26 de marzo de 2021
El sistema sanitario en Brasil quedó al borde del colapso. Imagen: EFE
Por la vacunación que avanza a pasos lentos y las resistencias de Bolsonaro a imponer medidas de confinamiento social, Brasil registró este jueves por primera vez más de 100.000 contagios de coronavirus en 24 horas, en un nuevo y siniestro récord de una pandemia que ya mató a más de 300.000 personas en el país, informó el Ministerio de Salud. Fueron exactamente 100.158 nuevos casos, con lo cual el número de contagios alcanzó los 12,3 millones. El informe reportó asimismo 2.777 muertes en 24 horas, llevando el total a 303.462.
Brasil es después de Estados Unidos el país con mayor número de muertos y de contagios por coronavirus. El balance no para de subir desde febrero, debido entre otros factores al escaso respeto de las recomendaciones de aislamiento social y al surgimiento de una variante local del virus, denominada P1, considerada mucho más contagiosa.
El promedio diario de contagios en siete días es actualmente de 77.050, el doble de inicios de enero (36.003). El promedio de muertos por su lado más que triplicó, desde 703 en enero a 2.280. La escalada por el momento parece no tener techo, con la vacunación que avanza a pasos lentos y las resistencias del presidente Jair Bolsonaro a imponer medidas de confinamiento social, alegando su impacto económico. Varios estados, entre ellos Sao Paulo y Rio de Janeiro, decretaron diez días feriados a partir del viernes 26 hasta el 4 de abril.
Bolsonaro, bajo el fuego de críticas por haber desdeñado el uso de máscaras, promovido aglomeraciones con sus seguidores y promocionado medicamentos sin eficacia comprobada contra el covid, dio señales en los últimos días de operar un cambio de rumbo. El mandatario ultraderechista se mostró partidario en particular de acelerar la campaña de vacunación, después de haber puesto en duda en varias ocasiones la eficacia de las vacunas.
En su programa directo en las redes sociales de los jueves mantuvo en cambio sus críticas a las medidas de cuarentena parcial. "Si la política de cerrar todo de forma radical continúa, no sabemos dónde irá a parar nuestro Brasil", declaró. "Pero quiero que quede claro: queremos combatir el virus", agregó.
Bolsonaro está bajo fuego cruzado por su displicencia para afrontar con firmeza la pandemia. Aliados y adversarios, empresarios y epidemiólogos, médicos y medios muestran su saturación ante el mandatario de ultraderecha, quien en los últimos días dio señales de querer corregir el tiro, aunque sin convencer.
La idea de que sus posturas contra el uso de máscaras, así como la promoción de aglomeraciones y el rechazo de medidas de confinamiento fueron causantes de muchas de las muertes por covid es retomada por personalidades y especialistas, en tanto que formadores de opinión no vacilan en tratarlo de "genocida". El gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, un exaliado de Bolsonaro convertido en uno de sus principales adversarios, lo calificó de "psicópata".
Ricardo de Joao Braga, investigador asociado al portal Congresso em Foco, especializado en asuntos parlamentarios, apuntó: "Hay una acumulación de desgastes. La paciencia de los dirigentes políticos con Bolsonaro se está agotando."
Bolsonaro conserva un núcleo duro de partidarios y un 30 por ciento de opiniones favorables, pero el 54% de los brasileños desaprueba su gestión de la pandemia, según una encuesta reciente del instituto Datafolha. "Jair Bolsonaro ahora quiere convencer a los brasileños de que es el presidente de la República y no el irresponsable que todos conocen", escribió el diario O Estado de S ao Paulo en un editorial.
- "Diluir las presiones" -
El martes a la noche, Bolsonaro trató de mostrar empatía con "todos los que perdieron un familiar", en un discurso a la nación que tuvo por eco estruendosos cacerolazos en las principales ciudades del país.
Al día siguiente, quiso escenificar la unión nacional convocando a los máximos dirigentes del Congreso y la corte suprema y a varios gobernadores a una reunión, tras la cual anunció la creación de un comité para resolver la crisis sanitaria "sin conflicto y sin politización".
La foto final, según los medios, no dejó entrever el clima tempestuoso de ese encuentro.
El único consenso real logrado parece ser la necesidad de enfatizar la campaña de vacunación, poniendo fin a las reticencias que Bolsonaro expresaba hasta hace poco sobre su eficacia; en una ocasión, llegó a decir que las vacunas podrían provocar alteraciones genéticas y convertir a un paciente en un "caimán".
Pero el excapitán del Ejército parece poco dispuesto a cambiar su discurso anticonfinamiento o a dejar de recomendar los "tratamientos precoces" con medicamentos como la hidroxicloroquina, sin pruebas científica de eficacia contra el covid.
"En principio la reunión estaba reservada a Bolsonaro y los presidentes de la Cámara, el Senado y el Supremo. Pero después se volvió un gran encuentro" con participación de varios ministros, refiere Joao Braga. Bolsonaro esperaba así "diluir las presiones", pero eso "molestó a los verdaderos interlocutores", estima el analista.
- "Brasil exige respeto" -
Algunas horas después, el presidente de la Cámara de Diputados, Artur Lira, abandonó las sonrisas de rigor y subió de tono en un discurso ante el plenario.
"El momento es grave y todo tiene sus límites (...). Estoy mostrado la alerta amarilla", dijo Lira, advirtiendo que el Congreso podría hacer uso de "remedios que a veces son fatales". Un planteamiento interpretado como una amenaza de iniciar un proceso de destitución contra Bolsonaro.
Varias decenas de solicitudes de impeachment ya fueron presentadas y es justamente el presidente de la Cámara quien decide si cabe someterlas al voto de los legisladores. El sector empresarial, que respaldó a Bolsonaro en su elección en 2018 ante un temor del retorno de la izquierda, también dio un paso al frente.
"El país puede salir adelante si seguimos una agenda responsable (…) El país está cansado de ideas fuera de lugar, de palabras inconsecuentes, de acciones equivocadas o tardías. Brasil exige respeto", afirma una carta pública firmada por 1.500 empresarios, banqueros y economistas, que tuvo un gran eco en el país.