La toma de Pando: opinión de Jorge Zabalza
Su recuerdo sobre lo que pasó ese día
09.10.2013, 05:00 hs - © EL OBSERVADOR
Jorge Zabalza
La aparición de Ernesto Che Guevara en la política de América Latina, hizo que la revolución social dejara de ser cuestión de futuras generaciones, que cobrara actualidad el hacerla ya, ahora, aún cuando el imperialismo estuviera en su plenitud. “Revolución Socialista o caricatura de revolución” propuso Guevara a toda nuestra generación y para hacerla en Uruguay, surgió el Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros)
A principios de los años ’60, bastante antes del deterioro de la democracia burguesa, dado el estancamiento de la producción y la caída de la tasa de ganancias, se podía preveer que el arriba necesitaría emplear la violencia contra un abajo que todavía no se movía como en el ‘69, pero no se mostraba dispuesto a pagar el costo de la crisis. El MLN (T) rechazó de plano a la posibilidad de acumular las fuerzas del cambio por la vía electoral y parlamentaria y elegió el camino de la lucha guerrillera como método de acumulación política.Tremenda responsabilidad histórica la asumida por los primeros tupamaros en 1963, pues su convocatoria a tomar las armas para derrocar el régimen, significó que las mujeres y hombres convocados, en su enorme mayoría muy jóvenes, fueran diezmados por la tortura, las violaciones, los asesinatos y las desapariciones forzosas. A mediados de 1967, Jorge Pacheco Areco dio comienzo al uso ilegítimo de la violencia organizada por el Estado, con la consecuencia inmediata de tres estudiantes muertos por la policía y centenares de trabajadores sindicalizados detenidos por medidas prontas de seguridad. La desmesura pachequista radicalizó las luchas populares que, al influjo de la tendencia clasista y combativa, se lanzó a las calles a enfrentar la represión. El 8 de octubre de 1969, la toma de la ciudad de Pando por el MLN(T) fue una consecuencia de la radicalización de las luchas populares, una respuesta a la violencia de arriba.
La guerrilla sufrió una importante derrota militar, dieciseis militantes detenidos y tres asesinados por la policía militarizada: Jorge Salerno, Alfredo Cultelli y Ricardo Zabalza. Sin embargo, como consecuencia del arraigo popular de la acción militar se inició el proceso de crecimiento masivo del movimiento guerrillero. En lugar de desalentarse por la salvaje represión, la militancia obrera y estudiantil se sintió convocada a tomar las armas y la guerrilla se hizo un fenómeno masivo.
Paradójicamente, el crecimiento del aparato guerrillero y el desarrollo en complejidad de sus operaciones fueron claves en la derrota del MLN (T). La hipertrofia del aparato relegó el movimiento popular al rol de simple espectador, el pueblo sentado en la tribuna sin involucrarse en la lucha armada contra el brazo represivo de los dueños del Uruguay. El MLN(T) fracasó porque fue incapaz de abrir las puertas al pueblo armado y organizado, conductor de la lucha por su propio destino.
A cuarenta años de la toma de Pando, algunos de sus principales protagonistas llegaron al gobierno montados en esa historia preñada de muertes y desapariciones, de torturas y violaciones. “Andan sobre rastrojos de difuntos” al decir de Miguel Hernández. Andamos, más bien, y por eso siento este nudo en las tripas. Los votaron porque fueron guerrilleros y encabezaron un movimiento que quiso hacer la revolución. Es completamente inmoral olvidar, tergiversar y ocultar esa historia de sacrificios y entrega revolucionaria.
Los ex-guerrilleros ya dejaron de cuestionar la naturaleza criminal del capitalismo y el despotismo que se esconde bajo la formalidad de la democracia burguesa. Argumentando que las circunstancias del 2013 son muy diferentes a las del 1969, decretaron la abolición de las luchas revolucionarias. Su estrategia no se sale de los marcos de la legalidad burguesa y se desarrolla en el parlamento o en los medios masivos de comunicación. Nada tienen que ver con el movimiento tupamaro liderado por Raúl Sendic (padre). De la gesta guerrillera de los ’60 sólo recuerdan aquello que sirve a la campaña electoral, lo demás sobra y se arroja a la papelera. Alfredo Cultelli, Jorge Salerno y Ricardo Zabalza nunca pensaron que sus muertes serían usadas para elogiar divisas ya desmerecidas y juntar votos a lo bobo.