Por Emir Sader
30 de agosto de 2022
Imagen: Xinhua
Todo gran período histórico produce grandes personajes. El gran período histórico que vive América Latina en la actualidad produce grandes personajes. Entre todos ellos se destacan tres, por estar profundamente arraigados en la historia, en las condiciones de vida de nuestros pueblos y en su carácter nacional. Ellos son Evo Morales, Lula y Pepe Mujica.
Uno es un líder indígena boliviano, cocalero, que supo captar y representar las identidades de las poblaciones originarias de su país como nadie. Recuerdo cómo, el día de su elección para ser el primer presidente indígena de Bolivia, estaba celebrando su triunfo en Cochabamba, con su pueblo.
Álvaro García Linera tuvo que llamarlo por teléfono y reiterarle que tendría que ir a La Paz, dar un discurso como nuevo presidente de Bolivia, el primer presidente electo indígena de un país predominantemente indígena, además de ser el primero electo en la primera vuelta. Fue, hizo una declaración desde el Hotel en el que nos hospedábamos, saludó a todos, recibió nuestros abrazos y regresó a Cochabamba.
Un líder que insistió en seguir proclamándose cocalero, en honrar su trayectoria y en honrar la lucha de resistencia de su pueblo contra los bombardeos de aviones estadounidenses, que pretendían quemar los cultivos de coca, que sirven de fuente de energía para la poblaciones originales.
Ver a Evo asumir el cargo en la ciudad más antigua de poblaciones indígenas, en Tiwanaku, antes de tomar posesión formal como presidente, expresó su origen y su identidad. (Ceremonia a la que tuve el privilegio de asistir junto a mi querido y difunto amigo Eduardo Galeano.)
Antes de tomar posesión formal en el Palacio Quemado, en La Paz, las poblaciones indígenas limpiaron por completo el Palacio y la plaza en la que se encuentra, antes de que allí ingresara su líder como presidente indígena de Bolivia.
Evo es un personaje carismático que representa, de la mejor manera posible, la identidad nacional boliviana. Su vida es un capítulo esencial de la propia vida de Bolivia.
Lula, en cambio, nació en el corazón del sector más miserable de Brasil, en el interior nororiental, hijo de la peor época de sequías. Comió pan por primera vez a los 7 años. Huyó de la sequía con sus 8 hermanos sobrevivientes, junto con su madre, Doña Lindu, una guerrera, aunque ha sido analfabeta toda su vida.
Caminaron 13 días en pau-de-arara, con la única ropa que tenían, comiendo poco y mal, bebiendo el agua que encontraban en el camino. Llegaron a San Pablo como los típicos inmigrantes de la década de 1950. Para ser mano de obra barata que construyera la riqueza de la metrópoli paulista.
Lula era vendedor ambulante, limpiabotas, oficinista, vendía toda clase de productos para aportar un dinero que doña Lindu manejaba como podía para la supervivencia de la familia. Elegido para ser el único hijo de doña Lindu que podía estudiar, fue a la escuela técnica, se graduó como obrero mecánico, de donde pasó a ser dirigente sindical, dirigente político, hasta convertirse en el presidente más importante que haya tenido Brasil.
La historia de Brasil en esas décadas resume la historia del país de la manera más expresiva y profunda. La biografía de Lula es la biografía brasileña.
Pepe Mujica es el otro personaje emblemático del período político más importante de América Latina. Tuve la suerte de contar con un libro que busca relatar las características distintivas de Pepe, que lo convierten en el personaje más expresivo de la historia de Uruguay en las últimas décadas del siglo pasado y en las primeras décadas de este.
El día de mi cumpleaños mi hijo Miguel me regaló un atractivo libro con el título: El presidente y el sapo (Dulbinernse, Porto Alegre, 2022), de Carolina de Sanctis, escritora uruguaya, residente en Estados Unidos. Son estos libros los que devoramos al leer, por el encanto del personaje, sus vivencias y la forma en que se relatan.
El libro busca construir lo que habrían sido los años solitarios de Pepe en prisión. Como dijo, para no volverse loco, se puso a hablar con las hormigas, con la rana, que cruzaba su celda. Una reconstrucción hecha, en el libro, por un periodista noruego. Según Pepe, no sería lo que es hoy si no hubiera pasado por todo eso.
Eso plantea las mismas preguntas que pudimos tener con Pepe tanto en la presidencia de Uruguay como en su lugar -que él y su esposa compraron un año después de los 13 años de su confinamiento solitario-. En el libro se mezclan recuerdos de infancia, los duros años de prisión y tortura, conversaciones con la rana, compañera de soledad en la celda, incluso sus vivencias como presidente de Uruguay.
El libro construye la trayectoria de vida de un expreso político, de un expresidente, el presidente más pobre del mundo. Pero, sobre todo, de una persona que, por su vida, por su sensibilidad, concentra en sí los mejores valores que un ser humano puede tener. Leer el libro nos enriquece humana y éticamente.
Todo gran período histórico produce grandes personajes. El gran período histórico que vive América Latina en la actualidad produce grandes personajes. Entre todos ellos se destacan tres, por estar profundamente arraigados en la historia, en las condiciones de vida de nuestros pueblos y en su carácter nacional. Ellos son Evo Morales, Lula y Pepe Mujica.
Uno es un líder indígena boliviano, cocalero, que supo captar y representar las identidades de las poblaciones originarias de su país como nadie. Recuerdo cómo, el día de su elección para ser el primer presidente indígena de Bolivia, estaba celebrando su triunfo en Cochabamba, con su pueblo.
Álvaro García Linera tuvo que llamarlo por teléfono y reiterarle que tendría que ir a La Paz, dar un discurso como nuevo presidente de Bolivia, el primer presidente electo indígena de un país predominantemente indígena, además de ser el primero electo en la primera vuelta. Fue, hizo una declaración desde el Hotel en el que nos hospedábamos, saludó a todos, recibió nuestros abrazos y regresó a Cochabamba.
Un líder que insistió en seguir proclamándose cocalero, en honrar su trayectoria y en honrar la lucha de resistencia de su pueblo contra los bombardeos de aviones estadounidenses, que pretendían quemar los cultivos de coca, que sirven de fuente de energía para la poblaciones originales.
Ver a Evo asumir el cargo en la ciudad más antigua de poblaciones indígenas, en Tiwanaku, antes de tomar posesión formal como presidente, expresó su origen y su identidad. (Ceremonia a la que tuve el privilegio de asistir junto a mi querido y difunto amigo Eduardo Galeano.)
Antes de tomar posesión formal en el Palacio Quemado, en La Paz, las poblaciones indígenas limpiaron por completo el Palacio y la plaza en la que se encuentra, antes de que allí ingresara su líder como presidente indígena de Bolivia.
Evo es un personaje carismático que representa, de la mejor manera posible, la identidad nacional boliviana. Su vida es un capítulo esencial de la propia vida de Bolivia.
Lula, en cambio, nació en el corazón del sector más miserable de Brasil, en el interior nororiental, hijo de la peor época de sequías. Comió pan por primera vez a los 7 años. Huyó de la sequía con sus 8 hermanos sobrevivientes, junto con su madre, Doña Lindu, una guerrera, aunque ha sido analfabeta toda su vida.
Caminaron 13 días en pau-de-arara, con la única ropa que tenían, comiendo poco y mal, bebiendo el agua que encontraban en el camino. Llegaron a San Pablo como los típicos inmigrantes de la década de 1950. Para ser mano de obra barata que construyera la riqueza de la metrópoli paulista.
Lula era vendedor ambulante, limpiabotas, oficinista, vendía toda clase de productos para aportar un dinero que doña Lindu manejaba como podía para la supervivencia de la familia. Elegido para ser el único hijo de doña Lindu que podía estudiar, fue a la escuela técnica, se graduó como obrero mecánico, de donde pasó a ser dirigente sindical, dirigente político, hasta convertirse en el presidente más importante que haya tenido Brasil.
La historia de Brasil en esas décadas resume la historia del país de la manera más expresiva y profunda. La biografía de Lula es la biografía brasileña.
Pepe Mujica es el otro personaje emblemático del período político más importante de América Latina. Tuve la suerte de contar con un libro que busca relatar las características distintivas de Pepe, que lo convierten en el personaje más expresivo de la historia de Uruguay en las últimas décadas del siglo pasado y en las primeras décadas de este.
El día de mi cumpleaños mi hijo Miguel me regaló un atractivo libro con el título: El presidente y el sapo (Dulbinernse, Porto Alegre, 2022), de Carolina de Sanctis, escritora uruguaya, residente en Estados Unidos. Son estos libros los que devoramos al leer, por el encanto del personaje, sus vivencias y la forma en que se relatan.
El libro busca construir lo que habrían sido los años solitarios de Pepe en prisión. Como dijo, para no volverse loco, se puso a hablar con las hormigas, con la rana, que cruzaba su celda. Una reconstrucción hecha, en el libro, por un periodista noruego. Según Pepe, no sería lo que es hoy si no hubiera pasado por todo eso.
Eso plantea las mismas preguntas que pudimos tener con Pepe tanto en la presidencia de Uruguay como en su lugar -que él y su esposa compraron un año después de los 13 años de su confinamiento solitario-. En el libro se mezclan recuerdos de infancia, los duros años de prisión y tortura, conversaciones con la rana, compañera de soledad en la celda, incluso sus vivencias como presidente de Uruguay.
El libro construye la trayectoria de vida de un expreso político, de un expresidente, el presidente más pobre del mundo. Pero, sobre todo, de una persona que, por su vida, por su sensibilidad, concentra en sí los mejores valores que un ser humano puede tener. Leer el libro nos enriquece humana y éticamente.