25 ago 2013
Son nuestros héroes de nuestro tiempo…
son nuestros héroes de nuestro tiempo…
Jueves 22 de agosto de 2013
por: Gabriel "Saracho" Carbajales
“El Peludo no muere; desaparece…” Lo vivía repitiendo “Seu Preto”.
Recogía aparentemente un dicho popular cañero del medio siglo XX que él había adoptado como “definición filosófica” fundamental desde sus años casi niños todavía, cuando el único horizonte en la vida del peludo joven era la incertidumbre total entre la posibilidad de meterte de recluta del cuartel, seguir reventándote las manos y el lomo como tus abuelos y tus padres en el corte durísimo de la caña azucarera, o enfilar hacia la capital en busca de un laburo más o menos seguro de peón de algo, y, de pronto, algún estudio no muy intelectual…
“Ese dicho no es nuestro, ché; es de los macacos de allá arriba”.
El retruque era de “Seu Mijo”.
Con absoluta convicción, restándole trascendencia a la definición de su coterráneo y colega, “El Mijo” aseguraba que si el dicho venía de los bayanos del otro lado de la línea fronteriza, no tenía sentido alguno, era un bolazo, “por supuesto”…
“El Preto” y “El Mijo” fueron peludos, cañeros y Tupamaros de ley. De pellejo duro como la suela y corazón grande como sandía maragata, de aquellos que habían sido directamente “reclutados” por el procurador Raúl Sendic Antonaccio en aquellas tardes del monte cimarrón en las que “el adoctrinamiento sindical revolucionario” pasaba por aprender a leer y escribir y a conocer algunos de los derechos más elementales y más burlados de la clase obrera del campo y la ciudad.
Tanto Juan Carlos (“Seu Preto”) Ledesma (o Rodríguez) como Valeriano (“Seu Mijo”) Vallejo, son protagonistas inolvidables y de primer orden de una etapa todavía inconclusa de la historia oriental, no escrita aún, o escrita únicamente a sangre y fuego y dolor, a pura pelea y puro sacrificio, por una camada de esclavos modernos (obreros rurales, súper explotados del campo, desterrados de la “civilización”) que de a poquito iban descubriendo que sus manos no solamente podían cortar caña para el enriquecimiento de las multinacionales del dulcísimo negocio del azúcar y otros curros muy redituables, sino que también podían emplearse para doblarle el codo egoísta y el cogote almidonado a los “gringos” chupasangre que pagaban la esclavitud, cuando pagaban, con papeles mugrientos y más robo en sus comercios, encima del robo perpetuo de la explotación burguea más brutal y despiadada.
“Seu Preto” murió hace casi exactamente 10 años (el 24 de agosto de 2003; la marcha por el Filtro de ese año fue también un merecidísimo homenaje a él), con apenas unos 58 abriles de sufrimiento y penurias demasiado grandes para un solo tipo, vencido por el desaliento y la desmoralización, a gatas agarrado al grato recuerdo de sus ratos de ríspidas discusiones con El Bebe, al que quería como a un hermano mayor o a un padre, mismo, pero al que nunca le dejó pasar un respetuoso y bien recibido “discrepo” si la conversa lo reclamaba.
Había caído capturado en las postrimerías de la toma de Pando el 8 de Octubre de 1969, metido en el banco asaltado allí, tratando de pasar por un cliente sorprendido por la situación (la quedó porque un gurí le dijo a los milicos: “Adentro quedó uno de los pichis; es un negro jetón que anda armado”).
No sé cómo ni cuando cayó prisionero “El Mijo” (el mameluco más chico de “Libertad”, por lejos; Valeriano apenas medía un metro y algo). No sé nada, casi, de su vida también triste y dura; de esas vidas que, después de mil derrotas, suelen irte arrimando a los mostradores de boliche casi que como a una religión sanadora.
No conozco a nadie que le haya oído a “El Mijo” hablar de sus movidas en la organización, pero alguien me dijo que era muy guapo y muy resuelto, silencioso y pícaro como un gato escapado de su casa, viviendo a salto de mata y durmiendo donde lo agarrara la noche.
La quedó hace un rato nomás, el mismo domingo 18 de agosto de 2013 en el que se realizaba la quinta Asamblea Nacional Permanente en Defensa de la Tierra, los Bienes Naturales y el Agua, a los 77 años que nadie podía darle porque su piel, aunque arrugada, por cierto, tenía aún cierta tersura de gurí de escuela y unos pelos locos y bien ralos en un rostro siempre sonriente y afable.
Se me antoja que darle el apretón de manos “del repliegue”, a “El Mijo”, recordando también a su hermano “Seu Preto”, es un buen pretexto para tratar de que aunque pasen los días, lo meses, los años y los siglos, nadie pueda olvidarse de gente que al fin de cuentas ni muere ni desaparece.
Porque, aunque a alguien le suene grandilocuente o demasiado épico, “Seu Preto” y “Seu Mijo” son dos de nuestros héroes…
Nuestros héroes de nuestro tiempo.
El sábado que viene, caminando a los 19 años del asesinato en “democracia” de Facal y Morroni, caminaremos junto a ambos y también junto a Juan Carlos Ledesma y Valeriano Vallejo, y -todos abrazados- nuestras almas y nuestras voces seguirán clamando por muerte a la impunidad fascista y por la derrota total y definitiva de una clase asesina y cobarde que no tiene héroes…
Ni siquiera héroes de nuestro tiempo.