Que nadie diga que el Mundial es sólo fútbol
Por Marcela Mora y Araujo
2 de diciembre de 2022
Una mujer de hijab blanco llora emocionada en el primer partido de Irán, cuando los jugadores no cantaron el himno.
A pesar de las restricciones que se endurecieron apenas comenzado el Mundial -en relación al alcohol y la exhibición de los colores LGBTIQ+-, la política se mete entre arcos y pelotas. El partido Irán-Estados Unidos con su metanarrativa geopolítica, los pedidos de liberación de Palestina, el ex jugador italiano que cruzó la cancha con una bandera a favor de la paz en Ucrania -aunque el mundo entero sólo vio un arcoiris- y el borramiento de las tribunas en la transmisión China para que nadie vea que se puede vivir sin barbijo y en multitud. Las protestas vuelan tanto como los goles y la ansiedad por seguir disputando la copa.
Más de 100,000 iraníes hicieron acto de presencia en Qatar para alentar a su equipo durante la corta trayectoria mundialista que le tocó vivir. Nos conmocionó a todos el gesto casi heroico de los jugadores en su primer partido, que se negaron a cantar el himno y mantuvieron una postura desafiante, erguidos en silencio en son de protesta, acompañados por la hinchada aplaudiendo y llorando desde las tribunas.
Llamó la atención la imagen de una mujer, con su hijab blanco prolijamente sujetando su cabello, so rostro empapado en lágrimas, batiendo con fuerza las palmas. Su mera presencia ahí, en la cancha, templo prohibido a las mujeres en Irán, era en sí una protesta. Y su cabeza cubierta también un recordatorio; las protestas en Irán no son por usar o no usar el hijab sino por la libertad de elegir; y contra la brutalidad policial y la muerte bajo custodia de los detenidos.
Eso es un imaginario; supuestos y fantasías impulsadas por las imágenes que nos brinda la TV. Nada sabemos de la mujer, ni de sus lágrimas, ni de los aplausos a los jugadores mutados durante su propio himno.
Y lo peor, el tercer partido de Irán resultó ser el último, perdió contra EEUU nada menos, justo cuando la metanarrativa geo-política se devoraba el show. “Iran vs USA es dónde está el fuego” pronunció The Guardian en una nota firmada por cuatro enviados especiales, y enumeró: “La Asociación de Fútbol de Irán protestó ante la FIFA porque las redes sociales del Team USA [el seleccionado de EEUU] insultaron su bandera, y la situación política en Irán continua tensa con las protestas en curso. Carlos Queiroz [el DT de Irán] no alivió la situación en conferencia el lunes, cuando pidió menos política en el mundial, al tiempo que apuntó a EEUU diciendo ‘Ustedes hablan de derechos humanos? ¿y el racismo? Con sus niños muriendo baleados en las escuelas. Somos solidarios con todas esas causas. Pero acá nuestra misión es traerle sonrisas a la gente durante 90 minutos”.
Vamos por la mitad de este circo, el show más grande el mundo y lo que se ve son guardias de seguridad alrededor de los estadios bajo instrucciones poco precisas de confiscar ‘banderas, símbolos políticos, y arcos irises’ -el enviado de Bolivisión, que lleva el logo de la señal con los colores de la huipalla, fue detenido más de una vez-, trataban de evitar ser filmados por los teléfonos de visitantes enfurecidos. Un periodista estadounidense, Grant Wahl, intentó entrar vistiendo una remera multicolor también fue detenido y luego ‘liberado’ sin sanción. Algunos hinchas iraníes sí dijeron que sus banderas de Irán portando un león en lugar del emblema islámico en el centro fueron confiscadas.
Las tensiones del mundo real no dejan de existir durante un mundial, por mucho que la FIFA nos pida que disfrutemos de las bebidas gaseosas fresquitas y nos concentremos en el juego. En casi todos los partidos se pueden ver banderas de apoyo a Palestina: “Free Palestine”, escrito así, en inglés y alfabeto latino, para que quede claro ante todos los televidentes del mundo entero. También se hacen virales imágenes de gente por las calles de Doha que se dan la vuelta y hacen oído sordo a la prensa israelí que intenta cubrir el clima y la atmosfera festiva; cuando escuchan ‘Israel’ se alejan sin hablar.
A este primer Mundial que tiene lugar en un país Árabe, en la región mayoritariamente musulmana que algunos denominan MENA (Oriente Medio y Africa del Norte) y otros SWANA (Sudoeste Asiático y África del Norte), se suma la expectativa del resto del mundo de la observación de valores que comenzaron resultando un tanto ajenos y que a medida que pasan los días son interpretados con ofensa.
Es así que el incidente protagonizado el lunes por Mario Ferri, un exjugador italiano que suele invadir canchas con mensajes políticos, dividió ferozmente a las diversas posturas, sobre todo en las redes sociales de todo el mundo. Ferri se trepó al techito del banco donde se sientan jugadores y cuerpo técnico, saltó a la cancha, y corrió de un lado a otro del césped luciendo una remera de Superman con una insignia pro Ukrania en la espalda y una bandera multicolor con la leyenda PACE (paz en italiano). Fue interpelado por la seguridad y tras una breve detención liberado, según declaró en redes asistido por la intervención del propio Gianni Infantino. La bandera de Mario Ferri es la bandera de la paz italiana, no el símbolo LGBT qué tanto ha dado que hablar. Ferri es devoto a la paz en Ukrania y ha realizado tareas de ayuda y rescate a los refugiados. Pero la similitud con el arco iris del amor LGBT dividió las aguas, con voces violentas denunciando la intención por parte de un occidente sin dios de imponer valores ajenos al islam en el país anfitrión.
“La tormenta por los derechos LGBT es una de las historias políticas que ha salido del Mundial”, escribió Gideon Rachman, analista político del Financial Times, “También las protestas de los jugadores e hinchas iraníes; la sorprendente aparición de MBS en Qatar -Mohammed bin Salman Al Saud, el príncipe de Arabia Saudí que ocupó lugar de honor en el estadio en Qatar – pero lo más intrigante resulta la reacción en China al ver tanta muchedumbre sin barbijo por TV, y cómo esto está jugando a favor del descontento con las políticas de Cero Covid”.
Y es que la pelota comienza a rodar y traza mil narrativas en el aire. Como el aleteo de una mariposa, repercute por el mundo. Las autoridades en la China están editando las imágenes que vienen de Qatar, para que se vea menos tribuna y más juego. Un sistema de Circuito Cerrado de Televisión alimenta a las pantallas del planeta desde Doha, pero se pueden adquirir tomas diferentes; los bancos, planos cercanos de algún jugador, algunas panorámicas de la hinchada. En China aparentemente suelen recortar las tomas de las masas en eventos deportivos internacionales, para evitar banderas de Taiwan, por ejemplo, pero ahora están mucho más cautelosos. Y es que en China, como en Iran, los jóvenes están tomando las calles; en ambos casos -aunque con trasfondos diferentes- en busca de libertad. Y si de algún modo el futbol refleja la realidad, en lo que va de este Mundial casi que vemos como, a veces, un gesto de desobediencia trasciende las divisiones entre grupos y permite el desarrollo del lenguaje común de la protesta.
La escritora colombiana Beatriz Velez dijo que “las ceremonias en el estadio, brillando con luz propia, reflejan el consenso en torno a la importancia del juego en la vida humana”, y a pesar de la temprana retirada del equipo de Irán – una pena; solo necesitaba un empate para clasificar – me quedo con la imagen de la mujer de pañuelo blanco, cuyas lágrimas también delatan una historia, aún por contar.
Fin.
A pesar de las restricciones que se endurecieron apenas comenzado el Mundial -en relación al alcohol y la exhibición de los colores LGBTIQ+-, la política se mete entre arcos y pelotas. El partido Irán-Estados Unidos con su metanarrativa geopolítica, los pedidos de liberación de Palestina, el ex jugador italiano que cruzó la cancha con una bandera a favor de la paz en Ucrania -aunque el mundo entero sólo vio un arcoiris- y el borramiento de las tribunas en la transmisión China para que nadie vea que se puede vivir sin barbijo y en multitud. Las protestas vuelan tanto como los goles y la ansiedad por seguir disputando la copa.
Más de 100,000 iraníes hicieron acto de presencia en Qatar para alentar a su equipo durante la corta trayectoria mundialista que le tocó vivir. Nos conmocionó a todos el gesto casi heroico de los jugadores en su primer partido, que se negaron a cantar el himno y mantuvieron una postura desafiante, erguidos en silencio en son de protesta, acompañados por la hinchada aplaudiendo y llorando desde las tribunas.
Llamó la atención la imagen de una mujer, con su hijab blanco prolijamente sujetando su cabello, so rostro empapado en lágrimas, batiendo con fuerza las palmas. Su mera presencia ahí, en la cancha, templo prohibido a las mujeres en Irán, era en sí una protesta. Y su cabeza cubierta también un recordatorio; las protestas en Irán no son por usar o no usar el hijab sino por la libertad de elegir; y contra la brutalidad policial y la muerte bajo custodia de los detenidos.
Eso es un imaginario; supuestos y fantasías impulsadas por las imágenes que nos brinda la TV. Nada sabemos de la mujer, ni de sus lágrimas, ni de los aplausos a los jugadores mutados durante su propio himno.
Y lo peor, el tercer partido de Irán resultó ser el último, perdió contra EEUU nada menos, justo cuando la metanarrativa geo-política se devoraba el show. “Iran vs USA es dónde está el fuego” pronunció The Guardian en una nota firmada por cuatro enviados especiales, y enumeró: “La Asociación de Fútbol de Irán protestó ante la FIFA porque las redes sociales del Team USA [el seleccionado de EEUU] insultaron su bandera, y la situación política en Irán continua tensa con las protestas en curso. Carlos Queiroz [el DT de Irán] no alivió la situación en conferencia el lunes, cuando pidió menos política en el mundial, al tiempo que apuntó a EEUU diciendo ‘Ustedes hablan de derechos humanos? ¿y el racismo? Con sus niños muriendo baleados en las escuelas. Somos solidarios con todas esas causas. Pero acá nuestra misión es traerle sonrisas a la gente durante 90 minutos”.
Vamos por la mitad de este circo, el show más grande el mundo y lo que se ve son guardias de seguridad alrededor de los estadios bajo instrucciones poco precisas de confiscar ‘banderas, símbolos políticos, y arcos irises’ -el enviado de Bolivisión, que lleva el logo de la señal con los colores de la huipalla, fue detenido más de una vez-, trataban de evitar ser filmados por los teléfonos de visitantes enfurecidos. Un periodista estadounidense, Grant Wahl, intentó entrar vistiendo una remera multicolor también fue detenido y luego ‘liberado’ sin sanción. Algunos hinchas iraníes sí dijeron que sus banderas de Irán portando un león en lugar del emblema islámico en el centro fueron confiscadas.
Las tensiones del mundo real no dejan de existir durante un mundial, por mucho que la FIFA nos pida que disfrutemos de las bebidas gaseosas fresquitas y nos concentremos en el juego. En casi todos los partidos se pueden ver banderas de apoyo a Palestina: “Free Palestine”, escrito así, en inglés y alfabeto latino, para que quede claro ante todos los televidentes del mundo entero. También se hacen virales imágenes de gente por las calles de Doha que se dan la vuelta y hacen oído sordo a la prensa israelí que intenta cubrir el clima y la atmosfera festiva; cuando escuchan ‘Israel’ se alejan sin hablar.
A este primer Mundial que tiene lugar en un país Árabe, en la región mayoritariamente musulmana que algunos denominan MENA (Oriente Medio y Africa del Norte) y otros SWANA (Sudoeste Asiático y África del Norte), se suma la expectativa del resto del mundo de la observación de valores que comenzaron resultando un tanto ajenos y que a medida que pasan los días son interpretados con ofensa.
Es así que el incidente protagonizado el lunes por Mario Ferri, un exjugador italiano que suele invadir canchas con mensajes políticos, dividió ferozmente a las diversas posturas, sobre todo en las redes sociales de todo el mundo. Ferri se trepó al techito del banco donde se sientan jugadores y cuerpo técnico, saltó a la cancha, y corrió de un lado a otro del césped luciendo una remera de Superman con una insignia pro Ukrania en la espalda y una bandera multicolor con la leyenda PACE (paz en italiano). Fue interpelado por la seguridad y tras una breve detención liberado, según declaró en redes asistido por la intervención del propio Gianni Infantino. La bandera de Mario Ferri es la bandera de la paz italiana, no el símbolo LGBT qué tanto ha dado que hablar. Ferri es devoto a la paz en Ukrania y ha realizado tareas de ayuda y rescate a los refugiados. Pero la similitud con el arco iris del amor LGBT dividió las aguas, con voces violentas denunciando la intención por parte de un occidente sin dios de imponer valores ajenos al islam en el país anfitrión.
“La tormenta por los derechos LGBT es una de las historias políticas que ha salido del Mundial”, escribió Gideon Rachman, analista político del Financial Times, “También las protestas de los jugadores e hinchas iraníes; la sorprendente aparición de MBS en Qatar -Mohammed bin Salman Al Saud, el príncipe de Arabia Saudí que ocupó lugar de honor en el estadio en Qatar – pero lo más intrigante resulta la reacción en China al ver tanta muchedumbre sin barbijo por TV, y cómo esto está jugando a favor del descontento con las políticas de Cero Covid”.
Y es que la pelota comienza a rodar y traza mil narrativas en el aire. Como el aleteo de una mariposa, repercute por el mundo. Las autoridades en la China están editando las imágenes que vienen de Qatar, para que se vea menos tribuna y más juego. Un sistema de Circuito Cerrado de Televisión alimenta a las pantallas del planeta desde Doha, pero se pueden adquirir tomas diferentes; los bancos, planos cercanos de algún jugador, algunas panorámicas de la hinchada. En China aparentemente suelen recortar las tomas de las masas en eventos deportivos internacionales, para evitar banderas de Taiwan, por ejemplo, pero ahora están mucho más cautelosos. Y es que en China, como en Iran, los jóvenes están tomando las calles; en ambos casos -aunque con trasfondos diferentes- en busca de libertad. Y si de algún modo el futbol refleja la realidad, en lo que va de este Mundial casi que vemos como, a veces, un gesto de desobediencia trasciende las divisiones entre grupos y permite el desarrollo del lenguaje común de la protesta.
La escritora colombiana Beatriz Velez dijo que “las ceremonias en el estadio, brillando con luz propia, reflejan el consenso en torno a la importancia del juego en la vida humana”, y a pesar de la temprana retirada del equipo de Irán – una pena; solo necesitaba un empate para clasificar – me quedo con la imagen de la mujer de pañuelo blanco, cuyas lágrimas también delatan una historia, aún por contar.
Fin.