5 feb 2023

VOCES DE ALARMA

GUERRAS DE CLASES GLOBALIZADORAS
Simultáneos tambores de guerras que podrían ser mundiales

OTHER NEWS (Por Oscar González*)03.02.2023



Imagen: Pixabay



Sin ser “catastrofistas” convenimos en que, según el CIDOB, 2023 es “un año que pondrá a prueba los límites individuales y colectivos: inflación, seguridad alimentaria, crisis energética, más presiones en la cadena de suministro y en la competición geopolítica global, la descomposición de los sistemas de seguridad y gobernanza internacional, y la capacidad colectiva para responder a todo ello”. @CidobBarcelona


Fin de un ciclo y comienzo de otro. Uno más o uno menos. ¿Bueno o malo? Simplemente otro.

¿Qué se defiende en una guerra? ¿Por qué ir o no ir a la guerra? ¿Dónde y cuándo es más probable una nueva guerra; una guerra prácticamente anónima como son las modernas? ¿Quién se ve involucrado en una guerra hoy...¿tu, yo, nosotros? Los poderosos prefieren guerrear en territorios ajenos, en espacios distintos a los propios, en terceros países. Los menos fuertes resisten en su territorio. Hay guerras preventivas, de agresión, de ocupación, de desgaste; hay guerras defensivas, de resistencia. La historia es pródiga en estas materias.

En este tiempo nuestro la confrontación entre izquierdas y derechas (fuerzas de cambio y fuerzas conservadoras) crece todos los días, prácticamente en todos los espacios y niveles. Poco importan las denominaciones o las representaciones formales. Sí importan las definiciones y las acciones concretas, porque no es lo mismo hablar de asumir posiciones desde el norte que desde el sur, desde arriba o desde abajo. Las luchas de clases (motores reales, materiales, de la historia) , sean locales, regionales o globales, han entrado en una dinámica tanto o más fuerte y crítica que en otras épocas recientes. Vamos de manera cada vez más clara y evidente hacia nuevas guerras de clases globalizadoras entre Naciones o Estados y alianzas político militares (Ver La Guerra Global de Clases; Jeff Faux; uacm; 2014; 550 pp.).

Un primer problema teórico y metodológico para abordar estas temáticas tiene que ver con las ideologías y, desde allí, con la visión del papel que las ciencias y las tecnologías juegan en las luchas de poder en la historia contemporánea. ¿Qué sabemos y qué ignoramos de los instrumentos con los que construimos los distintos campos de conocimiento de nuestro tiempo, y con la manera de abordar los conflictos de intereses materiales entre clases, naciones y élites hegemónicas?

Por si los temas ecológicos, de pobreza y de hegemonías no fueran suficientes para ponernos en guardia, la amenaza de acudir eventualmente a las armas nucleares por parte de algunos de los 16 países que las poseen se acrecienta en un clima de tensiones que tienden a incrementarse en distintas regiones. No ha ocurrido mayormente pero puede ocurrir que una vez desatado un conflicto bélico las múltiples centrales y plantas atómicas que en distintos países generan electricidad sean objetivos militares; y eso, llegado el caso ¿cuándo y cómo se podría detener? ¿Y quién puede escapar a los alcances de tales devastaciones? ¿Qué pasaría en Francia, EEUU o China, p.ej, que tienen cientos de plantas atómicas generadoras de electricidad?

El que tiene algún valor material no quiere arriesgar sino acrecentar su patrimonio. Llamémosle egoismo, egolatría, codicia o como se quiera, empero ¿de qué manera podemos limitar las disputas para defender lo que se considera que es o que puede ser propio? Las posesiones materiales y los derechos que las garantizan son cada vez más cuestionados. Los órdenes jurídicos y políticos que protegen todo tipo de propiedades son hoy cada vez más cuestionados y desafiados, y no hay otras garantías para hacerlos valer que la capacidad coactiva de Estados y gobiernos. ¿Hasta que punto esos cuestionamientos tienen que ver con los regímenes políticos y con los sistemas sociales establecidos, sean liberales y capitalistas o democrático sociales? Ciertamente no son las leyes internacionales sino la fuerza económica de las grandes corporaciones lo que las lleva incluso a desafiar a gobiernos constituídos.

La política interfiere en la economía, y viceversa. No en balde se habla hoy de economía-poítica, ambas partes reunidas en una sola disciplina. Las dos caras de una misma moneda, que está en el aire, hacen prever complicaciones graves y aún críticas a escala global. Como ya antes ocurrió, por temas de expansión económica o apropiación territorial, se abre otra vez el panorama de nuevas y antiguas conflagraciones europeas y eventualmente "mundiales".

Resumimos y coincidimos con El País cuando publica que en el mundo de 2023 hay por lo menos diez temas que marcarán la agenda internacional:

1.Aceleración de la competición estratégica

La guerra de Ucrania ha acelerado el cisma y la confrontación entre los grandes poderes globales. La tensión armamentística se ha añadido a la competencia comercial, tecnológica, económica y geoestratégica que ya definía las relaciones entre Estados Unidos y China y que se intensificará en 2023. A pesar de ello, no estamos ante un mundo dividido en dos bloques estancos, sino en plena reconfiguración de alianzas, que obliga al resto de actores a resituarse ante las nuevas dinámicas de competición estratégica y a buscar espacios propios en una transformación que es global, pero que en 2023 seguirá teniendo su epicentro en Europa.

2. Inoperatividad de los marcos globales de seguridad colectiva

La guerra de Ucrania ha dejado al descubierto que, cuanto mayores son los riesgos que genera la confrontación geoestratégica, más obsoletos parecen los marcos de seguridad colectiva. Desde el 24 de febrero de 2022, los paradigmas de la arquitectura de seguridad, tanto global como europea, han cambiado drásticamente. Por un lado, hemos asistido a una revitalización del papel de la OTAN; mientras que, por el otro, las imágenes de la invasión militar rusa aceleraban la percepción de descomposición del sistema de seguridad internacional, aumentando la sensación de vulnerabilidad y desorientación estratégica que acompaña los cambios estructurales actuales.

3. Transiciones en colisión

Las transiciones verde y digital, que parecían ir de la mano hacia la construcción de un mundo más sostenible, han entrado en colisión. La guerra en Ucrania y el impacto de las sanciones a Rusia han alterado mercados, dependencias, compromisos climáticos e incluso los tiempos previstos para afianzar la apuesta por energías alternativas. ¿Ha sido esta crisis un acelerador o un sabotaje para la transición energética?

4. ¿Recesión económica global?

Las consecuencias de la guerra de Ucrania en la energía, las persistentes disrupciones en la cadena mundial de suministros, así como las políticas monetarias adoptadas frente a una inflación creciente han llevado al pesimismo para el futuro económico de 2023. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), 2022 cerrará con un crecimiento económico mundial alrededor del 3,2%; no obstante, en sus previsiones para el año próximo, esta cifra caería hasta el 2,7% -la más baja desde 2001 con la excepción de 2020 por el impacto de la pandemia-. El Banco Central Europeo (BCE) alerta de que la eurozona podría entrar pronto en una leve recesión técnica o estancamiento. Un escenario sombrío para un mundo que aún trata de revertir los estragos sociales y económicos de la pandemia y, de nuevo, se ve abocado a la volatilidad.

5. Crisis de acceso y garantías a los bienes básicos

La guerra en Ucrania ha agravado las dificultades de acceso a la energía, a los alimentos y al agua potable. La provisión de bienes públicos globales, que es un requisito previo para el desarrollo y es vital para la reducción de la pobreza y la desigualdad entre países, sufre hoy los estragos de la rivalidad geopolítica, de una nueva confrontación por los recursos naturales, así como de los efectos de un debilitamiento de la gobernanza global y de la cooperación internacional.

6. Inestabilidad y descontento social

Los impactos de la permacrisis tienen una incidencia directa en el empeoramiento de las condiciones de vida de los hogares, lo que se traduce en un aumento del malestar social y las protestas ciudadanas como expresión del descontento. En 2022, más de 90 países han registrado movilizaciones por la falta del acceso a los bienes públicos.

En América Latina, los altos precios de los combustibles han generado protestas en Perú, Ecuador y Panamá a lo largo del año, así como en Argentina, donde los manifestantes han extendido las demandas para reclamar más empleos y ayudas frente a las altas tasas de inflación. Un malestar social que impactará de lleno en el camino a las urnas para Ecuador y Argentina, que tienen elecciones previstas, respectivamente, para febrero y octubre de 2023.

7. Fracturas y atomización de los movimientos y sus reivindicaciones

Emmanuel Macron lo describió como «el fin de la abundancia», y algunos economistas teorizan sobre el «fin de lo barato» (sea el dinero o los costes de producción). Vivimos con una sensación de agotamiento: se acaba el tiempo para revertir el cambio climático; escasea la solidaridad; perdemos capacidad adquisitiva para hacer frente a nuestras necesidades más básicas; el estrés hídrico gana terreno y nos sobra, sobre todo, sensación de fragilidad. La permacrisis retrata, según el diccionario Collins, un «período prolongado de inestabilidad e inseguridad» provocado por una concatenación de sucesos que han ido impactando sobre nuestra realidad. Llevamos años de desigualdades crecientes, pero ahora el modelo parece haber quebrado y, ante un cambio estructural tan profundo, los miedos y ansiedad se acumulan.

8. Autoritarismo bajo presión

El 70% de la población mundial -más de 5.000 millones de personas- vive "bajo dictaduras". La involución democrática gana terreno. El informe sobre el estado de la democracia en el mundo del instituto V-Dem advierte que el nivel de democracia del que ha gozado la ciudadanía global en 2022 «ha bajado a los niveles de 1989». Los últimos 30 años de avances democráticos han quedado borrados del mapa. Sin embargo, no solo la democracia está bajo presión, sino que las autocracias electorales también tienen un año con muchos interrogantes por delante. En 2023 veremos como algunos de estos liderazgos autoritarios están cada vez más cuestionados, ya sea por divisiones internas dentro del propio sistema o por la fuerza de movimientos opositores.

9. Fragmentación regulatoria, desglobalización sectorial

No estamos ante un mundo de dos -marcado por la confrontación bipolar entre Estados Unidos y China-, sino ante dos mundos que se van configurando en paralelo, pero con espacios de interrelación. La aceleración de la competición estratégica ha ido de la mano de una amplificación de las vulnerabilidades inherentes a la hiperconectividad. Y China está en el centro de los dos procesos. La política de covid cero, que hasta finales de 2022 ha seguido bloqueando grandes puertos internacionales chinos e impactando en las cadenas de suministros globales, ha precipitado la transformación del modelo de globalización, aún en proceso de redefinición.

10. Testando límites

Si 2023 es el año que pondrá a prueba los límites individuales y colectivos, la bola negra de nuestra mesa de billar es todo aquello -acontecimiento o efecto inesperado- que, como los últimos años han demostrado, es capaz de hacer saltar por los aires las previsiones, los tiempos y las estrategias de la política internacional. En la lista de amenazas que pudieran propiciar una escalada en los riesgos existentes, el peligro de un ataque o accidente nuclear ha subido enteros después de la subida de tono de la retórica rusa de los últimos meses y los bombardeos en las inmediaciones de centrales como la de Zaporiyia en el sureste de Ucrania.

Todo pareciera indicar que los desafíos militaristas están a la orden del día, en Oriente y Occidente. De cualquier modo que ocurran, una vez multiplicadas e iniciadas en escenarios concretos las hostilidades indirectas o directas ¿cuales serán y hasta dónde se podrían extender los nuevos teatros de las hostilidades?

¿Cómo ver eso desde acá, desde el hemisferio occidental, desde la América Latina y desde un país neutral y ajeno a esos conflictos como es México? ¿Qué tanto podrían alcanzarnos disputas como las de Ucrania, Palestina, Coreas, Taiwan, Perú, etc., que sin ser conflictos nuestros nos afectan? ¿Qué pasa, qué hace el "mundo civilizado"?

En toda guerra, como se sabe, el primer frente de batalla es el ideológico. Es en el campo de las ideologías donde las guerras se originan, se negocian y se resuelven. La confrontación de intereses tiene que expresarse, sustentarse y convenirse en y con ideas y valores comunes, universales. El que no sabe por qué pelea está perdido o sólo puede ser sometido o utilizado. Tarde o temprano sabrá, con suerte, que fue a dar a una guerra, acaso sin quererlo y sin saberlo, que tal vez no era la suya.

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*Oscar González estudió Derecho en la UNAM, Derecho Internacional Comparado en la Universidad de Nueva York y obtuvo una maestría y un doctorado en Ciencias Sociales en la UNAM. Entre sus cargos destacan: Embajador de México en Argelia, en Túnez y en la República Árabe Saharaui Democrática (1977-1981). Embajador Alterno de México ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (1981-1982). Embajador. Representante Permanente Alterno de la Misión de México ante las Naciones Unidas (1982-1983). Artículo enviado a Other News por el autor.



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