13 feb 2014

La FED y las monedas latinoamericanas

La FED y las monedas latinoamericanas
Diario La Nación, Costa Rica

10 febrero, 2014 Editorial del día

Cuando el Banco Federal de Reserva de los Estados Unidos (FED, por sus siglas en inglés) anunció el gradual endurecimiento de su política monetaria, en mayo del 2013, las principales monedas latinoamericanas se tambalearon. ¿Por qué se dieron los ajustes, qué efectos podrían producir y qué esperar en el presente y próximo años? El tema es relevante y, en alguna medida, podría involucrar al colón costarricense.

Algunas monedas de la región, como el real brasileño y el peso mexicano, cayeron abruptamente un mes después del anuncio de la FED (9% y 7,3%, respectivamente). Otras, como el peso chileno, el colombiano y el sol de Perú, también lo hicieron, pero más moderadamente (5,4%; 4,7% y 4,9%, respectivamente).

En diciembre del 2013, cuando la FED empezó a poner en marcha su nueva política monetaria –redujo en $10.000 millones mensuales la compra de títulos de gobierno e hipotecas de bancos y entidades financieras–, las monedas latinoamericanas también reaccionaron, pero mucho más moderadamente. El real, el peso colombiano y el sol apenas variaron un 1%, mientras que el peso mexicano y el chileno subieron un 2%.

Curiosamente, el colón costarricense, más bien, se apreció cuando la FED hizo el primer anuncio (0,5%), pero comenzó a depreciarse a principios de este año, cuando entró en vigencia la nueva política monetaria. En las últimas dos semanas hemos notado movimientos cambiarios en el mercado mayorista que se han traducido en ajustes en los precios de ventanilla de los bancos y demás entidades autorizadas a participar en el mercado cambiario. Eso es señal de que los efectos de los cambios en la FED también han tenido, y tendrán, sus repercusiones en nuestro sistema financiero.

¿Se acabaron ya los ajustes? No necesariamente. En agosto del año pasado, la Alianza del Pacífico, que involucra a los principales países latinoamericanos, les pidió a las autoridades de EE. UU. hacer el ajuste gradualmente, para que el impacto en sus monedas fuera paulatino y ordenado. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial también se lo pidieron.

Nos gustaría pensar que esas peticiones fueron de alguna forma tomadas en consideración por la FED, pues la disminución de las compras (inyección de dinero) será gradual. Quizás sea hasta finales de este año, o principios del 2015, cuando se comiencen a ajustar hacia arriba sus tasas de interés de corto plazo en el mercado internacional. Sin embargo, los mercados no siempre actúan con la parsimonia deseada por las autoridades y, con frecuencia, anticipan sus movimientos.

Los mercados cambiarios y financieros responden a su propia dinámica, asociada a los riesgos y oportunidades que perciben los inversionistas y demás participantes. Los riesgos tienen que ver con las expectativas de devaluación motivadas por muchos factores, incluyendo mayor inflación, déficit en las cuentas corrientes de las balanzas de pagos, faltantes fiscales –aspecto preocupante en la región latinoamericana, según el FMI–, las tasas de crecimiento de la producción y, desde luego, la apreciación acumulada de las monedas, ocurrida previamente por las bajas tasas de interés en EE. UU. y la Unión Europea. En los países donde los factores fundamentales flaquean, los riesgos son mayores y, también, los respectivos ajustes, que posiblemente no han terminado. Tampoco se descarta una cierta volatilidad, tanto en las monedas como en las tasas de interés.

Las oportunidades son el reverso de la moneda. Si los inversionistas nacionales y extranjeros perciben mayores tasas de interés en los mercados desarrollados y, a la vez, mayor depreciación de las monedas locales, tenderán a inclinarse por ajustar sus portafolios. Y eso es, precisamente, lo que ha estado ocurriendo en la región. ¿Deben, entonces, los bancos centrales intervenir par evitar esa modificación de portafolios? Los organismos especializados como el FMI y el Banco Mundial han recomendado reiteradamente ser muy prudentes con la intervención, pues se podrían producir efectos indeseables desde el punto de vista de la producción real y el empleo. Si nuestras monedas no se hubieran apreciado, se podría fácilmente argumentar a favor de impedir los ajustes. Pero, en realidad, nuestros sectores exportadores sufrieron el impacto de la anterior apreciación, que afectó la rentabilidad y competitividad en el intercambio de bienes y servicios.

Una razonable depreciación cambiaria pondría en un plano más favorable a los sectores exportadores de la región, incluyendo el nuestro, pero también ayudaría a los sectores internos, incluyendo el agrícola e industrial, a competir en mejores condiciones con sus homólogos del exterior. Permitir ajustes hacia arriba en el tipo de cambio también les quita presión monetaria a los bancos centrales por la anterior intervención, cuando el tipo de cambio iba hacia abajo. Pero intervenir de nuevo, cuando las cotizaciones van al alza, puede ser igualmente inconveniente por la excesiva absorción sobreviniente de dinero, ajena a las proyecciones macroeconómicas.

Teóricamente, una mayor absorción presionaría las tasas de interés en períodos en que la producción y el empleo no se han afianzado bien. Por esa misma razón, a veces es más conveniente permitir ajustes rápidos en el tipo de cambio, toda vez que los muy graduales, como los observados en Costa Rica o Colombia en la época de las minidevaluaciones, también presionan la inflación y las tasas de interés hacia arriba.

Dicho esto, es imprescindible agregar que no hay una receta monetaria ni cambiaria única ni, mucho menos, infalible. A los bancos centrales, y muy particularmente al nuestro, les corresponde conducir de manera técnica y prudente sus políticas, poniendo siempre por delante el interés nacional, aunque sean objeto de severas críticas. Sería señal de que están haciendo bien sus tareas.

http://www.nacion.com/opinion/editorial/FED-monedas-latinoamericanas_0_1395860404.html