14 mar 2023

DESAMPARADOS

Pueblos indígenas argentinos: sigue el genocidio, ahora por goteo


Mar 13, 2023

Juan Guahán
Luciana Mignoli


La dominante cultura occidental no ha cesado la destrucción, hasta el aniquilamiento, de pueblos indígenas.El pasado fin de semana, más concretamente el sábado 4 y domingo 5 de marzo, unas 200 personas, mayoritariamente integrantes de la población wichi de Misión Nueva Pompeya (Chaco), salieron a la calle y desataron una batalla campal. Reclamaban por la falta de resultados en la investigación sobre la desaparición de Salustiano Giménez de 16 años, quien falta de su hogar desde el 14 de febrero.

La Comisaría, símbolo del poder estatal fue ocupada, hubo vidrios y mobiliario rotos a palazos y pedradas. Según el informe oficial, esos enfrentamientos dejaron un saldo de 12 policías heridos, 21 detenidos y otras 40 personas con variadas lesiones.

Luego de la primera jornada de incidentes, desde Resistencia –capital de la Provincia del Chaco- a 480 kms del lugar de los tales hechos, fueron ordenados refuerzos de la Gendarmería Nacional. Arribaron para “imponer el orden”: 3 equipos con 4 vehículos y 5 efectivos cada uno.

Estos sucesos, desarrollados en el norte del país, no son muy distintos a los que regularmente ocurren en el sur patagónico, en ese caso con el protagonismo principal de los indios mapuches. Ambos tienen que ver con la crítica situación que atraviesa nuestra sociedad. Cada situación concreta tiene sus causas locales que los fundamentan, pero ellos deben ser inscriptos en el marco general del actual genocidio por goteo que padece el mundo indígena.

Desde lo particular, la Misión Nueva Pompeya se encuentra en uno de los puntos de acceso al legendario El Impenetrable. Se trata de una formación boscosa, que abarca unas 6 millones de hectáreas en las provincias del Chaco, Salta y Santiago del Estero, devastada en las últimas décadas por la avaricia de quienes procuran tener rápidas ganancias con los desmontes al servicio de la producción de la soja, que ocupan el lugar del cual van desalojando a los árboles.



La Ley de Bosques n° 26.331, sancionada en el año 2007, reglamentada dos años después, nunca fue realmente aplicada y ello revela la desidia oficial sobre esta cuestión. En estas últimas 3 décadas, un 30% del Impenetrable ha sido devastado. Primero fue la llegada y el ruido de poderosas máquinas, le siguió el cultivo de semillas transgénicas y por último los agrotóxicos, ocuparon el lugar de la vida.

Los indígenas del Chaco iban muriendo junto con los montes arrasados, que les aseguraban el principal aporte para su subsistencia, su lugar en el mundo y su forma de vida. Este ejemplo particular, de lo que está pasando en Misión Nueva Pompeya, es solo la punta del iceberg de lo que está pasando con los indígenas, en todo el país, la región y el mundo.

Es cierto que muchas culturas indígenas están cerca de desaparecer, pero también es cierto que otros pueblos están logrando sobrevivir. Según nuestro Censo de 2010,solo 950 mil personas se autorreconocen como indígenas o descendientes de los mismos. Sin embargo, la realidad genética indica que el 56% de los argentinos (unos 26 millones) tienen antecedentes amerindios.

Otro mecanismo que contribuye al genocidio indígena son las dificultades para que sus lenguas nativas sobrevivan a la dura hegemonía de la conquista española, algunos reconocimientos actuales a las lenguas indígenas no cambian el escenario de fondo.



De un modo semejante se puede concluir que la cultura occidental niega los conocimientos indígenas. Entre otros aspectos éstos alcanzaron un alto desarrollo en materia de atención a la salud y alimentación. Es sabido el modo que los laboratorios suizos se llevaron toneladas de plantas y sus raíces que después nos vuelven, pesadas en miligramos, como remedios concentrados, para distintas dolencias.

El desprecio del actual poder estatal a los indígenas no es patrimonio de nuestro país, ni siquiera de Nuestra América, es un fenómeno universal, caracterizado por la injusticia histórica, la desposesión de sus tierras, la opresión y discriminación. En función de aquello según lo cual ¡la historia la cuentan los que ganan!, esa historia de invasión y conquista, violencia y saqueo fueron publicitadas como la superioridad de los occidentales respecto a las culturas nativas.

La desigual relación de cada comunidad con el poder estatal los va convirtiendo como los los grupos más empobrecidos de sus respectivos países.


Los pueblos indígenas siguen siendo los más significativos entre los pobres, analfabetos y desempleados. Los pueblos indígenas –que se reconocen como tales- son el 5% de la población mundial. Sin embargo, ellos representan el 15% de los pobres y son la tercera parte de los 900 millones de indigentes de las zonas rurales.

Una consecuencia de lo anterior es que los pueblos indígenas están muy alejados de la situación de quienes forman parte de los indicadores de vida promedio. Así, por ejemplo: un niño indígena de Australia tiene una expectativa de vida 20 años menor al promedio, de ese país. Es cierto que esta tendencia, este goteo diario, en algunos países –Argentina entre ellos- está colocando a muchas culturas indígenas al borde de su desaparición.

Dentro de esta situación crítica hay dos temas que no debemos eludir: Uno, aunque nuestra cultura –fuertemente eurocéntrica- está muy sometida por la cultura dominante, hay otros pueblos como Perú, Ecuador y Bolivia, donde esa confrontación es prácticamente abierta y está cerca de ser una lucha por la hegemonía social.

Dos, al mismo tiempo que en varios pueblos de Nuestra América crece la voluntad de lucha por recuperar esa memoria histórica, la lejana Europa recorre el camino contrario, avanzando hacia un rumbo, sin rumbo, ni destino.

Ejercito se suma a la lucha contra narcos: otro desproposito



La decisión presidencial de sumar a los militares (sin amas) a la lucha contra el narcotráfico, constituye un despropósito mayor. No es aceptado, por razones lógicas, por los organismos de DDHH. Lo vaivenes de Estela Carlotto es una muestra de esa confusión. Pero tampoco –con la decisión que no vayan armados- ayuda a ser entendido por aquel pensamiento gorila que pide la intervención directa de las FFAA.

Esta decisión parece la lógica de un gobierno que quiere aparecer como escuchando lo que dice la calle, pero luego lo aplica de un modo que produce el rechazo de todos. Por donde se lo mire asoman las contradicciones de esta propuesta. Para que vayan con armas se necesita una ley que lo autorice.

Si prefiere mantener el Plan como está ahora, desarmados, acarre la dificultad que “alguien”, una fuerza de seguridad, debería defenderlos… algo difícil de entender. Más allá de estas elucubraciones, un atentado a estas fuerzas desplegadas podría desatar una situación inédita de efectos impredecibles. Por si el Presidente pide un consejo: ¡Si no sabe cómo hacerlo, mejor no lo haga!



*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)