15 nov 2013

Guerra de información

Guerra de información
Jaime Igorra

Como hiciéramos referencia en artículos anteriores, la guerra de información trata acerca de la influencia sobre los seres humanos y las decisiones que los mismos toman.
El blanco de la guerra de información es por lo tanto la mente, especialmente en aquello que refiere a las decisiones claves en todas las áreas estratégicas de cada país, grandes o pequeños, desarrollados o en desarrollo, económicamente fuertes o no, militarmente poderosos o no, aislados o formando parte de acuerdos regionales, vecinos o lejanos. En consecuencia, todos incursionan en la guerra de información queriendo saber qué hacen los demás y cómo pueden afectarlos, o también afectando a otros de acuerdo a sus intereses; defensa y ataque.


En tal sentido, es necesario examinar los "medios" susceptibles de ser empleados dentro de una maniobra estratégica de tipo psicológico, destinada a obrar por vía pacífica directamente sobre la psicología de diferentes grupos humanos, cuyo comportamiento se busca pronunciar en un sentido dado, favorable a determinados intereses ya sean comerciales, industriales, financieros, militares, religiosos, culturales, ideológicos u otros.


Si definimos operativamente el conflicto como la derivación de la lucha de intereses entre grupos humanos (pueblos o naciones, estados o asociaciones de estados, organizaciones delictivas, grupos terroristas u otros); en situación de ausencia de un órgano superior a la voluntad o soberanía de aquellos, no aparecería otro camino que el de la confrontación para hacer primar los intereses de uno de estos grupos por sobre el otro.


No obstante las muchas causas aparentes o reales que puedan motivar el conflicto, lo que no parece ofrecer dudas es que para llegar al conflicto de participación bilateral es necesario que los bandos en pugna adopten la decisión de confrontar. No habría agresión si el agresor no decidiera agredir, y será responsabilidad del agredido repeler la agresión por vías pacíficas o alimentarla aún más. El conflicto se presentaría entonces como una lucha de voluntades donde quien domine la voluntad del adversario, tendría asegurada la victoria.


Consideramos importante tener en cuenta como corolario de lo anterior y antesala de lo que prosigue, que la experiencia del "conflicto" puede ser leída en términos de "oportunidad". Oportunidad de crecimiento, oportunidad de cambio, oportunidad de "creación", oportunidad de sano intercambio de perspectivas. En tanto que la introducción de formatos "violentos" en el escenario del mismo, eliminarían radicalmente el sentido de "oportunidad", para dar paso tan sólo a la destrucción; destrucción de libertades básicas, destrucción de expresión de opiniones, destrucción de "acuerdos" y hasta de normas de convivencia saludable.


En suma, el "conflicto" bien entendido, sólo valdrá la pena en la medida que se resguarde la naturaleza de los métodos empleados en el desarrollo del mismo.


El dominio al que hacíamos referencia, en la guerra de información, es una cuestión básicamente psicológica. No se emplean medios clásicamente violentos, como las operaciones militares o la coacción económica, sino medios o estrategias emocionales que busquen igual resultado.
Generalmente se produce una mixtura o combinación de métodos y procedimientos; los tangiblemente violentos y los del orden "psicológico". A modo de ejemplo: impedir la libre circulación de bienes y personas entre naciones, bloquear vías de comunicación terrestre, marítima o aérea, tomar medidas que afecten la economía y las finanzas de los involucrados (medidas claramente violentas), suele acompañarse de elementos de persuasión propagandística, campañas de seducción a través del miedo, la recurrencia a figuras fantasmagóricas que paralicen o inviten a determinadas acciones o conductas, etc., intentando convencer al adversario de la conveniencia de tomar tal o cual línea de acción, empleando caminos de influencia directa sobre la psique de gobernantes, organizaciones y pueblo en general.


Se requiere entonces contar con los recursos adecuados para preservarse de tales intenciones, siendo capaces de definir y operar a través de una clara doctrina que sustente las tecnologías de la información y el conocimiento.


En el marco de esta doble y simultánea dirección de empleo de los medios psicológicos (defensivos y ofensivos) que se desarrollan en cada uno de los grupos involucrados, se gesta lo que se denomina guerra psicológica en el marco de la guerra de información y el despliegue de las tecnologías de información y conocimiento. Esto puede tener lugar también en campos de grupos neutrales o de grupos aliados, como resultado de la pugna de intereses entre organizaciones adversarias, con el fin de arrastrar a dichos neutrales o aliados hacia un lado.


La guerra psicológica en el campo de la guerra de información está destinada fundamentalmente a debilitar la voluntad del adversario, obrando directamente sobre su naturaleza interna, su eje emocional o psíquico.


Para desarrollar esta acción (en ambos sentidos) es posible hoy emplear una variedad de medios tales como: radio, televisión, audiovisuales, prensa, internet, etc. con despliegue de fibra óptica, telefonía móvil, trasmisiones satelitales, y otras innovaciones.


La importancia de estas acciones psicológicas es enorme, tanto en los períodos de paz como durante el desarrollo del propio conflicto. Por lo tanto, tal como adelantáramos, se torna clave, diríamos imprescindible, una doctrina bien delimitada al respecto.