27 nov 2021

FAGOCITADOS POR EL SISTEMA

¿Existe la clase trabajadora? Las consecuencias del abandono político

OTHER NEWS (Vicenç Navarro*)

26.11.2021




Foto: Trabajadores uruguayos el 1 de mayo / Nicolás Celaya / adhocFOTOS


Un cambio substancial está ocurriendo en gran número de países a los dos lados del Atlántico Norte (Norteamérica y Europa Occidental) en el comportamiento electoral de la población, y muy en especial de amplios sectores de las clases populares y en particular de la clase trabajadora.

En la Europa Occidental la gran mayoría de partidos de izquierda fueron creados por el movimiento obrero de cada país, y su apoyo electoral era históricamente más acentuado entre las clases trabajadoras que entre otras clases sociales. Naturalmente que amplios sectores de la clase trabajadora votaban, bien por motivos religiosos o culturales, a las derechas también. Pero históricamente las clases trabajadoras se abstenían y entre las votantes, los partidos de izquierda tuvieron la mayoría de su base electoral entre los miembros de tal clase. Esta situación ha estado cambiando en gran número de países en la Europa occidental.

En EEUU los dos partidos mayoritarios durante los siglos XX-XXI han sido el Parido Republicano y el Partido Demócrata, dentro de un sistema electoral que se ha caracterizado por su carencia de proporcionalidad (favoreciendo a los estados más conservadores, pequeños y rurales, a costa de los estados grandes e industriales), promoviendo, además, un bipartidismo que imposibilita que un partido de izquierda pueda llegar a tener representación parlamentaria. De ahí, que los partidos de izquierdas -socialistas y comunistas- participen en el proceso electoral exclusivamente a través de las primarias del Partido Demócrata, dentro del cual ejercen su influencia que alcanzó su máxima dimensión durante la administración Roosvelt, con el establecimiento de un New Deal con características semejantes (aunque no idénticas) a la socialdemocracia europea de aquel tiempo. Fue la época más progresista de la historia de los EEUU, siendo el Presidente Roosvelt el presidente más popular de aquel país (incluso hoy).

La vocación redistribuidora de recursos, rentas y propiedades, del Partido Demócrata de entonces y su expansión de los derechos sociales y laborales (estableció la Seguridad Social) explica que, sin ser un partido fundado por la clase trabajadora, contó con un apoyo electoral de la mayoría de los trabajadores estadounidenses votantes (ver People History Of The United States de Howard Zinn). Tal vocación permaneció con los Presidentes Truman y Johnson, creando este último Medicare (programa universal de derecho a los servicios sanitarios para todo ciudadano residente por encima de los 65 años). Pero se diluyó y desapareció con el Presidente Carter y más tarde con el Presidente Clinton, inspirador de la «tercera vía», liderada en la Europa Occidental por Tony Blair dirigiendo el Partido Laborista del Reino Unido. Como consecuencia el voto de la clase trabajadora (la mayoría blanca) al Partido Demócrata ha ido descendiendo.

La tercera vía y la supuesta desaparición de la clase trabajadora


La evidencia muestra pues que este voto a las izquierdas por parte de la clase trabajadora ha ido disminuyendo a partir del abandono o distanciamiento de los partidos de izquierda (en la Europa Occidental) y del Partido Demócrata (en EEUU) de su compromiso redistributivo y reversión de las crecientes desigualdades de renta y propiedad. En la medida que esta distinción entre los partidos de izquierda (favorables a la redistribución) y los partidos de derechas (contrarios a ella) se ha ido diluyendo, han ido aumentando la desafección de la clase trabajadora con los partidos de izquierda. La evidencia de la popularidad de las políticas redistributivas, tanto económicas como sociales (predominantemente expansión de derechos a toda la población, de carácter universal, y no solo asistencial) es contundente.

Las encuestas realizadas en gran número de estos países muestran, en altos porcentajes, que las clases trabajadoras de cada país (definidas estadísticamente como los ciudadanos y residentes del país que tiene ingresos por debajo de la mediana del país) consideran que las desigualdades de renta y propiedad son excesivas; que los impuestos a las rentas del capital y de las clases más pudientes deberían aumentarse; que debería ser responsabilidad de las instituciones públicas representativas el redefinir el nivel de desigualdades de renta y capital existentes en el país; que los derechos de acceso a la sanidad pública debían ser universales, así como el acceso a los servicios de ayuda a las familias (escuela de infancia y servicios de dependencia) y así una larga lista de derechos económicos y laborales. Estas son las prioridades económicas y sociales de la mayoría de la clase trabajadora. (Ver el ultimo estudio de las encuestas sobre la opinión de las y los trabajadores estadunidenses hecho por Common Sense Solidarity, publicado en Jacobin, Nov 2021. Para analizar los valores de la clase trabajadora en varios países europeos ver mi libro El Subdesarrollo Social De España, Causas Y Consecuencias, y también el libro de Walter Korpi, The Democratic Class Struggle).

También estos y otros libros han documentado extensamente -tales como mi libro Ataque a La Democracia y al Bienestar. Critica al Pensamiento Económico Dominante, que la dirección de las políticas públicas en gran número de países gobernados por la socialdemocracia, versión «tercera vía» (incluido el Partido Demócrata en EEUU) ha ido en dirección contraria a lo que el sentido popular hubiera deseado que ocurriera. En realidad, el nivel de vida de la clase trabajadora ha ido bajando de tal manera que, un porcentaje elevado de jóvenes procedente de estas clases no vivirán mejor que sus padres. De ahí que no debería ser una sorpresa que la clase trabajadora abandone los partidos que sus antecesores crearon.

¿Cuál es la respuesta a esta realidad por parte de los dirigentes de la «tercera vía»?


En general, dirigentes e intelectuales próximos de los partidos socialdemócratas de sensibilidad «tercera vía» (la cual es la mera adopción del liberalismo en sus políticas públicas, apareciendo como la light version, al lado de las derechas que representan la heavy version) niegan que exista tal desapego por parte de la clase trabajadora, pues niegan incluso que exista tal clase trabajadora, a la cual consideran que ha desaparecido, habiéndose transformado en «clase media».

Este supuesto está muy extendido en los grandes medios de información en España. Algunos de ellos, sin embargo, aceptan que sí, que la clase trabajadora continúa existiendo, pero su elevado absentismo (supuestamente imposible de cambiar) la han hecho irrelevante, y por tanto es una pérdida de tiempo centrarse en sus problemas, siendo más productivo desde el punto de vista electoral centrarse en los problemas de las clases medias, y muy en particular de las clases medias profesionales, de educación superior, que consideran tienen mayor peso electoral.

La pandemia ha mostrado que hay clases sociales, incluyendo clase trabajadora


La pandemia ha mostrado el error de los argumentos anteriores. Ha señalado claramente que hay clases sociales y que la seguridad y protección de la ciudadanía está bastante determinada por la clase social de la población. Las familias con un nivel de renta superior al de la mediana del país pudieron, en su gran mayoría, estar en su casa y trabajar desde ella. No así las familias de renta familiar inferior a la mediana del país cuya gran mayoría tuvo que ir a trabajar para cubrir los servicios esenciales, siendo éste el sector de la clase trabajadora (la mayoría mujeres), que tiene una menor estabilidad laboral, peores condiciones de trabajo y menor nivel salarial y menor protección social.

Esta situación se dio en la mayoría de los países afectados por la pandemia en ambos lados del Atlántico Norte. La mayoría de los ciudadanos con renta por debajo de la mediana (la mayoría de clase trabajadora) no trabajaron desde sus casas durante la pandemia, como sí hicieron la mayoría de los ciudadanos y residentes con rentas superiores a la mediana, y tuvieron comportamientos políticos distintos. Los primeros votaron a aquellos que prometían dar prioridad al mantenimiento y creación de puestos de trabajo que necesitaban para sobrevivir económicamente (tales como Trump en EEUU y la ultraderecha en Europa) y los segundos votaban por los que dieran prioridad al control de la pandemia.

El abandono de los partidos progresistas y de izquierda por parte de la clase trabajadora

Esta clase trabajadora ha ido distanciándose de los partidos de izquierda en la medida que estos han ido abandonando su ideario socialdemócrata progresista. En EEUU (el punto de referencia internacional para los partidos liberales), la clase trabajadora (la que votaba) ha ido abandonando el Partido Demócrata desde finales de la década de los 70 cuando el Presidente Carter abandonó las políticas redistributivas sustituyéndolas por las políticas liberales, continuándose mas tarde por el Presidente Clinton y Obama. La vitoria de Biden se debió a la movilización en contra de Trump, más que por el apoyo al Partido Demócrata. La recuperación de la tradición New Deal por Biden es el intento de revertir este abandono y recuperar el apoyo a las clases populares, y muy en particular de la clase trabajadora.

Y algo semejante ha ido ocurriendo en muchos países de Europa. Estudios realizados sobre las causas de este distanciamiento demuestran que hay casos comunes en la mayoría de estos países, debido a tener prioridades semejantes, entre las cuales, las redistributivas (como mejoramiento de los salarios, de las condiciones de trabajo y poder negociador), la reducción de desigualdades de rentas y de propiedad, y la expansión del carácter universal de los derechos políticos y laborales son prioritarios, políticas todas ellas que han ido perdiendo interés en tales partidos, cada vez mas próximos a los poderes económicos y financieros que la clase trabajadora considera que tiene excesiva influencia sobre el estado y sus medios. Perciben a tales partidos envueltos mediáticamente en temas climáticos, temas que amplios sectores de la clase trabajadora consideran importantes, pero su mayor preocupación es «llegar a fin de mes», percibiendo que el tema climático acapara toda la atención, opacando temas económicos y laborales que configuran su realidad cotidiana. Y se sienten agraviados y muy enojados cuando la dirección de estos partidos y medios afines les definen como «ignorantes», de «escasa educación», «incapaces de entender el problema de la crisis climática» y otras expresiones derogatorias (ver el informe en Jacobin).

También perciben a tales partidos como captados por grupos de intereses o movimientos sociales que anteponen su causa particular por encima y a costa de sus intereses. Se oponen, por ejemplo, a programas sanitarios para los pobres -como Medicaid- favoreciendo, en cambio, la universalización de los servicios sanitarios. La reforma sanitaria del Presidente Obama (Obama Care) no fue tan popular como se esperaba debido a que no fue una propuesta universal y se financió, en parte, mediante el extra-pago de los servicios sanitarios de los obreros ya asegurados, en lugar de conseguir mas ingresos a través de impuestos de compañías de seguros y farmacéuticas que se beneficiaron enormemente de tales programas.

En realidad, el distanciamiento está sucediendo también entre trabajadores de sectores minoritarios (negros y latinos, y mujeres). La mayoría de las mujeres no apoyaron ni al partido Demócrata ni a la candidatura de Hillary Clinton para la presidencia de EEUU, no sintiéndose representada por ella, siendo el porcentaje de negros y latinos que votaron a Trump (que se presentó como el «anti-establishment») mayor en 2020 que en el 2016. Todo ello confirma que las demandas asistenciales (orientadas a grupos específicos y no a la totalidad) no son populares entre las clases populares ya que un sistema impositivo regresivo en la mayoría de tales países implica que haya una carga impositiva importante para las clases populares en este tipo de programas sin que la mayoría se beneficiara de ellos.

El candidato a la presidencia de los EEUU en 1984 Jessie Jackson, discípulo predilecto de Martin Luther King, se presentó como la voz de las minorías en las primarias del Partido Demócrata. Predeciblemente consiguió un voto muy minoritario. Cuando se presentó, sin embargo, como la voz de la clase trabajadora en 1988 (habiendo fundado el movimiento Arcoiris que agrupaba a todos los componentes raciales y étnicos de las clases populares) casi ganó las primarias de aquel año.

Última observación

Existe una creciente concienciación de este problema que explica la aparición de nuevas corrientes dentro de partidos de la tercera vía, y nuevas formaciones políticas que conscientes de esta realidad están intentando recuperar las políticas públicas que permitieron la creación y expansión del Estado de bienestar, (tan reducido por las políticas neoliberales de tales partidos) así como el empoderamiento de la clase trabajadora con sus demandas redistributivas que afectan desde el mejoramiento de la situación laboral hasta la reducción de los excesivos privilegios de las rentas del capital y su abusiva influencia anti-democrática sobre los estados y los medios de información y persuasión. El futuro dependerá de que las instituciones representativas se democraticen profundamente y realicen cambios sustanciales en la distribución de la riqueza del país, consecuencia de alianzas amplias entre los movimientos sociales, motores del cambio para establecer una unidad de acción que corrija las enormes injusticias que existen en tales países. La otra alternativa es el fascismo claro y simple de lo cual alerté en este articulo «Por qué la ultraderecha está creciendo a los dos lados del Atlántico Norte«.

*Profesor de Health and Public Policy en The School of Public Health, The Johns Hopkins University; Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Sociales, Universitat Pompeu Fabra. En Público.es , el 25.11.21

Other News

UyPress
- Agencia Uruguaya de Noticias