Vijay Prashad
12/03/2021
Daniel Jadue habla con Vijay Prashad
Cuando Jadue y el Partido Comunista lograron la victoria en Recoleta, la comuna se convirtió en un laboratorio en el que comenzaron a revertir la dinámica neoliberal.
Daniel Jadue es el alcalde de Recoleta, una comuna que es parte de la ciudad en expansión de Santiago, Chile. Su oficina está en el sexto piso de un edificio municipal en cuyo primer piso se puede encontrar una farmacia, una óptica y una librería gestionadas por la municipalidad que se dedican a ofrecer productos a precios justos. En los muros de su oficina hay símbolos de su compromiso con el pueblo palestino, incluyendo banderas y una icónica caricatura de Handala creada por Naji al-Ali, un dibujante palestino que fue asesinado en 1987. “Yo soy palestino”, me dice Jadue con orgullo, “Nací el 28 de junio de 1967, solo unos días después de que los israelíes tomaran Jerusalén”. La lucha del pueblo palestino, que ha acompañado gran parte de su vida política, “no es tan diferente de la lucha del pueblo chileno. Ambos están luchando por lo mismo: justicia”.
El año pasado, Jadue dijo que se postularía como candidato de la oposición en las elecciones presidenciales de Chile en noviembre de 2021. Las encuestas muestran que podría ser un contendiente serio, incluso el posible ganador. Chile ha sido remecido por una oleada de protestas contra el gobierno de ultraderecha del presidente Sebastián Piñera. Estas protestas —así como las movilizaciones por una nueva constitución— dan sustento a la esperanza de que la izquierda pueda volver a tomar el palacio presidencial por primera vez desde que asumió el poder Salvador Allende con el proyecto de la Unidad Popular en 1970.
En de los primeros minutos de nuestra reunión se hizo inmediatamente evidente por qué hay tanto apoyo a Jadue: es un hombre amable y decente con un sentido claro de su trabajo y un profundo compromiso con el pueblo y sus necesidades. No tiene miedo de las consecuencias que su candidatura tiene y tendrá. Sin ninguna evidencia, el Centro Simon Wiesenthal ya lo ha identificado como uno de los diez antisemitas más peligrosos del mundo.
Como miembro del Partido Comunista desde 1993, Jadue está en una misión para revertir el curso del largo experimento neoliberal en Chile. Se señala a menudo que el neoliberalismo —la plataforma de políticas de austeridad para el pueblo y riqueza para los millonarios— fue implementado por primera vez en Chile. Como dice la frase ya popular: el neoliberalismo nace y muere en Chile.
Arquitecto de profesión, Jadue tiene un claro sentido de planificación a largo plazo. En 2001, me cuenta, lxs comunistas de Recoleta desarrollaron un plan estratégico para ganar la alcaldía en 2012. En ese momento la extrema derecha controlaba la comuna, ganando con más del 50 por ciento de los votos. El plan comunista parecía absurdo. Jadue se postuló sin éxito en las elecciones de 2004 y 2008, y finalmente ganó en 2012, tras construir una coalición amplia entre la clase trabajadora, los sectores excluidos y lxs pequeños comerciantes. Ahora la extrema derecha es la marginal, mientras la izquierda gana con más de la mitad de los votos en la comuna.
Cuando el general Augusto Pinochet dirigió el régimen golpista entre 1973 y 1990, la política económica del gobierno estaba dominada por los Chicago Boys, un grupo de economistas chilenos cuyas políticas neoliberales sirvieron a los intereses de las empresas multinacionales extranjeras. La esencia del neoliberalismo es la privatización de la vida social y económica, la reducción de los impuestos a los ricos y las empresas, y el desmantelamiento de los programas de bienestar social y del sector público.
Cuando Jadue y el Partido Comunista lograron la victoria en Recoleta, la comuna se convirtió en un laboratorio en el que comenzaron a revertir la dinámica neoliberal. Los mecanismos para esta transformación no significaron un giro total hacia el socialismo, lo que no es del todo posible dadas las limitaciones legales y políticas del cargo de alcalde; más bien, fueron un experimento en la reconstrucción del sector público. Desde 2003, como presidente del Centro de Desarrollo Social y Cultural La Chimba, Jadue ha impulsado un programa para mover los recursos del gobierno hacia la educación pública y las juntas de vecinos. Desde la alcaldía, Jadue creó una farmacia municipal, una óptica, una librería y disquería, una universidad abierta, y un proyecto inmobiliario que opera sin fines de lucro. “He soñado con este plan toda mi vida”, me contó.
No hay nada especialmente radical en el proyecto de Recoleta, admite Jadue. Anteriormente, las personas empobrecidas iban a la municipalidad a cobrar los apoyos monetarios para comprar medicamentos, por ejemplo, y luego usaban ese dinero para comprar en el extremadamente caro sector privado. Ahora, en vez de subsidiar al sector privado con fondos públicos, la municipalidad gestiona la farmacia, que vende los medicamentos a un precio justo, dice Jadue. De este modo, la municipalidad logra adquirir los medicamentos a un precio reducido, lo que ha ahorrado muchísimo dinero.
Si esta política sensata no solo ofrece ayuda a lxs pobres sino que también ahorra dinero a la municipalidad, ¿por qué otras municipalidades no siguen el modelo de Recoleta?, le pregunto. “Porque no están interesadas en el bienestar de la gente”, me responde Jadue. “El capitalismo crea a la persona pobre”, dice, y luego los pobres vienen a pedir bienes y servicios al Estado debido a su relativa impotencia. “Los pobres son más honestos que los ricos. Si pueden comprar bienes y servicios a un precio justo, entonces no piden dinero”.
En 1910, seis años antes de que publicara su potente libro Poemas de Chicago, Carl Sandburg escribió un pequeño panfleto para el Partido Socialista de América llamado “You and Your Job” [Tú y tu trabajo]. Escrito como una carta dirigida a un tal Bill, Sandburg comienza con una larga sección sobre cómo el amigo de Bill acaba de perder su trabajo. Es fácil decir que es culpa de la persona desempleada el estar sin trabajo, escribe Sandburg: es perezoso, es incompetente, son sus fallas. Pero estas “fallas”, dice Sandburg, son consecuencia de la clase en que nació y no de su persona.
“Lo que haces por ti mismo es individual”, escribe Sandburg en un estilo sencillo que le resultaría familiar a Jadue. “Lo que haces con o para otros es social. ¿Entiendes la diferencia, Bill? Bueno, pégala en tu sombrero y grábala en tu memoria. Pero no la olvides. Si logro que tengas en cuenta esta diferencia entre lo que es social y lo individual, te transformaré en un socialista”. Las políticas neoliberales hacen difícil vivir en sociedad de manera civilizada. Si a las personas les cuesta mucho conseguir un trabajo, o si los trabajos son más estresantes, o si aumenta el tiempo de traslado, es de esperar que los ánimos se crispen. Si es difícil obtener atención médica, si las pensiones se deterioran ante el aumento de los gastos (incluyendo impuestos), y si se hace cada vez más difícil sencillamente lidiar con la vida cotidiana, aumentará la rabia y la miseria social generalizada se desplegará públicamente.
El civismo no es simplemente cuestión de actitud. El civismo es cuestión de recursos. Imaginemos si la sociedad utilizara la considerable riqueza social para asegurar un buen vivir para cada persona, para asegurar la atención médica y el cuidado a los mayores, para garantizar que abordemos nuestros apremiantes problemas de manera colectiva. Solo entonces tendremos el necesario tiempo de ocio para descansar junto a nuestros seres queridos, para trabajar voluntariamente en nuestras comunidades, conocernos unxs a otrxs y vivir con menos estrés y ansiedad.
Tampoco la “esperanza” es un sentimiento individual, debe ser producido por personas haciendo cosas juntas, construyendo comunidades, luchando por sus valores. Eso es precisamente lo que uno ve en el proyecto de Recoleta, y es precisamente lo que se ve en otros proyectos socialistas en el mundo, desde el gobierno del Frente Democrático de Izquierda en Kerala (India) hasta el proyecto revolucionario en Cuba.
Imaginemos lo que todos los recursos escondidos en paraísos fiscales ilegales y gastados en cosas inútiles como armas y los recortes tributarios podrían hacer para construir una sociedad decente: podrían financiar escuelas desde el preescolar hasta la universidad, un transporte público que reemplace a los autos que usan combustibles fósiles, viviendas sociales, hospitales con acceso universal a la atención sanitaria, centros culturales y artísticos, y sobre todo, un día laboral de cuatro horas con el salario de un día completo para que haya tiempo para ayudar a reconstruir la sociedad.
Cuando le preguntaron a Kurt Vonnegut si Dresde debiera haber sido bombardeada por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, respondió que, después de todo, sí fue bombardeada; la cuestión, más bien, era cómo comportarse tras el bombardeo. El retiro de recursos por parte de los multimillonarios que fue permitido con las políticas neoliberales significó un verdadero bombardeo a nuestras sociedades. Por eso es que el asunto sobre la mesa es cómo nos comportamos en medio de esta masacre.
Conversar con gente como Daniel Jadua —y otrxs como TM Thomas Isaac (ministro de finanzas de Kerala) y Elizabeth Gómez Alcorta (ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad en Argentina)— da una buena perspectiva sobre cómo revertir la erosión de nuestra vida social. No solo imaginan el futuro, sino que ya lo están comenzando a construir.
Fuente: Instituto Tricontinental de Investigación Social.
https://www.alainet.org/es/articulo/211361
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Como miembro del Partido Comunista desde 1993, Jadue está en una misión para revertir el curso del largo experimento neoliberal en Chile. Se señala a menudo que el neoliberalismo —la plataforma de políticas de austeridad para el pueblo y riqueza para los millonarios— fue implementado por primera vez en Chile. Como dice la frase ya popular: el neoliberalismo nace y muere en Chile.
Arquitecto de profesión, Jadue tiene un claro sentido de planificación a largo plazo. En 2001, me cuenta, lxs comunistas de Recoleta desarrollaron un plan estratégico para ganar la alcaldía en 2012. En ese momento la extrema derecha controlaba la comuna, ganando con más del 50 por ciento de los votos. El plan comunista parecía absurdo. Jadue se postuló sin éxito en las elecciones de 2004 y 2008, y finalmente ganó en 2012, tras construir una coalición amplia entre la clase trabajadora, los sectores excluidos y lxs pequeños comerciantes. Ahora la extrema derecha es la marginal, mientras la izquierda gana con más de la mitad de los votos en la comuna.
Cuando el general Augusto Pinochet dirigió el régimen golpista entre 1973 y 1990, la política económica del gobierno estaba dominada por los Chicago Boys, un grupo de economistas chilenos cuyas políticas neoliberales sirvieron a los intereses de las empresas multinacionales extranjeras. La esencia del neoliberalismo es la privatización de la vida social y económica, la reducción de los impuestos a los ricos y las empresas, y el desmantelamiento de los programas de bienestar social y del sector público.
Cuando Jadue y el Partido Comunista lograron la victoria en Recoleta, la comuna se convirtió en un laboratorio en el que comenzaron a revertir la dinámica neoliberal. Los mecanismos para esta transformación no significaron un giro total hacia el socialismo, lo que no es del todo posible dadas las limitaciones legales y políticas del cargo de alcalde; más bien, fueron un experimento en la reconstrucción del sector público. Desde 2003, como presidente del Centro de Desarrollo Social y Cultural La Chimba, Jadue ha impulsado un programa para mover los recursos del gobierno hacia la educación pública y las juntas de vecinos. Desde la alcaldía, Jadue creó una farmacia municipal, una óptica, una librería y disquería, una universidad abierta, y un proyecto inmobiliario que opera sin fines de lucro. “He soñado con este plan toda mi vida”, me contó.
No hay nada especialmente radical en el proyecto de Recoleta, admite Jadue. Anteriormente, las personas empobrecidas iban a la municipalidad a cobrar los apoyos monetarios para comprar medicamentos, por ejemplo, y luego usaban ese dinero para comprar en el extremadamente caro sector privado. Ahora, en vez de subsidiar al sector privado con fondos públicos, la municipalidad gestiona la farmacia, que vende los medicamentos a un precio justo, dice Jadue. De este modo, la municipalidad logra adquirir los medicamentos a un precio reducido, lo que ha ahorrado muchísimo dinero.
Si esta política sensata no solo ofrece ayuda a lxs pobres sino que también ahorra dinero a la municipalidad, ¿por qué otras municipalidades no siguen el modelo de Recoleta?, le pregunto. “Porque no están interesadas en el bienestar de la gente”, me responde Jadue. “El capitalismo crea a la persona pobre”, dice, y luego los pobres vienen a pedir bienes y servicios al Estado debido a su relativa impotencia. “Los pobres son más honestos que los ricos. Si pueden comprar bienes y servicios a un precio justo, entonces no piden dinero”.
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El civismo no es simplemente cuestión de actitud. El civismo es cuestión de recursos. Imaginemos si la sociedad utilizara la considerable riqueza social para asegurar un buen vivir para cada persona, para asegurar la atención médica y el cuidado a los mayores, para garantizar que abordemos nuestros apremiantes problemas de manera colectiva. Solo entonces tendremos el necesario tiempo de ocio para descansar junto a nuestros seres queridos, para trabajar voluntariamente en nuestras comunidades, conocernos unxs a otrxs y vivir con menos estrés y ansiedad.
Tampoco la “esperanza” es un sentimiento individual, debe ser producido por personas haciendo cosas juntas, construyendo comunidades, luchando por sus valores. Eso es precisamente lo que uno ve en el proyecto de Recoleta, y es precisamente lo que se ve en otros proyectos socialistas en el mundo, desde el gobierno del Frente Democrático de Izquierda en Kerala (India) hasta el proyecto revolucionario en Cuba.
Imaginemos lo que todos los recursos escondidos en paraísos fiscales ilegales y gastados en cosas inútiles como armas y los recortes tributarios podrían hacer para construir una sociedad decente: podrían financiar escuelas desde el preescolar hasta la universidad, un transporte público que reemplace a los autos que usan combustibles fósiles, viviendas sociales, hospitales con acceso universal a la atención sanitaria, centros culturales y artísticos, y sobre todo, un día laboral de cuatro horas con el salario de un día completo para que haya tiempo para ayudar a reconstruir la sociedad.
Cuando le preguntaron a Kurt Vonnegut si Dresde debiera haber sido bombardeada por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, respondió que, después de todo, sí fue bombardeada; la cuestión, más bien, era cómo comportarse tras el bombardeo. El retiro de recursos por parte de los multimillonarios que fue permitido con las políticas neoliberales significó un verdadero bombardeo a nuestras sociedades. Por eso es que el asunto sobre la mesa es cómo nos comportamos en medio de esta masacre.
Conversar con gente como Daniel Jadua —y otrxs como TM Thomas Isaac (ministro de finanzas de Kerala) y Elizabeth Gómez Alcorta (ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad en Argentina)— da una buena perspectiva sobre cómo revertir la erosión de nuestra vida social. No solo imaginan el futuro, sino que ya lo están comenzando a construir.
Fuente: Instituto Tricontinental de Investigación Social.
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