MONTEVIDEO (Uypress/por Ernesto López, analista político – 01.09.2023)
03.09.2023
Foto: Biden sombrío / elargentinodiario.com.ar
Generar y apuntalar una guerra con Rusia raya en el desatino. Pero además, en simultáneo con aquella, impulsar su contienda con China, es de manicomio.
En una entrevista concedida a ABC News el 17 de marzo de 2021, Joseph Biden colocó algunos sorprendentes puntos sobre las íes. Entre otras cosas dijo que a fines de enero había tenido una comunicación telefónica con Vladimir Putin, en la que le advirtió que estaba al tanto de la intromisión rusa en las elecciones presidenciales del 3 de noviembre de 2020, maniobra que había intentado favorecer a Donald Trump. Textualmente le afirmó: "Si establezco que esto ocurrió entonces prepárate". Su entrevistador le preguntó seguidamente si creía que Putin era un asesino. La lacónica respuesta de Biden fue "sí". Y agregó que aquel "pagaría un precio por lo hecho".
Y así fue. Su embestida contra el premier ruso comenzó el 2 de febrero de 2021, a 13 días apenas de haber asumido la presidencia. Dispuso que dos poderosos cruceros encuadrados en la 7ª Flota -el USS Donald Cook y el USS Porter- ingresaran al Mar Negro. En junio se iniciaron las amplias y potentes maniobras aeronavales denominadas "Sea Breeze", también en el Mar Negro, en las que participaron más de 30 naves de guerra de la OTAN y de otros países que no la integraban, entre ellos Ucrania. Nada de eso resultaba común y corriente en ese pequeño mar. En septiembre se internaron en el antedicho mar la nave insignia de la flota acompañada por el recién mencionado USS Porter y un barco de abastecimiento. Pero además se realizaron también en 2021 ejercicios aeronavales en el Mar Báltico. EEUU y la OTAN apretaban a Moscú por el oeste a dos bandas.
Y la guinda era la amenaza de incorporar a Ucrania a la OTAN. Estas actividades agresivas condujeron a una situación muy tensa. En enero de 2022 hubo reuniones e intercambios entre las autoridades de ambos países sin que se llegara a algún entendimiento. Moscú, con mucha razón, se sentía amenazada. Así las cosas, sin posibilidades de alcanzar algún acuerdo estalló la guerra, finalmente, el 24 de febrero de 2022.
¿Era este el "el precio por lo hecho" que pagaría Rusia según lo anticipado por el propio Biden o una decisión elaborada suficientemente por las entidades gubernamentales correspondientes? Quién puede saberlo...
Si bien es cierto que fue Rusia quien comenzó la guerra contra Ucrania, también lo es que aquella había sido asediada y provocada deliberadamente por la OTAN, encabezada por EEUU desde 2014. Asunto frente al cual Biden y los jefes de Estado europeos hacían la vista gorda. Como quiera que haya sido, hubo entonces una desplegada amenaza que obligó a Rusia a ir a la guerra. Cuestión esta que Moscú tomó no sin cierta precaución: atacó -como respuesta a las presiones occidentales- a Ucrania, que no integra aquella organización atlantista. Evitó así guerrear directamente con la treintena de países que la integran.
China
La República Popular China se ha ido convirtiendo cada vez más en una antagonista muy significativa para la gran potencia capitalista del norte. Pekín ha ido avanzado notablemente en el desarrollo del armamento nuclear. Posee actualmente 350 ojivas nucleares, que son pocas frente a las de Rusia (5.966) y a las de EEUU (5.428), pero suficientes para defenderse y preocupar a sus eventuales contendientes. No está de más decir que trabaja activamente para incrementar el número. En el plano convencional también ha avanzado mucho. Ha desarrollado capacidades para producir lo que necesita: aviones, navíos de guerra, misiles, cañones, entre otros elementos bélicos de alta calidad.
Por otra parte, su crecimiento económico y su desarrollo comercial han sido también muy intensos.
El crecimiento promedio es de 6,27% para China y 2,11% para EEUU. Pekín prácticamente triplica a Washington en este rubro. Por otra parte, la positiva balanza comercial china en 2022 es muy superior a la de la gran potencia imperialista, que tiene, a la inversa, un saldo negativo de 948.100 millones de dólares. En este rubro China también tiene ventajas.
Estas dos dimensiones -crecimiento militar y crecimiento económico y mercantil- instalaron un dinamismo y un desenvolvimiento en favor de China, al que tanto Trump como Biden han tratado de salirle al paso, con escaso éxito. El primero buscó aplacar el empuje chino mediante un boicot al comercio recíproco, que sencillamente no funcionó. Biden, por su parte, mantuvo ese boicot pero sin mejor suerte. Por otro lado puso en marcha el desarrollo de una política de presencia y actividad militar agresiva en el ámbito de la región del Indo-Pacífico, que se encuentra aún en desarrollo, así como la generación de pactos y asociaciones con no pocos países.
EEUU mueve el tablero
En septiembre de 2021 -tres meses después de las mencionadas maniobras aeronavales Sea Breeze- se estableció una alianza estratégica y militar integrada por EEUU, el Reino Unido y Australia (AUKUS, su acrónimo en inglés), cuyo propósito principal es el de contrarrestar la pérdida de influencia occidental en la región Indo-Pacífico por el predominio chino.
En mayo de 2022, para contrarrestar a los BRICS y a la franja y ruta de la seda china, se creó el Marco Económico del Indo-Pacífico (IPEF, su acrónimo en inglés), iniciativa multilateral que no pasó de intento y que aglutinaba cerca del 40% del PBI mundial. Sus integrantes eran Australia, Brunei, Corea del Sur, India, Indonesia, Filipinas, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur, Tailandia y Vietnam.
Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU en aquel entonces, realizó un viaje a Taipei a comienzos de agosto de 2022. Rompía así, deliberadamente, un pacto implícito establecido desde mucho tiempo atrás entre Washington y Pekín: que la cuestión de Taiwán quedaba en stand by y no se intervendría sobre ella. La reacción de China no se hizo esperar: durante una semana entera sus naves y aviones de guerra no cesaron de desarrollar ejercios con armamento letal en zonas muy cercanas a la isla.
En agosto se estableció una alianza entre Corea del Sur, Japón y EEUU, impulsada por Biden, que fue acompañada por una declaración tripartita denominada "el espíritu de Camp David". Esta especifica que se está "en un punto clave de la historia, en el que la competencia geopolítica, la crisis climática, la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania y las provocaciones nucleares nos ponen a prueba". Y que hay "un comportamiento peligroso y agresivo que hemos presenciado recientemente por parte de la República Popular China, en el mar de la China Meridional". Respecto de Corea del Norte marca una protesta y la insta a "abandonar sus programas nucleares y de misiles balísticos". En suma, esta nueva entente tripartita apunta a crear un frente común, que sirva como contrapeso a la pérdida de hegemonía de EEUU en el Pacífico y amenazar a Corea del Norte.
Final
Biden se ha metido en camisa de once varas. Generar y apuntalar una guerra con Rusia -una gran potencia en materia de capacidades bélicas, incluidas las nucleares, tecnológicamente más avanzada que la OTAN- raya en el desatino, aunque la contienda en curso se circunscriba al modo convencional, como sucede hasta ahora. Pero además, en simultáneo con aquella, su contienda con China campea en el ámbito comercial así como en los de la seguridad internacional y la disputa geopolítica, sin alcanzar hasta ahora ninguna cucarda.
Un peón de campo le diría a Biden, simplemente, que no se puede domar dos potros al mismo tiempo. Cabría agregarse, por otra parte, que la belicosidad presidencial no parece ser, hasta ahora, ni oportuna ni retribuyente en ninguno de los dos campos de Marte mencionados. Más bien se muestra amplia y peligrosa.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias