La traición del PSOE, la OTAN y el rearme de hoy
Carmen Parejo Rendón
12 mar 2025

Imagen ilustrativa.Beata Zawrzel / NurPhoto / Gettyimages.ru
"Tú decir qué si te votan, tú sacarnos de la OTAN", así inicia una canción que, para la posteridad, recordará una de las más destacadas traiciones políticas de la historia reciente de España.
'Cuervo ingenuo', la canción que interpretó Joaquín Sabina en televisión en 1986 con letra de Javier Krahe, era una burla afilada a Felipe González y su cambio de postura sobre la OTAN. Del "OTAN, de entrada no" a un referéndum amañado para legitimar la permanencia de España en la Alianza Atlántica.
El destino de la canción fue el mismo que el de tantas promesas políticas de ese primer gobierno "socialista" que tantas ilusiones había creado: la censura. TVE vetó su emisión, y con ese gesto, dejó claro que había verdades que no convenía escuchar. Pero la censura, como la traición, no entierra las ideas, sino que las refuerza.
Casi cuarenta años después, la OTAN sigue ahí, la izquierda institucional ha cambiado de cara y de discurso tantas veces que ya ni sorprende, y Europa se prepara para un rearme que, en esencia, es la continuación de aquella decisión de 1986. ¿Qué significó aquel referéndum? ¿Cómo se llegó a él? ¿Por qué la lucha contra la OTAN sigue siendo hoy más importante que nunca?
Implicaciones de una "traición"
En los años 70, la dictadura franquista ya no se sostenía. La movilización obrera y estudiantil, la crisis económica y la pérdida de apoyos internacionales obligaban a una transformación controlada del régimen. La transición fue ese proceso: cambio en la superficie, continuidad en el fondo.
La monarquía se consolidó, los poderes económicos, pese a sus vínculos directos con la dictadura, no se tocaron y la integración de España en las estructuras de Occidente (OTAN y Comunidad Económica Europea) fue el objetivo central.
¿Por qué la lucha contra la OTAN sigue siendo hoy más importante que nunca?
Pero había un problema. La sociedad española, tras décadas de dictadura, tenía algo que decir al respecto. La entrada en la OTAN en 1982 bajo el gobierno de Calvo Sotelo fue rechazada en las calles y el PSOE supo leer ese descontento. En su campaña electoral de ese mismo año, Felipe González se presentó como el candidato del cambio y prometió que España no entraría en la Alianza Atlántica.
No habían pasado ni cuatro años cuando González, ya en el poder, se puso al frente de la campaña del "sí" en el referéndum del 12 de marzo de 1986. El PSOE no solo había cambiado de postura, sino que utilizó todas las herramientas del Estado para manipular el resultado. TVE, la prensa y el aparato institucional trabajaron en una campaña diseñada para infundir miedo a las consecuencias de salir de la OTAN. El resultado: un 56,85 % de votos a favor de la permanencia, aunque en Cataluña, el País Vasco y Canarias ganó el "no".
La izquierda de base no lo olvidó. De la decepción de aquel referéndum nació Izquierda Unida en 1986, donde las luchas contra la OTAN se consolidaban en una estructura con capacidad de articulación política. A lo largo de los años, la izquierda de base ha sostenido su oposición a la OTAN, incluso cuando sus organizaciones han girado hacia posturas más moderadas o directamente han abandonado esta lucha.
No habían pasado ni cuatro años cuando González, ya en el poder, se puso al frente de la campaña del "sí" en el referéndum del 12 de marzo de 1986
Más allá de la traición puntual de González, el referéndum de 1986 ataba definitivamente a España a una estructura militar al servicio de los intereses del capital. Desde su creación en 1949, la OTAN ha actuado como el brazo armado del bloque occidental, garantizando el acceso a recursos estratégicos y destruyendo cualquier alternativa económica o política que escapara a su control.
Cada intervención de la OTAN ha seguido el mismo patrón: destrucción de países estratégicamente ubicados, apropiación de sus recursos y apertura forzada de sus economías a las empresas occidentales.
"Tú decir qué si te votan, tú sacarnos de la OTAN", así inicia una canción que, para la posteridad, recordará una de las más destacadas traiciones políticas de la historia reciente de España.
'Cuervo ingenuo', la canción que interpretó Joaquín Sabina en televisión en 1986 con letra de Javier Krahe, era una burla afilada a Felipe González y su cambio de postura sobre la OTAN. Del "OTAN, de entrada no" a un referéndum amañado para legitimar la permanencia de España en la Alianza Atlántica.
El destino de la canción fue el mismo que el de tantas promesas políticas de ese primer gobierno "socialista" que tantas ilusiones había creado: la censura. TVE vetó su emisión, y con ese gesto, dejó claro que había verdades que no convenía escuchar. Pero la censura, como la traición, no entierra las ideas, sino que las refuerza.
Casi cuarenta años después, la OTAN sigue ahí, la izquierda institucional ha cambiado de cara y de discurso tantas veces que ya ni sorprende, y Europa se prepara para un rearme que, en esencia, es la continuación de aquella decisión de 1986. ¿Qué significó aquel referéndum? ¿Cómo se llegó a él? ¿Por qué la lucha contra la OTAN sigue siendo hoy más importante que nunca?
Implicaciones de una "traición"
En los años 70, la dictadura franquista ya no se sostenía. La movilización obrera y estudiantil, la crisis económica y la pérdida de apoyos internacionales obligaban a una transformación controlada del régimen. La transición fue ese proceso: cambio en la superficie, continuidad en el fondo.
La monarquía se consolidó, los poderes económicos, pese a sus vínculos directos con la dictadura, no se tocaron y la integración de España en las estructuras de Occidente (OTAN y Comunidad Económica Europea) fue el objetivo central.
¿Por qué la lucha contra la OTAN sigue siendo hoy más importante que nunca?
Pero había un problema. La sociedad española, tras décadas de dictadura, tenía algo que decir al respecto. La entrada en la OTAN en 1982 bajo el gobierno de Calvo Sotelo fue rechazada en las calles y el PSOE supo leer ese descontento. En su campaña electoral de ese mismo año, Felipe González se presentó como el candidato del cambio y prometió que España no entraría en la Alianza Atlántica.
No habían pasado ni cuatro años cuando González, ya en el poder, se puso al frente de la campaña del "sí" en el referéndum del 12 de marzo de 1986. El PSOE no solo había cambiado de postura, sino que utilizó todas las herramientas del Estado para manipular el resultado. TVE, la prensa y el aparato institucional trabajaron en una campaña diseñada para infundir miedo a las consecuencias de salir de la OTAN. El resultado: un 56,85 % de votos a favor de la permanencia, aunque en Cataluña, el País Vasco y Canarias ganó el "no".
La izquierda de base no lo olvidó. De la decepción de aquel referéndum nació Izquierda Unida en 1986, donde las luchas contra la OTAN se consolidaban en una estructura con capacidad de articulación política. A lo largo de los años, la izquierda de base ha sostenido su oposición a la OTAN, incluso cuando sus organizaciones han girado hacia posturas más moderadas o directamente han abandonado esta lucha.
No habían pasado ni cuatro años cuando González, ya en el poder, se puso al frente de la campaña del "sí" en el referéndum del 12 de marzo de 1986
Más allá de la traición puntual de González, el referéndum de 1986 ataba definitivamente a España a una estructura militar al servicio de los intereses del capital. Desde su creación en 1949, la OTAN ha actuado como el brazo armado del bloque occidental, garantizando el acceso a recursos estratégicos y destruyendo cualquier alternativa económica o política que escapara a su control.
Cada intervención de la OTAN ha seguido el mismo patrón: destrucción de países estratégicamente ubicados, apropiación de sus recursos y apertura forzada de sus economías a las empresas occidentales.

Imagen ilustrativa del PSOE.Marcos del Mazo / LightRocket / Gettyimages.ru
En Yugoslavia, la intervención de la OTAN en 1999 desmembró un Estado con una economía planificada, facilitando su privatización y el saqueo de sus industrias. En Libia, el derrocamiento de Gadafi en 2011 convirtió al país en un escenario de caos y guerra permanente, con milicias enfrentadas por el control de sus recursos, que creó una espiral que siguen afectando a territorios vecinos como las naciones del Sahel. En Afganistán, tras 20 años de ocupación, las tropas de la OTAN dejaron un país devastado, para que finalmente, además, retornaran los talibanes al poder. Caso especialmente sangrante es lo que está ocurriendo mientras escribo estas letras en Siria, donde los mismos que han asfixiado al país desde 2011, financiando a grupos yihadistas, imponiendo sanciones a su gobierno o robando sus recursos naturales, ahora firman contratos con un gobierno que está llevando a cabo una limpieza étnica en el país.
Mientras tanto, en Europa y EE.UU., los gigantes del armamento –Lockheed Martin, Raytheon, Boeing– aumentan sus beneficios con cada nueva guerra. Y España, integrada en la OTAN, dedica cada vez más dinero al gasto militar mientras persisten los recortes en sanidad y educación, se cronifica la crisis de acceso a la vivienda y los precios se disparan.
En 2024, la OTAN y la UE han anunciado planes para un rearme sin precedentes. Se presenta como una respuesta defensiva tras una “difusa” amenaza, pero en realidad es la continuación de la política de siempre: más inversión en defensa, más dependencia de EE.UU., más recortes sociales.
Los mismos argumentos que en 1986 –la "seguridad", la "estabilidad", la "defensa de la democracia"– sirven hoy para justificar el envío de armas, el aumento del presupuesto militar y la subordinación de Europa a los intereses de Washington.
Mientras tanto, cualquier crítica a la OTAN es atacada y ridiculizada. En los 80, la censura a 'Cuervo ingenuo' mostraba que la izquierda tenía algo que decir sobre el tema. Hoy, la criminalización del discurso anti-OTAN se disfraza de acusaciones de "prorruso", eliminando cualquier espacio de debate serio. La OTAN ha sido responsable de guerras devastadoras en Yugoslavia, Afganistán, Libia y también es la principal responsable del conflicto en Ucrania. Señalar esta realidad no es tomar partido por ningún país extranjero, sino defender la verdad y ser coherente con la lucha histórica por la paz y contra las guerras de rapiña imperialistas.
Felipe González pasó de decir "OTAN no" a ser su mayor defensor. Pero la izquierda de base no cambió de postura. Las movilizaciones contra la guerra de Irak en 2003, las marchas contra las bases estadounidenses, las protestas contra la cumbre de la OTAN en Madrid en 2022 e incluso las crecientes movilizaciones convocadas durante estos días indican todo lo contrario: el rechazo a la OTAN nunca fue solo un eslogan, sino una lucha real con un potente trasfondo político.

"Señor de la guerra" y "lamebotas" de EE.UU.: partidos socios de Pedro Sánchez rechazan la subida del gasto militar
El rearme europeo, anunciado por Ursula Von Der Leyen, sigue la lógica, planteada ya en 2014 por el presidente Barack Obama, de aumentar la participación de los países europeos a la Alianza, debido al viraje de EE.UU. hacia la llamada "estrategia asiática", es decir, hacia su actual objetivo principal que es impedir que continúe el ascenso de China que está cuestionando su hegemonía unipolar.
Hoy que la UE acelera su integración militar y el gasto en defensa sube sin freno, es más importante que nunca recordar lo que significó el referéndum de 1986. Ya que no solo escenifica una traición electoral, sino que representa un punto de inflexión en la política española: el momento en que el PSOE abandonó cualquier intento de representar los intereses de la clase trabajadora y se alineó definitivamente con los del capital.
El "¡OTAN no, bases fuera!" no es una consigna del pasado. Es una necesidad del presente. Porque, como en 1986, la única alternativa real sigue estando en las calles, en la movilización y en la denuncia.
En Yugoslavia, la intervención de la OTAN en 1999 desmembró un Estado con una economía planificada, facilitando su privatización y el saqueo de sus industrias. En Libia, el derrocamiento de Gadafi en 2011 convirtió al país en un escenario de caos y guerra permanente, con milicias enfrentadas por el control de sus recursos, que creó una espiral que siguen afectando a territorios vecinos como las naciones del Sahel. En Afganistán, tras 20 años de ocupación, las tropas de la OTAN dejaron un país devastado, para que finalmente, además, retornaran los talibanes al poder. Caso especialmente sangrante es lo que está ocurriendo mientras escribo estas letras en Siria, donde los mismos que han asfixiado al país desde 2011, financiando a grupos yihadistas, imponiendo sanciones a su gobierno o robando sus recursos naturales, ahora firman contratos con un gobierno que está llevando a cabo una limpieza étnica en el país.
Mientras tanto, en Europa y EE.UU., los gigantes del armamento –Lockheed Martin, Raytheon, Boeing– aumentan sus beneficios con cada nueva guerra. Y España, integrada en la OTAN, dedica cada vez más dinero al gasto militar mientras persisten los recortes en sanidad y educación, se cronifica la crisis de acceso a la vivienda y los precios se disparan.
En 2024, la OTAN y la UE han anunciado planes para un rearme sin precedentes. Se presenta como una respuesta defensiva tras una “difusa” amenaza, pero en realidad es la continuación de la política de siempre: más inversión en defensa, más dependencia de EE.UU., más recortes sociales.
Los mismos argumentos que en 1986 –la "seguridad", la "estabilidad", la "defensa de la democracia"– sirven hoy para justificar el envío de armas, el aumento del presupuesto militar y la subordinación de Europa a los intereses de Washington.
Mientras tanto, cualquier crítica a la OTAN es atacada y ridiculizada. En los 80, la censura a 'Cuervo ingenuo' mostraba que la izquierda tenía algo que decir sobre el tema. Hoy, la criminalización del discurso anti-OTAN se disfraza de acusaciones de "prorruso", eliminando cualquier espacio de debate serio. La OTAN ha sido responsable de guerras devastadoras en Yugoslavia, Afganistán, Libia y también es la principal responsable del conflicto en Ucrania. Señalar esta realidad no es tomar partido por ningún país extranjero, sino defender la verdad y ser coherente con la lucha histórica por la paz y contra las guerras de rapiña imperialistas.
Felipe González pasó de decir "OTAN no" a ser su mayor defensor. Pero la izquierda de base no cambió de postura. Las movilizaciones contra la guerra de Irak en 2003, las marchas contra las bases estadounidenses, las protestas contra la cumbre de la OTAN en Madrid en 2022 e incluso las crecientes movilizaciones convocadas durante estos días indican todo lo contrario: el rechazo a la OTAN nunca fue solo un eslogan, sino una lucha real con un potente trasfondo político.

"Señor de la guerra" y "lamebotas" de EE.UU.: partidos socios de Pedro Sánchez rechazan la subida del gasto militar
El rearme europeo, anunciado por Ursula Von Der Leyen, sigue la lógica, planteada ya en 2014 por el presidente Barack Obama, de aumentar la participación de los países europeos a la Alianza, debido al viraje de EE.UU. hacia la llamada "estrategia asiática", es decir, hacia su actual objetivo principal que es impedir que continúe el ascenso de China que está cuestionando su hegemonía unipolar.
Hoy que la UE acelera su integración militar y el gasto en defensa sube sin freno, es más importante que nunca recordar lo que significó el referéndum de 1986. Ya que no solo escenifica una traición electoral, sino que representa un punto de inflexión en la política española: el momento en que el PSOE abandonó cualquier intento de representar los intereses de la clase trabajadora y se alineó definitivamente con los del capital.
El "¡OTAN no, bases fuera!" no es una consigna del pasado. Es una necesidad del presente. Porque, como en 1986, la única alternativa real sigue estando en las calles, en la movilización y en la denuncia.