29 sept 2023

EL CINISMO Y LA IRRESPONSABILIDAD

Europa como víctima


OTHER NEWS (Miquel Ramos – Público.es) –
28.09.2023





Imagen. UN NEWS



Poca repercusión mediática ha tenido la reciente resolución del Defensor del Pueblo respecto a los interrogatorios que realiza la agencia europea de fronteras, FRONTEX, a las personas que llegan a nuestras costas. Estamos ocupándonos de cosas mucho más importantes, díganlo, y si hablamos de migraciones, que sea para destacar sus peligros o para presentar el asunto como un fenómeno meteorológico, sin más responsables que la divina naturaleza. Resulta que la acción de Frontex en España podría estar vulnerando varios derechos (¡sorpresa!), y que estas actuaciones no se hacen con todas las garantías posibles. Ni se informa de sus derechos a las personas que llegan, ni se les facilita una traducción en condiciones.


El objetivo de la agencia, dicen, es investigar lo que llaman mafias, lo que acaba siendo identificar al patrón de turno de la barcaza, detenerlo y presentarlo como si fuese el responsable de todo. Este es el trofeo que necesitan las autoridades europeas para afianzar el relato de que son 'las mafias' y nada ni nadie más quien provoca la llegada de personas migrantes y refugiados. Ni porqués ni nada, eso nos la suda.

Hace unas semanas, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen visitó la isla italiana de Lampedusa acompañada por la mandataria italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni. Lo hizo tras la llegada a la isla de más de 10.000 personas migrantes en pocos días. Ambas recorrieron los muelles y las calles de la turística isla italiana, cuya actividad lúdica no ha cesado, por mucha 'crisis migratoria' que haya, y por mucha seriedad que impriman los rostros de las dos políticas ante lo que pretenden vendernos como una amenaza para la seguridad y un reto inasumible por parte del poderoso y rico continente. 

El mismo continente que, en poco más de un año, ha acogido sin problemas a más de tres millones de refugiados llegados desde Ucrania, y que, lejos de estar encerrados en un CIE, han tenido todo tipo de facilidades, algo a celebrar, por supuesto, pero que choca con los discursos y rostros de impotencia e indolencia que justifican las políticas opuestas con los refugiados venidos del sur.

Todos los medios coincidieron una vez más en hablar en Lampedusa de 'crisis migratoria' para referirse a la llegada de personas migrantes a las costas europeas, sean miles o unos cientos de personas. Siempre del sur. Siempre de piel oscura. Es parte del relato que tratan de instaurar los representantes públicos presentando a Europa como víctima. Para Von der Leyen, Borrell, Meloni o Sánchez, la víctima es Europa. Nuestras fronteras. Nuestras vallas y nuestras concertinas. Asaltadas por ajenos, por extraños, por ilegales. 

Y la víctima tiene siempre derecho a defenderse, ya sea empujando esas barcas de nuevo hacia África, disparando pelotas de goma a los que llegan nadando, o impidiendo a los barcos de rescate desembarcar con cientos de personas exhaustas para recibir un mínimo trato humano. Y persiguiendo y multando a estas mismas misiones humanitarias y a sus activistas. El jardín europeo que se defiende ante una de las principales amenazas que suponen el disolvente de Europa, tal y como hablaba Josep Borrell de la migración y las personas migrantes.

Luego, con estos relatos oficiales, nos extrañamos y nos indignamos cuando la ultraderecha llega al poder con estos mismos discursos. Con estos mismos marcos. Y es que resulta útil para mantener el statu quo tener al poli malo recordándonos que todo puede ser peor todavía, y hacer como que lo combatimos, por mucho que nuestras políticas, en materia migratoria y en muchos otros campos, no difiera demasiado de lo que los ultras hacen cuando gobiernan.

Ante esto, conocemos las habituales respuestas de nuestros políticos, de los técnicos y burócratas y demás, que aluden a leyes, normativas, tratados y equilibrios que impiden demasiados cambios y que perpetúan esta situación. Todo es muy sencillo para quienes ponemos los derechos humanos por delante, dicen los mismos que usan estos derechos cuando pretenden convencernos de que hay que bombardear o invadir algún país. Realpolitik, dicen. Luego, que surjan racistas alentando el pogromo contra niños migrantes, y dirán que son actos individuales de un tarado o de un fanático, que actúa por su cuenta, por el odio que consume en redes sociales. Nada tendrá que ver que la migración y las personas migrantes se presenten oficial y mediáticamente como amenazas.

La crisis, según este relato, empieza cuando estas personas llegan, no cuando se quedan a mitad camino, en el fondo del mar, en una cárcel en Túnez, o esclavizados en Libia. O en un bosque en Marruecos esperando a cruzar al otro lado. Países regados con nuestro dinero para que impidan a los migrantes llegar a Europa. Y cuando llegan, quizás acaben ahogados en el río Bidasoa tras ser expulsados por Francia a Irún. La crisis llega siempre cuando algo nos salpica. Cuando nos estallan las imágenes en la cara, cuando vemos los efectos de nuestras políticas en la arena de nuestras playas. Cuando nos sacude el terrorismo desatado tras las invasiones e intervenciones occidentales en Oriente Medio, o la pobreza y el desgobierno de Libia tras haberla arrasado nosotros, o cuando miles de personas busquen nuevas oportunidades ante el saqueo de su país por nuestras empresas. Pero asumir esto sería exigirnos que cambiemos nuestro sistema para evitarlo, y no todo el mundo está dispuesto a renunciar a estos privilegios, y menos quienes más beneficio sacan de ellos.

No hay intención por parte de Europa de establecer vías seguras para las personas que lleguen del sur global. Ni hay intención de que estas personas tengan más derechos que una mercancía, que circula sin tantas trabas por Europa y más allá. Europa no tiene un problema con la migración. Ni con la gestión del asilo para personas refugiadas. Los tres millones de personas procedentes de Ucrania, que huían de la guerra, se han establecido en diferentes países de Europa sin más ruido que el de los golpes en el pecho por lo solidarios que somos mientras devolvemos en caliente a los que vienen del sur.

 Europa tiene un problema consigo misma, porque no tiene ninguna intención de asumir su responsabilidad colonial, pasada y presente, y cambiar las políticas que obligan a miles de personas a abandonar sus países y buscar un futuro mejor. Europa tiene un problema con sus propios fantasmas. Con su racismo atávico y estructural y su mentalidad colonial. No es el problema de la inmigración. Es el problema de Europa con su historia y sus consecuencias.

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