Por Jorge Alemán
23 de julio de 2023
La insistencia en el carácter digital del nuevo capitalismo financiero no es suficiente.
Hay una mutación antropológica testimoniada por los 23000 millones de dispositivos conectados a la red.
Como bien señala Mauricio Ferraris el siervo de la gleba que trabajaba para su Señor captaba de algún modo el beneficio extra para su Amo.
Del mismo modo el trabajador del capitalismo industrial, praxis política mediante, podía reconocer el beneficio de la plusvalía en el bolsillo del patrón.
Actualmente se trabaja sin saber que se está generando valor, todo el tiempo se construyen mercancías a partir de datos que producen de un modo invisible un plusvalor.
Invisible porque el trabajador es a la vez un consumidor y porque el supuesto patrón es una plataforma que le ofrece un servicio. En este caso el modo de producción de plusvalor se torna absolutamente irreconocible. Por esta vía, el capitalismo invisible destruye la dialéctica clásica del Amo y el Esclavo. Se produce plusvalor de un modo automático sin ningún Amo representable. De allí que las polarizaciones políticas propias del ámbito nacional y popular o de izquierdas se van desdibujando y reclaman a través de distintas prácticas una nueva resignificación.
Los antagonismos Pueblo o Oligarquía, Burguesía o Proletariado, Norte o Sur, Pueblo o Imperio, Democracia o Totalitarismo, etc., han ingresado en un serio proceso de desestabilización. No encuentran el punto de anclaje anterior que permitía hasta hace poco conformar un proyecto histórico de largo alcance. Aunque para quienes participamos en el anhelo de emancipación haya ciertos espejismos que nos resulten incómodos abandonar, solo separándonos de esos términos preconcebidos es que se puede reinventar los nuevos antagonismos. No es que hayan quedado definitivamente obsoletos, pero carecen de la operatividad histórica que tenían en la época del capitalismo sin acumulación de las plataformas.
En cambio las derechas actuales son las que por ahora coinciden con este proceso histórico de transformación del Capital, dado que actúan como la custodia de los imperativos de consumo de las nuevas producciones de plusvalor.