¿Liberales en lo económico y conservadores en lo social? La supuesta contradicción es coherencia conceptual
Por Pablo Caramelo y Nahuel Mura
03 de enero de 2021
El debate sobre la ley de aborto legal, seguro y gratuito expuso que gran parte de los sectores políticos caracterizados como liberales se oponen a la IVE. Imagen: Adrián Pérez
Con el debate sobre la ley de aborto legal, seguro y gratuito volvió a quedar a la luz en las últimas semanas una cuestión que en principio parece paradójica: gran parte de los sectores políticos caracterizados como liberales se oponen al proyecto de ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo.
Con el debate sobre la ley de aborto legal volvió a quedar a la luz una cuestión que en principio parece paradójica: gran parte de los sectores políticos caracterizados como liberales se oponen a la interrupción voluntaria del embarazo. En primera instancia parece contradictorio que aquellos sectores que agitan sistemáticamente la bandera de la libertad se opongan a la posibilidad de que las mujeres decidan libremente sobre su cuerpo.
En el terreno económico los liberales sostienen que la economía de mercado constituye la mejor manera de garantizar el crecimiento y la mejora del nivel de vida de una sociedad. De esta forma el funcionamiento de la economía es entendido como un conjunto de reglas sociales que automáticamente permiten alcanzar la máxima eficiencia en la asignación de los recursos. Así, todos los mercados operan bajo el libre movimiento de la oferta y la demanda, lo que garantiza que los mismos se encuentren permanentemente en equilibrio.
Como consecuencia de este esquema teórico el liberalismo brega por un Estado que reduzca su intervención al mínimo indispensable, a fin de que el sistema funcione libremente, ajustándose a los designios del mercado.
Por lo tanto, debe removerse todo control y regulación existente, así como promoverse la apertura económica y comercial irrestricta. De esta forma, esta postura ideológica sostiene que a partir de la libertad de elección de cada uno de los agentes, los mercados funcionarán de forma eficiente y permanecerán siempre en un equilibrio óptimo. Considerando así, las crisis económicas resultan hechos aislados y anecdóticos causados por factores externos que inhiben la autorregulación del sistema.
En efecto, esta síntesis tan bien ilustrada por la expresión “laissez faire, laissez passer” caracteriza a una doctrina que se opone a la injerencia gubernamental en asuntos económicos, suponiendo que esto garantizaría una asignación eficiente de recursos, a partir de la suma de las elecciones libres y óptimas de cada uno de los individuos que compongan la sociedad.
Aspectos sociales
Más allá de lo ingenua que resulta esta perspectiva, que imagina un resultado eficiente a partir de la desregulación, descoordinación y la ausencia de toda planificación (cuestión inaudita en toda disciplina, menos en la economía), lo que parece contradictorio es que esa postura tan liberal en lo económico encuentre una contrapartida marcadamente conservadora en algunos otros aspectos sociales.
Sin embargo, esto que en primera instancia parece paradójico, no lo es en absoluto.
Con el debate sobre la ley de aborto legal, seguro y gratuito volvió a quedar a la luz en las últimas semanas una cuestión que en principio parece paradójica: gran parte de los sectores políticos caracterizados como liberales se oponen al proyecto de ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo.
Con el debate sobre la ley de aborto legal volvió a quedar a la luz una cuestión que en principio parece paradójica: gran parte de los sectores políticos caracterizados como liberales se oponen a la interrupción voluntaria del embarazo. En primera instancia parece contradictorio que aquellos sectores que agitan sistemáticamente la bandera de la libertad se opongan a la posibilidad de que las mujeres decidan libremente sobre su cuerpo.
En el terreno económico los liberales sostienen que la economía de mercado constituye la mejor manera de garantizar el crecimiento y la mejora del nivel de vida de una sociedad. De esta forma el funcionamiento de la economía es entendido como un conjunto de reglas sociales que automáticamente permiten alcanzar la máxima eficiencia en la asignación de los recursos. Así, todos los mercados operan bajo el libre movimiento de la oferta y la demanda, lo que garantiza que los mismos se encuentren permanentemente en equilibrio.
Como consecuencia de este esquema teórico el liberalismo brega por un Estado que reduzca su intervención al mínimo indispensable, a fin de que el sistema funcione libremente, ajustándose a los designios del mercado.
Por lo tanto, debe removerse todo control y regulación existente, así como promoverse la apertura económica y comercial irrestricta. De esta forma, esta postura ideológica sostiene que a partir de la libertad de elección de cada uno de los agentes, los mercados funcionarán de forma eficiente y permanecerán siempre en un equilibrio óptimo. Considerando así, las crisis económicas resultan hechos aislados y anecdóticos causados por factores externos que inhiben la autorregulación del sistema.
En efecto, esta síntesis tan bien ilustrada por la expresión “laissez faire, laissez passer” caracteriza a una doctrina que se opone a la injerencia gubernamental en asuntos económicos, suponiendo que esto garantizaría una asignación eficiente de recursos, a partir de la suma de las elecciones libres y óptimas de cada uno de los individuos que compongan la sociedad.
Aspectos sociales
Más allá de lo ingenua que resulta esta perspectiva, que imagina un resultado eficiente a partir de la desregulación, descoordinación y la ausencia de toda planificación (cuestión inaudita en toda disciplina, menos en la economía), lo que parece contradictorio es que esa postura tan liberal en lo económico encuentre una contrapartida marcadamente conservadora en algunos otros aspectos sociales.
Sin embargo, esto que en primera instancia parece paradójico, no lo es en absoluto.
Los sectores caracterizados como liberales no se interesan por la libertad del conjunto de los individuos. El liberalismo busca convalidar desde su discurso económico un sistema productivo que favorece a una pequeña minoría. Es decir, pugna por la libertad de cierta élite en tanto modo de perpetrar sus privilegios.
En lo que refiere a lo estrictamente social persigue el mismo objetivo: favorecer a esas mismas minorías aventajadas. Por eso suelen oponerse en este terreno a reformas de carácter liberal, como podrían ser la legalización de las drogas, la IVE o la separación de la Iglesia del Estado.
La difusión del credo ideológico liberal a partir de los años '70 estuvo acompañada de la extensión de la supply side economics y la elección racional hacia otros ámbitos de acción, impulsados principalmente por think tanks asociados al reaganismo. De mandato sobre la política económica transmutó en teoría del comportamiento humano para planificar políticas públicas.
En lo que refiere a lo estrictamente social persigue el mismo objetivo: favorecer a esas mismas minorías aventajadas. Por eso suelen oponerse en este terreno a reformas de carácter liberal, como podrían ser la legalización de las drogas, la IVE o la separación de la Iglesia del Estado.
La difusión del credo ideológico liberal a partir de los años '70 estuvo acompañada de la extensión de la supply side economics y la elección racional hacia otros ámbitos de acción, impulsados principalmente por think tanks asociados al reaganismo. De mandato sobre la política económica transmutó en teoría del comportamiento humano para planificar políticas públicas.
Políticas punitivas
Como estudian las perspectivas críticas y marxistas del sistema penal (Pegoraro, Vegh Weiss o Pavarini) este proceso encuentra un caso paradigmático en las políticas punitivas, donde estos think tanks planteaban políticas de intimidación y mano dura. Dado que los criminales serían actores que eligen racionalmente delinquir por determinadas oportunidades de beneficios y probabilidad de aprehensión y castigo, se debe maximizar el riesgo que representa para el criminal cometer el delito, multiplicando, a su vez, la vigilancia vecinal (ahorro fiscal) sobre las “incivilidades”.
La aplicación de políticas basadas en estos principios (política de las "ventanas rotas", "tolerancia cero", "guerra contras las drogas") derivó, en Estados Unidos y otros países, en un crecimiento exponencial de los condenados, en un alargamiento de las condenas por delitos simples, la privatización de las cárceles y en el encarcelamiento diferencial de la población negra y, en menor medida, latina (y su utilización por el sector privado como fuerza de trabajo abaratada).
Bajo este paraguas teórico, se promovió intensivamente en los años '80 el cese de ayudas sociales en tanto constituirían incentivos negativos que llevarían a la generalización de comportamientos de corto plazo que a su vez impedirían la salida de la pobreza. Como la autovulgarización es un pozo sin fondo, se preocuparon por la moralización de esta “lectura científica”, lo que llevaría a la denostación de la clase trabajadora excluida del mercado de trabajo, las minorías raciales y de los jóvenes (Gilder, Williams, Dilulio).
Así, la pobreza sería la responsabilidad de las familias pobres, degradadas moralmente por la ayuda social. Pobres que, incentivados por la falta de control, tenderían a incurrir en conductas criminales.
La propiedad
En esta dirección, la ocurrente narrativa liberal se esfuerza denodadamente por asociar el origen de la propiedad al fruto del trabajo y del esfuerzo individual. Justificando así las diferencias de propiedad como consecuencia del diferente esfuerzo desarrollado por cada individuo, estableciendo de ese modo una sencilla ecuación: quien más se esfuerza más posee; quien no tiene es porque no se ha esforzado lo suficiente.
Esto significaría que la calidad de vida del individuo se debe exclusivamente al desempeño del sujeto en la construcción de sus designios, de forma tal que, en última instancia, las circunstancias sociales y las políticas estatales quedan exoneradas de cualquier causalidad y responsabilidad.
Este discurso acopla bien tanto con la ideología de la flexibilización promulgada desde el sector privado como con el de los sectores conservadores cada vez más expandidos del evangelismo, que ven en el ascenso económico como señal de la acción de Dios. Sectores que en algunos países, como Brasil, han sido centrales para la recuperación neoliberal de los últimos años.
Con diversas mutaciones históricas y locales, estos razonamientos resuenan en las referencias locales de los partidos de derecha a los planes sociales, planteando que estimulan el embarazo adolescente, que sus perceptores son “vagos” o en los pedidos constantes de soluciones punitivas al problema realmente existente de la seguridad de los trabajadores. Percepciones que, efectivamente, predominan en la ideología de la base social de la derecha, como se observa en los trabajos del Observatorio crítico de la Opinión Pública (CCC).
A su vez, el cierre punitivo sobre las “libertades” de la clase obrera tienen su correlato en las libertades selectivas generadas por la disposición del capital, como la re-regulación privada del espacio en los barrios cerrados, la falta de sanción a la evasión y la contratación en negro (lo que Foucault denomina ilegalismos selectivos) o la sanitización del aborto en clínicas privadas.
En esta dirección, la ocurrente narrativa liberal se esfuerza denodadamente por asociar el origen de la propiedad al fruto del trabajo y del esfuerzo individual. Justificando así las diferencias de propiedad como consecuencia del diferente esfuerzo desarrollado por cada individuo, estableciendo de ese modo una sencilla ecuación: quien más se esfuerza más posee; quien no tiene es porque no se ha esforzado lo suficiente.
Esto significaría que la calidad de vida del individuo se debe exclusivamente al desempeño del sujeto en la construcción de sus designios, de forma tal que, en última instancia, las circunstancias sociales y las políticas estatales quedan exoneradas de cualquier causalidad y responsabilidad.
Este discurso acopla bien tanto con la ideología de la flexibilización promulgada desde el sector privado como con el de los sectores conservadores cada vez más expandidos del evangelismo, que ven en el ascenso económico como señal de la acción de Dios. Sectores que en algunos países, como Brasil, han sido centrales para la recuperación neoliberal de los últimos años.
Con diversas mutaciones históricas y locales, estos razonamientos resuenan en las referencias locales de los partidos de derecha a los planes sociales, planteando que estimulan el embarazo adolescente, que sus perceptores son “vagos” o en los pedidos constantes de soluciones punitivas al problema realmente existente de la seguridad de los trabajadores. Percepciones que, efectivamente, predominan en la ideología de la base social de la derecha, como se observa en los trabajos del Observatorio crítico de la Opinión Pública (CCC).
A su vez, el cierre punitivo sobre las “libertades” de la clase obrera tienen su correlato en las libertades selectivas generadas por la disposición del capital, como la re-regulación privada del espacio en los barrios cerrados, la falta de sanción a la evasión y la contratación en negro (lo que Foucault denomina ilegalismos selectivos) o la sanitización del aborto en clínicas privadas.
Sistema
Lo que los liberales proponen básicamente con el concepto de “laissez faire, laissez passer” es que todo siga igual. Una especie de “siga siga”, futbolístico, luego de que la falta flagrante se ha cometido. Es decir, estos sectores claramente favorecidos en las estructuras socioeconómicas vigentes construidas a lo largo de siglos de explotación, colonialismo, invasiones y saqueos simplemente pregonan por la reproducción e intensificación del sistema vigente del cual resultan claros ganadores.
A un nivel más fundamental, si algo se observa de modo palmario en el sistema capitalista es la desvinculación de propiedad y fuerza de trabajo. Lo que caracteriza al sistema es, justamente, la apropiación por el capitalista de los frutos del trabajo ajeno, es decir, la enajenación, por tanto, del trabajo individual sea mediante la apropiación de plusvalor o de plustrabajo.
El asalariado brinda su esfuerzo en la producción de mercancías que, luego de producidas, pasan a engrosar el patrimonio de quien no se ha implicado, o lo ha hecho en el mejor de los casos, en menor medida, en el proceso de su producción. La relación capital-trabajo se atomiza y se presenta como una relación entre sujetos libres, iguales y simétricos que deciden establecer una relación contractual desde una supuesta libertad e independencia.
Sin embargo, para que el capital se constituya como tal, el obrero debe ser doblemente libre, disponiendo de la libertad de vender su fuerza de trabajo, aquello que, “liberado” de toda otra propiedad, resulta su único medio para subsistir.
Estructuras
La base de las propuestas liberales yace en el engrosamiento de la privación del trabajador, la simplificación de su expulsión del proceso de valorización, el aumento de su exposición a la competencia del resto de desposeídos que conforman el ejército de reserva y la destrucción de su capacidad de organización y sus medios alternativos de subsistencia. Así, el capitalista aumenta su capacidad de extraer plusvalor o plustrabajo a partir del crecimiento de su capacidad despótica en el proceso de producción y la ampliación del carácter desigual de propietarios y no propietarios, con lo cual el concepto socialmente entendido como libertad se vuelve una quimera.
En definitiva, los sectores asociados al liberalismo económico poco tienen de liberales. Son en esencia conservadores porque lo que persiguen es validar, reproducir e intensificar las estructuras de poder vigentes.
Por lo tanto, no debe sorprender su postura conservadora frente a las políticas sociales para la ampliación de libertades, ya que en lo estrictamente económico esto es también lo que esencialmente los distingue.
Valga la inversión del disparador original, en tanto quien esté a favor de que las mujeres tengan la capacidad de decidir sobre su cuerpo, pero milite la restricción de aquellos medios que permiten al trabajador reducir el despotismo y la explotación del capital, opta por acercar al trabajador más a la esclavitud que a la libertad, reduciendo su horizonte de decisión no sólo como persona gestante, sino como persona en general.
Por Pablo Caramelo * y Nahuel Mura **
* Economista (UBA).
** Sociólogo (UBA).
** Sociólogo (UBA).