3 abr 2025

EL DEMONIO SIGUE AHI

ARGENTINA
Unidemonio, usos y abusos de un concepto

Por Guillermo Levy

3 de abril de 2025 


. Imagen: Archivo



Hace diez años, entre el Ministerio de Educación de la Nación y la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA se llevó a cabo un enorme relevamiento en todo el país sobre chicas y chicos que habían arrancado la primaria en el 2003 y terminaban la secundaria en escuelas públicas en 2015. Se propuso relevar sus conocimientos de historia reciente, su valoración de la democracia, de los derechos humanos, sus ideas económicas y particularmente, sus conocimientos, percepciones y valoraciones sobre lo que había ocurrido durante la última dictadura. También conocimiento y valoraciones acerca de la causa Malvinas.


Una de las conclusiones novedosas y disruptivas que se plantearon en ese trabajo es lo que en ese entonces conceptualizamos como la teoría del "unidemonio", como una forma de representación del pasado ampliamente mayoritaria entre las chicas y chicos.



Agustín Laje, el intelectual orgánico del gobierno, en su relato en el video oficial del 24 de marzo, no inventó nada que no se haya dicho hasta hoy pero tampoco en este punto produjo un concepto nuevo. Lo que sí, le dio otro sentido.

No sé si conoció ese trabajo y las publicaciones que se hicieron sobre esa base, pero este concepto tiene diez años desde su aparición.

Ese video tiene más que mentiras, distorsiones, datos claramente inflados y otros falsos combinados con otros parcialmente ciertos. Sin embargo, lo central de su producto es la línea de interpretación del período, que no es nueva pero no por eso deja de ser un desafío para la discusión política e histórica que muchos creíamos saldada y que evidentemente no lo está.


Laje hace un desarrollo y reivindicación de uno de los tres grandes relatos construidos para explicar lo que pasó entre 1976 y 1983 y por qué pasó, que es el relato que nosotros llamamos "Teoría de la Guerra" que produjeron las FFAA y la derecha política argentina acerca del motivo y los objetivos de la dictadura. Quizás si se animase a explicitar su reivindicación completa y sin matices de la represión dictatorial, todo sería más claro; aún asi, representa casi de forma completa ese relato: la Guerra Fría y la amenaza comunista aparecen como justificación central de lo actuado, que Laje mezcla asumiendo un moderado repudio a la dimensión e ilegalidad de la represión tomada del segundo gran relato del período que es el de la "Teoría de los dos demonios", que igual él se encarga de repudiar como siempre han hecho los protagonistas y defensores de la represión.


En la construcción de su relato, como en todo relato historiográfico, está lo que se dice, la ponderación de lo que se dice y sobre todo, lo que se omite. Este gobierno y su intelectual estrella no son los primeros en manipular información, potenciar cosas y olvidar otras en pos de fortalecer una posición.

La construcción de la representación del "unidemonio" que él denuncia como fruto de una política de memoria, en modo de adoctrinamiento, especialmente centrada en el periodo kirchnerista, es en realidad una muestra de la debilidad de sus resultados y no su fortaleza como él supone.

¿Qué es el unidemonio?


Fundamentalmente, el relato de los dos demonios equipara la violencia de las organizaciones guerrilleras con la represión sistemática de las Fuerzas Armadas, poniendo en estas organizaciones armadas la responsabilidad del golpe y la represión posterior, que sin ellas no hubiese existido. Coloca en el ring solo el enfrentamiento entre militares y guerrilleros, al igual que la teoría de la guerra, que invisibiliza otros actores civiles y crea la ficción imaginaria de la existencia de una sociedad argentina llena de virtudes: pacifica, democrática y trabajadora, que fue victima de un "fuego cruzado" entre dos minorías.

El objetivo de apelar a la "demonización" de actores históricos, en este caso guerrilleros y militares, no es tanto mostrar su "maldad" y equipararla, sino, sobre todo, para excluirlos del proceso histórico y colectivo de la sociedad. Los demonios, así como los ángeles, pertenecen a otro mundo, caen de repente y alteran el devenir de una sociedad pacífica y trabajadora que no tiene nada que ver con sus fanatismos ideológicos pero que es víctima principal de ellos.


Ese relato sencillo y útil es el que logró configurar la base del sentido común mayoritario sobre el período, hasta por lo menos las políticas de memoria durante el kirchnerismo, que son las que le preocupan a Laje.

La teoría de los dos demonios les molesta a los defensores de la represión dictatorial como muestra Laje, pero también es una gran muralla para ocultar lo que Laje y su relato también ocultan de modo ostentoso.

En los dos demonios no hay empresarios que participaron directamente de la limpieza de las comisiones internas de sus empresas, no hay Iglesia cómplice, no hay medios de comunicación, no hay timba y bicicleta financiera posibles por la represión y la supresión de la actividad política, no hay caída brutal y planificada de los salarios, endeudamiento externo y desindustrialización como política económica.


Tampoco hay la influencia en la formación desde la década del 50 --mucho antes de las aparición de las guerrillas-- del ejército francés en la doctrina de guerra de contrainsurgencia y luego con los norteamericanos bajo la llamada Doctrina de la Seguridad Nacional. Su nacionalismo acotado alcanza solo para denunciar las influencias soviética y cubana.

El repudio ampliamente masivo por encima del 95 por ciento a la dictadura que visibilizamos en el trabajo del 2015 tiene una expresión mayoritaria en lo que llamamos críticamente el reemplazo buscado por las políticas públicas de entonces de la percepción de los dos demonios para transformase en la percepción del "unidemonio" militar.

El repudio social masivo tendrá entre algunos de sus costos el no reconocer como militantes políticos a la inmensa mayoría de los desaparecidos. Su aniquilamiento no fue producto de un "exceso" como acomoda a su relato la teoría de los "dos demonios" que nos habla de desaparecidos "inocentes" y "culpables" sino que constituyó el plan en sí mismo. "Se los llevaban por pensar distinto" es la respuesta mayoritaria de los chicos en la encuesta, lejos de cualquier respuesta que remita a una militancia y/o acción colectiva de los desaparecidos y asesinados.


Por otro lado, la no existencia de responsabilidades empresarias, eclesiásticas, mediáticas, de los partidos políticos democráticos y también sociales mediante el consenso importante que logra la dictadura por lo menos los primeros años, hace más fácil el repudio acotado sólo al accionar de las fuerzas represivas desconectadas del resto de la sociedad civil.

En este sentido, Laje tendría que estar más tranquilo. Los mismos responsables que él omite descaradamente son omitidos mayoritariamente por los que supuestamente recibieron adoctrinamiento durante tantos años.

Sí logró esta política de memoria consolidar algo muy valioso: repudio casi total a la acción represiva, sensibilización con sus horrores de la que este gobierno carece, y una valorización casi total de la vida democrática y el respeto a los derechos humanos.

El relato-teoría de que en Argentina hubo un genocidio, que sostenemos muchos desde hace más de tres décadas y que tiene desde el 2006 presencia en muchas sentencias judiciales contra los perpetradores de la represión, vuelve a cobrar fuerza y sentido hoy al decir simplemente: no vinieron para derrotar a la guerrilla, que en marzo de 1976 casi ya no tenía capacidad operativa, como tan lúcidamente ve Rodolfo Walsh en su extraordinaria carta al cumplirse un año del golpe y un día antes de ser secuestrado.


Vinieron a otra cosa. Con el relato oficial de Laje no se explica a Martínez de Hoz ni la refundación económica y social que sus políticas consiguieron gracias a la represión y el aniquilamiento.


Guillermo Levy es sociólogo. Profesor UBA y Undav.