9 nov 2021

LA CONQUISTA CONTINUA

Zuckerberg y el metaverso: la continuación de la guerra por otros medios

ESTADOS UNIDOS (Sputnik) - 08.11.2021






Imagen de portada: El logo de Meta - Sputnik Mundo © REUTERS / Dado Ruvic


Los ojos cerrados de Biden durante la reunión mundial para el debate de los riesgos y mitigación del cambio climático ya nos lo advirtieron. Las megacorporaciones y el sistema capitalista de desarrollo expansivo no piensan ser cambiados.



A pesar de las consideraciones que viene haciendo desde hace años el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) y que son reafirmadas en su sexto informe, la única solución para que la humanidad no vea amenazada su existencia para el año 2030 es un cambio drástico del modelo de producción, consumo y crecimiento infinito.

En el panorama mundial, esta es una de las tres noticias más importantes. Las otras dos, son Taiwán y el anuncio de Mark Zuckerberg de cambiar el nombre de su compañía matriz y adentrarse en lo que considera será la próxima gran revolución tecnológica.

Por supuesto, todo está conectado. La casi segura reunificación del territorio de la China continental y Taiwán dejará a Estados Unidos expuesto como lo que es, un imperio militar en declive que se bate en retirada por tratar de conservar a sus aliados cada vez más escasos y un patrón civilizatorio que solo se mantiene gracias a su hegemonía en la industria cultural y las redes financieras.

Este panorama no implica que en el estrecho tramo de mar que separa a Taiwán de China reine la certidumbre. Se trata del territorio donde comenzará a desarrollarse un particular y silencioso laboratorio de prospectiva y cálculo de fuerzas para determinar hacia dónde apuntarán las tendencias militares de control de recursos y la naturaleza de las próximas guerras.

En un futuro marcado por el agotamiento de las fuentes de recursos y un calentamiento global que provocará migraciones forzadas, sequías y presiones brutales sobre los Estados nación, las guerras serán cada vez menos directas y buscarán atizar las vulnerabilidades y contradicciones internas de los objetivos elegidos. Y es allí donde vale la pena evaluar el anuncio de Mark Zuckerberg.

El metaverso: la declaración de la guerra imaginacional

La próxima gran guerra no solo se plantea en el plano material y cruento, sino en el incruento e imaginacional. Y ya, Mark ha hecho su declaración de comienzo de las hostilidades.

La idea del metaverso no es nueva, ni Facebook es la única embarcada en el proyecto. En estos momentos abundan, literalmente, miles de artículos que van de la aparición del concepto, hasta las potencialidades que dicha tecnología ofrecerá. La publicidad y el control sobre la información hace por supuesto que exista una campaña de posicionamiento favorable, sin que apenas se mencionen las implicaciones de carácter psicopolíticas que tendrá. 

Por demás está decir, que si Estados Unidos sabe que debe acelerar su reacomodo militar para hacerle frente a China y Rusia, es necesario, también, pegar primero en cuanto al desarrollo e implantación del próximo gran estándar en la industria tecnológica y cultural. Esa hegemonía, saben, no pueden cederla.

Allí radicaron las presiones de las grandes industrias tecnológicas de Silicon Valley para ir contra Huawei y cualquier empresa que amenazara el control sobre las redes 5G. Meses antes de que estallara la pandemia del COVID-19 y el sistema económico y social del planeta fuese hackeado, señalamos la emergencia de una nueva guerra que llamábamos Imaginacional.

Un "conflicto cuyo campo de batalla es la cultura y donde el arma son las nuevas tecnologías de comunicación e información. Donde se lucha por y para la hegemonía simbólica, es decir, para instaurar una determinada forma de concebir e interpretar el mundo".

Ya decenas de think tanks como Next Group, dirigido por Melinda Davis, han ido al fondo de las aspiraciones de la sociedad occidental a través de su Proyecto del Deseo Humano. Tavistock, por su lado, ha hecho lo propio indagando a través de sus matrices de sueños colectivos, cómo la pandemia se encuentra reacomodando la psiquis de poblaciones enteras. Las grandes corporaciones y sus centros de pensamiento saben algo desde hace tiempo y tiene que ver con que:

"La gran acción de nuestra vida no tiene lugar en el universo concreto y material, sino en el mundo inasible del pensamiento, la imagen y la idea. Este fenómeno absolutamente extraordinario por el cual la realidad interior se vuelve más apremiante, más real que la exterior, se ha apoderado de la corriente principal de la experiencia humana. La misma realidad se ha vuelto mental. Se podría decir que el futuro está en el cerebro", tal como apunta Melinda Davis.

Cuando leemos las reseñas sobre la descripción del metaverso, usualmente se nos quiere vender como "una extensión de internet", una "experiencia inmersiva capaz de volver el ciberespacio algo menos plano", "interacción más cercana a la experiencia real entre seres humanos". Se nos vende como una utopía necesaria e inevitable.

Cortar de raíz con la cháchara de la mercadotecnia es el primer paso para hacer una radiografía sincera y descarnada de la nueva agenda en que se pretende embarcar a la humanidad.

La hipótesis es simple: ya vivimos en un metaverso tan sutil, tan quirúrgicamente planificado, que es invisible. Se convierte en nuestra cotidianidad, se vuelve parte de nuestra naturaleza.

Tal y como lo ha demostrado hasta la saciedad decenas de expertos que han trabajado para Facebook y Google, los gigantes tecnológicos se encuentran bastante al corriente de cómo el cerebro humano se vuelve adicto al uso de las aplicaciones digitales y cómo estas deben ser programadas para acrecentar dicha dependencia.


Tristan Harris, quizá una de las voces críticas más famosas, considera que los gigantes de la industria tecnológica "están moldeando los pensamientos, sentimientos y acciones de las personas. Ellos son personas de programación. Siempre hay esta narración de que la tecnología es neutral. Y depende de nosotros elegir cómo lo usamos. Esto simplemente no es verdad (…) Quieren que lo use de maneras particulares y por largos períodos de tiempo. Porque así es como hacen su dinero".

Ramsay Brown, un programador experto en neurociencia es más enfático, comenta que "un programador de computadoras que ahora entiende cómo funciona el cerebro sabe cómo escribir código que hará que el cerebro haga ciertas cosas". Y concluye que los usuarios de redes sociales:

"Son conejillos de indias en la caja presionando el botón y algunas veces obteniendo 'me gusta'. Y lo están haciendo para mantenerte allí. Cuanto más miramos nuestras pantallas, más recopilan las compañías de datos sobre nosotros y más anuncios vemos. El gasto publicitario en las redes sociales se ha duplicado en solo dos años a más de 31.000 millones de dólares. No pagas por Facebook. Los anunciantes pagan por Facebook. Puedes usarlo gratis porque tus globos oculares son lo que se vende allí".

¿Una realidad simulada que vivimos como real? Vaya que al menos para los venezolanos, no resulta tan descabellado. Aunque sería una buena idea lanzar algunas pruebas.

Sputnik
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