por Thierry Meyssan
Red Voltaire | París (Francia) | 4 de marzo de 2025
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Red Voltaire | París (Francia) | 4 de marzo de 2025
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La semana pasada narré a ustedes los últimos acontecimientos alrededor del conflicto ucraniano, subrayando que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, sería incapaz de adaptarse a los cambios en el panorama mundial. Esta semana retomo los mismos elementos y muchos de los hechos que se han producido desde aquel momento, para mostrar que el divorcio que se instala entre la Unión Europea y Estados Unidos, así como entre los propios europeos, ya es una realidad. Ya no hay espacio para elucubraciones. El viejo mundo acaba de ser destruido. Si no somos capaces de posicionarnos de inmediato, nos hundiremos con él. Ciegos a esa realidad, Reino Unido y Francia se disputan ahora el lugar de Estados Unidos en Occidente, en vez de tratar de reformarse.
El diplomático alemán Christoph Heusgen, quien fue representante permanente de Alemania en la ONU y hoy es presidente de la Conferencia de Múnich sobre la Seguridad, rompió a llorar frente los participantes después de la intervención del vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, ante ese foro. Las palabras del vicepresidente Vance pusieron de relieve el divorcio entre Estados Unidos y las potencias europeas.
Durante las dos últimas semanas hemos sido testigos de un cambio histórico comparable al de la batalla de Berlín, en abril-mayo de 1945, cuando el Ejército Rojo tomó la capital de Alemania y puso fin al III Reich. Esta vez, es la administración Trump la que pone definitivamente a la Unión Europea contra las cuerdas.
Por el momento, la Unión Europea, el G7 y el G20 no se han disuelto… todavía. Pero el hecho es que esas 3 estructuras ya están muertas. Lo siguiente podría ser el deceso del Banco Mundial y de la ONU.
Veamos una retrospectiva de los últimos acontecimientos, que se han desarrollado tan rápidamente que prácticamente nadie ha podido seguirlos en detalle ni entender a fondo todas sus consecuencias.
Durante las dos últimas semanas hemos sido testigos de un cambio histórico comparable al de la batalla de Berlín, en abril-mayo de 1945, cuando el Ejército Rojo tomó la capital de Alemania y puso fin al III Reich. Esta vez, es la administración Trump la que pone definitivamente a la Unión Europea contra las cuerdas.
Por el momento, la Unión Europea, el G7 y el G20 no se han disuelto… todavía. Pero el hecho es que esas 3 estructuras ya están muertas. Lo siguiente podría ser el deceso del Banco Mundial y de la ONU.
Veamos una retrospectiva de los últimos acontecimientos, que se han desarrollado tan rápidamente que prácticamente nadie ha podido seguirlos en detalle ni entender a fondo todas sus consecuencias.
Miércoles 12 de febrero
Las principales potencias europeas (o sea, Alemania, España, Francia, Italia, Polonia, Reino Unido, más la Unión Europea), temerosas ante el tipo de decisiones que pudiera tomar la administración Trump, se reunieron en París, el 12 de febrero, para elaborar una posición común sobre el conflicto ucraniano… y decidieron seguir haciendo lo mismo que ya han hecho durante los 3 últimos años:
negar que violaron los compromisos que habían contraído en el momento de la reunificación alemana (o sea, que no ampliarían la OTAN hacia el este);
negar que Ucrania está en manos de los nacionalistas integristas (o sea, de la corriente política que se inspira en la ideología de los individuos que colaboraron con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial);
y prolongar la Segunda Guerra Mundial, pero no contra los nazis sino contra Rusia.
Mientras las principales potencias europeas se reunían en París, alrededor del presidente Emmanuel Macron, en Kiev el secretario del Tesoro estadounidense Scott Bessent presentaba a Zelenski la factura por la ayuda de Estados Unidos, 500 millardos de dólares, y proponía que Ucrania la pagara con las “tierras raras”, cuya existencia pregonaba Zelenski. Ya expliqué antes que con aquella propuesta Washington respondía al hecho que el propio Zelenski había ofrecido a las potencias occidentales participar en la explotación de unas riquezas que en realidad no existen.
Pero, visto desde la perspectiva de las potencias europeas, lo que se preparaba era sencillamente espantoso: si Estados Unidos se apoderaba de aquellas riquezas, los europeos quedarían excluidos de la repartición del pastel… que ellos ya se habían repartido. Y hay que insistir en esto último. Sin informar a sus conciudadanos, los gobernantes de las potencias europeas ya tenían previsto que los británicos controlarían los puertos, los alemanes las minas, etc. Aunque esto puede parecer sorprendente, en realidad no es nada nuevo –ya habían hecho lo mismo en el momento de la invasión contra Irak, cuando invadieron Libia y durante la guerra que impusieron a Siria.
Pero lo más “espantoso”, para los europeos, era que Washington y Moscú –o sea, el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente ruso Vladimir Putin– habían conversado por teléfono durante hora y media. Antes de aquella entrevista telefónica entre el presidente Trump y el presidente Putin, el enviado especial del presidente Trump, Steve Wilkoff, había conversado con el presidente Putin en el Kremlin –Wilkoff, había viajado a Moscú para organizar un intercambio de presos– y había enviado al presidente Donald Trump un informe completo que echaba por tierra las afirmaciones de la OTAN sobre Ucrania. A partir de aquel momento, los dos presidentes, Donald Trump y Vladimir Putin, disponían de la misma información. Se había restablecido la línea directa de comunicación entre la Casa Blanca y el Kremlin.
Mientras las principales potencias europeas se reunían en París, alrededor del presidente Emmanuel Macron, en Kiev el secretario del Tesoro estadounidense Scott Bessent presentaba a Zelenski la factura por la ayuda de Estados Unidos, 500 millardos de dólares, y proponía que Ucrania la pagara con las “tierras raras”, cuya existencia pregonaba Zelenski. Ya expliqué antes que con aquella propuesta Washington respondía al hecho que el propio Zelenski había ofrecido a las potencias occidentales participar en la explotación de unas riquezas que en realidad no existen.
Pero, visto desde la perspectiva de las potencias europeas, lo que se preparaba era sencillamente espantoso: si Estados Unidos se apoderaba de aquellas riquezas, los europeos quedarían excluidos de la repartición del pastel… que ellos ya se habían repartido. Y hay que insistir en esto último. Sin informar a sus conciudadanos, los gobernantes de las potencias europeas ya tenían previsto que los británicos controlarían los puertos, los alemanes las minas, etc. Aunque esto puede parecer sorprendente, en realidad no es nada nuevo –ya habían hecho lo mismo en el momento de la invasión contra Irak, cuando invadieron Libia y durante la guerra que impusieron a Siria.
Pero lo más “espantoso”, para los europeos, era que Washington y Moscú –o sea, el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente ruso Vladimir Putin– habían conversado por teléfono durante hora y media. Antes de aquella entrevista telefónica entre el presidente Trump y el presidente Putin, el enviado especial del presidente Trump, Steve Wilkoff, había conversado con el presidente Putin en el Kremlin –Wilkoff, había viajado a Moscú para organizar un intercambio de presos– y había enviado al presidente Donald Trump un informe completo que echaba por tierra las afirmaciones de la OTAN sobre Ucrania. A partir de aquel momento, los dos presidentes, Donald Trump y Vladimir Putin, disponían de la misma información. Se había restablecido la línea directa de comunicación entre la Casa Blanca y el Kremlin.
Jueves 14 de febrero
El 14 de febrero, el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, hacía uso de la palabra ante los más altos dirigentes diplomáticos y militares de la Unión Europea, en el marco de la Conferencia de Seguridad de Múnich. En su intervención, el vicepresidente de Estados Unidos simplemente resaltaba el autismo de los dirigentes europeos, quienes se niegan a tener en cuenta las preocupaciones de sus conciudadanos en temas como la libertad de expresión y la inmigración. ¿Por qué? Porque temen a sus pueblos. Y, recalcaba el vicepresidente J. D. Vance, si los dirigentes europeos tienen miedo de sus pueblos, Estados Unidos nada puede hacer por ellos.
Lunes 17 de febrero
Ese día se realizó, nuevamente en París, una segunda reunión con las mismas potencias invitadas a la anterior más la presidente de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen; y el secretario general de la OTAN, el neerlandés Mark Rutte. Esta vez, los participantes decidieron unirse frente al presidente de Estados Unidos y no aceptar que se cuestionara la política que Occidente había venido aplicando contra Rusia.
A la salida de aquella nueva reunión en París, el canciller alemán Olaf Scholz declaraba: «No debe haber una división de seguridad y responsabilidad entre Europa y Estados Unidos. La OTAN se basa en que siempre actuamos juntos y compartimos los riesgos (…). Eso no debe ponerse en tela de juicio.»
El primer ministro de Polonia, Donald Tusk, dijo: «Poco importa lo que cada cual pueda decir, a veces con palabras brutales (…), no hay ninguna razón para que los aliados no encuentren un lenguaje común entre ellos sobre las cuestiones más importantes. Es interés de Europa y de Estados Unidos cooperar lo más estrechamente posible.»
El mismo 17 de febrero, el ejército ucraniano atacó intereses de Estados Unidos, de Israel y de Italia en Rusia. Los militares ucranianos atacaron con una veintena de drones instalaciones del Caspian Pipeline Consortium (CPC), que pertenecen en parte a las petroleras estadounidenses Chevron (15%) y ExxonMobil (7,5%) y a la italiana ENI (2%). Situadas en suelo ruso, esas instalaciones, averiadas por los drones ucranianos, garantizan el suministro de petróleo ruso a Israel.
Sin embargo, los europeos no reaccionaron ante esa operación ucraniana. Mostraron la misma pasividad que cuando la CIA voló los gasoductos Nord Stream –el 26 de septiembre de 2022– que no sólo eran propiedad del gigante ruso Gazprom (al 50%) sino también de las compañías alemanas BASF/Wintershall y Uniper, de la francesa Engie, de la austriaca OMV y de la británica Royal Dutch Shell. Vale la pena recordar que la voladura de los gasoductos Nord Stream y Nord Stream 2 llevó Alemania a la actual recesión económica, que además todavía sigue extendiéndose a los demás países de la Unión Europea, sin entrar a mencionar el alza de los precios de la energía, que también afecta todos los hogares de la UE. En ambos casos, los europeos fueron incapaces de defender sus propios intereses.
Para llamar las cosas por su nombre, en septiembre de 2022, los dirigentes europeos permitieron que su principal “aliado” (Estados Unidos) dañara los intereses de todos los pueblos europeos con la voladura de los gasoductos Nord Stream y Nord Stream 2. Ahora, en febrero de 2025, acaban de permitir que el régimen ucraniano hiciera lo mismo al atacar las instalaciones del Caspian Pipeline Consortium en Rusia.
Martes 18 de febrero
Las potencias europeas se enteraron por la prensa de que, en su primer encuentro en Riad (Arabia Saudita), el 18 de febrero, las delegaciones de Estados Unidos y Rusia se habían puesto de acuerdo para;
-desnazificar Ucrania y convertirla en un país neutral;
-respetar los compromisos que Occidente contrajo en el momento de la reunificación alemana y poner fin a la presencia de tropas de la OTAN en todos los países que entraron en esa alianza militar después de 1990.
O sea, el presidente Donald Trump abandonó el plan del general Keith Kellogg, su enviado especial para Ucrania –publicado en abril de 2024 por la America First Foundation–, y adoptó en su lugar el plan de Steve Witkoff, su enviado especial para el Medio Oriente, quien se había entrevistado en Moscú con el presidente Vladimir Putin, gracias a la intervención del heredero del trono de Arabia Saudita, el príncipe Mohamed ben Salman –esto explica que Riad fuese el escenario escogido para el primer contacto entre las delegaciones de Rusia y Estados Unidos. En definitiva, Kellogg todavía razonaba según las ideas de la OTAN, mientras que, durante su visita en Moscú, Witkoff escuchó, comprendió y verificó la justeza de la posición rusa.
Las potencias europeas pudieron comprobar rápidamente que Washington ya había enviado la orden de repliegue a ciertas unidades militares estadounidenses –en los países bálticos y en Polonia. Para las potencias europeas, aquello destruía su “arquitectura de seguridad”. Por supuesto, no existe absolutamente ninguna amenaza inmediata de invasión rusa ni china. Pero, a largo plazo y teniendo en cuenta el tiempo necesario para un rearme europeo, todos dicen tener que prepararse para lo peor.
O sea, el presidente Donald Trump abandonó el plan del general Keith Kellogg, su enviado especial para Ucrania –publicado en abril de 2024 por la America First Foundation–, y adoptó en su lugar el plan de Steve Witkoff, su enviado especial para el Medio Oriente, quien se había entrevistado en Moscú con el presidente Vladimir Putin, gracias a la intervención del heredero del trono de Arabia Saudita, el príncipe Mohamed ben Salman –esto explica que Riad fuese el escenario escogido para el primer contacto entre las delegaciones de Rusia y Estados Unidos. En definitiva, Kellogg todavía razonaba según las ideas de la OTAN, mientras que, durante su visita en Moscú, Witkoff escuchó, comprendió y verificó la justeza de la posición rusa.
Las potencias europeas pudieron comprobar rápidamente que Washington ya había enviado la orden de repliegue a ciertas unidades militares estadounidenses –en los países bálticos y en Polonia. Para las potencias europeas, aquello destruía su “arquitectura de seguridad”. Por supuesto, no existe absolutamente ninguna amenaza inmediata de invasión rusa ni china. Pero, a largo plazo y teniendo en cuenta el tiempo necesario para un rearme europeo, todos dicen tener que prepararse para lo peor.
Miércoles 19 de febrero
El 19 de febrero los embajadores de los países miembros de la Unión Europea aprobaron el 16º paquete de “sanciones” (medidas coercitivas unilaterales) de esa entidad contra Rusia. Los ministros de Exteriores lo aprobarían oficialmente el 24 de febrero, en ocasión del tercer aniversario del inicio de la operación militar especial rusa en Ucrania. Al mismo tiempo, la Unión Europea decidía desconectar del sistema SWIFT 13 bancos rusos y prohibir la realización de transacciones con 3 instituciones financieras. La UE también adoptaba “sanciones” contra 73 barcos de la llamada “flota fantasma” rusa y contra 11 puertos y aeropuertos rusos acusados de burlar el “techo” de la Unión Europea para los precios del petróleo ruso. La Unión Europea también suspendía las licencias de transmisión de 8 medios rusos de prensa.
Ese mismo día, 19 de febrero, el presidente estadounidense Donald Trump daba libre curso a su cólera contra el ucraniano Volodimir Zelenski –cuyo mandato presidencial expiró en mayo de 2024. El presidente Trump calificaba a Zelenski de «dictador sin elecciones», mientras que en Kiev su enviado especial Keith Kellogg anulaba su conferencia de prensa conjunta con Zelenski. O sea, la administración Trump rompía con el régimen ucraniano, que la administración Biden se había empeñado en amamantar.
El 19 de febrero los embajadores de los países miembros de la Unión Europea aprobaron el 16º paquete de “sanciones” (medidas coercitivas unilaterales) de esa entidad contra Rusia. Los ministros de Exteriores lo aprobarían oficialmente el 24 de febrero, en ocasión del tercer aniversario del inicio de la operación militar especial rusa en Ucrania. Al mismo tiempo, la Unión Europea decidía desconectar del sistema SWIFT 13 bancos rusos y prohibir la realización de transacciones con 3 instituciones financieras. La UE también adoptaba “sanciones” contra 73 barcos de la llamada “flota fantasma” rusa y contra 11 puertos y aeropuertos rusos acusados de burlar el “techo” de la Unión Europea para los precios del petróleo ruso. La Unión Europea también suspendía las licencias de transmisión de 8 medios rusos de prensa.
Ese mismo día, 19 de febrero, el presidente estadounidense Donald Trump daba libre curso a su cólera contra el ucraniano Volodimir Zelenski –cuyo mandato presidencial expiró en mayo de 2024. El presidente Trump calificaba a Zelenski de «dictador sin elecciones», mientras que en Kiev su enviado especial Keith Kellogg anulaba su conferencia de prensa conjunta con Zelenski. O sea, la administración Trump rompía con el régimen ucraniano, que la administración Biden se había empeñado en amamantar.
Jueves 20 de febrero
En Washington, el senador libertariano Mike Lee (Utah) presentaba al Senado un proyecto de ley que estipula la retirada total de Estados Unidos de la ONU. Al día siguente, el representante Chip Roy (Texas) presentaba el mismo texto a la Cámara de Representantes.
Si bien el presidente Donald Trump es un “jacksoniano” –un seguidor del 7º presidente de Estados Unidos, Andrew Jackson, cuyo objetivo era reemplazar la guerra por los negocios– las élites políticas de Washington creen más que todo en el «excepcionalismo estadounidense», una teología política según la cual Estados Unidos es un pueblo elegido por Dios para aportar luz al resto del mundo. Eso implica que Estados Unidos no tiene por qué negociar con los demás y, sobre todo, no tiene que rendir cuentas ante ninguna instancia, internacional u otra.
El «excepcionalismo estadounidense» no debe confundirse con el «aislacionismo» que, en 1920, condujo el Senado estadounidense a rechazar la membresía de Estados Unidos a la Sociedad de Naciones (SDN, la antecesora de la ONU). La SDN, a diferencia de su sucesora la ONU, establecía una solidaridad militar entre los Estados que reconocían el derecho internacional. Aquello significaba que Estados Unidos tendría que aportar tropas al mantenimiento de la paz en Europa… y que las naciones europeas podían estar llamadas a intervenir en Latinoamérica, continente que Washington consideraba su “patrio trasero”, según la “Doctrina Monroe”.
Sábado 22 de febrero
Sin esperar a ser invitado, el presidente de Polonia, Andrzej Duda, llegó aquel día a Washington. Allí logró hablar 10 minutos con el presidente Trump –no en la Casa Blanca sino al margen de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC). El presidente polaco pidió a Donald Trump que no retirara las tropas estadounidenses desplegadas en Polonia, al menos no antes de que Polonia termine la reestructuración de sus fuerzas armadas. Dado el hecho que Polonia ya había iniciado una profunda reestructuración interna, que incluye el restablecimiento del servicio militar universal y la creación de un ejército mucho más numeroso que el actual, el presidente polaco obtuvo del presidente Trump no una “anulación” sino una “posposición” de la orden de retirada que ya había sido impartida a las tropas de Estados Unidos en Polonia.
Detalle significativo: al presidente de Polonia Andrzej Duda sólo le quedan pocos meses en el cargo, las elecciones están previstas para mayo. Constitucionalmente hablando, en Polonia el poder ejecutivo no está en manos del presidente, aunque este es el jefe supremo de las fuerzas armadas, y el primer ministro polaco, Donald Tusk, se había comprometido con los demás dirigentes europeos reunidos en París a no negociar por separado con Estados Unidos. O sea, aunque se sigue afirmando lo contrario, la verdad es que Polonia rompió el “frente unido” de los europeos, que duró sólo 10 días.
Lunes 24 de febrero
En ocasión del tercer aniversario de la operación militar especial rusa en Ucrania, la presidente del Parlamento Europeo, la maltesa Roberta Metsola; el presidente del Consejo Europeo, el portugués Antonio Costa; y la presidente de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, publicaron una declaración totalmente desfasada donde se pronunciaban por «una paz completa, justa y duradera». Con aquella declaración, los 3 principales dirigentes de la Unión Europea se aferraban a la vieja narrativa, de que no hay nazis en Ucrania y Rusia es “el agresor”. De esa manera contradecían no sólo los hechos sino también las últimas declaraciones de Estados Unidos, el amo económico y militar de la UE.
El mismo día, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, viajaba a Washington, en representación de todos los atlantistas europeos. Ante de recibir a Macron, el presidente Donald Trump ordenó que la jefa del equipo de trabajo de la Casa Blanca llevara a Macron a otra ala del edificio, donde lo metieron en una oficina separada para que asistiera desde allí a la reunión –por videoconferencia– del G7, reunión que el propio Donald Trump presidía desde otra oficina.
Durante 2 horas, los jefes de Estado y/o de gobierno del G7, en compañía del primer ministro de España y de Zelenski, trataron inútilmente de lograr que su amo estadounidense cambiara de opinión. Pero el presidente Trump se mantuvo en su posición: quien provocó el conflicto en Ucrania no fue Rusia sino los nacionalistas integristas ucranianos, que se esconden detrás de Zelenski. Y, de todas maneras, por principio, no es posible defender a quienes atacan militarmente intereses de Estados Unidos… aunque esos intereses estén en suelo ruso. Para que sus interlocutores entendieran bien su posición, el presidente Trump se negó a firmar un comunicado final que los europeos ya traían preparado. Incluso les advirtió que si aquel texto llegaba a publicarse –los europeos ya lo habían entregado a ciertos periodistas–, él mismo se encargaría de desmentirlo personalmente y Estados Unidos abandonaría el G7.
Fue sólo después de ese rifirrafe cuando el presidente Donald Trump recibió al presidente francés Emmanuel Macron, quien optó por no enfrentarse a su homólogo estadounidense sino más bien celebrar la amistad transatlántica. Durante la conferencia de prensa que dieron juntos, el presidente Macron interrumpió brevemente al presidente Trump cuando este último repitió que no fue Rusia sino Ucrania quien provocó el estallido del conflicto. Fuera de eso, el presidente Macron no se atrevió a contradecir al presidente Trump.
Mientras tanto, en Nueva York, la Asamblea General de la ONU debatía un proyecto de resolución presentado por Ucrania. El texto ucraniano denunciaba «la invasión total de Ucrania por la Federación Rusa» y exigía que Rusia retirara «inmediatamente, completamente e incondicionalmente todas sus fuerzas militares del territorio ucraniano dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas del país y el cese inmediato de las hostilidades de la Federación Rusa contra Ucrania, en particular todo ataque contra los civiles y los bienes de carácter civil».
En ocasión del tercer aniversario de la operación militar especial rusa en Ucrania, la presidente del Parlamento Europeo, la maltesa Roberta Metsola; el presidente del Consejo Europeo, el portugués Antonio Costa; y la presidente de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, publicaron una declaración totalmente desfasada donde se pronunciaban por «una paz completa, justa y duradera». Con aquella declaración, los 3 principales dirigentes de la Unión Europea se aferraban a la vieja narrativa, de que no hay nazis en Ucrania y Rusia es “el agresor”. De esa manera contradecían no sólo los hechos sino también las últimas declaraciones de Estados Unidos, el amo económico y militar de la UE.
El mismo día, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, viajaba a Washington, en representación de todos los atlantistas europeos. Ante de recibir a Macron, el presidente Donald Trump ordenó que la jefa del equipo de trabajo de la Casa Blanca llevara a Macron a otra ala del edificio, donde lo metieron en una oficina separada para que asistiera desde allí a la reunión –por videoconferencia– del G7, reunión que el propio Donald Trump presidía desde otra oficina.
Durante 2 horas, los jefes de Estado y/o de gobierno del G7, en compañía del primer ministro de España y de Zelenski, trataron inútilmente de lograr que su amo estadounidense cambiara de opinión. Pero el presidente Trump se mantuvo en su posición: quien provocó el conflicto en Ucrania no fue Rusia sino los nacionalistas integristas ucranianos, que se esconden detrás de Zelenski. Y, de todas maneras, por principio, no es posible defender a quienes atacan militarmente intereses de Estados Unidos… aunque esos intereses estén en suelo ruso. Para que sus interlocutores entendieran bien su posición, el presidente Trump se negó a firmar un comunicado final que los europeos ya traían preparado. Incluso les advirtió que si aquel texto llegaba a publicarse –los europeos ya lo habían entregado a ciertos periodistas–, él mismo se encargaría de desmentirlo personalmente y Estados Unidos abandonaría el G7.
Fue sólo después de ese rifirrafe cuando el presidente Donald Trump recibió al presidente francés Emmanuel Macron, quien optó por no enfrentarse a su homólogo estadounidense sino más bien celebrar la amistad transatlántica. Durante la conferencia de prensa que dieron juntos, el presidente Macron interrumpió brevemente al presidente Trump cuando este último repitió que no fue Rusia sino Ucrania quien provocó el estallido del conflicto. Fuera de eso, el presidente Macron no se atrevió a contradecir al presidente Trump.
Mientras tanto, en Nueva York, la Asamblea General de la ONU debatía un proyecto de resolución presentado por Ucrania. El texto ucraniano denunciaba «la invasión total de Ucrania por la Federación Rusa» y exigía que Rusia retirara «inmediatamente, completamente e incondicionalmente todas sus fuerzas militares del territorio ucraniano dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas del país y el cese inmediato de las hostilidades de la Federación Rusa contra Ucrania, en particular todo ataque contra los civiles y los bienes de carácter civil».
Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, la delegación de Estados Unidos votó contra un texto junto a la delegación de Rusia y en contra de Canadá, los europeos y Japón, que sí aprobaron el proyecto ucraniano.
Instantes después, Estados Unidos presentó un segundo proyecto de resolución donde solicitaba que «se ponga fin al conflicto en el más corto plazo». Ese texto apuntaba a alinear la Asamblea General de la ONU junto a la posición de los negociadores estadounidenses que habían participado en el encuentro ruso-estadounidense de Riad. Pero Rusia votó en contra porque el proyecto de resolución de Estados Unidos se pronunciaba por «una paz duradera entre Ucrania y la Federación Rusa» en vez de una «paz duradera en Ucrania». Finalmente, la delegación de Estados Unidos se abstuvo en el voto sobre su propio texto por considerar que lo había redactado mal, mientras que Canadá, los europeos y Japón votaban en contra.
Instantes después, Estados Unidos presentó un segundo proyecto de resolución donde solicitaba que «se ponga fin al conflicto en el más corto plazo». Ese texto apuntaba a alinear la Asamblea General de la ONU junto a la posición de los negociadores estadounidenses que habían participado en el encuentro ruso-estadounidense de Riad. Pero Rusia votó en contra porque el proyecto de resolución de Estados Unidos se pronunciaba por «una paz duradera entre Ucrania y la Federación Rusa» en vez de una «paz duradera en Ucrania». Finalmente, la delegación de Estados Unidos se abstuvo en el voto sobre su propio texto por considerar que lo había redactado mal, mientras que Canadá, los europeos y Japón votaban en contra.
Martes 25 de febrero
La Alta Representante de la Unión Europea para los Asuntos Exteriores y la Política de Seguridad, la estonia Kaja Kallas, llegó a Washington para reunirse con el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio. El encuentro estaba previsto desde hacía mucho tiempo, pero fue anulado en el último minuto por la oficina del secretario de Estado, oficialmente porque su agenda estaba demasiado cargada.
Ante la anulación del encuentro, la señora Kallas anunció que se reuniría con senadores y con miembros de la Cámara de Representantes para «discutir sobre la guerra de Rusia contra Ucrania y las relaciones transatlánticas». O sea, después del voto de los miembros de la Unión Europea contra Estados Unidos en la ONU, el secretario de Estado se negaba a reunirse con la jefa de la diplomacia europea.
Miércoles 26 de febrero
En una conferencia de prensa en Kiev, Volodimir Zelenski declara que, sin garantías de seguridad de Estados Unidos y de la OTAN, cualquier acuerdo de paz será injusto y que no habrá un verdadero alto al fuego.
Jueves 27 de febrero
Antes de dejar Washington, la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas, imparte una conferencia en el Hudson Institute. Allí declara: «Hay que presionar a Rusia para que también quiera la paz.» Seguidamente afirma que Rusia «está en una posición en que no quiere la paz.»
Por su parte, el primer ministro británico, Keir Starmer, llega a la Casa Blanca con una invitación del rey Carlos III para que el presidente Donald Trump haga una segunda visita de Estado en Reino Unido. Los diplomáticos británicos creen que el presidente Trump disfrutó mucho su visita de Estado en Reino Unido, durante su primer mandato presidencial, y que es altamente sensible al entorno fastuoso de ese tipo de evento.
En la conferencia de prensa que da con Starmer, el presidente Trump dice no recordar haber llamado a Zelenski “dictador” («¿Yo dije eso? ¡No logro creer que lo dije!»). Por otro lado, Trump se muestra abierto a la idea de que el 25% de aranceles a los productos europeos no concierne al Reino Unido y parece dispuesto a aceptar que Londres devuelva a la República de Mauricio el archipiélago de Chagos –que incluye la base de la isla Diego García.
En el fondo, el primer ministro británico Starmer logró renovar la “relación especial” de su país con Estados Unidos. Esa “relación” incluye el sistema de espionaje mundial de los “Cinco Ojos” (The Five Eyes) y el hecho que el armamento atómico británico no funcionaría sin apoyo de los científicos militares estadounidenses.
Mientras tanto, negociadores estadounidenses y rusos se reunían en el consulado general de Estados Unidos en Estambul (Turquía) durante 6 horas y media, en una segunda ronda de conversaciones «a nivel técnico». El objetivo de este segundo encuentro entre rusos y estadounidenses no era avanzar sobre las cuestiones de fondo sino de resolver ciertos problemas que los ministros habían señalado en Riad, como las condiciones de funcionamiento de las respectivas embajadas en Washington y Moscú –la administración Biden había limitado severamente la actividad de la misión diplomática rusa en Washington y, en reciprocidad, el gobierno ruso había tomado medidas similares.
Viernes 28 de febrero
Volodimir Zelenski, cuyo mandato presidencial expiró en mayo de 2024, llegó a la Casa Blanca el 28 de febrero. El presidente Donald Trump y el vicepresidente J. D. Vance lo recibieron, pero no para escuchar su versión de los hechos sino para firmar un acuerdo bilateral sobre las “tierras raras” que Ucrania dice poseer. El acuerdo no llegó a firmarse –las pregonadas “tierras raras” de Zelenski ni siquiera existen– pero la administración Trump no dejó pasar la oportunidad de mostrarle al mismo Zelenski que ya no está segura de si se debe considerarlo un “demócrata” o sólo un “dictador” al que no le quedan cartas en la mano.
El encuentro con la prensa en la Oficina Oval quedará grabado en las memorias. La prensa occidental se mostró indignada por el encontronazo entre el presidente Trump y su invitado. Pero hay que desconfiar de las imágenes, que no dicen lo mismo si vemos sólo una secuencia escogida de pocos minutos que si hacemos el esfuerzo de ver los 50 minutos que duró el encuentro. Si vemos sólo una corta secuencia retenemos sólo los argumentos que se mencionan en ese corto momento, pero visualizar los 50 minutos de duración del encuentro nos permite entender por qué se mencionaron esos argumentos.
Durante los 50 minutos de encuentro con la prensa, el presidente Donald Trump recordó constantemente que él no está alineado con ninguna de las dos partes, ni con la parte rusa ni con la parte ucraniana, que estaba negociando con Rusia para defender los intereses de su país y, en definitiva, los de la humanidad en general. Explicó que, como presidente de Estados Unidos, él está hablando con todos, sin insultar a nadie y reconociendo los argumentos positivos de cada cual. Volodimir Zelenski, al contrario, acusó constantemente a Rusia de agredir a su país desde 2014, de cometer asesinatos, secuestros y torturas y afirmó que el presidente Vladimir Putin había violado 15 veces su propia firma.
Aunque la prensa occidental dice haber visto lo contrario, lo cierto es que en ese encuentro con los periodistas no se habló de ayuda militar, ni de las “tierras raras” y mucho menos sobre repartición de territorios. El intercambio cambió definitivamente de tono cuando el vicepresidente de Estados Unidos observó que la narración de Zelenski era «propaganda». El vicepresidente J. D. Vance volvió después a la carga diciendo, al referirse a las dos versiones de los hechos, «¡Sabemos que usted está equivocado!»
Volodimir Zelenski, cuyo mandato presidencial expiró en mayo de 2024, llegó a la Casa Blanca el 28 de febrero. El presidente Donald Trump y el vicepresidente J. D. Vance lo recibieron, pero no para escuchar su versión de los hechos sino para firmar un acuerdo bilateral sobre las “tierras raras” que Ucrania dice poseer. El acuerdo no llegó a firmarse –las pregonadas “tierras raras” de Zelenski ni siquiera existen– pero la administración Trump no dejó pasar la oportunidad de mostrarle al mismo Zelenski que ya no está segura de si se debe considerarlo un “demócrata” o sólo un “dictador” al que no le quedan cartas en la mano.
El encuentro con la prensa en la Oficina Oval quedará grabado en las memorias. La prensa occidental se mostró indignada por el encontronazo entre el presidente Trump y su invitado. Pero hay que desconfiar de las imágenes, que no dicen lo mismo si vemos sólo una secuencia escogida de pocos minutos que si hacemos el esfuerzo de ver los 50 minutos que duró el encuentro. Si vemos sólo una corta secuencia retenemos sólo los argumentos que se mencionan en ese corto momento, pero visualizar los 50 minutos de duración del encuentro nos permite entender por qué se mencionaron esos argumentos.
Durante los 50 minutos de encuentro con la prensa, el presidente Donald Trump recordó constantemente que él no está alineado con ninguna de las dos partes, ni con la parte rusa ni con la parte ucraniana, que estaba negociando con Rusia para defender los intereses de su país y, en definitiva, los de la humanidad en general. Explicó que, como presidente de Estados Unidos, él está hablando con todos, sin insultar a nadie y reconociendo los argumentos positivos de cada cual. Volodimir Zelenski, al contrario, acusó constantemente a Rusia de agredir a su país desde 2014, de cometer asesinatos, secuestros y torturas y afirmó que el presidente Vladimir Putin había violado 15 veces su propia firma.
Aunque la prensa occidental dice haber visto lo contrario, lo cierto es que en ese encuentro con los periodistas no se habló de ayuda militar, ni de las “tierras raras” y mucho menos sobre repartición de territorios. El intercambio cambió definitivamente de tono cuando el vicepresidente de Estados Unidos observó que la narración de Zelenski era «propaganda». El vicepresidente J. D. Vance volvió después a la carga diciendo, al referirse a las dos versiones de los hechos, «¡Sabemos que usted está equivocado!»
En definitiva, el presidente Donald Trump observó que Ucrania se halla en mala postura y que su invitado no sólo no mostraba agradecimiento por el apoyo estadounidense sino que ni siquiera quería un alto al fuego. Ya molesto, el presidente Trump recalcó que el présidente Putin nunca había faltado a su palabra, ni frente al presidente Obama, ni frente a él, sino sólo ante el presidente Biden porque el propio Biden lo había hecho antes. El presidente Donald Trump recordó igualmente la multitud de acusaciones falsas que el presidente Biden lanzó constantemente contra Rusia.
Domingo 2 de marzo
Al recibir en Londres a los jefes de Estado y/o de gobierno de Francia, Alemania, Dinamarca, Italia, Países Bajos, Noruega, Polonia, España, Canadá, Finlandia, Suecia, Chequia y Rumania, el primer ministro británico dijo que Europa está «en una encrucijada de la historia». También estaban presentes en la reunión de Londres Volodimir Zelenski, el ministro de Exteriores de Turquía, el secretario general de la OTAN y los presidentes de la Comisión Europea y del Consejo Europeo.
En Londres pudo verse que Reino Unido y Francia se disputan ahora el liderazgo de Occidente, que Estados Unidos parece dejar vacante, y multiplican las propuestas para “garantizar la paz” en Europa. Tanto Francia como Reino Unido dicen estar dispuestos a garantizar la seguridad de los demás países de Europa con sus armas nucleares. Pero la verdad es que nadie piensa seriamente que las armas atómicas de Francia y Reino Unido bastarían para “garantizar la paz” sin ejércitos convencionales realmente importantes… algo que París y Londres no poseen en este momento. Como ya señalamos antes en este mismo artículo, sólo Polonia ha iniciado ya, hace 2 años, un proceso serio de reestructuración de sus fuerzas armadas y la generalización del servicio militar, pero no dispone de grandes arsenales.
Al término de la reunión de Londres, cuyo objetivo era crear una “coalición de voluntarios”, el primer ministro Keir Starmer declaró en nombre de todos los participantes:
«Hoy he acogido en Londres a homólogos de toda Europa, incluyendo Turquía, así como al secretario general de la OTAN y a los presidentes de la Comisión Europea, del Consejo de la Unión Europea y de Canadá (sic) para conversar sobre nuestro apoyo a Ucrania.
Juntos, hemos reafirmado nuestra decisión de obrar en favor de una paz permanente en Ucrania, en asociación con Estados Unidos. La seguridad de Europa es en primer lugar responsabilidad nuestra. Debemos entregarnos a esa tarea histórica y aumentaremos nuestras inversiones en nuestra propia defensa.
No debemos repetir los errores del pasado, cuando acuerdos frágiles permitieron al presidente Putin invadir de nuevo. Trabajaremos con el presidente Trump para garantizar una paz fuerte, justa y duradera que garantice la soberanía y la seguridad futuras de Ucrania. Ucrania debe estar en condiciones de defenderse contra futuros ataques rusos. No debe haber conversaciones sobre Ucrania sin Ucrania. Hemos acordado que Reino Unido, Francia y otros trabajarán con Ucrania en un plan tendiente a poner fin a los combates, sobre el cual conversaremos más adelante con Estados Unidos, y que avanzaremos juntos (…) Además, muchos de nosotros nos hemos declarado dispuestos a contribuir a la seguridad de Ucrania, incluso mediante una fuerza conformada con socios europeos y otros, y que intensificaremos nuestra planificación.
Seguiremos trabajando en estrecha colaboración para hacer avanzar las próximas etapas y tomar decisiones en las próximas semanas.»
Los participantes en el encuentro de Londres no han hecho evolucionar sus análisis del conflicto ucraniano. Y por eso siguen sordos al llamado de Estados Unidos, un llamado que ni siquiera entienden. Han logrado ponerse de acuerdo para unirse, pero no para desplegar una fuerza de estabilización en Ucrania sino sólo para proteger las infraestructuras críticas en el oeste de ese país o en sectores estratégicos similares. Acordaron no realizar esfuerzos nacionales por separado sino utilizar el poderío económico de la Unión Europea, mediante una reorientación de los fondos de reactivación de esa entidad.
Con ese objetivo en mente, convocaron a una reunión especial del Consejo Europeo, para el 6 de marzo. Pero olvidan que para convertir la Unión Europea –que hoy es un mercado común– en una alianza militar tendrán que contar con el consentimiento unánime de los 27 Estados miembros de esa entidad… incluyendo a Hungría y Eslovaquia.
Pero el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, ya dio respuesta al proyecto de declaración final que quiere el Consejo Europeo. Orban señala que hay «diferencias estratégicas» entre los Estados miembros de la Unión Europea. Su posición es que, por consiguiente, no debe haber conclusiones escritas ya que «todo intento de llegar a eso proyectaría la imagen de una Unión Europea dividida.»
Thierry Meyssan
Al recibir en Londres a los jefes de Estado y/o de gobierno de Francia, Alemania, Dinamarca, Italia, Países Bajos, Noruega, Polonia, España, Canadá, Finlandia, Suecia, Chequia y Rumania, el primer ministro británico dijo que Europa está «en una encrucijada de la historia». También estaban presentes en la reunión de Londres Volodimir Zelenski, el ministro de Exteriores de Turquía, el secretario general de la OTAN y los presidentes de la Comisión Europea y del Consejo Europeo.
En Londres pudo verse que Reino Unido y Francia se disputan ahora el liderazgo de Occidente, que Estados Unidos parece dejar vacante, y multiplican las propuestas para “garantizar la paz” en Europa. Tanto Francia como Reino Unido dicen estar dispuestos a garantizar la seguridad de los demás países de Europa con sus armas nucleares. Pero la verdad es que nadie piensa seriamente que las armas atómicas de Francia y Reino Unido bastarían para “garantizar la paz” sin ejércitos convencionales realmente importantes… algo que París y Londres no poseen en este momento. Como ya señalamos antes en este mismo artículo, sólo Polonia ha iniciado ya, hace 2 años, un proceso serio de reestructuración de sus fuerzas armadas y la generalización del servicio militar, pero no dispone de grandes arsenales.
Al término de la reunión de Londres, cuyo objetivo era crear una “coalición de voluntarios”, el primer ministro Keir Starmer declaró en nombre de todos los participantes:
«Hoy he acogido en Londres a homólogos de toda Europa, incluyendo Turquía, así como al secretario general de la OTAN y a los presidentes de la Comisión Europea, del Consejo de la Unión Europea y de Canadá (sic) para conversar sobre nuestro apoyo a Ucrania.
Juntos, hemos reafirmado nuestra decisión de obrar en favor de una paz permanente en Ucrania, en asociación con Estados Unidos. La seguridad de Europa es en primer lugar responsabilidad nuestra. Debemos entregarnos a esa tarea histórica y aumentaremos nuestras inversiones en nuestra propia defensa.
No debemos repetir los errores del pasado, cuando acuerdos frágiles permitieron al presidente Putin invadir de nuevo. Trabajaremos con el presidente Trump para garantizar una paz fuerte, justa y duradera que garantice la soberanía y la seguridad futuras de Ucrania. Ucrania debe estar en condiciones de defenderse contra futuros ataques rusos. No debe haber conversaciones sobre Ucrania sin Ucrania. Hemos acordado que Reino Unido, Francia y otros trabajarán con Ucrania en un plan tendiente a poner fin a los combates, sobre el cual conversaremos más adelante con Estados Unidos, y que avanzaremos juntos (…) Además, muchos de nosotros nos hemos declarado dispuestos a contribuir a la seguridad de Ucrania, incluso mediante una fuerza conformada con socios europeos y otros, y que intensificaremos nuestra planificación.
Seguiremos trabajando en estrecha colaboración para hacer avanzar las próximas etapas y tomar decisiones en las próximas semanas.»
Los participantes en el encuentro de Londres no han hecho evolucionar sus análisis del conflicto ucraniano. Y por eso siguen sordos al llamado de Estados Unidos, un llamado que ni siquiera entienden. Han logrado ponerse de acuerdo para unirse, pero no para desplegar una fuerza de estabilización en Ucrania sino sólo para proteger las infraestructuras críticas en el oeste de ese país o en sectores estratégicos similares. Acordaron no realizar esfuerzos nacionales por separado sino utilizar el poderío económico de la Unión Europea, mediante una reorientación de los fondos de reactivación de esa entidad.
Con ese objetivo en mente, convocaron a una reunión especial del Consejo Europeo, para el 6 de marzo. Pero olvidan que para convertir la Unión Europea –que hoy es un mercado común– en una alianza militar tendrán que contar con el consentimiento unánime de los 27 Estados miembros de esa entidad… incluyendo a Hungría y Eslovaquia.
Pero el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, ya dio respuesta al proyecto de declaración final que quiere el Consejo Europeo. Orban señala que hay «diferencias estratégicas» entre los Estados miembros de la Unión Europea. Su posición es que, por consiguiente, no debe haber conclusiones escritas ya que «todo intento de llegar a eso proyectaría la imagen de una Unión Europea dividida.»
Thierry Meyssan