OTHER NEWS (Por Fernando Luengo- La Marea *)
15.06.2023
Imagen: Parlamento Europeo
El economista Fernando Luengo critica a «las izquierdas de bien» que prefieren mirar hacia otro lado mientras Europa sigue alimentando las «disparidades estructurales»
Muy bien, somos europeístas. A tope, incondicionales. ¡Abajo el pesimismo y los derrotistas que lo alimentan!
Aunque hayan aumentado las disparidades estructurales -productivas, tecnológicas, comerciales-, sobre todo a partir de la introducción de la Unión Económica y Monetaria, dejando en papel mojado el objetivo de la convergencia, que otorgaba toda su justificación al "proyecto europeo".
No importa que, asimismo, la desigualdad y la polarización social, el empobrecimiento de amplios segmentos de la población y el enriquecimiento desmedido de las elites también hayan crecido en esta Europa que, retóricamente, se reivindica como proyecto al servicio de la ciudadanía.
Tampoco importa demasiado que las instituciones comunitarias hayan destinado cantidades enormes de recursos financieros en dirección a los grandes bancos y las corporaciones, bien sea para rescatarlos, bien para ofrecerles suculentas posibilidades de negocio.
Ninguna importancia a una Europa que, a pesar de toda la fanfarria al respecto, a pesar de reconocer (también retóricamente) que vivimos una situación crítica, a pesar de etiquetarse con el color verde, continúa favoreciendo en la práctica el negocio fosilista, movilizando en esa dirección grandes cantidades de recursos.
No miremos a esa Europa que, cargada de cinismo, acoge generosamente la población refugiada procedente de Ucrania, al mismo tiempo que, vulnerando todos los tratados internacionales, persevera en levantar muros contra las personas migrantes procedentes de otras regiones que huyen de las guerras, las hambrunas y las devastadoras consecuencias del cambio climático (de las que en gran parte son responsables los países ricos y los ricos de todos los países).
Por supuesto, no le demos importancia a que esta Europa suscriba y promueva tratados internacionales de comercio e inversión que, además de tener gravísimas consecuencias en materia medioambiental, cercenan la soberanía de los pueblos y de los Estados, acrecentando el poder de las empresas transnacionales.
Pasemos por alto que Europa (a pesar de haber tenido una oportunidad fantástica con la irrupción de la pandemia y el estallido de la guerra de liderar una política solidaria hacia los países del Sur global) se ha rendido a la estrategia de humillación y saqueo impuesta por las grandes corporaciones y las instituciones financieras internacionales.
No reparemos en esta Europa que, en lugar de liderar una iniciativa a favor del fin de la guerra en Ucrania, ha abrazado, en calidad de alumno aventajado, la política guerrera de Estados Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), al tiempo que ha aumentado de manera sustancial el presupuesto dedicado al complejo militar-industrial.
Pasemos por alto que esta Europa amenaza con retornar a las políticas austeritarias en materia presupuestaria y salarial (estas últimas en realidad nunca se han abandonado) que, como es sabido, contribuyeron al enriquecimiento de las elites, lastraron el funcionamiento de la actividad económica y tuvieron graves consecuencias para las clases populares (el mejor ejemplo lo tenemos en el hundimiento de la sanidad pública).
Nada de esto parece importar mucho a las izquierdas de bien, que prefieren mirar en otra dirección, construir una realidad paralela, la de una Europa que, se nos cuenta este cuento, a pesar de todas las dificultades, avanza de manera solidaria, cerrando brechas. Se levanta así un discurso plagado de lugares comunes, una ficción que, claro, complace a los que mandan, pero que levanta una espesa cortina de humo sobre la Europa realmente existente, y, lo que es más importante, impide ver la envergadura de los desafíos a enfrentar para poner en pie Otra Europa.
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*Publicación creada por un grupo de trabajadoras y trabajadores despedidos en condiciones abusivas de la edición en papel del diario Público en 2012, que fundó un nuevo medio de comunicación cuya redacción estuviera protegida ante cualquier tipo de presión política o empresarial.
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