadounidenses eran empresarios. La mayoría eran políticos, operadores políticos y donantes.
El republicano Mike Lee, senador influyente que apoyó los intentos de Trump para torcer el resultado de las elecciones, fue posiblemente el asistente estadounidense más importante.
También había al menos cuatro consultores políticos, tres de los cuales estaban vinculados al senador republicano Rand Paul: Sergio Gor, antiguo asesor principal de Paul (y que también fue el jefe de personal del ‘Comité de Financiación de la Victoria’ para la reelección de Trump), Connor Hickey, exintegrante del personal de Paul, y Doug Stafford, su estratega principal y recaudador de fondos de larga data.
El cuarto era Nick Luna, ex asistente personal y guardaespaldas de Trump, que al parecer se encontraba en el Despacho Oval el 6 de enero cuando Trump llamó a su vicepresidente y lo presionó para que no certificara el resultado electoral.
La mayoría de los brasileños asistentes eran ejecutivos de negocios, con al menos dos excepciones: Eduardo y Sérgio Sant’Ana, quienes en 2020 cofundaron el Instituto Conservador Liberal (ICL), que coordina las conferencias del CPAC en Brasil.
La cena fue organizada por Sant’Ana y Gor, y Eduardo les dio las gracias a ambos por hacerla posible, especialmente a Gor «por su papel en la organización del viaje». El público aplaudió.
Cuando Agência Pública le preguntó sobre esa cena, Sant’Ana dijo que se trataba de un «encuentro privado» organizado por Lee y ajeno al gobierno brasileño y al ICL. «No conozco exactamente los antecedentes de los estadounidenses que estaban allí, pero fue cosa del senador [Mike Lee]», dijo.
Tras una presentación sobre la economía brasileña a cargo del presidente de la CNI, Robson Braga de Andrade, Lee afirmó que «Estados Unidos es muy amigo de Brasil», y añadió que la relación «tiene que fortalecerse».
Eduardo, por su parte, habló de las similitudes entre su padre y Trump y dijo que los conservadores estadounidenses y brasileños están muy unidos y tienen mucho en común. Eduardo también agradeció a varios integrantes de la delegación estadounidense por haberse reunido con su padre en Brasilia, la capital, unos días antes.
La agenda oficial del presidente, sin embargo, menciona solo una reunión de 45 minutos con Lee.
Otro visitante extraoficial del presidente por esas fechas fue el donante republicano anti-inmigrantes y empresario de Texas, Don Huffines. En su página web, el 27 de septiembre de 2021, Huffines escribió: «A principios de este mes, visité a un líder valiente que sorprendió al mundo con su victoria electoral, el presidente brasileño Jair Bolsonaro. Hablamos de nuestros valores cristianos comunes y discutimos estrategias para no solamente enfrentar el pantano del establishment, sino derrotarlo».
El legislador republicano Mark Green – que votó en contra de la certificación del triunfo de Biden el 6 de enero – también se reunió con Bolsonaro el 7 de septiembre, durante un viaje de seis días, que costó 15 000 dólares y fue financiado por la Unión Conservadora Americana.
Green fue orador en una conferencia del CPAC organizada por Eduardo unos días antes, y también se reunió con dos congresistas brasileños para discutir «políticas de integridad electoral». Green dejó Brasilia el 8 de septiembre.
Apoyo electoral
No hay pruebas de que alguien en Estados Unidos haya prestado apoyo financiero a la candidatura de Jair Bolsonaro a la reelección, lo que violaría las normas electorales brasileñas, pero es probable que conservadores estadounidenses hayan asesorado políticamente al presidente. Como dijo el exembajador Thomas Shannon: «No tengo ninguna duda de que los consultores políticos estadounidenses están asesorando a Bolsonaro… ¿Por qué si no irían a pasar tiempo allí? No están en la playa bebiendo caipirinhas».
Charlie Gerow, estratega republicano y vicepresidente de la Unión Conservadora Americana, dijo a la Agência Pública: «Todos los que siguen la política brasileña rezan a diario para que Jair [Bolsonaro] gane las elecciones». Aseguró no tener conocimiento de apoyo financiero para la reelección de Bolsonaro, lo que, señaló, sería ilegal. Pero «en la medida en que se pueda dar un consejo legalmente, si se pidiera, estoy seguro de que se daría», añadió.
En el último año, la red social estadounidense de ‘libertad de expresión’ Gettr, dirigida por el exportavoz de Donald Trump, Jason Miller, ha patrocinado actividades políticas en Brasil que apoyaron extraoficialmente la reelección de Bolsonaro. En un episodio del podcast de Bannon publicado el 6 de septiembre de 2021, Miller dijo: «En muchos sentidos, el presidente Bolsonaro tiene los mismos superpoderes que el presidente Trump».
Gettr patrocinó al menos cuatro encuentros celebrados por el ICL en Brasil entre septiembre de 2021 y junio de 2022: dos conferencias del CPAC – al menos a una de las cuales asistió Miller – y dos reuniones conservadoras regionales llamadas Brasil Profundo. Gettr no respondió a una pregunta de Agência Pública sobre cuánto dinero había aportado a esas conferencias, pero debió haber pagado 75.000 dólares para ser «patrocinador asociado» de otra conferencia del CPAC en Estados Unidos.
Fernando Neisser, que preside la Comisión de Derecho Político y Electoral del Colegio de Abogados de São Paulo, dijo que estas conferencias podrían considerarse «campañas electorales anticipadas», lo que sería ilegal en Brasil. Gettr, CPAC, el ICL y Bolsonaro no respondieron nuestro pedido de comentarios al respecto. Miller tampoco respondió, aunque tuiteó una versión en portugués de este artículo con las palabras «fake news», añadiendo: «El CPAC Brasil se organizó y se llevó a cabo dentro de todas las directrices permitidas, y mucho antes de que comenzara la campaña electoral [de Brasil] el 16 de agosto».
El 7 de septiembre, el día en que los partidarios de Bolsonaro salieron a las calles, Eduardo acompañó a Miller, Tyrmand y Mario Balaban, un portavoz de Project Veritas, al palacio presidencial brasileño. Allí, charlaron con el presidente y su familia junto a la piscina. Miller diría más adelante al New York Times que los brasileños querían «probar los neumáticos» de Gettr.
Más tarde, ese mismo día, los tres estadounidenses fueron detenidos por la policía federal cuando intentaban salir de Brasil. También fue detenido en el aeropuerto Gerald Brant, un financista nacido en Brasil y afincado en Nueva York que es asesor de la familia Bolsonaro desde hace tiempo y que varias fuentes de Agência Pública consideran intermediario principal entre la derecha estadounidense y la brasileña.
Por orden de un magistrado del Tribunal Supremo, los hombres fueron interrogados sobre el papel de Gettr en la difusión de desinformación en Brasil, según documentos judiciales vistos por Agência Pública. Ninguno fue acusado de haber cometido un delito y a todos se les permitió abandonar el país en un avión privado horas más tarde.
Heredero político
La insurrección del 6 de enero de 2021 en el Capitolio estadounidense es investigada por un Comité Selecto de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, y Bannon fue condenado esta semana a cuatro meses de cárcel y a una multa de 6.500 dólares por negarse a cooperar con la investigación.
El legislador Jamie Raskin, miembro de ese comité, dijo a Agência Pública que está «investigando los vínculos entre el régimen de Trump y el movimiento de Trump con [Vladimir] Putin y [el presidente húngaro Viktor] Orbán y Bolsonaro».
Pero otro aspecto que está examinando el comité, según dijo Raskin a periódicos brasileños, es la presencia de Eduardo en Washington el día de la insurrección. Shannon consideró probable que Eduardo viajara a la capital estadounidense a petición de su padre.
«La gente que rodea a Bolsonaro, y especialmente Eduardo, ha estudiado realmente los acontecimientos del 6 de enero y ha llegado a la conclusión de que Trump fracasó porque le faltó apoyo institucional de sectores clave, como los militares, y que Bolsonaro necesita resolver eso y construir ese apoyo institucional para mantenerse en el poder si pierde las elecciones», dijo Shannon a la Agência Pública.
Con Lula en ajustada ventaja según las encuestas, el futuro político de Bolsonaro podría depender en parte de las conexiones internacionales construidas por su hijo. Bannon ha manifestado interés en discutir el futuro de la derecha en América Latina con Eduardo.
«Lo que trato de hacer, especialmente con Eduardo, es hablar sobre cómo [desarrollar] un movimiento nacionalista populista en América Latina, cómo conectarlo, hacer que la gente de cada país se comunique, comparta ideas, diga lo que está funcionando o no», dijo a la BBC.
Mark Ivanyo, de Republicans for National Renewal, también ve un futuro brillante para Eduardo. En un tuit el día de la primera ronda de votación en Brasil, el grupo de expertos de Ivanyo deseó a Bolsonaro «buena suerte», y expresó optimismo sobre el futuro político de su hijo.
En declaraciones a la Agência Pública, Invanyo dijo: «[Eduardo] es la única persona y la mejor para suceder a su padre cuando llegue el momento».
Eduardo Bolsonaro, Mike Lee y Sergio Gor no respondieron a nuestras solicitudes de comentarios, como tampoco lo hicieron los demás miembros de la delegación estadounidense que viajó a Brasil.
Este artículo se publicó originalmente en DemocraciaAbierta-OpenDemocracy.
RV: EG