Por Daniel Martinez
En 13/04/2023
En las últimas décadas del siglo XX, los gobiernos de América Latina, aplicaron, mayoritariamente, políticas neoliberales ortodoxas, debilitando el papel igualador social y de respaldo al desarrollo nacional del estado. En la primera década del siglo XXI como consecuencia de la ola neoliberal-conservadora, y de sus consecuencias, las mayorías nacionales apostaron a gobiernos progresistas de variado signo, composición y características. Todos, con especificidades propias, buscaron aplicar nuevos modelos, basados en la búsqueda de dignidad de vida al conjunto de los ciudadanos, en especial de los siempre excluídos, y un modelo de desarrollo que se apoyara en la integración latinoamericana, para lograr una inserción más equitativa en el contexto mundial. El desafío era: integración que permita crecimiento con igualdad.
En términos generales los avances en cuanto a generar una mejora en la igualdad de oportunidades, y en la calidad de vida de sectores, que las políticas neoliberales habían dejado fuera del sistema, fueron importantes. Siempre hablando en términos generales: Bajó la pobreza, se redujo aún más notablemente la indigencia, se mejoró la universalización del acceso a la educación, lo mismo en lo referente al acceso a los sistemas de salud, avances en vivienda, etc… Múltiples y variados indicadores, avalan estas afirmaciones.
En el período, la mayoría de los índices sociales tuvieron mejoras, en la mayoría de estos países con gobiernos progresistas. Otra característica de alto impacto, fue el incremento de los precios internacionales de las principales materias primas que produce la región. Lo que determinó que los ingresos por recaudación de los estados tuvieran importantes incrementos. Esta mayor recaudación, fue determinante para apuntalar las políticas sociales igualitarias. La crisis hipotecaria del 2008 generó importantes impactos negativos, pero no frenó, salvo excepciones, el muy buen nivel de los precios de las principales materias primas de la región, incluso durante y luego de la pandemia.
En resumen, lo más positivo logrado por los gobiernos progresistas de AL, en diferente nivel y grado de profundidad, fueron los importantes avances en la inclusión y mejora de condiciones de vida de importantes sectores de la sociedad. Sin embargo, no se logró el objetivo de alcanzar una mayor diversificación productiva y el desarrollo se sectores de mayor valor agregado. Es claro que las economías latinoamericanas, históricamente, se han sustentado en base a la actividad primaria y a la de baja incorporación de valor agregado. Pero si no se logra agregar a la matriz productiva actividades con mayor inclusión tecnológica, poco se podrá cambiar la base de los problemas de la región. En los países del mundo que en los últimos 50 años han dado un salto de calidad en su capacidad de generación de riqueza y solución de algunos de los principales temas sociales, la riqueza obtenida a partir de la producción de bienes primarios, sustentaron la acumulación de capital, que apuntaló la diversificación productiva.
La diversificación productiva con mayor inclusión tecnológica, implica desarrollar la capacidad de generar innovación tecnológica masiva, el pasar a producir, además de los bienes primarios, bienes más complejos, con mayor valor agregado y que requieren mayor conocimiento.Esto no pasó en términos generales en nuestra América Latina, durante los gobiernos progresistas de la primera “ola” del siglo XXI. Sea por el titánico esfuerzo de mejorar la distribución de riqueza y la mejora de las condiciones generales de vida de toda la población, sea por el espejismo del “éxito” económico, que devino del alza de los precios de las materias primas, o por otras razones, lo cierto es que la estructura productiva de nuestras naciones se modificó muy poco.
En términos generales, los gobiernos progresistas no tuvieron capacidad de modificar en lo sustancial la estructura productiva. Hubo intentos, que luego los problemas macroeconómicos hicieron que quedaran truncos, pero los resultados fueron sólo parciales. Por las razones que sea, no se supo, o no se pudo, aprovechar la coyuntura que se vivió esos años. Por otro lado, en el período mencionado, los diferentes segmentos de las cadenas de valor, se distribuyeron por el mundo, buscando que país tenía la mayor capacidad de producir cada eslabón de la cadena, a costos más competitivos. La reducción de los costos logísticos viabilizó este esquema de multi-localización de los diferentes eslabones de las cadenas de valor.
Bueno es aclarar que no se trata de contraponer producción primaria a producción de bienes más complejos. Se trata de diversificar y complejizar lo que se produce, sin dejar de hacer lo que ya se hace. Producir bienes primarios, aunque cada vez exige más soporte de tecnología, tiene baja inclusión tecnológica respecto a otras actividades más complejas. Producir bienes primarios requiere menos mano de obra y en términos generales con menos capacitación, y por lo tanto menores salarios, que otros segmentos de la economía. Si se analizan los porcentajes de incidencia de la producción de bienes primarios y de bienes y servicios de medio valor agregado, así como la producción de bienes y servicios de alto valor agregado, se encuentra que los países llamados desarrollados, tienen altos porcentajes de los primeros, pero también, altos de los de medio valor y de los de alto valor agregado. Por el contrario. las naciones de la región, tienen porcentajes altísimos de participación en la economía de la producción de bienes primarios y actividades con bajo valor agregado, participación media o bajos de la producción de bienes intermedios y participación escasa de las de alto valor agregado e inclusión tecnológica.
En resumen:Se mejoró la distribución de la riqueza, en base a políticas sociales y en algunos casos a modificación de políticas tributarias.
Se incluyó en el acceso de condiciones dignas de vida a millones y millones de latino-americanos.
Se mejoró el acceso a la salud, a la educación, y otros aspectos sociales, de quienes más sumergidos estaban.
Pero no se pudieron cambiar las bases de la matriz del subdesarrollo y la dependencia. No se pudo o no se supo cambiar, en profundidad, las causas.
Desde hace más de 50 años la dependencia, el subdesarrollo, tiene su eje principal en el diferente nivel de capacidades tecnológicas, de agregar valor a lo que se hace, en diversificar, agregando actividades más complejas, a la producción.
En gran parte de nuestros países, el PBI per cápita mejoró, pero sigue siendo notablemente inferior al de los países llamados desarrollados. Y se podrá ir mejorando de a poco. Pero para llegar a niveles de generación de riqueza, que impliquen un salto sustantivo en calidad, se necesitan políticas de inclusión tecnológica, diversificación productiva, complementariedad regional, etc… que se está, lejos de tener.
Desde el punto de vista del proyecto progresista, la diversificación y complejización de la actividad productiva tiene dos ventajas adicionales.
Por un lado al requerir mayores habilidades y conocimientos, requiere mano de obra más calificada y por lo tanto mejores salarios y con ello, mejor redistribución de la riqueza.
Por otro, los países con fuerte predominancia de la actividad primaria, se caracterizan por sectores empresariales conservadores. Mayoritariamente, en este escenario, los sectores económicamente dominantes no tienen, porque no necesitan, interés en un modelo de desarrollo diversificado y de mayor valor agregado
La diversificación, el mayor valor agregado y la mayor incorporación tecnológica requieren un empresariado más moderno, dinámico y más potencialmente aliado de un proyecto nacional de desarrollo con justicia.
En la actual coyuntura, las condiciones que se dieron los primeros años del siglo XX, están cambiando rápidamente. Las tendencias proteccionistas que se vienen imponiendo en los países centrales, y el propio impacto de la guerra en Ucrania, hacen más difícil captar eslabones de las cadenas.
Pero, de todas formas, al igual que en la crisis del 30 y en la 2da guerra mundial, la actual coyuntura es para América Latina, una oportunidad para desarrollar, en base a la complementariedad regional, algunas de estas estas cadenas.
Hoy, que un nuevo empuje de gobiernos progresistas atraviesa AL, se debería comprender que la integración regional es imprescindible, pero no alcanza para dar el salto de calidad que necesitamos, para que tanto la igualdad de oportunidades, como la igualdad del punto de partida, dejen de ser una quimera, para pasar a ser un sueño, paso a paso, alcanzable.
Para esto se debe aprender de la anterior etapa.
Esto implica desarrollar políticas basadas en algunos ejes:Recursos para el desarrollo sostenido, tanto de la investigación básica, como de la capacidad de generación tecnológica aplicada, de forma de alcanzar la necesaria masa crítica de hombres y mujeres con capacidad de innovación.
Políticas activas para el apoyo a la creación y sostenimiento temporal de emprendimientos con mayor inclusión de tecnologías y mayor valor agregado. Agencias de desarrollo que financien y ayuden a alcanzar el punto de sostenibilidad de emprendimientos tecnológicos y con medio y alto valor agregado.
Complementariedad regional para que los distintos eslabones de las cadenas de valor, se localicen en los diferentes países de la región.
Políticas públicas que permitan desarrollar emprendimientos que satisfagan con capacidades nacionales, y regionales, las demandas de bienes y servicios complejos, incluídos, los de suministros de la actividad primaria (Maquinaria agrícola, laboratorios, biotecnología, aseguramiento de la calidad e inocuidad, plantas de procesamiento de las materias primas, etc..)
Compromiso irrestricto con la protección del medio ambiente y las acciones para detener el cambio climático.
Políticas educativas que, sin perder la formación en valores universales, sustenten la diversificación del modelo productivo.
Esta no intenta ser una lista excluyente, si una serie de ideas imprescindible para un futuro venturoso de los pueblos latinoamericanos.
*Exintendente de Montevideo, Uruguay
En las últimas décadas del siglo XX, los gobiernos de América Latina, aplicaron, mayoritariamente, políticas neoliberales ortodoxas, debilitando el papel igualador social y de respaldo al desarrollo nacional del estado. En la primera década del siglo XXI como consecuencia de la ola neoliberal-conservadora, y de sus consecuencias, las mayorías nacionales apostaron a gobiernos progresistas de variado signo, composición y características. Todos, con especificidades propias, buscaron aplicar nuevos modelos, basados en la búsqueda de dignidad de vida al conjunto de los ciudadanos, en especial de los siempre excluídos, y un modelo de desarrollo que se apoyara en la integración latinoamericana, para lograr una inserción más equitativa en el contexto mundial. El desafío era: integración que permita crecimiento con igualdad.
En términos generales los avances en cuanto a generar una mejora en la igualdad de oportunidades, y en la calidad de vida de sectores, que las políticas neoliberales habían dejado fuera del sistema, fueron importantes. Siempre hablando en términos generales: Bajó la pobreza, se redujo aún más notablemente la indigencia, se mejoró la universalización del acceso a la educación, lo mismo en lo referente al acceso a los sistemas de salud, avances en vivienda, etc… Múltiples y variados indicadores, avalan estas afirmaciones.
En el período, la mayoría de los índices sociales tuvieron mejoras, en la mayoría de estos países con gobiernos progresistas. Otra característica de alto impacto, fue el incremento de los precios internacionales de las principales materias primas que produce la región. Lo que determinó que los ingresos por recaudación de los estados tuvieran importantes incrementos. Esta mayor recaudación, fue determinante para apuntalar las políticas sociales igualitarias. La crisis hipotecaria del 2008 generó importantes impactos negativos, pero no frenó, salvo excepciones, el muy buen nivel de los precios de las principales materias primas de la región, incluso durante y luego de la pandemia.
En resumen, lo más positivo logrado por los gobiernos progresistas de AL, en diferente nivel y grado de profundidad, fueron los importantes avances en la inclusión y mejora de condiciones de vida de importantes sectores de la sociedad. Sin embargo, no se logró el objetivo de alcanzar una mayor diversificación productiva y el desarrollo se sectores de mayor valor agregado. Es claro que las economías latinoamericanas, históricamente, se han sustentado en base a la actividad primaria y a la de baja incorporación de valor agregado. Pero si no se logra agregar a la matriz productiva actividades con mayor inclusión tecnológica, poco se podrá cambiar la base de los problemas de la región. En los países del mundo que en los últimos 50 años han dado un salto de calidad en su capacidad de generación de riqueza y solución de algunos de los principales temas sociales, la riqueza obtenida a partir de la producción de bienes primarios, sustentaron la acumulación de capital, que apuntaló la diversificación productiva.
La diversificación productiva con mayor inclusión tecnológica, implica desarrollar la capacidad de generar innovación tecnológica masiva, el pasar a producir, además de los bienes primarios, bienes más complejos, con mayor valor agregado y que requieren mayor conocimiento.Esto no pasó en términos generales en nuestra América Latina, durante los gobiernos progresistas de la primera “ola” del siglo XXI. Sea por el titánico esfuerzo de mejorar la distribución de riqueza y la mejora de las condiciones generales de vida de toda la población, sea por el espejismo del “éxito” económico, que devino del alza de los precios de las materias primas, o por otras razones, lo cierto es que la estructura productiva de nuestras naciones se modificó muy poco.
En términos generales, los gobiernos progresistas no tuvieron capacidad de modificar en lo sustancial la estructura productiva. Hubo intentos, que luego los problemas macroeconómicos hicieron que quedaran truncos, pero los resultados fueron sólo parciales. Por las razones que sea, no se supo, o no se pudo, aprovechar la coyuntura que se vivió esos años. Por otro lado, en el período mencionado, los diferentes segmentos de las cadenas de valor, se distribuyeron por el mundo, buscando que país tenía la mayor capacidad de producir cada eslabón de la cadena, a costos más competitivos. La reducción de los costos logísticos viabilizó este esquema de multi-localización de los diferentes eslabones de las cadenas de valor.
Bueno es aclarar que no se trata de contraponer producción primaria a producción de bienes más complejos. Se trata de diversificar y complejizar lo que se produce, sin dejar de hacer lo que ya se hace. Producir bienes primarios, aunque cada vez exige más soporte de tecnología, tiene baja inclusión tecnológica respecto a otras actividades más complejas. Producir bienes primarios requiere menos mano de obra y en términos generales con menos capacitación, y por lo tanto menores salarios, que otros segmentos de la economía. Si se analizan los porcentajes de incidencia de la producción de bienes primarios y de bienes y servicios de medio valor agregado, así como la producción de bienes y servicios de alto valor agregado, se encuentra que los países llamados desarrollados, tienen altos porcentajes de los primeros, pero también, altos de los de medio valor y de los de alto valor agregado. Por el contrario. las naciones de la región, tienen porcentajes altísimos de participación en la economía de la producción de bienes primarios y actividades con bajo valor agregado, participación media o bajos de la producción de bienes intermedios y participación escasa de las de alto valor agregado e inclusión tecnológica.
En resumen:Se mejoró la distribución de la riqueza, en base a políticas sociales y en algunos casos a modificación de políticas tributarias.
Se incluyó en el acceso de condiciones dignas de vida a millones y millones de latino-americanos.
Se mejoró el acceso a la salud, a la educación, y otros aspectos sociales, de quienes más sumergidos estaban.
Pero no se pudieron cambiar las bases de la matriz del subdesarrollo y la dependencia. No se pudo o no se supo cambiar, en profundidad, las causas.
Desde hace más de 50 años la dependencia, el subdesarrollo, tiene su eje principal en el diferente nivel de capacidades tecnológicas, de agregar valor a lo que se hace, en diversificar, agregando actividades más complejas, a la producción.
En gran parte de nuestros países, el PBI per cápita mejoró, pero sigue siendo notablemente inferior al de los países llamados desarrollados. Y se podrá ir mejorando de a poco. Pero para llegar a niveles de generación de riqueza, que impliquen un salto sustantivo en calidad, se necesitan políticas de inclusión tecnológica, diversificación productiva, complementariedad regional, etc… que se está, lejos de tener.
Desde el punto de vista del proyecto progresista, la diversificación y complejización de la actividad productiva tiene dos ventajas adicionales.
Por un lado al requerir mayores habilidades y conocimientos, requiere mano de obra más calificada y por lo tanto mejores salarios y con ello, mejor redistribución de la riqueza.
Por otro, los países con fuerte predominancia de la actividad primaria, se caracterizan por sectores empresariales conservadores. Mayoritariamente, en este escenario, los sectores económicamente dominantes no tienen, porque no necesitan, interés en un modelo de desarrollo diversificado y de mayor valor agregado
La diversificación, el mayor valor agregado y la mayor incorporación tecnológica requieren un empresariado más moderno, dinámico y más potencialmente aliado de un proyecto nacional de desarrollo con justicia.
En la actual coyuntura, las condiciones que se dieron los primeros años del siglo XX, están cambiando rápidamente. Las tendencias proteccionistas que se vienen imponiendo en los países centrales, y el propio impacto de la guerra en Ucrania, hacen más difícil captar eslabones de las cadenas.
Pero, de todas formas, al igual que en la crisis del 30 y en la 2da guerra mundial, la actual coyuntura es para América Latina, una oportunidad para desarrollar, en base a la complementariedad regional, algunas de estas estas cadenas.
Hoy, que un nuevo empuje de gobiernos progresistas atraviesa AL, se debería comprender que la integración regional es imprescindible, pero no alcanza para dar el salto de calidad que necesitamos, para que tanto la igualdad de oportunidades, como la igualdad del punto de partida, dejen de ser una quimera, para pasar a ser un sueño, paso a paso, alcanzable.
Para esto se debe aprender de la anterior etapa.
Esto implica desarrollar políticas basadas en algunos ejes:Recursos para el desarrollo sostenido, tanto de la investigación básica, como de la capacidad de generación tecnológica aplicada, de forma de alcanzar la necesaria masa crítica de hombres y mujeres con capacidad de innovación.
Políticas activas para el apoyo a la creación y sostenimiento temporal de emprendimientos con mayor inclusión de tecnologías y mayor valor agregado. Agencias de desarrollo que financien y ayuden a alcanzar el punto de sostenibilidad de emprendimientos tecnológicos y con medio y alto valor agregado.
Complementariedad regional para que los distintos eslabones de las cadenas de valor, se localicen en los diferentes países de la región.
Políticas públicas que permitan desarrollar emprendimientos que satisfagan con capacidades nacionales, y regionales, las demandas de bienes y servicios complejos, incluídos, los de suministros de la actividad primaria (Maquinaria agrícola, laboratorios, biotecnología, aseguramiento de la calidad e inocuidad, plantas de procesamiento de las materias primas, etc..)
Compromiso irrestricto con la protección del medio ambiente y las acciones para detener el cambio climático.
Políticas educativas que, sin perder la formación en valores universales, sustenten la diversificación del modelo productivo.
Esta no intenta ser una lista excluyente, si una serie de ideas imprescindible para un futuro venturoso de los pueblos latinoamericanos.
*Exintendente de Montevideo, Uruguay