ARGENTINA
La receta del liberalismo lleva a la crisis y no al crecimientoPor Julián Zícari
01 Octubre 2020
Por qué la historia argentina dice que la libertad económica no conduce al crecimiento sino a las crisis.pexels
El universo del liberalismo económico se basa en una certeza: la libertad económica conduce al crecimiento. Así suponen que la intervención estatal es de por sí mala y que ella limita a la economía, dado que oprime al sector privado y, por ende, resta potencialidades para que empresas y consumidores alcancen sus puntos óptimos. Sin embargo, la contrastación empírica de esta premisa en la historia económica argentina niega sistemáticamente que ello ocurra. Veamos por qué.
Si se consideran los últimos 50 años de vida económica nacional (1970-2020) no encontraremos nada de esto. Más bien lo contrario. Por ello mismo, si muchos defensores del libre comercio creen que “achicar el Estado es agrandar la nación”, en donde alientan procesos de desregulación, privatización de empresas públicas, apertura económica y quita de controles para que los agentes económicos ganen más “libertad”, veremos que eso no se cumple. Pues cada vez que ocurrió eso el país no creció como auguraban, sino todo lo opuesto: la economía se redujo y nuestra nación aumentó su propensión a los colapsos económicos, volviéndose más frágil, pobre y desigual.
Repasemos lo sucedió desde 1970 hasta la actualidad, analizando cuál ha sido la relación entre crecimiento económico y desregulación económica. Lo cual nos permitirá zanjar de manera empírica y definitiva si es mejor reducir el rol del Estado, los controles y la regulación, o acaso ello sea un camino equivocado.
Para considerar esto tomemos como indicador de desregulación económica el “índice de libertad económica” que construye el Instituto Fraser, el cual realiza una medición para la gran mayoría de los países de acuerdo a los parámetros liberales desde 1970 en adelante. Dicho índice se construye a partir de cinco puntos a evaluar: 1) Tamaño del gobierno; 2) Sistema legal y derechos de propiedad; 3) Moneda sana; 4) Libertad de comerciar internacionalmente; 5) Regulaciones. Todo ello según las valoraciones y concepciones del universo neoliberal.
Según los resultados que nos ofrece el grafico que compara la desregulación y el PBI per cápita argentino notaremos que la realidad desmiente categóricamente las premisas liberales, existiendo prácticamente una relación negativa entre “libertad económica” y crecimiento. Para ello abordemos los últimos 50 años en función de cuatro etapas económicas.
La primera es el lustro que va entre 1970-1975. Allí la “libertad económica” según el Instituto Fraser cayó un 45%, dado que su índice pasó de 5,63 puntos a 3,13. Sin embargo, en igual tramo el PBI per cápita creció un 13%. Lo que implicaría un claro rechazo del planteo desregulacionista.
La segunda etapa es la de hegemonía liberal más clara, que abarcó los años 1975 a 2001, con una desregulación económica prácticamente continua, y en la cual la “libertad económica” más que se duplicó entre puntas (el índice argentino pasó de 3,13 en 1975 a 6,86 en 2001). Desgraciadamente, el desempeño de nuestro país durante esos años fue deplorable: la economía no creció absolutamente nada, sino que incluso cayó un 12%, retrocediendo a los valores de la década de 1970.
Es decir, por más de que hubo una importante recuperación durante la década de 1990, dicha recuperación no se debió a las políticas de liberalización, sino a tres factores muy concretos: el endeudamiento sistemático del Estado (que permitió el ingreso de fondos externos para ampliar el gasto de forma irrestricta e irresponsable), el uso de los recursos obtenidos tras la venta de las empresas privatizadas (que también se utilizaron para pagar la fiesta menemista de los 90s) y los excelentes precios externos que hubo durante la primera mitad de la década.
No obstante, cuando en la segunda mitad de los 90s los precios externos comenzaran a caer, no hubiera más empresas para vender y el endeudamiento sistemático finalizó, sólo quedó la liberalización financiera que desembocaría en la terrible crisis del 2001 y que hizo perder todo lo que se pudiera haber ganado durante la primera mitad de esa década.
Por ello mismo debe quedar claro que durante ese tramo nunca hubo crecimiento económico auténtico, sino más bien fuertes caídas debido a las crisis económicas que generó la volatilidad financiera, para luego asistir a breves recuperaciones. Es decir, el liberalismo no trajo a nuestro país ni crecimiento ni desarrollo, sino tan solo penuria y fragilidad.
La tercera etapa a considerar vuelve a desmentir categóricamente las ideas neoliberales, pues desde el 2002 al 2014 el índice de libertad económica argentina se redujo un 25%, no obstante el PBI per cápita tuvo un muy fuerte crecimiento, al expandirse un poderoso 52% en dicho tramo, siendo otro cachetazo empírico para la teoría liberal.
La última etapa marcará otro rechazo más a los presupuestos que analizamos, puesto que, como nos marca el gráfico, durante el último lustro el índice de libertad económica volvió a crecer, no obstante, el producto argentino no tuvo el mismo recorrido: pasó primero a estancarse para luego comenzar a caer hasta finalmente desembocar en la crisis del macrismo dada la garrafal liberalización económica realizada allí. Lo que vuelve a desmentir que la ecuación “libertad económica = crecimiento económico” sea verdadera, sino más bien confirma lo contrario.
De igual manera, si consideramos el mismo tramo de tiempo con respecto a las crisis ocurridas allí, notaremos que en los últimos 45 años existieron 7 colapsos catastróficos: el Rodrigazo en 1975, la crisis de Martínez de Hoz en 1981, la híper en 1989, el Tequila en 1995, la explosión del 2001, la crisis del campo en 2008 y recientemente Macri. Es decir, el país padeció una crisis cada 6 años y medio, demostrando lo volátil que se volvió gracias a la reducción de los controles estatales.
La pobreza en igual tramo, por su parte, no paró de crecer: en la década de 1970 el valor promedio fue de 5,7%, en la de 1980 de 19,6%, en la de 1990 de 26,4%, en la del 2000 de 36,4%. Por lo que vemos que se acumularon niveles de exclusión crecientes y estructurales, a la par que el endeudamiento externo tampoco paró de aumentar.
En resumen, luego de repasar estos números la pregunta si la liberalización económica generó mayor prosperidad o acaso estuvo lejos de ofrecer los resultados prometidos parece contestarse por sí misma. El análisis empírico señala que la desregulación y liberalización promovida por el neoliberalismo no produjo crecimiento de la riqueza sino estancamiento, volatilidad, exclusión y crisis recurrentes. Por eso es necesario analizar la historia y contrastarla para separar las verdades científicas de las simples promesas ilusorias.
Por qué la historia argentina dice que la libertad económica no conduce al crecimiento sino a las crisis.pexels
El universo del liberalismo económico se basa en una certeza: la libertad económica conduce al crecimiento. Así suponen que la intervención estatal es de por sí mala y que ella limita a la economía, dado que oprime al sector privado y, por ende, resta potencialidades para que empresas y consumidores alcancen sus puntos óptimos. Sin embargo, la contrastación empírica de esta premisa en la historia económica argentina niega sistemáticamente que ello ocurra. Veamos por qué.
Si se consideran los últimos 50 años de vida económica nacional (1970-2020) no encontraremos nada de esto. Más bien lo contrario. Por ello mismo, si muchos defensores del libre comercio creen que “achicar el Estado es agrandar la nación”, en donde alientan procesos de desregulación, privatización de empresas públicas, apertura económica y quita de controles para que los agentes económicos ganen más “libertad”, veremos que eso no se cumple. Pues cada vez que ocurrió eso el país no creció como auguraban, sino todo lo opuesto: la economía se redujo y nuestra nación aumentó su propensión a los colapsos económicos, volviéndose más frágil, pobre y desigual.
Repasemos lo sucedió desde 1970 hasta la actualidad, analizando cuál ha sido la relación entre crecimiento económico y desregulación económica. Lo cual nos permitirá zanjar de manera empírica y definitiva si es mejor reducir el rol del Estado, los controles y la regulación, o acaso ello sea un camino equivocado.
Para considerar esto tomemos como indicador de desregulación económica el “índice de libertad económica” que construye el Instituto Fraser, el cual realiza una medición para la gran mayoría de los países de acuerdo a los parámetros liberales desde 1970 en adelante. Dicho índice se construye a partir de cinco puntos a evaluar: 1) Tamaño del gobierno; 2) Sistema legal y derechos de propiedad; 3) Moneda sana; 4) Libertad de comerciar internacionalmente; 5) Regulaciones. Todo ello según las valoraciones y concepciones del universo neoliberal.
Según los resultados que nos ofrece el grafico que compara la desregulación y el PBI per cápita argentino notaremos que la realidad desmiente categóricamente las premisas liberales, existiendo prácticamente una relación negativa entre “libertad económica” y crecimiento. Para ello abordemos los últimos 50 años en función de cuatro etapas económicas.
La primera es el lustro que va entre 1970-1975. Allí la “libertad económica” según el Instituto Fraser cayó un 45%, dado que su índice pasó de 5,63 puntos a 3,13. Sin embargo, en igual tramo el PBI per cápita creció un 13%. Lo que implicaría un claro rechazo del planteo desregulacionista.
La segunda etapa es la de hegemonía liberal más clara, que abarcó los años 1975 a 2001, con una desregulación económica prácticamente continua, y en la cual la “libertad económica” más que se duplicó entre puntas (el índice argentino pasó de 3,13 en 1975 a 6,86 en 2001). Desgraciadamente, el desempeño de nuestro país durante esos años fue deplorable: la economía no creció absolutamente nada, sino que incluso cayó un 12%, retrocediendo a los valores de la década de 1970.
Es decir, por más de que hubo una importante recuperación durante la década de 1990, dicha recuperación no se debió a las políticas de liberalización, sino a tres factores muy concretos: el endeudamiento sistemático del Estado (que permitió el ingreso de fondos externos para ampliar el gasto de forma irrestricta e irresponsable), el uso de los recursos obtenidos tras la venta de las empresas privatizadas (que también se utilizaron para pagar la fiesta menemista de los 90s) y los excelentes precios externos que hubo durante la primera mitad de la década.
No obstante, cuando en la segunda mitad de los 90s los precios externos comenzaran a caer, no hubiera más empresas para vender y el endeudamiento sistemático finalizó, sólo quedó la liberalización financiera que desembocaría en la terrible crisis del 2001 y que hizo perder todo lo que se pudiera haber ganado durante la primera mitad de esa década.
Por ello mismo debe quedar claro que durante ese tramo nunca hubo crecimiento económico auténtico, sino más bien fuertes caídas debido a las crisis económicas que generó la volatilidad financiera, para luego asistir a breves recuperaciones. Es decir, el liberalismo no trajo a nuestro país ni crecimiento ni desarrollo, sino tan solo penuria y fragilidad.
La tercera etapa a considerar vuelve a desmentir categóricamente las ideas neoliberales, pues desde el 2002 al 2014 el índice de libertad económica argentina se redujo un 25%, no obstante el PBI per cápita tuvo un muy fuerte crecimiento, al expandirse un poderoso 52% en dicho tramo, siendo otro cachetazo empírico para la teoría liberal.
La última etapa marcará otro rechazo más a los presupuestos que analizamos, puesto que, como nos marca el gráfico, durante el último lustro el índice de libertad económica volvió a crecer, no obstante, el producto argentino no tuvo el mismo recorrido: pasó primero a estancarse para luego comenzar a caer hasta finalmente desembocar en la crisis del macrismo dada la garrafal liberalización económica realizada allí. Lo que vuelve a desmentir que la ecuación “libertad económica = crecimiento económico” sea verdadera, sino más bien confirma lo contrario.
De igual manera, si consideramos el mismo tramo de tiempo con respecto a las crisis ocurridas allí, notaremos que en los últimos 45 años existieron 7 colapsos catastróficos: el Rodrigazo en 1975, la crisis de Martínez de Hoz en 1981, la híper en 1989, el Tequila en 1995, la explosión del 2001, la crisis del campo en 2008 y recientemente Macri. Es decir, el país padeció una crisis cada 6 años y medio, demostrando lo volátil que se volvió gracias a la reducción de los controles estatales.
La pobreza en igual tramo, por su parte, no paró de crecer: en la década de 1970 el valor promedio fue de 5,7%, en la de 1980 de 19,6%, en la de 1990 de 26,4%, en la del 2000 de 36,4%. Por lo que vemos que se acumularon niveles de exclusión crecientes y estructurales, a la par que el endeudamiento externo tampoco paró de aumentar.
En resumen, luego de repasar estos números la pregunta si la liberalización económica generó mayor prosperidad o acaso estuvo lejos de ofrecer los resultados prometidos parece contestarse por sí misma. El análisis empírico señala que la desregulación y liberalización promovida por el neoliberalismo no produjo crecimiento de la riqueza sino estancamiento, volatilidad, exclusión y crisis recurrentes. Por eso es necesario analizar la historia y contrastarla para separar las verdades científicas de las simples promesas ilusorias.