10 ago 2013

testimonio xi :40 años del golpe de Estado: Iván Altesor

40 años del golpe de Estado: Iván Altesor Sr. Director Compañero Iguini: efectivamente no nos conocemos personalmente, aunque seguramente nos hemos visto en varias ocasiones antes de 1973. Vuelvo a sostener, sin equivocación posible, que Alberto Altesor fue durante la huelga general el encargado de la fracción sindical del PCU. Lo sé porque él me lo dijo y jamás dudé de su palabra Desconozco las circunstancias concretas que determinaron que la dirección más estrecha del partido le asignara una responsabilidad que no ejercía antes del golpe de Estado. No tengo conocimiento si la fracción sindical del PCU a la que usted también pertenecía se reunía en esas circunstancias. Pero me pregunto, ¿qué sentido podría tener que mi padre mintiera sobre ese hecho? Hecho que, según veo, usted no conocía. En entrevista con el periodista Sergio Israel dice usted que pese a haber integrado el comando de la huelga y la sección sindical del PCU "no recuerda que haya ocurrido lo que afirma Altesor". En este sentido me extraña su afirmación c ategórica. En esa situación tan difícil, cuando existieron movimientos de cuadros, reajustes y adecuaciones a la nueva situación, ¿le sigue pareciendo un "disparate" que la dirección del Partido hubiera dedicado a un miembro del Comité Ejecutivo para esa responsabilidad? A mí no porque sé que así ocurrió y no puedo alterar mi testimonio. Es también cierto que el Partido entonces, además de enfrentar con todas las fuerzas el golpe de Estado, buscó abrir salidas. Y usted, compañero Iguini lo sabe. ¿Fue un error? Puede que sí, pero no fue una traición. En ese sentido el PCU no trató de ser "simpático a los militares" sino que, como dice textualmente mi testimonio, la medida de suspender la huelga en el transporte público municipal "pretendía ser un gesto de ‘buena voluntad’ del movimiento sindical y del Partido en la búsqueda de un diálogo con sectores de las FFAA para encontrar una salida positiva a la coyuntura" Y mi padre fue el encargado de transmitir esa indicación que recibió personalmente del secretario general en una reunión que, para ser más preciso, se celebró en un departamento sito en la calle Médanos entre Mercedes y Colonia. Esos son los hechos. El resto es interpretación. Según su opinión mi testimonio es "un intento de introducir sombras a una huelga ejemplar", así como una mentira malintencionada "que se le hace en primer lugar al movimiento sindical y a sus dirigentes, al presentarlos como simples subordinados a las decisiones de un dirigente político ajeno a los trabajadores, y en segundo lugar al propio Arismendi". Entiende también que es un cuestionamiento a la "independencia de clase de los trabajadores." Está equivocado, compañero, o mal informado. Indudablemente usted no escuchó ni leyó el testimonio que ofrecí en un coloquio organizado por varias instituciones académicas mexicanas con motivo del 40º aniversario de los golpes de Estado de Uruguay y Chile. Expresé entonces el valor fundamental de la huelga general y su capacidad para lograr que la dictadura cívico militar uruguaya naciera con una base social extraordinariamente débil. D ije también que esa capacidad devenía de una acumulación de experiencias y fuerzas de muchos años que coagularon en ese momento concreto. Da la impresión de que usted me responde conociendo solo aspectos parciales de mi testimonio. Debo, en primer lugar, puntualizarle que nunca entendí ni entendimos que los dirigentes del Partido fueran "ajenos" a los trabajadores. No lo era usted, no lo era mi padre, ni tampoco Arismendi. Usted insiste en considerar mis dichos una ofensa al movimiento sindical. Mi testimonio no tiene como fin ofender a nadie y menos aún a ese movimiento. Tampoco cuestiona su independencia y autonomía de los partidos y el Estado. No tengo la menor duda que la indicación que transmitió mi padre circuló por las instancias sindicales correspondientes. No fue una imposición sino una medida aplicada y consensuada en un sindicato dirigido mayoritariamente por el Partido. Dice usted que "jamás tuvimos conocimiento de gestión alguna de la naturaleza que se menciona, ni en el transcurso de la huelga ni después, hasta hoy". Yo no puedo creer eso. Puedo aceptar que no todos los integrantes de la dirección sindical conocieran todas las "gestiones" que se realizaban. Pero usted debió haber tenido conocimiento de algunas. Me da la impresión de que la negativa a reconocerlas proviene de una confusión. Aparentemente las considera erróneas y susceptibles de ser confundidas con "pactos" oprobiosos. Me veo obligado a repetirle lo que expresé en mi carta anterior: "La búsqueda de salidas democráticas y populares a la coyuntura que intentó el PCU y otros sectores de la izquierda nacional no pueden ser equiparadas de ninguna manera a las turbias negociaciones que, como las del Batallón Florida, mantuvieron otros sectores cuyas consecuencias todavía sufre el movimiento popular uruguayo". En la lucha política se juegan cartas de manera obligatoria. Lo hacíamos desde la posición de fuerza que nos daba la huelga general, en el interés del país y de la democracia uruguaya. ¿Acierto o error? Lo remito a mi carta anterior para no ser reiterativo. Y le recuerdo que, en todo caso, estamos analizando los temas desde el presente. Dice usted que "lo concreto y real es que la huelga…fue dirigida por los dirigentes que habían elegido los trabajadores de los distintos gremios". Esto es por demás evidente. Tanto como que esos dirigentes eran mayoritariamente comunistas, como usted compañero. Porque los trabajadores preferían direcciones comunistas, por sus méritos, su dedicación a la defensa de los intereses de clase, por su efectividad y experiencia. Otros sectores de la izquierda nacional también estaban representados. Y el PCU, como cualquiera de las organizaciones de izquierda, tenía, como no podía ser de otra manera, una política sindical y una fracción sindical que la aplicaba y que usted integraba, según expresa en su carta. Personalmente me tiene sin cuidado lo que haya dicho la dictadura o sus lacayos sobre esa resistencia ejemplar que dio el movimiento sindical uruguayo a la violación de la institucionalidad y a la conculcación de las libertades públicas. Para ello asesinaron, secuestraron, torturaron y sometieron a prisión a miles de uruguayos. Son criminales y su palabra no merece respeto ni credibilidad. Pero no comparto que por temor a sus dichos debamos sustraer o negar hechos que todos conocemos. Aquellos que reitero deben formar parte del conjunto fáctico que una vez analizado debe integrarse al legado histórico. Insisto una vez más en torno a la veracidad de mi testimonio. Niego su carácter mal intencionado ya para criticar la conducción de la huelga y menos aún permito que se me asigne el deseo de minusvalorar al movimiento sindical uruguayo, su heroicidad y capacidad de resistencia. Afirmo una vez más que lo ofrecí desde mi punto de observación, como siempre se hace. Otros, como usted, podrán aportar experiencias más ricas, matizadas y vívidas. Así, con luces y sombras, se construyen los legados y se reflexiona sobre el pasado. Jamás con ocultamientos y negativas. Iván Altesor CI 911.221-2 publicada en Carta de lectores de Búsqueda nº1725 -8/8/13