4 abr 2025

NO ME INTERESAN, NO SIRVEN

Fin del imperio estadounidense, ¿resistirán las instituciones intergubernamentales?

por Thierry Meyssan
Durante el encuentro, parcialmente virtual, del G7 realizado el 24 de febrero, el presidente de Estados Unidos amenazó a los demás participantes con abandonar el grupo si publicaban la declaración que traían preparada.



El trumpismo está modificando los Estados Unidos de América, incluso en el ámbito de las relaciones internas dentro del país. Pero también está modificando la vida política interna de sus aliados. Puede parecer extraño que dirigentes europeos critiquen al presidente de Estados Unidos por la política que aplica dentro de su país, criticas que violan el principio de no injerencia en los asuntos internos de otro Estado. En realidad, a los dirigentes europeos no les importan las reformas que Donald Trump está haciendo en su país sino las consecuencias que las reformas aplicadas en Estados Unidos están teniendo dentro sus propios países. Y esas reformas sólo están comenzando.


La etapa que estamos viviendo, con el acercamiento entre Estados Unidos y Rusia, modifica radicalmente el escenario político mundial. Y eso crea perturbaciones en todas las instituciones intergubernamentales. Hoy se hace evidente que algunas de esas organizaciones respondían a objetivos no reconocidos oficialmente, objetivos que todos evitaban mencionar públicamente pero que no resisten a los cambios que están teniendo lugar. Otras realizaban actos que contradecían sus objetivos oficiales, algo que no era problemático cuando todos sus miembros estaban de acuerdo entre sí, pero que ahora se vuelve insoportable. En definitiva, el multilateralismo que se practicaba antes, en realidad no era multilateral.

El G7 y la OTAN ya no funciona en la situación actual

La coordinación política de “Occidente” se garantizaba con el G7, mediante un conjunto de reuniones a todos los niveles donde se elaboraba un discurso común. Pero, durante la reunión por videoconferencia del 24 de febrero pasado entre los jefes de Estado y/o de gobierno, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se negó a firmar el comunicado final y amenazó a los demás participantes con abandonar el G7 si lo publicaban sin su apoyo [1].

Desde hace un mes, las reuniones del G7 se realizan sin Estados Unidos. Por ejemplo, el 28 de marzo el estadounidense Michael Waltz no participó en el encuentro por videoconferencia que reunió a los consejeros de seguridad nacional del G7 y que se realizó en presencia de un representante de Ucrania [2].

Ya se hace evidente que en este momento no hay coordinación política en “Occidente”. Por consiguiente, tampoco hay coordinación militar.

Los franceses y los británicos, inicialmente compitiendo entre sí y posteriormente de común acuerdo y con cierta forma de concertación, han dado inicio a una serie de encuentros entre los jefes de Estado y/o de gobierno de los países aliados y tratan de garantizar la seguridad de Europa recurriendo a los “paraguas nucleares” de Francia y Reino Unido. En la actual situación eso no puede funcionar porque el problema está mal planteado.

En efecto, en esas reuniones los acontecimientos se interpretan como un desplazamiento de las fuerzas militares de Estados Unidos hacia el Extremo Oriente, cuando en realidad lo que busca el presidente Trump es poner fin al “Imperio estadounidense”, y lo hace tanto por ideología –Donald Trump es un “jacksoniano”, o sea un seguidor de las ideas del 7º presidente de Estados Unidos, Andrew Jackson (1829-1837) [3]– como por necesidad –Donald Trump está tratando de manejar la crisis de la astronómica deuda estadounidense [4].

Desde la perspectiva errónea de “Occidente”, para resolver la “retirada” de Estados Unidos sólo habría que incrementar los gastos militares de todos. Pero, y así lo sostengo, en realidad se trata del fin del “imperialismo estadounidense” y, por consiguiente el problema no es el presupuesto de la alianza atlántica sino su modo de organización. Washington ya no quiere seguir siendo “el jefe” que da las órdenes a todos sino sólo “mostrar el camino”.

Problema: si bien los Estados europeos y sus aliados (Canadá, Australia, Corea del Sur y Japón) obedecían todos a Washington, el hecho es que esos aliados de Estados Unidos no se entienden entre sí. La historia del continente europeo es una secuencia interminable de rivalidades, conflictos y guerras. La única excepción es la época del Imperio romano, cuando numerosos pueblos se sometieron a Roma para protegerse de las invasiones. Pero, después de la caída de Roma, los vikingos y los mongoles saquearon Europa. Los imperios de Carlomagno, de Carlos V [Carlos I de España, conocido sobre todo como Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico], el imperio de Napoleón y el III Reich de Hitler siempre vivieron en guerra. Hoy, sin embargo, no existe un peligro inminente que incite los europeos a unirse… y precisamente por eso se inventa la fábula de la “amenaza rusa”, como si el “Ejército Rojo” estuviese preparándose para desfilar por los Campos Elíseos.

Hace 2 semanas, el 19 de marzo, la RAND Corporation, o sea el “tanque pensante” del lobby militaro-industrial estadounidense, sugería crear un “consejo de disuasión europea” en el que estarían Reino Unido, Francia y otros Estados europeos “claves”, como Alemania y Polonia [5]. Pero, sin ejércitos convencionales sólidos, las armas estratégicas nucleares no sirven como medios de disuasión. Es un hecho que los Estados europeos no cuentan con fuerzas armadas sólidas, los ejércitos de Francia y Reino Unido no están concebidos para defender su territorio nacional sino para participar en intervenciones neocoloniales, principalmente en África.

Los gigantescos medios militares de la OTAN ya no son confiables. Bastaría que Estados Unidos decidiese no seguir implicando sus propios medios para que todo deje de funcionar en la OTAN. Los datos de inteligencia que Estados Unidos aporta sobre la situación en el campo de batalla son indispensables para el funcionamiento del armamento estadounidense que los demás miembros de la OTAN han comprado durante años. Por otro lado, si Estados Unidos quiere realmente no verse implicado en un conflicto tendrá que bloquear el uso del armamento pesado que ya ha vendido, incluyendo los blindados y los aviones de guerra “Made in USA”. Los mecanismos de bloqueo que Estados Unidos incluyó en el armamento que fabricaba, para evitar que ciertos aliados emprendieran aventuras militares propias, se han convertido en algo que hoy los ahoga a todos.

En todo caso, lo mismo sucederá con el armamento pesado que Francia y Reino Unido venden a los demás países –ese armamento también incluye sistemas que pueden bloquear su uso. Por cierto, Francia y Reino Unido tendrán que recurrir a esos mecanismos que bloquean el uso del armamento que venden cuando, después de la derrota de Ucrania, Polonia trate de recuperar la Galitzia oriental –actualmente ucraniana– o cuando Hungría quiera recuperar el oblast ucraniano de Transcarpatia [o Transcarpacia]. Y ¿qué pasará en el seno de la OTAN cuando Rumania trate de recuperar Moldavia?



El 14 de febrero, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, denunció “el retroceso de Europa en algunos de sus valores más fundamentales, valores que comparte con los Estados Unidos de América”. El discurso del vicepresidente Vance marca la renuncia de Washington al “Imperio estadounidense” y el principio de la derrota de las élites de las potencias aliadas.

Las instituciones nacionales e intergubernamentales ahora muestrasus verdaderos rostros


A la cabeza del Departamento de Eficacia Gubernamental (DOGE), Elon Musk está “podando” la burocracia estadounidense. La opinión pública está oyendo sus revelaciones sobre el despilfarro reinante bajo la administración Biden. Como buen libertariano, Musk se limita a reducir las proporciones del Estado central.

Pero, amparado en ese combate, el presidente Trump está desmontando, pieza por pieza, todos los presupuestos que mantienen el “Imperialismo estadounidense”. Ya desmanteló la mayor parte de la USAID, la agencia de supuesta “ayuda humanitaria” que servía de pantalla a la CIA. Donald Trump arremete de la misma manera contra el United States Institute of Peace (USIP) y la National Endowment for Democracy (NED), las dos agencias que aportan legalmente subvenciones para prolongar las actividades de la CIA en el marco de los “Cinco Ojos” (“The Five Eyes”, la alianza de los servicios de inteligencia de los países anglosajones). Bajo la dirección de Elon Musk, el DOGE descubre nuevas agencias, cuyas actividades oscuras extendían la influencia del “Imperialismo estadounidense” a través del mundo. El incidente más reciente es el descubrimiento de la pequeña U.S. African Development Foundation, cuyos funcionarios cerraron el paso a los enviados del DOGE cuando estos se presentaron en sus oficinas. Los empleados de la U.S. African Development Foundation incluso se atrincheraron en su sede, a sólo metros de la Casa Blanca, en un esfuerzo por impedir que la administración supiera a qué se dedican.

En definitiva, todas las ONGs y todos los partidos políticos del mundo entero que recibían subvenciones del Estado federal estadounidense van a tener que buscar nuevas fuentes de financiamiento o poner fin a sus actividades.

No puedo resistir el placer de contar aquí cómo todo ese montaje ya está derrumbándose fuera de Estados Unidos, incluso –y sobre todo– en los países aliados. Por ejemplo, la ONG francesa “Reporteros Sin Fronteras”, que supuestamente defiende «el derecho de cada ser humano a tener acceso a una información libre y confiable», es en realidad una sucursal de la CIA. “Reporteros Sin Fronteras” (RSF) se negó a defenderme cuando fui amenazado y tuve que huir de Francia. Pero ahora, cuando el presidente Trump está eliminando el financiamiento de las radios y televisiones que transmitían la propaganda estadounidense al mundo entero, “Reporteros Sin Fronteras” se asocia a los empleados de la radio Voice of America (VOA) en un intento por llevar la administración Trump a los tribunales y exige que se preserven los empleos de los supuestos “periodistas” de la VOA.

También en Francia, la Fundación Jean-Jaures, vinculada al Partido Socialista francés, se alió progresivamente con los engendros de la CIA y hoy cuenta entre sus empleados, por ejemplo, a Rudy Reichstadt, fundador de Conspiracy Watch, ya generosamente subvencionado por Francia. Invocando la Carta de Múnich, que precisa los deberes y los derechos de los periodistas, ese personaje nos describe, en cerca de 300 artículos, como «falsificadores», pero sin precisar qué hemos falsificado.

El derrumbe de todas esas ONGs y partidos políticos subvencionados por Washington muestra cómo la Unión Europea reproduce ese sistema. La UE dispone, en efecto, de agencias comparables a la USAID, el USIP y la NED. Todos los expertos saben desde hace mucho que la Unión Europea subvenciona esas ONGs para que hablen bien de ella –y también saben que subvenciona otras para que denigren a sus adversarios–, pero sólo ahora se descubre la verdadera envergadura de esa red de propaganda.

Por ejemplo, el Mathias Corvinus Collegium (MCC) húngaro acaba de publicar un estudio de Thomas Fazi sobre las subvenciones que la Unión Europea asigna a la propaganda [6]. Ese estudio revela que la Unión Europea ha iniciado programas para «combatir los discursos euroescépticos ya divulgados por las élites autocráticas» (RevivEU) y para «desnacionalizar el compromiso europeo» (EU TURN 2025), programas que se añaden al financiamiento que la misma UE garantiza a ciertos “amiguitos”, como la Fundación Robert Schuman, para luchar contra la «mitología euroescéptica y nacional-populista», y el European Policy Centre, para que hable bien de las migraciones internacionales y hable mal de Rusia.

Ya se sabía, gracias a los estudios del European Centre for Law & Justice (ECLJ) [7], que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), lejos de ser imparcial, está al servicio exclusivo de los empleados del especulador George Soros. Ahora se sabe también que la misma Unión Europea, lejos de ser una administración respetuosa de la diversidad de sus miembros, manipula su presupuesto en contra de sus “ciudadanos”.

Todavía no ha llegado el momento en que podamos “podar” la Unión Europea y el Consejo de Europa. Pero ya se tiene conciencia de la deriva de la burocracia de la UE y del tipo de “justicia” que imparte el TEDH.

Conclusión

El “multilateralismo” que conocimos en el seno de las instituciones de “Occidente” –el G7 y la OTAN– todavía respira, pero está paralizado. Esas organizaciones van a desaparecer rápidamente, al menos bajo su forma actual. Para sobrevivir tendrán que cambiar radicalmente.

Igualmente, la llamada “sociedad civil”, lejos de emanar de la ciudadanía como complemento de las instituciones democráticas, se ve plagada de organismos híbridos que en realidad trabajan para los Estados, a espaldas de los ciudadanos y contra ellos.

Thierry Meyssan


[1] «Francia, incapaz de enfrentar el “efecto Trump”», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 25 de febrero de 2025.


[2] “Andriy Yermak Held a Conversation with National Security Advisors to G7 Leaders”, Presidencia de Ucrania, 28 de marzo de 2025.


[3] «Errores de interpretación sobre la evolución de Estados Unidos», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, Primera parte, 28 de enero de 2025; Segunda parte, 4 de febrero de 2025.


[4] «¿Está Donald Trump haciendo control de daños ante el posible derrumbe del “imperio estadounidense”?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 11 de marzo de 2025.


[5] “Nuclear Deterrence: Can Britain and France Take on America’s Role in Defending Europe Against Russian Aggression?”, RAND Corporation, 19 de marzo de 2025.


[6] The EU’s propaganda machine: How the EU funds NGOs to promote itself, Thomas Fazi, marzo de 2025.


[7] Les ONG et les juges de la CEDH (2009-2019) y L’impartialité de la CEDH – Problèmes et Recommandations, 2023, Gregor Puppinck, Centre européen pour le droit et la justice.