OTHER NEWS (Por Esther Montesinos Calvo-Hernández*–Fundación porCausa)-
24.08.2022
Foto: Unsplash
La guerra de Rusia podría aumentar en un 2% la población en situación de desnutrición en el mundo. Algunos creen que esta crisis alimenticia desencadenará «oleadas migratorias» hacia Europa, pero la realidad es más compleja.
Seis meses después del inicio de la invasión rusa de Ucrania, las consecuencias devastadoras de la guerra han traspasado las fronteras de la vecina Europa, aumentando la presión sobre la seguridad alimentaria y energética de los países de Oriente Medio y el Norte de África.
Algunos de los Estados de esta región dependen enormemente de las importaciones que llegan desde Rusia y Ucrania. Especialmente importante es el papel que juegan en el sector agrícola, siendo actores clave en la exportación de productos básicos como el trigo, el maíz y el aceite de girasol. En la región de Oriente Medio y el Norte de África, el 50% de los cereales importados proceden de estos dos países.
En la región de Oriente Medio y el Norte de África, el 50% de los cereales importados proceden de Rusia y Ucrania.
Por otro lado, Rusia es líder en la exportación de fertilizantes, esenciales en la producción agrícola y cuya subida de precios (que ya lleva produciéndose desde 2020 provocado por el impacto de la pandemia de la COVID-19) pone en duda el desarrollo de las cosechas. Además, es también uno de los mayores exportadores de petróleo, carbón y gas natural a nivel internacional, necesarios en industria y transporte, y cuya oscilación de precios tiene también un impacto directo sobre los costes de los alimentos.
Debido al conflicto, los volúmenes de producción disminuyen y los costes de comercialización y de exportación se incrementan. Las operaciones militares impiden el transporte de las mercancías y los bloqueos y ataques en los puertos del mar de Azov y el mar Negro dificultan el acceso a la ruta marítima. Además, debido a las sanciones hacia Rusia, muchas compañías de transporte han paralizado los acuerdos que tenían con entidades rusas y algunos bancos se han negado a emitir cartas de crédito para cubrir las exportaciones de crudo.
La escasez de productos y el aumento de los costes del transporte crea presiones inflacionistas y altera las cadenas de suministro tanto de bienes esenciales como no esenciales, lo que tiene mayor efecto sobre las economías más frágiles. Así, existe un gran temor a una grave crisis alimentaria que amenaza a millones de personas en África y Oriente Medio.
Pero la situación en esta región ya era bastante crítica antes de la guerra. El calor extremo, la sequía, la pandemia de la COVID-19 y los conflictos arraigados en algunos países han contribuido a aumentar la presión en términos de inseguridad alimentaria. Según la FAO, en 2020, el número de personas del Norte de África y Oriente Medio que no tenían acceso a una alimentación adecuada era de 141 millones, lo que equivale a un 30,4% de su población total. Asimismo, el número de personas en situación de desnutrición era de 69 millones (15,8% de su población total), cifra que, con el impacto de la guerra, se estima que puede aumentar hasta en un 2% a lo largo de 2022.
Las consecuencias de la guerra tendrán un grave efecto desestabilizador en el Norte de África y Oriente Medio
En este contexto, las consecuencias de la guerra tendrán un grave efecto desestabilizador en la región del que pocos podrían librarse. Países como Egipto, Libia o Sudán (grandes importadores de trigo ucraniano y ruso) enfrentarán serias consecuencias. Lo mismo ocurre con Estados como Túnez y Argelia, donde el incremento de los precios de los alimentos ha desatado en el pasado disturbios sociales. No obstante, los peores efectos recaerán sobre países como Siria, Yemen, el Líbano y Palestina, gravemente afectados por conflictos y donde los niveles de seguridad alimentaria ya eran bastante elevados antes del comienzo de la guerra en Ucrania.
¿Cómo puede afectar la crisis alimentaria a las migraciones?
Motivado por la gran preocupación mediática y política desatada por la llegada en 2015 de más de un millón de refugiados a Europa, muchos ya han advertido que este escenario de crisis podría desencadenar nuevas «oleadas migratorias» al continente europeo desde la Frontera Sur.
No obstante, la realidad es más compleja. Y si bien es cierto que la inseguridad alimentaria puede incentivar el deseo de migrar, este no es el único factor contribuyente ni implica necesariamente que vaya a aumentar de manera equivalente la ratio de migrantes internacionales.
De hecho, en su gran mayoría, los desplazamientos migratorios suelen darse, al menos inicialmente, dentro de un mismo país o región. Incluso en el punto más álgido del número de llegadas hacia Europa en 2015, estas solo representaron un 6% del total de desplazados a nivel global. Los desplazamientos están condicionados por la disponibilidad de recursos y limitaciones materiales, por lo que migrar hacia otro continente se hace prácticamente imposible para aquellos que ni siquiera pueden atender sus necesidades alimentarias más básicas. Las hambrunas experimentadas en el Cuerno de África han evidenciado, por ejemplo, un aumento de los flujos migratorios hacia las ciudades más cercanas dentro de los propios países afectados en lugar de hacia otras regiones. Además, el hambre no es el único factor determinante en la decisión de migrar hacia un destino u otro. Las afinidades culturales, la cercanía a familiares y conocidos, las condiciones climáticas o las expectativas económicas tienen también un peso importante en dicha decisión.
Por otro lado, la guerra de Ucrania es solo un acelerante más de una crisis alimentaria global que ya llevaba gestándose desde hace años. Afirmar, por tanto, que este conflicto pueda provocar oleadas masivas de migrantes hacia Europa puede llevar a equivocaciones, y mucho más teniendo en cuenta que los desplazamientos internos en los países afectados superan con creces los internacionales.
Ayuda humanitaria: lejos de ser una solución suficiente
Esto no significa que los Estados europeos no deban tomar cartas en el asunto. Al contrario, demuestra dónde debería ponerse el foco de atención. Así, la estrategia que lleven a cabo debe centrarse en aliviar la presión en los países afectados por la crisis.
Sin embargo, existe también la preocupación de que debido al creciente número de refugiados ucranianos y los elevados costes de reconstrucción post conflicto se desvíe la ayuda humanitaria y se produzcan importantes recortes en la financiación recibida en la región y que para algunos países es vital, como es el caso de Palestina, Yemen, el Líbano y Siria. Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA), en lo que va de año, de los 509,9 millones de dólares del plan de ayuda humanitaria previsto en 2022 para Palestina, solo se ha recaudado un 26,7%. Para Yemen, un 29,1% de 4,27 mil millones de dólares; para el Líbano, un 36,7% de 215 millones; para Siria, un 24,5% de 4,44 mil millones. Sin embargo, para Ucrania, solo entre marzo y agosto de este año ya se ha conseguido recaudar un 96,2% de los 2,25 mil millones de dólares que contempla el plan de ayuda urgente anunciado solo cinco días después del inicio de la guerra.
En Líbano, uno de los principales países receptores de refugiados sirios, casi la mitad de estos sufren de inseguridad alimentaria
Esta situación es crítica no solo para los ciudadanos de esos Estados, sino también para los millones de refugiados que han tenido que huir de su lugar de origen. El Líbano, por ejemplo, es uno de los principales países receptores de refugiados sirios, pero apenas puede satisfacer sus necesidades básicas. Casi la mitad de estos sufren de inseguridad alimentaria y alrededor de dos tercios han tenido que reducir el número de comidas que hacían al día. Ya en 2021, un estudio llevado a cabo por Refugee Protection Watch, y que contó con la participación de refugiados sirios asentados en el Líbano, evidenció que el 70% de los encuestados no había recibido ningún tipo de ayuda desde enero de 2020. La asistencia humanitaria es en muchas ocasiones el único sustento que reciben las comunidades de refugiados, por lo que los efectos esperados de la guerra de Ucrania no harán más que agudizar aún más la situación de vulnerabilidad en la que están inmersos, con consecuencia impredecibles.
*Investigadora española asociada en Fundación porCausa de investigación, periodismo y migraciones, En Público.es
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