Claudio della Croce
On Oct 12, 2022
La inflación global se ha tornado un problema persistente y la respuesta ortodoxa de los principales bancos centrales del mundo ha provocado una amenaza al crecimiento económico que, obviamente no toma en consideración al elemento humano sino las ganancias de las grandes corporaciones trasnacionales y la persistencia de un modelo económico que hoy reconocen como fracasado y perimido.
Esta situación en los países más ricos, sumado a la desaceleración de la economía china como consecuencia de los nuevos confinamientos por la Covid-19, impactarán sobre el ciclo económico de los países en desarrollo. A su vez, la fortaleza del dólar y el Euro debilita a las monedas del mundo emergente, provocando un aumento de su deuda externa a niveles “gravosos”.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) no fue indulgente en la actualización de sus Perspectivas de la Economía Mundial: además de reducir su estimación de crecimiento del producto interno bruto (PIB) global de 2.9 a 2.7 por ciento, entre sus predicciones se encuentran el estancamiento de Estados Unidos, China y la zona euro (es decir, casi dos terceras partes de la economía mundial) para 2023.
Asimismo, prevé una recesión para la primera y la tercera economías de la eurozona, la persistencia e incluso empeoramiento de la inflación en los meses venideros, riesgo de salidas de capital de las economías emergentes hacia inversiones en dólares, la amenaza de una ola de crisis de deuda soberana conforme países de bajos ingresos profundizan o se acercan al sobreendeudamiento, o la posibilidad de que los bancos se queden sin reservas suficientes e incumplan sus requisitos de capital.
El Banco Mundial señaló la última semana que la desaceleración económica para el conjunto de la región latinoamericana se hace palpable. Según sus estimaciones, el PBI latinoamericano crecerá tres por ciento este año y apenas 1,6 el año próximo. En 2023 los principales países tendrán una expansión moderada: Argentina crecerá 2 por ciento, México 1,8 por ciento, Brasil apenas 0,8 y Chile mostrará una retracción del 0,5 por ciento. Costa Rica, Bolivia, Uruguay y Perú, crecerán a tasas del 2,8 por ciento anual.
“Acabamos de lanzar nuestro informe de pobreza donde encontramos 70 millones de personas más en la pobreza y una reducción importante del ingreso medio”, indicó Malpass, quien hizo hincapié en el carácter distributivo que supone el problema del endeudamiento externo de las naciones emergentes dada la coyuntura actual.
Precisó que “en 2022 los países más pobres tendrán que sacar 44.000 millones de dólares, que tendrán que invertir de su propio dinero para pagar a sus acreedores, los cuales casi todos viven en países ricos”. “Tenemos que tener un enfoque urgente en reducir todo lo que es la deuda insostenible para que podamos llegar a un punto en el que haya más espacio fiscal para todas las demás cosas“, remarcó.
La contracción que se viene
Los costos de endeudamiento más altos “realmente están comenzando a afectar” al ciclo, dijo la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, junto con el presidente del Banco Mundial, David Malpass, quien advirtió, que “existe peligro real de una contracción” en la economía mundial en 2023. La inflación global, los costos del endeudamiento y las políticas contractivas que aplican los bancos centrales están impactando en el ciclo económico mundial, reconocen.
Desde el FMI estiman que la debilidad que ahora acecha a las principales economías del mundo afectará a alrededor de un tercio de la economía mundial, que tendrá al menos dos trimestres consecutivos de contracción este año y el próximo. Pero Malpass advirtió que existe un “peligro real” de una contracción mundial en 2023: el efecto del alza de la tasa de interés se espiraliza y la recesión inducida acaba impactando más que la suba de tasas sobre el desempeño de las empresas, señaló.
En todo el mundo, la rápida recuperación económica después del parate de la Covid-19 desencadenó la mayor ola inflacionista desde comienzos de la década de 1980. Ante esta situación, los bancos centrales reaccionaron con un incremento gradual de los tipos de interés. Brasil abrió la vía. A comienzos de 2022 se sumó la Reserva Federal (Fed) estadounidense, generando un efecto de arrastre.
Cuando la Fed actúa y el dólar se refuerza, otros países aumentan sus tipos de interés o se enfrentan a una fuerte devaluación, lo que impulsaría todavía más la inflación. Las grandes líneas de este guion son conocidas, pero su amplitud es un fenómeno nuevo.
Adam Tooze, historiador y economista británico, profesor en la Universidad de Columbia, señala que nos hallamos actualmente en medio de la homogeneización más completa de las políticas monetarias que jamás ha visto el mundo. Si bien los aumentos de los tipos de interés no son tan brutales como lo que impuso Paul Volcker en su calidad de presidente de la Fed [de 1979 a 1987], son muchos más los bancos centrales que intervienen [entre ellos el BCE europeo].
En las economías de los países ricos, la era de la globalización desde la década de 1990 se ha caracterizado por la deflación y la expansión monetaria de los bancos centrales. Hoy, este equilibrio está invirtiéndose, y lo hace a escala mundial. La primera deflación globalizada ha comenzado. No está claro hasta qué punto será dolorosa, advierte Tooze.
Para incrementar todavía más la presión deflacionista, el mundo asiste a la liquidación de los programas de relanzamiento del periodo Covid a favor de medidas como la Ley de reducción de la inflación (Inflation Reduction Act) del 16 de agosto de 2022, encaminadas a reducir los déficit y la demanda de la economía. En EEUU, en el tercer trimestre, el llamado freno presupuestario ralentizará la economía en más del 3,4 % del PIB, según señaló la Brookings Institution, el 30 de septiembre último.
Las consecuencias de este ciclo deflacionista globalizado son difíciles de predecir. Quizás se logre rebajar la inflación, pero se corre el riesgo de una recesión mundial que podría hundir los mercados inmobiliarios, conducir a la quiebra a empresas y Estados y condenar en todo el mundo a cientos de millones al desempleo y la desesperación.
Para los analistas económicos, los responsables políticos se deben plantear tres cuestiones. ¿Son los tipos de interés un instrumento demasiado drástico para afrontar los desequilibrios económicos actuales? ¿Pueden determinar los banqueros centrales el tipo adecuado, de manera que frene la inflación sin estrangular la economía? ¿Puede una economía mundial llena de deudas sobrevivir a un alza importante de los tipos de interés como la que impulsa la Reserva Federal estadounidense?
La reducción de las inversiones limitará las capacidades futuras y por tanto la oferta futura. En Europa, los modestos aumentos de los tipos de interés del Banco Central Europeo vienen acompañados de topes a los precios de la electricidad y del gas impuestos en algunos países de la Unión Europea.
Si bien los niveles de desempleo ultra bajos de la economía estadounidense y tasas de interés que venían de niveles históricamente bajos, alentaron esta política, la revisión de algunas estadísticas sembró alarmas: el PBI se contrajo 0,2 por ciento en el período abril-junio versus un crecimiento inicialmente estimado en 1,7. Y así la economía entró técnicamente en recesión porque en el primer trimestre había retrocedido 0,4 por ciento.
En Europa la aceleración inflacionaria fue más convulsionada debido a los efectos de la guerra en Ucrania. Y el Banco Central Europeo comenzó a subir sus tasas de interés a partir de julio, por primera vez en 11 años. Las tasas se ubican entre 0,75 y 1,25 por ciento desde mediados del mes pasado y hay serios riesgos de estancamiento económico en 2023.
Lo peor está por venir
Desde el FMI estiman que la debilidad que ahora acecha a las principales economías del mundo afectará a alrededor de un tercio de la economía mundial, que tendrá al menos dos trimestres consecutivos de contracción este año y el próximo. Pero Malpass advirtió que existe un “peligro real” de una contracción mundial en 2023: el efecto del alza de la tasa de interés se espiraliza y la recesión inducida acaba impactando más que la suba de tasas sobre el desempeño de las empresas, señaló.
En todo el mundo, la rápida recuperación económica después del parate de la Covid-19 desencadenó la mayor ola inflacionista desde comienzos de la década de 1980. Ante esta situación, los bancos centrales reaccionaron con un incremento gradual de los tipos de interés. Brasil abrió la vía. A comienzos de 2022 se sumó la Reserva Federal (Fed) estadounidense, generando un efecto de arrastre.
Cuando la Fed actúa y el dólar se refuerza, otros países aumentan sus tipos de interés o se enfrentan a una fuerte devaluación, lo que impulsaría todavía más la inflación. Las grandes líneas de este guion son conocidas, pero su amplitud es un fenómeno nuevo.
Adam Tooze, historiador y economista británico, profesor en la Universidad de Columbia, señala que nos hallamos actualmente en medio de la homogeneización más completa de las políticas monetarias que jamás ha visto el mundo. Si bien los aumentos de los tipos de interés no son tan brutales como lo que impuso Paul Volcker en su calidad de presidente de la Fed [de 1979 a 1987], son muchos más los bancos centrales que intervienen [entre ellos el BCE europeo].
En las economías de los países ricos, la era de la globalización desde la década de 1990 se ha caracterizado por la deflación y la expansión monetaria de los bancos centrales. Hoy, este equilibrio está invirtiéndose, y lo hace a escala mundial. La primera deflación globalizada ha comenzado. No está claro hasta qué punto será dolorosa, advierte Tooze.
Para incrementar todavía más la presión deflacionista, el mundo asiste a la liquidación de los programas de relanzamiento del periodo Covid a favor de medidas como la Ley de reducción de la inflación (Inflation Reduction Act) del 16 de agosto de 2022, encaminadas a reducir los déficit y la demanda de la economía. En EEUU, en el tercer trimestre, el llamado freno presupuestario ralentizará la economía en más del 3,4 % del PIB, según señaló la Brookings Institution, el 30 de septiembre último.
Las consecuencias de este ciclo deflacionista globalizado son difíciles de predecir. Quizás se logre rebajar la inflación, pero se corre el riesgo de una recesión mundial que podría hundir los mercados inmobiliarios, conducir a la quiebra a empresas y Estados y condenar en todo el mundo a cientos de millones al desempleo y la desesperación.
Para los analistas económicos, los responsables políticos se deben plantear tres cuestiones. ¿Son los tipos de interés un instrumento demasiado drástico para afrontar los desequilibrios económicos actuales? ¿Pueden determinar los banqueros centrales el tipo adecuado, de manera que frene la inflación sin estrangular la economía? ¿Puede una economía mundial llena de deudas sobrevivir a un alza importante de los tipos de interés como la que impulsa la Reserva Federal estadounidense?
La reducción de las inversiones limitará las capacidades futuras y por tanto la oferta futura. En Europa, los modestos aumentos de los tipos de interés del Banco Central Europeo vienen acompañados de topes a los precios de la electricidad y del gas impuestos en algunos países de la Unión Europea.
Si bien los niveles de desempleo ultra bajos de la economía estadounidense y tasas de interés que venían de niveles históricamente bajos, alentaron esta política, la revisión de algunas estadísticas sembró alarmas: el PBI se contrajo 0,2 por ciento en el período abril-junio versus un crecimiento inicialmente estimado en 1,7. Y así la economía entró técnicamente en recesión porque en el primer trimestre había retrocedido 0,4 por ciento.
En Europa la aceleración inflacionaria fue más convulsionada debido a los efectos de la guerra en Ucrania. Y el Banco Central Europeo comenzó a subir sus tasas de interés a partir de julio, por primera vez en 11 años. Las tasas se ubican entre 0,75 y 1,25 por ciento desde mediados del mes pasado y hay serios riesgos de estancamiento económico en 2023.
Lo peor está por venir
Al dar a conocer las actualizaciones de sus Perspectivas de la Economía Mundial, el FMI advierte que a nivel global lo peor está por venir y el próximo año se sentirá como una recesión, a medida que el rápido aumento de precios causa graves dificultades en los hogares, sobre todo en los más pobres.
Estas perspectivas son preocupantes, porque cuando la economía tiene tropiezos y caídas, son los trabajadores y los pueblos los que llevan la peor parte: pierden sus empleos, sus salarios disminuyen, los presupuestos del sector social se recortan, lo que significa menores posibilidades de acceso a la salud, educación, créditos productivos, vivienda y más.
Los grandes empresarios, en cambio, generalmente se benefician de créditos y políticas estatales de salvataje. No solo salvan lo que conquistaron, sino que en medio de las crisis sus riquezas aumentan. Es lo que economistas del establishment denominan aprovechar las oportunidades para crecer.
En julio pasado, el FMI hablaba de un «panorama sombrío e incierto». Semejante descripción bien valdría en el libreto de alguna película para crear una atmósfera de terror o suspenso. Aún más, se dijo que «La titubeante recuperación de 2021 ha venido seguida de una evolución cada vez más lúgubre en 2022
El FMI llegó a la conclusión que se debía revisar las previsiones de crecimiento. Este «se reducirá de 6,1% del año pasado a 3,2% en 2022, un descenso de 0,4 puntos porcentuales con respecto a la edición de abril de 2022», señala ese informe.
El panorama «lúgubre, sombrío e incierto» descrito por el FMI parece que también será trágico. Eso se desprende de las opiniones de Kristalina Georgieva, ofrecidas el 6 de octubre en un discurso pronunciado en la Universidad de Georgetown, en Washington, en el que advierte que el mundo está amenazado por una recesión económica.
La desaceleración esperada para 2023 se debe a que alrededor de un tercio del producto interno bruto (PIB) mundial está a un paso de la contracción entre este y el siguiente año; mientras las economías más grandes: Estados Unidos y China seguirán estancadas.
En Estados Unidos, una política monetaria más estricta reducirá el crecimiento a uno por ciento el próximo año. En China, se espera un alza de 4.4 por ciento, debido al debilitamiento del sector inmobiliario y a los continuos confinamientos; mientras en la zona euro se prevé que la crisis energética provocada por la guerra siga cobrando un alto precio y reduzca el crecimiento a 0.5 por ciento en 2023.
Para algunos países como Alemania e Italia, la recesión parece inevitable, con caídas de 0.3 y 0.2 por ciento, respectivamente. Francia se libra por poco, con un crecimiento de 0.7 por ciento, al igual que el Reino Unido, excluido de la Unión Europea, con un avance de apenas 0.3 por ciento. Mejor suerte corre España, que crecerá 1.2 por ciento.
Pese a la desaceleración de la actividad económica, el FMI reconoce que las presiones sobre los precios están demostrando ser más amplias y persistentes de lo previsto, por lo que se espera que a nivel mundial la inflación escale a 9.5 por ciento al cierre del año, antes de que tenga un menor avance, de 4.1 por ciento, en 2024.
El riesgo de una mala calibración de la política monetaria, fiscal o financiera ha aumentado considerablemente en medio de una gran incertidumbre y fragilidades crecientes; por lo que un ajuste excesivo (en las tasas de interés) corre el riesgo de llevar a la economía mundial a una recesión innecesariamente grave, señala el FMI.
Además de los riesgos de salidas de capital en las economías emergentes hacia inversiones en dólares, demasiados países de bajos ingresos están en o cerca de sobreendeudamiento, por lo que se necesita con urgencia avanzar hacia restructuraciones ordenadas de la deuda a través del Marco Común del Grupo de los Veinte para los más afectados a fin de evitar una ola de crisis de la deuda soberana. El tiempo puede agotarse pronto, refiere el organismo
*Economista y docente argentino, investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Estas perspectivas son preocupantes, porque cuando la economía tiene tropiezos y caídas, son los trabajadores y los pueblos los que llevan la peor parte: pierden sus empleos, sus salarios disminuyen, los presupuestos del sector social se recortan, lo que significa menores posibilidades de acceso a la salud, educación, créditos productivos, vivienda y más.
Los grandes empresarios, en cambio, generalmente se benefician de créditos y políticas estatales de salvataje. No solo salvan lo que conquistaron, sino que en medio de las crisis sus riquezas aumentan. Es lo que economistas del establishment denominan aprovechar las oportunidades para crecer.
En julio pasado, el FMI hablaba de un «panorama sombrío e incierto». Semejante descripción bien valdría en el libreto de alguna película para crear una atmósfera de terror o suspenso. Aún más, se dijo que «La titubeante recuperación de 2021 ha venido seguida de una evolución cada vez más lúgubre en 2022
El FMI llegó a la conclusión que se debía revisar las previsiones de crecimiento. Este «se reducirá de 6,1% del año pasado a 3,2% en 2022, un descenso de 0,4 puntos porcentuales con respecto a la edición de abril de 2022», señala ese informe.
El panorama «lúgubre, sombrío e incierto» descrito por el FMI parece que también será trágico. Eso se desprende de las opiniones de Kristalina Georgieva, ofrecidas el 6 de octubre en un discurso pronunciado en la Universidad de Georgetown, en Washington, en el que advierte que el mundo está amenazado por una recesión económica.
La desaceleración esperada para 2023 se debe a que alrededor de un tercio del producto interno bruto (PIB) mundial está a un paso de la contracción entre este y el siguiente año; mientras las economías más grandes: Estados Unidos y China seguirán estancadas.
En Estados Unidos, una política monetaria más estricta reducirá el crecimiento a uno por ciento el próximo año. En China, se espera un alza de 4.4 por ciento, debido al debilitamiento del sector inmobiliario y a los continuos confinamientos; mientras en la zona euro se prevé que la crisis energética provocada por la guerra siga cobrando un alto precio y reduzca el crecimiento a 0.5 por ciento en 2023.
Para algunos países como Alemania e Italia, la recesión parece inevitable, con caídas de 0.3 y 0.2 por ciento, respectivamente. Francia se libra por poco, con un crecimiento de 0.7 por ciento, al igual que el Reino Unido, excluido de la Unión Europea, con un avance de apenas 0.3 por ciento. Mejor suerte corre España, que crecerá 1.2 por ciento.
Pese a la desaceleración de la actividad económica, el FMI reconoce que las presiones sobre los precios están demostrando ser más amplias y persistentes de lo previsto, por lo que se espera que a nivel mundial la inflación escale a 9.5 por ciento al cierre del año, antes de que tenga un menor avance, de 4.1 por ciento, en 2024.
El riesgo de una mala calibración de la política monetaria, fiscal o financiera ha aumentado considerablemente en medio de una gran incertidumbre y fragilidades crecientes; por lo que un ajuste excesivo (en las tasas de interés) corre el riesgo de llevar a la economía mundial a una recesión innecesariamente grave, señala el FMI.
Además de los riesgos de salidas de capital en las economías emergentes hacia inversiones en dólares, demasiados países de bajos ingresos están en o cerca de sobreendeudamiento, por lo que se necesita con urgencia avanzar hacia restructuraciones ordenadas de la deuda a través del Marco Común del Grupo de los Veinte para los más afectados a fin de evitar una ola de crisis de la deuda soberana. El tiempo puede agotarse pronto, refiere el organismo
*Economista y docente argentino, investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)