4 dic 2024

OCCIDENTE Y SUS DELFINES

Lo que cambia en el Medio Oriente

Red Voltaire
| París (Francia) | 3 de diciembre de 2024



Después de haber ocultado a sus conciudadanos sus relaciones con el Hamas, Benyamin Netanyahu falsificó documentos oficiales sobre el 7 de octubre, mintió en numerosas circunstancias y lleva a su país al fracaso.



La primera consecuencia de las masacres que Israel perpetra en Gaza, en Cisjordania, en Líbano, en Siria, Irak y Yemen no es la que creíamos. En este mismo instante, los criminales que detentan el poder en Tel Aviv siguen adelante con sus planes de conquista, gracias al armamento que se les entrega. Pero hoy puede verse también un cambio fundamental. Esa transformación, se produjo primeramente en Israel mismo y en la diáspora judía, y obligó las fuerzas armadas israelíes a aceptar en Líbano un alto al fuego no escrito, mientras que Israel goza de la ayuda de Estados Unidos para reanudar los combates en Siria. Los frentes de guerra de Ucrania y Líbano se han fusionado y se han desplazado hacia Siria.


¿Por qué ignoramos las masacres que se cometen en el Medio Oriente?

Durante los últimos años el movimiento israelí por la paz ha sido desmantelado, se ha alimentado deliberadamente la confusión que oculta la diferencia entre el antisemitismo y el antisionismo y se ha impuesto a la opinión pública la narrativa sobre el “choque de civilizaciones”. Esas 3 manipulaciones impiden ver y entender lo que sucede en el Medio Oriente.



Ya no existe el movimiento por la paz de Nahum Goldman, quien fue presidente de la Organización Sionista Mundial. El objetivo de Nahum Goldman era hacer de Israel el centro moral y espiritual de todos los judíos, un Estado neutral según el modelo de Suiza, con garantías internacionales de seguridad y con una presencia internacional simbólica permanente. Nahum Goldman, quien se opuso a que Adolf Eichmann fuese juzgado en Jerusalén en vez de ser llevado ante un tribunal internacional –juzgar a Eichmann en Jerusalén permitió a los sionistas revisionistas ocultar las relaciones que ellos habían mantenido con aquel criminal nazi–, negoció una coexistencia pacífica justa y duradera con el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser y con el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) Yasser Arafat y llegó incluso a ser arrestado en Israel.

El historiador anglo-estadounidense Bernard Lewis, quien fue consejero de Benyamin Netanyahu cuando este último era embajador de Israel en la ONU, inventó en 1957, para el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, la estrategia del “Choque de civilizaciones”. Se trataba de presentar como inevitable el enfrentamiento entre la civilización occidental y las civilizaciones islámica, china, etc. para justificar las sucesivas guerras de Occidente.

En 1993, el asistente de Bernard Lewis, Samuel Huntington, un ex colaborador de los servicios secretos del régimen sudafricano del apartheid, popularizó la estrategia del “Choque de civilizaciones”, dándole la apariencia de una verdad comprobada mediante investigaciones y estudios universitarios. Dicho sea de paso, la CIA estadounidense retribuyó a Huntington por la realización de ese trabajo. Aunque el trabajo de Samuel Huntington es sólo una mezcolanza intelectualoide que no resiste el más mínimo análisis, la gran difusión que se le dio acabó por penetrar las mentes, fundamentalmente en Occidente. 

Esa es la teoría estúpida que Benyamin Netanyahu utiliza hoy para justificar sus guerras en «siete frentes», que serían Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria, Irak, Irán y Yemen. Sin embargo, en septiembre de 2014, este mismo Benyamin Netanyahu se hacía fotografiar visitando, en el Ziv Medical Center de Zefat, a 500 oficiales de al-Qaeda heridos en Siria que recibían atención médica en Israel [1]. Eso significa que para Benyamin Netanyahu es posible entenderse con yihadistas que asesinan civiles en Siria pero no con los palestinos que reclaman su propio Estado.



En septiembre de 2014, el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu felicitaba a sus aliados de al-Qaeda, hospitalizados en Israel después de haber sido heridos mientras trataban de destruir la República Árabe Siria.

Nathan Sharanski [2], quien fue viceprimer ministro en el gobierno del general Ariel Sharon, concibió la narrativa según la cual no son ciertos dirigentes israelíes quienes rechazan la paz sino todo el conjunto de los palestinos. Sharanski inventó después que los revolucionarios iraníes querían echar todos los judíos israelíes al mar, a pesar de que en Irán existe toda una comunidad judía que vive allí tranquilamente y que incluso está representada en el parlamento de la República Islámica. Nathan Sharanski organizó además campañas mediáticas internacionales para sembrar la confusión entre el “nacionalismo”, el “sionismo” y el “sionismo revisionista” y acabar asimilando el antisionismo al antisemitismo –según los razonamientos de Sharanski, el diario israelí Haaretz sería “antisemita”.

En 2004, este mismo Nathan Sharanski escribía con Ron Dermer un libro, La causa de la democracia para asegurarnos que Israel es la única democracia del Medio Oriente. Ron Dermer fue después embajador de Israel en Estados Unidos (de 2013 a 2021) y en 2023 fue nombrado ministro de Asuntos Estratégicos, cargo que todavía ocupa y desde el cual organiza la lucha contra el mundialmente conocido movimiento BDS (Boicot, Desinversión, Sanciones).

Sharanski, por su parte, aún prosigue discretamente su trabajo, tanto en Estados Unidos como en Ucrania, su país natal, a través del Institute for the Study of Global Antisemitism and Policy (ISGASP o Instituto para el Estudio del Antisemitismo y de la Política). Esta asociación estadounidense cuenta con el generoso financiamiento que le aporta el ministerio israelí que dirige Ron Dermer. Fue precisamente desde el ISGASP que se orquestaron las sesiones del Congreso de Estados Unidos para forzar los responsables de las grandes universidades estadounidenses a reprimir, acusándolas de antisemitismo, las manifestaciones estudiantiles contra la masacre de civiles en Gaza.

Es evidente que Bernard Lewis, Samuel Huntington, Nathan Sharanski y Ron Dermer no son simplemente sionistas sino sionistas revisionistas.

Redistribución de las cartas en el Medio Oriente

En medio de este ambiente de mentiras generalizadas, hoy está cambiando el conjunto de las posiciones de cada comunidad en el Medio Oriente. Ese cambio es una consecuencia del intento de conquista del norte de la franja de Gaza y del sur del Líbano por parte de Benyamin Netanyahu. Poco a poco, todos los actores políticos, incluyendo a los judíos israelíes, se han dado cuenta de que las operaciones militares de Israel no tienen nada que ver con los objetivos anunciados: la liberación de los rehenes del Hamas y el regreso de los israelíes del norte del país a sus hogares en las zonas próximas a la Línea Azul. La coalición gubernamental israelí formada alrededor de Netanyahu en realidad continúa el proyecto colonial de Vladimir “Zeev” Jabotinsky (1880-1940): la creación en el Levante de un imperio que abarcaría todos los territorios entre el Nilo y el Éufrates. Ese proyecto no tiene nada que ver con el antiguo reino de Jerusalén, que no iba más allá de la ciudad sagrada y su periferia más cercana. El proyecto de los sionistas revisionistas en realidad apunta a apoderarse de todos los territorios del antiguo imperio asirio, imitando al protector de Jabotinsky, Benito Mussolini, quien pretendía restaurar el antiguo imperio romano.

Responder al desafío que representa una nueva ola fascista de conquista del Levante, ese es el sentido del discurso que el presidente sirio Bachar al-Assad pronunció en la cumbre conjunta de la Liga Árabe y la Organización de la Cooperación Islámica, realizada el 11 de noviembre en Riad. Ese es también el sentido de las palabras del director del diario israelí Haaretz, Amos Schocken, en la conferencia sobre el tema Israel After October 7th: Allied or Alone? (“Israel después del 7 de octubre: ¿con aliados o solo?”), que tuvo lugar en Londres el 27 de noviembre.

Todos los protagonistas llegan a la misma conclusión, aunque muchos de ellos evitan mencionar los vínculos de Jabotinsky y sus discípulos con los fascistas y los nazis. Pero los occidentales todavía se niegan a abrir los ojos y tratan ese conflicto si fuese un problema étnico, como si se tratara de un enfrentamiento entre judíos y árabes, en lugar de tratarlo como la cuestión política que es.

Tres elementos tienen un papel particular en el cambio que está teniendo lugar:

• La victoria en Estados Unidos del jacksoniano Donald Trump frente a la coalición straussiana reunida alrededor de Kamala Harris. El presidente electo Donald Trump quiere reemplazar las guerras militares por guerras comerciales mientras que los straussianos apuestan por el Armagedón.

• Las fuerzas armadas de Israel se mueven libremente en el espacio aéreo de los países vecinos, pero han sido incapaces de lograr victorias en el combate terrestre, se conducen como una horda indisciplinada y la mayoría de sus hombres tienen un comportamiento digno de los peores delincuentes. En el contexto de la derrota de los straussianos en Estados Unidos, Israel ya no dispone de los volúmenes de armamento que el Pentágono solía garantizarle –así lo ha reconocido el propio Benyamin Netanyahu. Y, para coronar este difícil panorama, después de ser testigos de los crímenes perpetrados contra la población de Gaza, ciertas unidades del ejército israelí están ahora al borde de la rebelión.

• La diáspora judía, que antes apoyaba a Netanyahu de manera prácticamente incondicional, ahora percibe al fin la diferencia entre el respaldo a los judíos israelíes y apoyar los crímenes del gobierno israelí. Desde que la Corte Penal Internacional (CPI) decidió inculpar a Netanyahu, el 21 de noviembre, ese siniestro personaje ha perdido el apoyo que antes obtenía rápidamente invocando los siglos de persecución contra los judíos. Numerosas personalidades judías, que hasta hace poco habían guardado silencio, ahora se apartan públicamente de los crímenes que el gobierno de Netanyahu comete en los «siete frentes» y desaprueban sus ataques contra la ONU.

El gobierno de Irán ha abandonado la estrategia del general Qassem Soleimani, caracterizada como el «Eje de la Resistencia», en virtud de la cual Teherán garantizaba su ayuda a los grupos armados que luchan contra la colonización en el Medio Oriente. El gobierno iraní se negó a apoyar la resistencia libanesa frente a la invasión israelí. Una facción iraní en el poder incluso entregó a Israel informaciones que permitieron asesinar a los principales responsables militares del Hezbollah libanés y a su líder, Hassan Nasrallah.

Al mismo tiempo, Teherán y Tel Aviv proclaman a los cuatro vientos su antagonismo y dicen estar dispuestos a acabar con el adversario. En la práctica, sin embargo, se han abstenido de asestar al otro golpes realmente contundentes [3]. Ya es evidente que existe algún tipo de arreglo secreto entre Washington, Teherán y Tel Aviv.

Mientras tanto, Teherán ha reanudado los contactos con los kurdos iraquíes. El presidente de Irán, Masud Pezeshkian, viajó a Irak en septiembre para reunirse no sólo con el clan Talabani sino también con el clan Barzani (proisraelí).



Las declaraciones del Guía iraní Alí Khamenei contra Netanyahu no logran ocultar su alianza de facto con Israel.

En Irak, el ayatola Alí al-Sistani, jefe espiritual de los chiitas iraquíes, intervino públicamente con un mensaje tan confuso que lo único que quedó claro es que ya no sabía qué esperar del hasta ahora aliado iraní.

En Yemen, el movimiento Ansar Allah, ya convencido del cambio de casaca de Irán, ha adoptado disposiciones especiales de seguridad para garantizar la protección de su líder, Abdul-Malik al-Huthi, y evitar que corra la misma suerte que el asesinado líder libanés Hassan Nasrallah.

En Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdogan, fiel a su eterna costumbre, evalúa las posibilidades que tiene ante sí… evitando comprometerse. Después de un lento y prudente acercamiento al presidente sirio Bachar al-Assad, el presidente turco ha autorizado entregas de armas a los yihadistas concentrados en la región siria de Idlib, permitiéndoles así reiniciar las hostilidades contra la República Árabe Siria. Y también ha retomado las discusiones con el fundador del PKK kurdo, Abdullah Ocalan, encarcelado en Turquía desde 1978. Sea cual sea el contenido de esas conversaciones, parece poco probable que Ocalan apoye a la OTAN y a Israel como lo hacen los actuales jefes del PKK.

El cambio de casaca de Irán y el doble juego de Turquía ponen fin súbitamente a la euforia que había provocado, hace un mes, la cumbre de los BRICS en Kazán [4].

En Siria, el presidente Bachar al-Assad aportó de inmediato su apoyo a sus aliados del Hezbollah y a los libaneses en general, tras el abandono de Irán frente a la invasión israelí. Históricamente, lo que hoy conocemos como la República Libanesa era parte de Siria (una gobernación). Desde el punto de vista del presidente sirio, su país es por consiguiente responsable de la seguridad de los libaneses. Por eso no dudó en acoger inmediatamente cientos de miles de refugiados libaneses que huían de los bombardeos israelíes y en enviar armamento al Hezbollah.

En respuesta, Israel bombardeó y destruyó todas las carreteras y puentes que conectan Siria con el Líbano. Después, con ayuda de la OTAN, Israel lanzó contra la importante ciudad siria de Alepo los yihadistas concentrados en Idlib. Esos elementos han logrado ocupar parte de la ciudad. Los Guardianes de la Revolución iraníes, que debían participar en la defensa de Alepo, se retiraron sin presentar combate.

Para sorpresa de todos, los yihadistas de Idlib disponen ahora del armamento más moderno, financiado por Qatar, y de enjambres de drones, cuyos operadores son ucranianos.

El comportamiento usual de los sionistas revisionistas

Una constante en el comportamiento de los sionistas revisionistas israelíes es que se esfuerzan por destruir las pruebas materiales de sus mentiras. Por ejemplo, Benyamin Netanyahu hizo modificar los horarios en las minutas de las reuniones que sostuvo el 7 de octubre de 2023. Netanyahu esperaba que esa falsificación le permitiría negar más fácilmente su propia contribución al ataque de aquel día contra sus conciudadanos.

Los israelíes saben que Netanyahu ayudó al Hamas desde que obtuvo el cargo de primer ministro, en 2009, hasta el 7 de octubre de 2023. Netanyahu aseguraba que su estrategia consistía en favorecer al Hamas como medio de luchar contra la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasser Arafat. La primera decisión oficial de Netanyahu a favor del Hamas fue anular el pedido de extradición emitido contra Mussa Abu Marzuk, quien era entonces el más alto dirigente del Hamas y se hallaba detenido en Estados Unidos.

Otros hechos demostraron después que el objetivo de Netanyahu no era destruir la OLP sino impedir la creación de un Estado palestino. En 2018, cuando la Autoridad Palestina suspendió el pago de los funcionarios en Gaza, Netanyahu llegó a un acuerdo con Yahyah Sinwar, el jefe militar del Hamas en Gaza, entonces encarcelado en Israel. Inicialmente, Netanyahu entregó dinero al Hamas en secreto. 

Después comenzó a hacerlo oficialmente, a través de Qatar. En 4 años, Netanyahu entregó así al Hamas 2 500 millones de dólares, permitiendo a la organización construir su red de túneles y armarse. Netanyahu y el Hamas obtenían así el respaldo de los servicios secretos anglosajones, fieles a la estrategia enunciada en 1916 por el británico Herbert Samuel, cuyo hijo Edwin fue camarada de Jabotinsky. Según el británico Herbert Samuel había que lograr que el Estado judío y el Estado palestino nunca estuviesen en condiciones de garantizar su seguridad por sí mismos.



Audrey Azoulay, ex jefa de la diplomacia francesa y hoy directora general de la UNESCO, retrasó la reunión de la comisión a cargo de la preservación de sitios históricos para dar tiempo a que el ejército de Israel destruyera sitios arqueológicos libaneses.

Otra constante en el comportamiento de los sionistas revisionistas es tratar de destruir las pruebas arqueológicas que contradicen su mentira. Con ese objetivo, también en 2009, la segunda decisión del entonces flamante primer ministro Netanyahu fue construir túneles debajo del “Monte del Templo” –la denominación que dan los judíos al lugar que los musulmanes llaman “la Explanada de las Mezquitas”, en Jerusalén– para dinamitar la mezquita Al-Aqsa. Ahora, durante los últimos meses, el ejército de Netanyahu emprendió la destrucción de todos los vestigios arqueológicos en el sur del Líbano, tanto los de los cruzados como los de la época otomana, e incluso trató de destruir los templos que subsisten en la región libanesa de Baalbek, el mayor santuario del imperio romano.

Netanyahu y su ejército continuaban así la labor de destrucción arqueológica que se ha cebado en el sitio arqueológico de Babilonia, durante la guerra del Golfo, y en los tesoros arqueológicos de Alepo y de Palmira, en Siria. Esa campaña de destrucción se realiza para que el reclamo de los sionistas revisionistas sobre los territorios que se extienden entre el Nilo y el Éufrates parezca legítimo.

[1] «Más de 500 yihadistas reciben atención médica en el Ziv Medical Centre de Israel», Red Voltaire, 23 de noviembre de 2015.


[2] «Natan Sharansky, ideólogo de la democratización a punta de fusil», Red Voltaire, 26 de mayo de 2005.


[3] «Mientras Israel e Irán intercambian amenazas, hay una redistribución de alianzas en Medio Oriente», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 5 de noviembre de 2024.


[4] «La Cumbre de Kazán ha cambiado el orden del mundo», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 29 de octubre de 2024.