1 mar 2020

TODO ES LUCRO

La aceleración azul: el creciente asalto del capitalismo a los océanos

NODAL, 28 febrero, 2020

energía azul




La esencial tendencia del capitalismo a expandir se aceleró a mediados del siglo XX. Gráficos (de hace quince años y actualizados en el 2015) de la evolución a largo plazo de las relaciones socioeconómicas y del sistema Tierra permiten observar aumentos casi simultáneos en torno al año 1950.


Conocido como la Gran Aceleración, este fenómeno está impulsando lo que los científicos del sistema Tierra describen como “la transformación más rápida entre el ser humano y el mundo natural de la historia de la humanidad” [1].

Esta realidad marca el comienzo de una nueva época histórica y geológica, llamada el Antropoceno: un momento en que “las actividades humanas se han vuelto tan ubicuas y consecuentes que rivalizan con las grandes fuerzas de la naturaleza y están empujando a la Tierra hacia una terra incógnita planetaria” [2].

Tiempo ha, Karl Marx y Friedrich Engels demostraron que al capitalismo le es imposible quedarse quieto o satisfecho. Para obedecer a su primer mandamiento: ¡Acumula, acumula! “deberá estar en todas partes, asentarse en todas partes, establecer conexiones en todas partes” [3]. Por lo tanto, no sorprende el hecho de que las tendencias identificadas en las investigaciones sobre la gran aceleración no solo hayan continuado, sino que se hayan agudizado. Como nunca está contento con solo expandir sus operaciones existentes, el capital siempre va en busca de nuevos lugares y recursos para explotar.

A veces se dice que, ahora que el capitalismo se ha extendido por todo el mundo, ya no hay más fronteras ni nuevas fuentes de recursos baratos, por lo que la era de la apropiación máxima ha quedado atrás, y así se acerca la caída definitiva del sistema. Tales argumentos subestiman la compulsión del sistema para encontrar nuevas fuentes de ganancias. Como escribió Marx, para el capitalismo, “cada límite es como una barrera a superar”. Siempre se esfuerza por “derribar toda barrera espacial … y conquistar toda la tierra” [4].

Puede que los continentes e islas del mundo estén habitados por seres humanos, pero sigue siendo el caso que el 71% del planeta apenas se ha explorado o explotado. Un nuevo estudio realizado por científicos asociados con el Stockholm Resilience Centre demuestra que el capitalismo ahora se dispone a atacar una nueva frontera: el agua, en su superficie y sus profundidades.

La aceleración azul

“La aceleración azul: la trayectoria de la expansión humana hacia el océano”, que se publicó en enero en la revista One Earth, describe, con la ayuda de gráficos, el creciente impulso del capital para industrializar los océanos y los fondos marinos. La actividad comercial en los océanos está expandiéndose rápidamente, e “importantes niveles de inversión … están impulsando tanto el crecimiento en las industrias existentes como la aparición de otras nuevas, las cuales abarcan un espectro cada vez más amplio de actividades” [5].

Los autores creen que la aceleración azul marca el comienzo de “una nueva fase en la relación de la humanidad con la biosfera, en la que el océano sufre profundos cambios al tiempo que asume un papel fundamental en el mantenimiento de las trayectorias de desarrollo global” [6].

Los autores demuestran esta afirmación con 12 gráficos, que se parecen mucho a las de la gran aceleración, con la diferencia de que, en este caso, la aceleración se produce cinco décadas más tarde.

Los dos primeros gráficos muestran de manera bastante impactante los esfuerzos que se han realizado para superar límites actuales —que han consistido en trasladar el capital y la producción a lugares hasta ahora no explotados— y para sacar recursos mediante nuevas técnicas y tecnologías.

El gráfico A, Acuicultura marina, muestra el espectacular crecimiento de la piscicultura, que apenas existía en 1970, pero que ahora representa casi el 50% de todo el pescado que comen los humanos. La pesca en alta mar se ha ido disminuyendo desde la década de 1990, pero ha sido sustituida y superada por la acuicultura, que se practica principalmente en zonas costeras. La producción total de pescado es mayor que nunca y el procesamiento de pescado está creciendo más rápido que cualquier otra industria alimentaria. [7]

El Gráfico B, Hidrocarburos profundos, muestra la producción de petróleo y gas a más de 125 metros por debajo de la superficie marina. La extracción en alta mar ya comprende el 30% de la producción mundial de petróleo, y “a medida que se agotan los campos de aguas poco profundas y aparecen nuevas tecnologías, la producción se está moviendo hacia mayores profundidades y nuevos territorios, entre ellos el Ártico, donde se cree que hay enormes reservas de petróleo y gas por descubrir”. La industria también se interesa cada vez más en depósitos de hidratos de gas natural (el metano cristalizado), que se encuentran enterrados a muchos kilómetros por debajo del fondo del mar, y que “podrían contener dos veces más carbono orgánico que el conjunto de todo el carbón, el petróleo y las otras formas de gas natural del mundo” [8].

Las nuevas tecnologías tienen un papel importante en muchos aspectos de la aceleración azul. Como señala uno de los autores del informe, “el sector de la biotecnología marina apenas existía a fines del siglo XX, y, de las secuencias genéticas de organismos marinos que se encuentran en las patentes, más del 99% se han registrado desde el año 2000” [9].

En términos más generales, como dice el artículo de One Earth, “la combinación de la creciente demanda global, el progreso tecnológico y la disminución de las fuentes terrestres ha hecho que la extracción de una cantidad cada vez mayor de recursos oceánicos sea no solo factible sino económicamente viable”.

“Trabajos de alto coste, como la minería comercial en aguas profundas, ahora se consideran no solo factibles sino inminentes. Del mismo modo, la búsqueda de nuevos compuestos bioactivos para abordar la resistencia a los antimicrobianos se centra cada vez más en los microorganismos remotos de las aguas profundas, mientras que las limitaciones de espacio en la tierra han contribuido a la construcción de parques eólicos marinos a gran escala y la inversión en instalaciones de aguas profundas. … [10]

Hoy en día, la producción de petróleo y gas en alta mar es, con diferencia, la parte más lucrativa de la economía oceánica, mientras que, en términos de volumen, los minerales que más se extraen del mar son la arena y la grava que se usan en la construcción. La minería en aguas profundas aún no ha comenzado, pero la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (en inglés, ‘International Seabed Authority’) ya ha emitido 29 licencias de minería de minerales y metales, las cuales comprenden 1,3 millones de kilómetros cuadrados de fondo oceánico. [11]

Las compañías mineras de aguas profundas tienen previsto usar máquinas ocngroladas por contrl remoto para raspar el fondo marino, capturar minerales y tirar todos los sobrantes. El procso matará a innumerables organismos dentro y fuera de las zonas mineras[/caption]

DeepGreen Metals, con sede en Canadá, afirma que el área del fondo marino del Océano Pacífico cubierta por su licencia es “uno de los recursos de cobalto, níquel y manganeso sin desarrollar más grandes del planeta” [12].

El equipo empleado en la extracción o producción de alimentos, combustible y minerales es solo una parte de la historia. Las industrias de la aceleración azul también requieren cantidades cada vez mayores de espacio costero y de la superficie marina para su infraestructura, como instalaciones portuarias, barcos de pesca, granjas de peces, plataformas en alta mar y equipos de minería en aguas profundas. En los próximos años, tales instalaciones pueden verse debilitadas, y tal vez abrumadas, por el aumento del nivel del mar y tormentas cada vez más fuertes.

Una destrucción acelerada

No cabe duda de que las sociedades humanas han utilizado los recursos oceánicos durante miles de años, pero la aceleración azul parece marcar el inicio de una nueva era.

Según afirma el artículo de One Earth, “la estampida actual hacia el océano se está desarrollando con una diversidad e intensidad sin precedentes. … El gran número de reivindicaciones que, colectivamente, constituyen la aceleración azul son una prueba de que, durante los últimos 50 años, y sobre todo desde inicios del siglo XXI, se han producido cambios asombrosos y cada vez más rápidos” [13].

Tres de las grandes tendencias de aceleración identificadas en 2004 estaban relacionadas con el océano: la acuicultura, la acidificación oceánica y la pesca. Los dos primeros continúan creciendo exponencialmente, mientras que la pesca ha comenzado a disminuir solo porque la sobrepesca ha acabado con las principales poblaciones de peces. En combinación con las emisiones de gases de efecto invernadero y otros contaminantes no contados, el impacto de esas tendencias ha sido grave.

El destacado biólogo conservacionista Callum Roberts ha escrito que nos enfrentamos a “la posibilidad de que los mares estén tan comprometidos que ya no mantengan los procesos ecológicos con los que contamos y de los que depende nuestra comodidad, placer e incluso nuestra propia existencia” [14].

La investigación sobre la aceleración azul demuestra que la gran aceleración está recibiendo un nuevo impulso de la industrialización oceánica, que está “allanando el camino para que surjan nuevos riesgos y haya cambios de paradigmas … [y está creando] las condiciones para que se puedan traspasar los límites que actualmente se reconocen y respetan” [15].

El peligro de que se produzcan daños imprevisibles e inevitables es aún mayor porque se sabe muy poco sobre la vida y la ecología en las profundidades del mar. La cara oculta de la Luna se ha mapeado mejor que el 95% del fondo marino, y apenas se ha identificado una pequeña parte de los organismos que viven en el mar–mucho menos se los ha estudiado.

Sin embargo, los partidarios de la industrialización del fondo marino aseguran que no hay motivo de preocupación. El Banco Mundial, por ejemplo, dice que la economía azul “promoverá el crecimiento económico, la inclusión social y la preservación o mejora de los medios de vida, al mismo tiempo que garantizará la sostenibilidad ambiental de los océanos y las zonas costeras” [16]. En teoría suena bien, pero poco se dice sobre cómo se protegerán los océanos en la práctica.

De hecho, como Mark Hannington, del prestigioso Centro Helmholtz de Investigación Oceánica, le dijo a la OCDE, las extracciones mineras en el fondo marino causarán daños ambientales que nadie sabe evitar ni minimizar: “Incluso la minería más prudente de las profundidades marinas perjudicará este medio. La opinión de la mayoría de los expertos es que la minería a escala industrial provocará diversos daños que alterarán los océanos de forma irreversible, pero aún no se sabe con exactitud qué podría suceder. …

“Es difícil saber qué régimen regulatorio debe establecerse para abordar los impactos ambientales en áreas que nunca han sido mapeadas o visitadas para protegerlas contra daños que, por lo general, aún se desconocen y que podrían tardar décadas en producirse” [17].

Un artículo reciente en la revista Nature lo dice con más contundencia: “Los escasos datos que existen hacen pensar que la minería en aguas profundas tendrá impactos devastadores y potencialmente irreversibles en la vida marina” [18].

El peligro de permitir que las corporaciones, ávidas de ganancias, extraigan minerales y petróleo en las profundidades del océano se demostró dramáticamente en 2010, cuando explotó el pozo petrolero más profundo del mundo, matando a 11 trabajadores y vertiendo 4.900 millones de galones de petróleo en el Golfo de México. Según las conclusiones de la comisión designada por Obama para estudiar el desastre de Deepwater Horizon, las acciones de BP, Halliburton y Transocean “revelan fallas tan sistemáticas en la gestión de riesgos, que ponen en duda la cultura de seguridad de toda la industria” [19].

Si sirve de algo lo que ya hemos aprendido de las empresas mineras y de combustibles fósiles, nadie debería confiar en ellas cuando prometen que van a proceder de manera ambientalmente responsable en aguas profundas.




Es imposible exagerar la importancia de los océanos para los sistemas que apoyan la vida en la Tierra. Los organismos que viven ​​en el océano producen más de la mitad del oxígeno que respiramos, mucho más que los bosques tropicales. Casi toda la lluvia que hace posible la vida vegetal se origina en los océanos, que contienen el 97% del agua del planeta.

Los mares posibilitan la estabilidad del clima, al absorber 50 veces más dióxido de carbono que la atmósfera y al alejar agua caliente de los trópicos. Son la fuente principal de proteínas para mil millones de personas y una fuente importante para tres mil millones más. Los grandes ciclos biogeoquímicos en el corazón del metabolismo global de la Tierra dependen de océanos saludables.

Una sociedad racional, que tuviera consciencia de estos hechos, manejaría con sumo cuidado su relación con los océanos, aplicando siempre el principio de precaución y dando la máxima prioridad a la protección y regeneración de ecosistemas esenciales.

Pero no vivimos en una sociedad racional. Como escribe Michael Parenti, el capitalismo tiene prioridades muy diferentes: “La esencia del capitalismo, su razón de ser, es convertir la naturaleza en mercancía y la mercancía en capital, transformando la tierra viva en riqueza inanimada. Este proceso de acumulación de capital causa estragos en el sistema ecológico global. Trata los recursos vitales del planeta (tierra cultivable, aguas subterráneas, humedales, bosques, pesquerías, fondos oceánicos, ríos, calidad del aire) como ingredientes prescindibles de suministro ilimitado, para ser consumidos o toxificados a voluntad” [20].

Esto es precisamente lo que representa la aceleración azul: un impulso para acumular capital al acotar, explotar y mercantilizar los mares. Desde hace setenta años, la Tierra ha avanzado a pasos agigantados del Holoceno al Antropoceno, etapa esta última sobre la cual ya se ciernen desastres ambientales. Ahora se está acelerando el desenfrenado tren hacia el infierno que es el capitalismo, impulsado por la intensificación del desarrollo oceánico.

El argumento para que el mundo se deshaga de este sistema asesino nunca ha sido tan fuerte.

Notas[1] Will Steffen et al., Global Change and the Earth System: A Planet under Pressure (Springer , 2005), 131. Will Steffen et al., “The Trajectory of the Anthropocene: the Great Acceleration,” Anthropocene Review, April 2015, 81-88.
[2] Will Steffen, Paul J. Crutzen, and John R. McNeil, “The Anthropocene: Are Humans Now Overwhelming The Great Forces Of Nature?” Ambio 38, no. 8 (2011), 614. The new epoch has not yet been formally recognized, but, as the Anthropocene Working Group points out, “the Anthropocene already has a robust geological basis, is in widespread use, and indeed is becoming a central, integrating concept in the consideration of global change.”
[3] Karl Marx, Capital, vol.1, (Penguin, 1976), 742; Karl Marx and Frederick Engels, Manifesto of the Communist Party.
[4] Karl Marx, Grundisse, (Penguin, 1973), 408, 539.
[5] Jean-Baptiste Jouffray, Robert Blasiak, Albert V. Norström, Henrik Österblom, and Magnus Nyström. “The Blue Acceleration: The Trajectory of Human Expansion into the Ocean,” One Earth, vol. 2/1, January 24, 2020
[6] Jouffray et al., “Blue Acceleration,” 46.
[7] FAO, The State of World Fisheries and Aquaculture 2018. Nearly half of the fish consumed by humans today comes from fish farms.
[8] Jouffray et al., “Blue Acceleration,” Supplemental Information , 3.
[9] Robert Blasiak, “Blue Acceleration: our dash for ocean resources mirrors what we’ve already done to the land,” The Conversation, January 24, 2020.
[10] Jouffray et al., “Blue Acceleration,” 45, 43.
[11] The International Seabed Authority was created in 1994 by the United Nations Convention of the Law of the Sea. It is supposed to both protect the deep sea environment and promote economic development. In practice it has given priority to development.
[12] DeepGreen, Media Release, September 24, 2018.
[13] Jouffray et al., “Blue Acceleration,” 46.
[14] Callum Roberts, The Ocean of Life: The Fate of Man and the Sea (New York: Penguin, 2013), 215.
[15] Jouffray et al., “Blue Acceleration,” 48.
[16] World Bank, The Potential of the Blue Economy (Washington, 2017), v
[17] quoted in OECD, The Ocean Economy in 2030 (Paris: OECD Publishing, 2016), 155.
[18] Olive Heffernan, “Seabed mining is coming — bringing mineral riches and fears of epic extinctions,” Nature 571 (July 25, 2019), 466.
[19] National Commission on the BP Deepwater Horizon Oil Spill and Offshore Drilling, Deep Water: The Gulf Oil Disaster and the Future of Offshore Drilling, 2011, vii.
[20] Michael Parenti, Blackshirts and Reds, (San Francisco: City Lights Books, 1977) 154-55

* Editor del periódico “Climate & Capitalism” y autor de “Facing the Anthropocene: Fossil Capitalism and the Crisis of the Earth y A Redder Shade of Green: Intersections of Science and Socialism”.

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