Daniel Bernabé
20 ene 2021
En España se ha abierto un gran debate público en torno a la elusión de impuestos a raíz de que Rubén Doblás, "el Rubius", afamado youtuber, haya declarado que va a fijar su residencia en Andorra, diminuto principado situado en los Pirineos con un régimen tributario cercano a lo que popularmente entendemos como un paraíso fiscal.La estrella digital ha justificado su cambio de domicilio porque "todos mis amigos están en Andorra", en referencia a otros youtubers que ya habían seguido el mismo camino, uno que en décadas anteriores emprendían deportistas o cantantes con el mismo objetivo, pagar menos impuestos. "Sé que habrá gente que me critique, pero muchas veces habla sin saber", sentenció "El Rubius".
A pesar de que en términos reales el dinero que deja de ingresar la agencia tributaria española con los cambios de residencia de los youtubers no es relevante, la alerta ha saltado en la opinión pública por la enorme influencia que estos creadores de contenido digital, como intentan denominarse profesionalmente, tienen sobre la adolescencia. No sólo el ejemplo ha sido pésimo, sino que además los compañeros de "El Rubius" han intentado justificar la elusión de impuestos con argumentos de típico corte populista-neoliberal: "Es su dinero y hace lo que quiere con él". Ellos, muy probablemente, ni saben de su responsabilidad ni entienden cuál es el carácter de sus justificaciones.
No todo este sector, gregario, interesado y temeroso con sus líderes, ha reaccionado de la misma manera. Ibai Llanos, comentarista de videojuegos, también con millones de seguidores, ha expresado en varias ocasiones su disposición a tributar en España: "Si esto que dijera es mentira estaría ya en Andorra. Me da igual lo que me quitan porque sigue viviendo de puta madre y me parece normal que a los que ganan mucha pasta les quiten mucho dinero". Ya en 2018, antes de alcanzar su actual posición, Llanos expresó: "Pagar impuestos no es algo malo. Es un bien común para el país y un acto de responsabilidad. Yo en el caso de empezar a ganar mucho dinero (no es el caso y quizá no lo sea nunca) tributaré aquí. Porque siento que mi dinero aporta algo más allá del bien individual". La honradez y los principios se demuestran en la práctica.
Lo realmente doloroso de la polémica es que llega en el peor momento posible. No ha existido un momento en las últimas décadas más preciso que este para señalar la importancia de lo público. La pandemia ha revelado la necesidad de una sociedad organizada en el Estado.
Sin embargo, la cuestión tributaria debería enfocarse algo más allá de la postura individual, casi electiva, que sólo se da en el caso de ser rico. Millones de personas pagan sus impuestos, independientemente de sus convicciones, como una obligación ciudadana: ser parte de una sociedad conlleva derechos pero también responsabilidades. Por otro lado, lo realmente doloroso de la polémica es que llega en el peor momento posible. No ha existido un momento en las últimas décadas más preciso que este para señalar la importancia de lo público. Desde los sistemas de salud, que han salvado la vida a miles de personas que hace cien años, en la gripe de 1918, morían sin asistencia por no poder pagarla, hasta los millones de trabajadores que han visto protegidos sus salarios pese a cerrar sus empresas, la pandemia ha revelado la necesidad de una sociedad organizada en el Estado. Uno que no se mantiene del aire.
Cabe, de hecho, cometer un error en la defensa de los sistemas tributarios y es plantear la relación entre ciudadano y Estado como si este segundo fuera un prestador de servicios y el primero un cliente. Ese es precisamente el argumentario que está detrás de medidas de corte regresivo como "la mochila austriaca", donde los trabajadores cotizan directamente a una especie de cajas individuales para pagar sus pensiones. No se trata de que paguemos impuestos para obtener unos beneficios personales, sino de que pagamos impuestos para mantener una estructura social que redunda en nuestro beneficio, más allá, si lo desean, de la solidaridad. De ahí que el argumento de eludir impuestos porque no te hace falta lo que el Estado te "ofrece" revele más la alta toxicidad de los presupuestos neoliberales que una realidad en sí misma.
El caso de las vacunaciones ilustra el problema del anterior párrafo. Da igual que un individuo tenga el suficiente dinero para pagar su vacuna y a los profesionales que la administran, incluso que tenga la capacidad de aislarse del mundo en su mansión, un trasunto de los castillos medievales traducido en términos de clase a nuestros tiempos. Si su país no tiene los medios para vacunar a toda la población, ni la enfermedad remite, ni la economía mejora, ni la sociedad funciona. Y así el youtuber que cree, tan arrogante como ignorante, que su seguridad personal viene de su "creación de contenidos" descubre que sin una sociedad que funcione, sin un sistema eléctrico que alimente los ordenadores, sin unos ingenieros que revisen los servidores, sin unos operarios que tiendan el tendido telefónico por donde circulan sus datos, su actividad es tan baldía como innecesaria. Ningún hombre es una isla en sí mismo.
Daniel Bernabé, escritor y periodista
Que a los youtubers les de por eludir impuestos, que se jacten de ello públicamente, que se justifiquen con el argumentario del gran caos neoliberal y que así eduquen en unos valores sociópatas a sus jóvenes seguidores no es más que el producto de una larga cadena de despropósitos.
Eso sin contar toda la estructura social que le ha permitido llegar a donde está. Los escritores, en esencia, tampoco diferimos tanto de los nuevas estrellas digitales, salvo, sonrían, en público e ingresos. Al fin y al cabo son dos actividades encaminadas a contar cosas, más allá del juicio estético o ético que hagamos sobre los resultados. Lo cierto es que para que yo escriba libros necesito que una serie de servicios básicos como la luz o el agua lleguen a mi domicilio, que la comida llegue a los mercados y que recojan diariamente la basura para no morir, en un par de semanas, de alguna peste. Y para que todo ese mecanismo funcione es esencial un Estado que se sostiene vía impuestos, desde la administración de los servicios básicos hasta las carreteras por donde ruedan los camiones, desde la educación que reciben los implicados en el proceso hasta los controles legislativos que regulan el funcionamiento de esta gigantesca máquina social. Yo puedo escribir porque hay otras miles de personas que se dedican, organizadamente, a mantener esta estructura que nos arropa. El trabajo y sus beneficios no son una cuestión individual, sino el resultado de una acción colectiva que crea el escenario para que se puedan desarrollar.
Sin embargo, que estos youtubers eludan pagar impuestos es tan sólo la parte más visible del problema, esta vez útil para al menos situar en primera línea del debate público la cuestión. Sería una buena oportunidad para demostrar la forma de luchar contra estas técnicas de escaqueo fiscal ya que hay herramientas legales para ello. Aunque una persona resida legalmente fuera de España más de la mitad del año, más de 183 días, si el centro de sus intereses económicos, donde se desarrollan sus compras, inversiones y trabajo, sigue siendo el país del que son nacionales, deben tributar en el mismo. Uno que, por otra parte, y pese a los constantes lloros de estos jóvenes millonarios, no tiene, ni de lejos, la mayor presión fiscal de Europa. De hecho, que en Andorra se paguen muy pocos impuestos responde a la naturaleza económica de un semi-país que basa su existencia en comportarse como un paraíso fiscal, a pesar de que la UE le retiró está calificación al eliminar su secreto bancario, tras el escándalo de la quiebra del banco BPA, que había propiciado la afluencia de ingentes cantidades de dinero negro.
Daniel Bernabé, escritor y periodista
Los impuestos no son tan sólo una cuestión ética, solidaria o de beneficio individual, que también, sino una cuestión en último término civilizatoria, que distingue a una sociedad por su intento de construir justicia y estabilidad para todos
Territorios europeos como Andorra, Liechtenstein, Mónaco, San Marino y Gibraltar basan su existencia no sólo en unas condiciones fiscales ventajosas para sus grandes fortunas, sino directamente en la atracción de todo ese dinero opaco que producen las actividades delincuenciales y que, obviamente, no se guarda debajo del colchón. Países más grandes como Chipre, Irlanda, Luxemburgo, Malta y Países Bajos siguen tácticas parecidas, aún teniendo una economía más diversificada. Es decir, lo que se produce, directamente es un pirateo fiscal a gran escala que es consentido, hasta que rebasa el marco de lo escandaloso, porque conviene a los millonarios, sea su dinero producto de negocios legales o ilegales, a menudo ambos carentes de toda ética. Como sentencia el aforismo atribuido al dramaturgo alemán Bertold Brecht: "Atracar un banco es tan delictivo como fundarlo".
Que a los youtubers les de por eludir impuestos, que se jacten de ello públicamente, que se justifiquen con el argumentario del gran caos neoliberal y que así eduquen en unos valores sociópatas a sus jóvenes seguidores no es más que el producto de una larga cadena de despropósitos. Las empresas del Ibex35, el valor bursátil de referencia en España que agrupa a las compañías más importantes, tenía en el año 2018 sedes en 805 paraísos fiscales, desviando 13000 millones de euros en beneficios y causando una pérdida fiscal al Estado de 3250 millones. Leyendo estas cifras, cualquier persona en su sano juicio debería entender por qué es insultante cuando alguno de sus directivos lava su imagen haciendo una donación a la sanidad pública. Ministros del Ejecutivo de Rajoy, como José Manuel Soria, tuvieron que dimitir por eludir impuestos en paraísos fiscales. Los escándalos fiscales en curso de la Casa Real merecen un capítulo aparte.
Sin embargo, la cuestión tributaria debería enfocarse algo más allá de la postura individual, casi electiva, que sólo se da en el caso de ser rico. Millones de personas pagan sus impuestos, independientemente de sus convicciones, como una obligación ciudadana: ser parte de una sociedad conlleva derechos pero también responsabilidades. Por otro lado, lo realmente doloroso de la polémica es que llega en el peor momento posible. No ha existido un momento en las últimas décadas más preciso que este para señalar la importancia de lo público. Desde los sistemas de salud, que han salvado la vida a miles de personas que hace cien años, en la gripe de 1918, morían sin asistencia por no poder pagarla, hasta los millones de trabajadores que han visto protegidos sus salarios pese a cerrar sus empresas, la pandemia ha revelado la necesidad de una sociedad organizada en el Estado. Uno que no se mantiene del aire.
Cabe, de hecho, cometer un error en la defensa de los sistemas tributarios y es plantear la relación entre ciudadano y Estado como si este segundo fuera un prestador de servicios y el primero un cliente. Ese es precisamente el argumentario que está detrás de medidas de corte regresivo como "la mochila austriaca", donde los trabajadores cotizan directamente a una especie de cajas individuales para pagar sus pensiones. No se trata de que paguemos impuestos para obtener unos beneficios personales, sino de que pagamos impuestos para mantener una estructura social que redunda en nuestro beneficio, más allá, si lo desean, de la solidaridad. De ahí que el argumento de eludir impuestos porque no te hace falta lo que el Estado te "ofrece" revele más la alta toxicidad de los presupuestos neoliberales que una realidad en sí misma.
El caso de las vacunaciones ilustra el problema del anterior párrafo. Da igual que un individuo tenga el suficiente dinero para pagar su vacuna y a los profesionales que la administran, incluso que tenga la capacidad de aislarse del mundo en su mansión, un trasunto de los castillos medievales traducido en términos de clase a nuestros tiempos. Si su país no tiene los medios para vacunar a toda la población, ni la enfermedad remite, ni la economía mejora, ni la sociedad funciona. Y así el youtuber que cree, tan arrogante como ignorante, que su seguridad personal viene de su "creación de contenidos" descubre que sin una sociedad que funcione, sin un sistema eléctrico que alimente los ordenadores, sin unos ingenieros que revisen los servidores, sin unos operarios que tiendan el tendido telefónico por donde circulan sus datos, su actividad es tan baldía como innecesaria. Ningún hombre es una isla en sí mismo.
Daniel Bernabé, escritor y periodista
Que a los youtubers les de por eludir impuestos, que se jacten de ello públicamente, que se justifiquen con el argumentario del gran caos neoliberal y que así eduquen en unos valores sociópatas a sus jóvenes seguidores no es más que el producto de una larga cadena de despropósitos.
Eso sin contar toda la estructura social que le ha permitido llegar a donde está. Los escritores, en esencia, tampoco diferimos tanto de los nuevas estrellas digitales, salvo, sonrían, en público e ingresos. Al fin y al cabo son dos actividades encaminadas a contar cosas, más allá del juicio estético o ético que hagamos sobre los resultados. Lo cierto es que para que yo escriba libros necesito que una serie de servicios básicos como la luz o el agua lleguen a mi domicilio, que la comida llegue a los mercados y que recojan diariamente la basura para no morir, en un par de semanas, de alguna peste. Y para que todo ese mecanismo funcione es esencial un Estado que se sostiene vía impuestos, desde la administración de los servicios básicos hasta las carreteras por donde ruedan los camiones, desde la educación que reciben los implicados en el proceso hasta los controles legislativos que regulan el funcionamiento de esta gigantesca máquina social. Yo puedo escribir porque hay otras miles de personas que se dedican, organizadamente, a mantener esta estructura que nos arropa. El trabajo y sus beneficios no son una cuestión individual, sino el resultado de una acción colectiva que crea el escenario para que se puedan desarrollar.
Sin embargo, que estos youtubers eludan pagar impuestos es tan sólo la parte más visible del problema, esta vez útil para al menos situar en primera línea del debate público la cuestión. Sería una buena oportunidad para demostrar la forma de luchar contra estas técnicas de escaqueo fiscal ya que hay herramientas legales para ello. Aunque una persona resida legalmente fuera de España más de la mitad del año, más de 183 días, si el centro de sus intereses económicos, donde se desarrollan sus compras, inversiones y trabajo, sigue siendo el país del que son nacionales, deben tributar en el mismo. Uno que, por otra parte, y pese a los constantes lloros de estos jóvenes millonarios, no tiene, ni de lejos, la mayor presión fiscal de Europa. De hecho, que en Andorra se paguen muy pocos impuestos responde a la naturaleza económica de un semi-país que basa su existencia en comportarse como un paraíso fiscal, a pesar de que la UE le retiró está calificación al eliminar su secreto bancario, tras el escándalo de la quiebra del banco BPA, que había propiciado la afluencia de ingentes cantidades de dinero negro.
Daniel Bernabé, escritor y periodista
Los impuestos no son tan sólo una cuestión ética, solidaria o de beneficio individual, que también, sino una cuestión en último término civilizatoria, que distingue a una sociedad por su intento de construir justicia y estabilidad para todos
Territorios europeos como Andorra, Liechtenstein, Mónaco, San Marino y Gibraltar basan su existencia no sólo en unas condiciones fiscales ventajosas para sus grandes fortunas, sino directamente en la atracción de todo ese dinero opaco que producen las actividades delincuenciales y que, obviamente, no se guarda debajo del colchón. Países más grandes como Chipre, Irlanda, Luxemburgo, Malta y Países Bajos siguen tácticas parecidas, aún teniendo una economía más diversificada. Es decir, lo que se produce, directamente es un pirateo fiscal a gran escala que es consentido, hasta que rebasa el marco de lo escandaloso, porque conviene a los millonarios, sea su dinero producto de negocios legales o ilegales, a menudo ambos carentes de toda ética. Como sentencia el aforismo atribuido al dramaturgo alemán Bertold Brecht: "Atracar un banco es tan delictivo como fundarlo".
Que a los youtubers les de por eludir impuestos, que se jacten de ello públicamente, que se justifiquen con el argumentario del gran caos neoliberal y que así eduquen en unos valores sociópatas a sus jóvenes seguidores no es más que el producto de una larga cadena de despropósitos. Las empresas del Ibex35, el valor bursátil de referencia en España que agrupa a las compañías más importantes, tenía en el año 2018 sedes en 805 paraísos fiscales, desviando 13000 millones de euros en beneficios y causando una pérdida fiscal al Estado de 3250 millones. Leyendo estas cifras, cualquier persona en su sano juicio debería entender por qué es insultante cuando alguno de sus directivos lava su imagen haciendo una donación a la sanidad pública. Ministros del Ejecutivo de Rajoy, como José Manuel Soria, tuvieron que dimitir por eludir impuestos en paraísos fiscales. Los escándalos fiscales en curso de la Casa Real merecen un capítulo aparte.
Guerra entre 'youtubers' españoles: la marcha de 'El Rubius' a Andorra aviva la polémica por la falta de cultura impositiva
Los impuestos no son tan sólo una cuestión ética, solidaria o de beneficio individual, que también, sino una cuestión en último término civilizatoria, que distingue a una sociedad por su intento de construir justicia y estabilidad para todos. La ortodoxia neoliberal es lo que ha propiciado, en estas últimas cuatro décadas, que los impuestos sean percibidos como "un robo", que los sistemas fiscales no sean eficientes o que el dinero recaudado vuelva a las manos de los más ricos en forma de subvenciones directas o mediante la corrupción, como ocurrió en el caso Gürtel, una transferencia ilegal de dinero público a manos empresariales. No hay nada que resuma mejor el espíritu y la necesidad de una política fiscal progresiva que la máxima "De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades". Esto, como ven, va más allá del capricho egoísta de las nuevas estrellas digitales.
Los impuestos no son tan sólo una cuestión ética, solidaria o de beneficio individual, que también, sino una cuestión en último término civilizatoria, que distingue a una sociedad por su intento de construir justicia y estabilidad para todos. La ortodoxia neoliberal es lo que ha propiciado, en estas últimas cuatro décadas, que los impuestos sean percibidos como "un robo", que los sistemas fiscales no sean eficientes o que el dinero recaudado vuelva a las manos de los más ricos en forma de subvenciones directas o mediante la corrupción, como ocurrió en el caso Gürtel, una transferencia ilegal de dinero público a manos empresariales. No hay nada que resuma mejor el espíritu y la necesidad de una política fiscal progresiva que la máxima "De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades". Esto, como ven, va más allá del capricho egoísta de las nuevas estrellas digitales.
Daniel Bernabé, escritor y periodista